Pablo y los carismas en la Iglesia

domingo, 10 de agosto de 2008
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Hay diversidad de carismas pero hay un solo Espíritu.  En cada uno el Espíritu se manifiesta para el bien común.  El Espíritu da a uno la palabra de sabiduría, a otro la ciencia para enseñar según el mismo espíritu, a otro la fe también el mismo espíritu.  A este se le da el carisma de curar siempre en ese único espíritu.  Pero en todo esto es el mismo y único Espíritu el que actúa distribuyendo sus dones a cada uno en particular como el quiere.

1º Corintios 12, 4 – 11

No hay una natural capacidad dentro del cuerpo de los creyentes que permite el desarrollo de las gracias que el Señor quiere regalar a los que se vinculan a la comunidad. No es que el Cuerpo de Cristo tenga acciones y servicio que existan en ella con la capacidad natural de los miembros que forman parte de esta comunidad.

Es el Espíritu Santo el que otorga a cada uno los dones necesarios para que cumpla una actividad en bien de todo el cuerpo y por eso no se puede desarrollar un servicio dentro del ámbito de la comunidad sin esta referencia constante, habitual, renovada, permanente, de la presencia del Espíritu en nuestros corazones. El acompaña todo lo que hacemos, El nos habita interiormente, el nos inspira, el nos regala los dones, las gracias, los carismas con los que la comunidad en cada uno de sus miembros ha de construirse y desde ella misma ha de prestar servicio a todos los que esperan recibir al Cristo total que nosotros le regalamos, le ofrecemos, le compartimos.

Las comunidades de Pablo no contaban con un jefe o con un colegio de ancianos que por derecho presidieran la comunidad. Se distinguen de las comunidades judías locales como de las de la Iglesia de Palestina. La única autoridad indiscutida era la de Pablo, pero ante las comunidades, como servidores, aparecían los que en Cristo vivían en un mismo espíritu. A estos se los llama cristianos.

Es el común denominador que los identifica y justamente en el servicio cristiano de pertenencia a Cristo por obra del Espíritu Santo que forma al cuerpo de Cristo que es la comunidad toda, estos son Señores. El señorío viene por el lado del servicio en Cristo Jesús por la gracia del bautismo que ha puesto en sus corazones el Espíritu Santo que los guía, que los conduce. Esto quiere decir que no hay una organización jerárquica tal como hoy la entendemos en la comunidad paulina.

Hay textos realmente muy enriquecedores en cuánto a las investigaciones hechas sobre el modo de establecerse el orden en las comunidades de Pablo. San Pablo ha presentado a la Iglesia bajo la metáfora del cuerpo y cada comunidad es una entidad visible, orgánica, en la que todos los miembros están unidos con Jesús y reciben de Él vida y dones como sucede en el cuerpo humano en el que cada miembro tiene una función que cumplir para que todo el cuerpo se vea bien articulado.

Así también, los que están en el cuerpo de Cristo reciben la animación del Espíritu Santo que los capacita, que los dinamiza para que cumplan diferentes funciones, diferentes tareas en la comunidad. Esta animación, esta presencia, no toca sólo a algunos privilegiados sino que se verifica en todos los miembros del cuerpo. Todos están animados por un mismo Espíritu. Todos animan a la comunidad.

Las referencias son cruzadas. Cuando decimos que son cruzadas queremos decir que unos y otros se retroalimentan en la comunidad paulina y que, como bien lo dice el apóstol, ninguno puede decirle a otra parte del cuerpo que no lo necesita por más insignificante que parezca o por más importante que parezca. De allí que Pablo tiene un concepto totalizador de la comunidad que es Cristo con todos y cada uno de sus miembros.

Esta enseñanza de Cristo como cuerpo siendo la comunidad Pablo la utilizó por primera vez en ocasión de un conflicto surgido en la comunidad de Corinto y por eso el texto aparece allí claramente expresado. El autor del texto que estamos compartiendo en la catequesis de ayer y de hoy no da mucha explicación sobre cuáles son en realidad las circunstancias que motivan la carta porque en realidad no fue escrita para nosotros, fue escrita para ellos que bien conocían el motivo por el cuál el apóstol salía al cruce de lo que ocurría con su enseñanza.

