06/07/18 – Los días viernes somos invitados a ahondar en lo sencillo y lo profundo de la vida junto a la Lic. Ángela Sannuti, investigadora y miembro del consejo de redacción de la revista Criterio, quien nos acompaña en el programa “Hoy puede ser”. En esta oportunidad la especialista habló de la relación entre padres e hijos.
Para comenzar Ángela recordó un fragmento de la letra de una canción que dice así:
“No enseñen a los niños esa moral cansada y enferma que llevan sobre sus espaldas.
Sería una gran imprudencia porque podría dañarlos y dejarlos a la deriva de una falsa conciencia.
No les indiquen los caminos conocidos y no le llenen el futuro de miedos y viejos ideales.
Pero si realmente quieren, enseñen sólo la magia de la vida, cuéntenles el sueño de la antigua esperanza.
No les enseñen a los niños, cultiven en ustedes su propio corazón y su mente.
Permanezcan siempre cerca de ellos, confíen en el amor.
El resto, es nada.”
“Porque es una relación fundante. Es la primera relación, es una matriz de lo que se llaman relaciones asimétricas. Lo importante es que la relación padres e hijos es fundante pero no definitoria”, dijo.
Ángela señaló que cualquier niño viene a este mundo para crecer, desarrollarse, vivir, amar y expresar sus sentimiento y necesidades. Para desarrollarse el niño necesita la ayuda de adultos empáticos y no dominantes, que, consientes de esas necesidades, lo proteja, lo respeten, lo tomen en serio, lo amen y ayuden a orientarse en la vida.
De acuerdo a diferentes etapas, el niño tiene diversas necesidades:
+ Hasta los 3 años: el niño necesita querido, aceptado y protegido.
+ De 3 a 12 años: el niño necesita ser valorado.
+ De 12 años en adelante: los adolescentes necesitan autodeterminación, compromiso y expansión hacia la vida.
Según explicó la especialista una necesidad no satisfecha es una carencia. “Una necesidad que no se satisface no desaparece, sigue hacia la etapa siguiente y hasta que no sea satisfecha no merma. Estas son las carencias. Este es el núcleo de una herida emocional.”
Ángela señaló que en nuestra cultura aún sigue vigente un principio que hay que desarmar: la idealización del amor parental. “Se da por supuesto que el amor de un padre y de una madre es incondicional, pero depende. Si fuera así el consultorio no se llenaría de gente tan carente. Acá lo más importante es desidealizar. El amor de un padre y de una madre es tan condicionado como cualquier otro amor, los padres están en progreso y en crecimiento”, dijo.
“Tapamos cuando buscamos que el afuera nos dé lo que nos falta y exigimos que nos responda. Tapamos cuando vivimos en la queja y en el resentimiento. Sanamos cuando miramos hacia adentro, nos conectamos con nuestras carencias, nos amamos justo ahí donde duele y nos damos lo que faltó.”
Los hijos son los seres más disponibles para tapar consciente e inconscientemente nuestras carencias. Por ejemplo, un padre o una madre con carencias, les exigen a los hijos justo aquello que les falta y no sanaron.
Todo ser humano tiene que mirar hacia adentro, porque toda respuesta está en nuestra interioridad. Un hijo que fue profundamente amado, es libre de desarrollar su potencial, quien verdaderamente es. Padres maduros, estables emocionalmente y abiertos a la vida forman hijos maduros, estables y abiertos a la existencia.
Para reflexionar y trabajar desde tu corazón:
+ ¿Qué me hubiera gustado recibir de mis padres cuando era pequeño?
+ ¿Qué puedo hacer para darme lo que no recibí?
Te invitamos a escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.
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