Palabras que enferman

sábado, 25 de agosto de 2007
Señor Jesús, estamos delante de vos Señor y Salvador, con todas nuestras heridas interiores pero con una gran fe en tu poder, en tu amor y en tu fidelidad. Sabemos y creemos que vos tomaste nuestras flaquezas y cargaste con nuestras enfermedades. Somos los heridos que hoy acudimos con confianza a tu amor de buen samaritano para que tengas compasión de nosotros, para que vendes nuestras heridas y eches en ellas el vino y el aceite de tu Amor que todo lo sana. Hace que siempre te busquemos en la oración personal, litúrgica y comunitaria para que en un diálogo amoroso con vos avance siempre en nosotros este proceso de sanación interior de sanidad interior, de conversión interior, de santidad. Pero que sea principalmente en el sacramento de la reconciliación en el sacramento de la eucaristía donde busquemos y hallemos esta sanación que tanto necesitamos. Que el amor de tu Espíritu sane todas las heridas que el desamor a causado en nuestro interior Sana nuestros corazones rotos para que puedan abrirse con alegría a la acción santificadora de tu Espíritu. Amen.

“Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mi el día que lo invoco Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron lazos del abismo, tristeza y angustia. Invoque el nombre del Señor; Señor, salva mi vida. El Señor es benigno y justo. Nuestro Dios es compasivo. El Señor guarda a los sencillos. Estando yo sin fuerza me salvó. Alma mía, recobra tu calma que el Señor es bueno contigo. Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”  

                                                                                                                                                             Salmo 114
Ciertamente todos sentimos que tenemos sana esta visera, este órgano que se llama corazón. Pero estamos enfermos en la mente en las emociones, en los recuerdos, en la ética. Nadie está plenamente sano en su mundo interior. Todos hemos acumulado odios, resentimientos, miedo, angustia, complejos. La palabra corazón en el mundo bíblico abarca todas las emociones muchas de las cuales están enfermas. Son muchos los que tienen que reconocer que el odio, la hostilidad, la amargura y la crítica despiadada ha sido el motor de la vida sin darse cuenta de esta dolorosa realidad. Muchos son también los que al experimentar los dolorosos efectos de enfermedades tales como el asma, la alergia, la artritis, colitis, úlceras y diabetes han comprendido que la causa de estos males esta en todos esos sentimientos negativos que han sido reprimidos que envenenan el corazón y en tantas heridas recibidas desde el comienzo de la existencia y que nunca han cicatrizado Por eso el salmista en el salmo 72 dice: “Cuando mi corazón se agriaba y me punzaba en mi interior, yo era un necio y un ignorante yo era un animal ante ti Señor”

Odio, odio es lo que queda en nosotros y se va acumulando cada vez. No hemos recibido el amor que esperábamos especialmente de nuestros padres cuando hemos sido rechazados, ultrajados, despreciados, humillados o ignorados ¿Y quien puede afirmar que no ha sido herido en el campo del amor? ¿Quién ha recibido todo el amor que necesita? Por eso estamos enfermos de odio y más de lo que suponemos, a veces. ¿Y que decir del miedo, del temor? Si al nacer solo temíamos a caer a los ruidos fuertes, poco a poco fuimos acumulando miedos al castigo, al fracaso, a la soledad, a confiar en los demás, a hablar delante de determinadas personas, a defendernos, a enfermarnos, a morir etc, etc Si logramos sacarlos a la mente conciente y superarlos así estos temores no nos perjudican. Pero si no lo conseguimos y quedan sepultados y reprimidos, pueden aparecer en formas tales como un tic, tartamudez, hipertensión, dolores abdominales, propensión al alcohol y a las drogas, migrañas etc.

Otra causa de enfermedad interior es el complejo de culpa, complejo de inferioridad o sea la culpabilidad exagerad que engendra miedo y aún depresión. Sentirse culpable cuando se ha trasgredido la ley es normal y saludable Deformar la conciencia para que no experimente el dolor de la culpabilidad normal es la tragedia que está viviendo buena parte de la juventud de hoy Así se expresaba muy bien monseñor Alfonso Jaramillo aquel obispo Colombiano que nos predicó un retiro cuando yo estaba ordenado de diácono recientemente Un retiro para 120 sacerdotes y diáconos Un retiro que ciertamente cambió mi vida. Conocer a un hombre así, tan sereno tan equilibrado, hablar con tanto poder del Espíritu Santo un hombre cabalmente convertido, renovado, transformado un santo hombre de Dios, realmente me hizo descubrir un rostro maduro, sereno, equilibrado de la Renovación Católica de la renovación en el Espíritu Santo que no es un movimiento sino una corriente de gracia para todo bautizado y me hizo descubrir en una frase algo muy importante. El dijo “Puede haber Renovación sin grupo de oración pero nunca habrá Renovación sin oración” Esta frase es muy medulosa porque a veces hay mucho folklore mezclado en los grupos de oración mucho emocionalismo pero no hay conversión, no hay frutos no hay crecimiento ni a nivel personal ni a nivel comunitario y a veces hay mucha búsqueda inconciente del pensamiento mágico de lo mágico, cuando no de la superstición casi rayando el curanderismo. Pero no siempre se busca con sinceridad y rectitud, con un pastoreo serio y profundo, el verdadero rostro de Jesús, del Padre el ícono del Padre Dios.