En torno a esta realidad del Cuerpo de Cristo y los miembros todos y cada uno de ellos operando y actuando a favor del conjunto y al servicio de los que no conocen y necesitan recibir a Cristo, Pablo desarrolla la doctrina carismática. Los carismas se entienden en función de este concepto holístico, concepto totalizador, de multiformes aspectos integrados en un todo que supone el ser de Cristo, cristiano, perteneciente al mismo cuerpo, donde cada uno está asistido, habitado, por un don, gracia o carisma.

Pablo comienza con una advertencia a la comunidad sobre la forma de saber si los que se presentan como espirituales están verdaderamente inspirados por el Espíritu. Todo indicaría que aquí estaría el problema en la comunidad de los corintios. Algunos se dicen espirituales pero no actúan como tales, movidos por el Espíritu Santo.

Pablo va a decirles: más bien se mueven como gente asistida por los impulsos de la carne pero no por los impulsos del espíritu que es el que verdaderamente integra a todos en un mismo sentido. Cuando Pablo advierte sobre esto indica cuál es el modo de entender si las personas son o no espirituales o son carnales.

Los espirituales se decían movidos e inspirados por el espíritu y esto era el argumento de autoridad, porque si bien era cierto que el modo que Pablo tenía de organizar a las comunidades era en un sentido “circular” y no vertical, por así decirlo de alguna forma para que entendamos bajo una figura determinada de qué se trata, no es el vertical organizado sino es una comunidad circularmente organizada donde el valor y la importancia la ocupan todos cualquiera sea el lugar que desarrollan dentro de la organización comunitaria, se ve que había entre las comunidades algunas luchas por el poder, y en esas luchas por el poder algunos se atribuían, al no haber una referencia organizativa, jerárquica, y la jerarquía la establecía estar perteneciendo a la comunidad, el valor era ese concretamente, se ve que algunos tenían alguna ambición de posesión del ejercicio de la autoridad y entonces atribuían su acción a decir que a esto lo inspiraba el espíritu santo y a partir de ahí no había forma de discutir.

Es como cuando dicen “a mí me lo dijo la Virgen, a mí me lo dijo el Espíritu Santo, a mí me lo reveló Jesucristo”, cuando el argumento es tal yo ni con Jesucristo, ni con la Virgen, ni con el Espíritu Santo discuto, siempre dejo que la persona cuando se expresa así, de razones, en todo caso, en su vida o con el transcurso del tiempo de si las cosas son de ese modo o no y esto es justamente lo que Pablo dice: “atención porque los inspirados deben justificar aquella inspiración no tanto por el decir que ha sido el Espíritu Santo quien les ha revelado tal o cuál acción sino verdaderamente los frutos que se ven.

Las personas espirituales se definen por los frutos que producen y el fruto es el Señorío de Jesús. Dice Pablo: los que se decían ser espirituales hablan inspirados por el Espíritu Santo y ofrecen a la comunidad una regla práctica, para distinguir entre ellos y los falsos hay que ver si hablan a favor de Jesús o blasfeman contra Él. Juan va a decir que en realidad esta posibilidad está cuando Jesús es reconocido venido en carne y el que no confiesa que Jesús viene en carne, (Juan está enfrentando a la comunidad gnóstica, espiritualoide), anatema sea, anticristo sea.

Es la presencia del anticristo en la comunidad. Pablo dice algo parecido sólo que habla del Señorío de Cristo, quien no vive el señorío de Cristo en su vida y el señorío está vinculado al servicio y el servicio es humilde dentro de la comunidad, que no venga a querer ponerse los moños, que no diga que es movido por el Espíritu Santo. Con el verso a otra parte.

Pablo comienza afirmando que en la Iglesia hay una multiplicidad de carismas pero que hay un solo espíritu. Jarisma, derivado de jaris, gracia, es un término que tiene un sentido muy amplio y que en la versión de los setentas, en la Biblia, aparece expresado de distintas maneras. Por lo general se lo utiliza para indicar la cualidad que tiene una persona para ser atractiva, como cuando decimos nosotros “tiene gracia” o “encontró gracia ante los ojos de”, cuando una cuestión tiene una fuerza de atracción, de ahí deriva jarisma que es el don, favor, beneficio, regalo, que se le hace a una persona por lo que alguien se siente atraído.

Le acerca una gracia se dice, le acerca un beneficio porque le ha atraído y entonces le entrega eso que quiere darle y en ese sentido se habla de gratuidad por la atracción, gratuidad porque atrae aquello a lo cuál se le ofrece lo que se le ofrezca como regalo.

En el uso bíblico esto tiene un aspecto de gratitud en parte de lo que de Dios viene, podríamos decir así: Dios nos da su gracia porque se siente atraído por nosotros y entonces se nos regala, ya no da solamente algo, se da el mismo, da todo, y con su darse nos da sus dones, nos da su gracia y sus gracias.

El carisma en particular es todo un don gratuito que viene de la mano de este Dios atraído por nuestra pobreza, nuestra miseria. Lo que lo mueve a Dios para venir a nosotros, como hermosamente lo ha explicado Gabriela en el retiro del sábado, es este sentimiento de compasión, este movimiento que surge de las entrañas mismas de Dios que llamamos misericordia. Digámoslo así, lo que le mueve a Dios a venir hacia nosotros es la atracción que genera nuestra miseria por la cuál el se conmisera de nosotros, se mueve a misericordia para venir hacia donde estamos.

De allí que el amor a los pobres que la Iglesia elige no es una categoría social, es una categoría de identificación con Cristo Jesús, es un valor de identificación con Cristo. La atracción que genera la pobreza sobre la comunidad eclesial determina, en la medida en que esta sea real, concreta, comprometida, cuánta misericordia hay o no en la Iglesia. De hecho a las obras de caridad se las llama obras de misericordia y crecen en el ejercicio de la misma.

Es un don, es una gracia que nacen del corazón de Jesús, que se acerca a nosotros misericordiosamente atraído por nuestra miseria, movido de la compasión, movido desde sus propias entrañas, por su misericordia que lo moviliza y que nos lo participa a nosotros para que nos movamos de la misma manera con la que el se mueve, y en la medida en que nosotros participamos la misericordia de Dios entre los más pobres, al estilo de Jesús, en esa misma medida se mueve aún más la misericordia de Dios para con nosotros. “Ustedes serán juzgados con el juicio que utilicen para con los demás” dice Jesús.

Al ejercicio de la misericordia, al dejarnos mover nosotros al estilo de Jesús, en compasión desde las entrañas para con los más pobres, a ese ejercicio se le suma, acrecienta, es misericordia tras misericordia. La gracia, el carisma, es un don que Dios da a la comunidad atraído por las necesidades de la comunidad de ese don y movido por la misericordia.

La comunidad cristiana, que forma un verdadero cuerpo, para alcanzar esta dimensión de Cristo necesita de esta presencia manifiesta, clara, que hace acrecentar diversas actividades y capacidades hasta llegar a ser el Cristo total que estamos llamados a ser. Cristo tiene una clara imagen de que nosotros estamos llamados a ser uno, los que no tenemos claro esto somos nosotros.

Para que vayamos adquiriendo esa claridad todo lo que Jesús nos da, todo lo que nos regala están orientados en este sentido, a que seamos más como él, a que nos parezcamos más a él, a que nos identifiquemos más con él, y no cada uno en lo personal sino cada uno en lo personal e integrado al cuerpo total de Cristo comunidad, Iglesia, por eso no hay posibilidad de vivir un cristianismo individual, no existe yo y Dios.

Tampoco alcanza con que yo celebra mi fe sólo en el ámbito de la comunidad cuando participo de la Eucaristía los domingos, no es suficiente porque la vida de la comunidad encuentra en todo caso en la Eucaristía un lugar celebrativo, tiene que haber un espacio comunitario donde se pueda vivenciar al Cristo total. Esta es la perspectiva con la que Pablo presenta la dimensión eclesial y en torno al cuál se manifiestan los carismas. La dimensión eclesial es justamente eso, comunidad, cuerpo, y los carismas se desarrollan ahí en el cuerpo. Hay diversidad de carismas pero hay un solo espíritu que alienta todo el cuerpo decía la Palabra.

Esta experiencia carismática de la comunidad paulina parece que en Corinto estaba un poquito desordenada. Parece que en la comunidad de corinto había algunos abusos, por lo que da a entender el texto y entonces Pablo comienza a poner las cosas en su lugar. Hay diversidad de carisma pero que nadie se sienta más que otros, hay un mismo espíritu. Hay diversidad de ministros pero hay un solo Señor.

Hay diversidad de actividades pero es el mismo Dios el que realiza todo en todo, como diciendo que en el centro, si no está la persona del Señor, va a haber líos porque comienzan a aparecer las competencias humanas por reemplazar a Dios que debería estar en el medio. ¿Cuándo comienzan los problemas en la vida comunitaria? Cuando Dios no está en el centro. Cuando en el centro está mi ambición, cuando en el centro están mis intereses, cuando en el centro está mi deseo de figurar, cuando al centro lo ocupa el ejercicio del poder más que el del servicio.

Cuando esto ocurre, cuando esto está en el centro, cuando el Señor no está en el centro comienzan los problemas. Pablo dice que para que no haya problemas pongamos en el centro al que tiene que estar en el centro. En el centro está en el Señor. Por eso hay diversidad de carismas pero un solo espíritu. Hay diversidad de ministros pero un solo señor, hay diversidad de actividades pero es el mismo Dios que realiza todo en todos.

Que la gloria sea para Dios, que nadie se ponga el moño, que nadie se compre algún laurel para decir: acá está el que hace la cuestión, es para Dios la gloria. A esto lo tienen tan claro los santos que todo es para gloria de Dios y que ellos en realidad no son nada, que es Dios que actúa en ellos, es Dios que vive en la persona que ha logrado un profundo don de identificación con el Cristo total que hace que en realidad se sienta parte de un todo, en donde el que opera está en el centro, el que es la cabeza, Cristo, y el santo es un miembro más de los otros miembros que están allí haciendo, por eso, cuando aparece la figura de una persona santa, que la iglesia reconoce como santa, hay que fijarse al lado porque seguro que también se han santificado los otros, o son tan santos como este.

Como suele decirse: este es santo porque lo hicieron santo los hermanos, y los hermanos se santificaron con este. Hay que aguantarse un santo de estos que la Iglesia pone en los altares, suelen ser personas sumamente carismáticas, muy ágiles para moverse en el Espíritu Santo y entonces siempre están como cuestionando la convencionalidad de las cosas. Son santos y santifican a otros también… y otros se santifican con ellos.

La tarea que desempeña en la Iglesia el don del Espíritu es toda y no hay una delegación o institución de ministerio por parte de alguna autoridad, así funciona la comunidad de Pablo. Sólo algunas décadas más tarde, en las cartas llamadas pastorales, 1 y 2 de Timoteo, Tito, se dirá que el responsable de la comunidad designará los ministros después de haberlos puesto a prueba, es decir, nadie puede asumir un rol coordinador en la comunidad como un título honorífico sin haber hecho un camino que verdaderamente, por la connaturalidad del desarrollo comunitario muestre que tiene la posibilidad de coordinar, como un servicio más de entre otros servicios.

Digámoslo así, en las comunidades paulinas la autoridad es un servicio entre otros servicios, es un carisma, es un don, es el servicio de ejercer la autoridad. Pablo destaca en la Carta a los Corintios que los carismas otorgados por el espíritu están destinados al bien del cuerpo, por eso también que el carisma del de la autoridad no es del que manda sino el del que sirve a favor de un buen discernimiento que construya a todo el cuerpo.

Este es el lugar en donde se define si es del Espíritu o no es del espíritu, si construye o no construye.

Con respecto a algunos carismas Pablo va a poner las cosas muy en orden. El desarrollo de determinados carismas, si no construyen la comunidad más vale vayamos silenciándolos, vayamos poniéndolos en su lugar, sólo si construye tiene lugar en la comunidad. ¿Y a eso quién lo discierne? La comunidad. Son de las cosas que surgen del sentido común, el problema está en que suele ser el menos común de los sentidos.

Ante el problema de las divisiones que se plantean en la Iglesia de Corinto, a Pablo le interesa destacar que toda actividad impulsada por el Espíritu Santo está ordenada a lo que llamaríamos el bien común.

Si es del Espíritu Santo construye, si divide mal olor trae, si enfrenta, será de mucha lucidez, mucha claridad, muy espiritual, muy piadosa, muy santa, pero cuando la limosna es grande….. más vale vamos por parte, más bien de a poco vayamos viendo de que se trata. Tienen mayor importancia los dones que edifican a la comunidad, por ejemplo el don de la profecía, que de aquél que edifica sólo al que lo posee.

En el don de lenguas se vería, desde la perspectiva de la carta a los Corintios que si no hay uno que interprete el don de lenguas es un auto edificación y no tiene tanto valor. En realidad el camino para la edificación total, lo va a decir Pablo ya en el capítulo 13 es el de la caridad.

Si todos los dones están orientados a la caridad, es decir al bien de todos, estamos en presencia de un camino clarísimo donde las cosas van a poder entrar en su lugar. El don de la caridad, más que un don, un carisma, es un camino, es el camino dice Pablo. Yo les voy a enseñar el camino que va a poner en orden los dones.

El camino que va a poner en orden los carismas es la caridad porque la caridad es la que unifica, es la que hace que el conjunto se ordene, por eso cuándo se habla del servicio que la Iglesia tiene que prestar del tiempo de una nueva civilización se habla de una nueva civilización construida en la caridad, porque todo lo humano en sí mismo es bueno, es bello, es noble, es justo.

No hace falta que esté, lo verdaderamente humano, bautizado, ya con la presencia de Jesús que tomó la humanidad, todo, en cierto modo se encuentra afectado por la presencia de Jesús, y verdaderamente cuando hay algo que es ciertamente humano, puesto en su lugar, hay presencia de Jesús allí.

Para toda la riqueza humana que está articulada o no en la sociedad en la que vivimos, adquiera un sentido hondo, constructivo, profundamente armonizado, es clave que ejerzamos la caridad porque ésta es la que pone las cosas en su lugar, pone el camino donde toda la riqueza puede ser ordenada. ¿Cuál es el problema de las riquezas acumuladas?, el egoísmo y la soberbia.

El egoísmo hace que las riquezas estén concentradas en unas pocas manos, que el 80% de la humanidad viva sólo con el 20% de los recursos y que el 20 % de la humanidad tenga el 80% de los recursos de la humanidad. Se ha concentrado la riqueza, en todos los sentidos y no solamente en lo material, en muy pocos y lo que impide que circule más la riqueza entre los hombres y se articule y se ordene más es la ausencia de caridad.

Pablo en una escala muy chiquita lo dice a esto de la comunidad de los Corintios: ustedes tiene muchos dones, el Espíritu Santo ha sido muy generoso con ustedes, les ha dado todos los dones, sólo que ustedes están enfrentados y han perdido el camino. Yo les voy a mostrar el camino dice Pablo, vivan la caridad, y toda la riqueza que tienen va a poder ser bien vivida. Vivamos la caridad y vamos a ver cómo verdaderamente la humanidad se transforma.

El problema de la economía es un problema de falta de circulación de las riquezas. Cuando aparece la desconfianza la reacción humana es tender a acaparar, a guardar, a conservar, y la desconfianza aparece cuando no hay otro que me resulte cercano, amigable. La amistad, la cercanía, la simpatía y la identidad con otro se construye cuando hay libertad para el vínculo y a esto lo genera la caridad.

Construir una civilización ordenada en toda su riqueza bajo la caridad es el gran desafío de la humanidad. Lo vivamos en pequeña escala, vivamos más la caridad en casa, vivamos más la caridad en la comunidad a la que pertenecemos, seamos más caritativos entre nosotros y vamos a ver cómo, con luchas seguramente, con el espíritu de combate con el que Dios nos quiere viviendo vamos a poder gozar y disfrutar de cuántos dones de los que Dios nos ha dado y que no los estamos gozando porque no circulan, porque no se mueven, porque están concentrados en algunos pocos lugares.