Por eso este santo hombre de Dios Monseñor Jaramillo, ya fallecido, este hombre que logró con su testimonio y su pastoreo, llenar seminarios, Este hombre que fue ejemplo para tantos sacerdotes, obispos, laicos, religiosos, religiosas. Este hombre nos mostró esa confianza en el Espíritu Santo en el poder de un Jesús resucitado Bien, el entonces decía, entre otras cosas, que el sentimiento normal de culpabilidad amarga la existencia y puede llevarnos a una autodestrucción inconciente que puede tener diversas manifestaciones y a veces puede producir efectos como una parálisis como bien lo describe el Dr. Parker “Durante la guerra un piloto con el que participé en una misión aérea tuvo que ser hospitalizado debido a una parálisis del brazo derecho Se le podía punzar con agujas en este brazo y no sentía nada. Se requirió algún tiempo para que el pudiera asociar esto con un episodio que había ocurrido cuando era bastante joven. En un ataque de furia el golpeo a su hermana pequeña causándole una lesión que perjudicó su oído Bajo la tensión de l guerra, esta culpabilidad que estaba sepultada y había sido disimulada por sus padres, se manifestó bruscamente bajo la forma de la privación de la función del brazo culpable (entre comillas) Fíjense que interesante esto, porque el sentimiento de inferioridad complejo de inferioridad, aparece desde la infancia, cuando la persona no recibe de los adultos la comprensión el amor y los estímulos que necesita y anhela. El dr Katz señala los siguientes síntomas que denuncian la presencia de un gran complejo de inferioridad. “Aislamiento, el individuo evita estar con otros y rehúsa participar de actividades sociales y busca estar solo, conciencia exagerada de sí mismo, el individuo es reservado y le impacienta fácilmente la presencia de otros, Hipersensibilidad, el individuo es especialmente sensible a la critica o la comparación desfavorable con otras gentes. Proyección, el individuo critica a los otros viendo en el los rasgos que sería indigno que el tuviese. Auto referencia, el individuo se aplica todos los comentarios desfavorables y las criticas hechas por los otros. Llama la atención, el individuo procura atraer la atención por cualquier método que le parezca pueda tener éxito, se esfuerza en que se fijen en él mediante artificios burdos con los cuales generalmente no gana ante los ojos de la sociedad. Afán de dominio, el individuo trata de gobernar a otros generalmente más débiles y pequeños que él intimidándolos con sus bravuconadas y desaprobaciones. Compensación, el individuo disfraza su inferioridad exagerando un rasgo o tendencia deseable algunas veces de una manera aceptable socialmente otras veces de una manera antisocial”

Nadie sabe lo que lastima al niño el rechazo, las burlas, los desprecios, las comparaciones desfavorables, las humillaciones y la desaprobación injusta, los castigos muy fuertes y aún la solicitud exagerada y el paternalismo abrumador. Todo queda registrado en esa computadora admirable de nuestra memoria e influye en nuestra conducta actual. Somos lo que hemos sido y lo que hemos recibido Pero no te asustes porque el Señor Jesús con todo su poder viene a sanar los corazones enfermos y lo mejor que te pudo haber pasado a vos y a mí, es habernos encontrado con Jesús vivo, resucitado, presente, lleno de poder y de gloria. Haber experimentado ese amor gratuito e incondicional que ha transformado nuestras vidas a pesar de todas las caídas y todas las levantadas de todos los contratiempos y todas las dificultades. Si, el salmo 147 lo dice hermosamente “Nuestro Dios sana los corazones atribulados y venda sus heridas” Por eso cuando Jesús leyó la profecía de Isaías 61-1 “El espíritu del Señor está sobre mí por cuanto me ha ungido Yahvé, me ha enviado a dar la buena nueva a los pobres a vendar los corazones destrozados” dijo claramente “esta escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy” Lucas 4-21. En efecto gran parte del ministerio de Jesús durante su vida en esta tierra se dedicó a sanar a los seres humanos del pecado, del odio, del miedo y de los demás males que los mantenía interiormente enfermos Si borrásemos del evangelio la maravillosa sanación interior que efectuó en muchas vidas suprimiríamos muchas páginas y de las mas admirables, por ejemplo, cuando Jesús sano el odio, y lo sigue sanando, pero digo, la peor enfermedad interior que sufre el ser humano es la del odio. ¿Y quien de nosotros puede decir que no la ha padecido o no la padece? Y si, ponele el nombre que quieras desprecio, indiferencia. Hemos sido muy heridos a nivel familiar, personal, social.

Cuando Jesús nació en Belén encontró un mundo dominado por la violencia, el resentimiento, la guerra y la esclavitud. Por eso vino a ofrecerle su paz. Esta palabra bendita fue el canto de los ángeles en esa noche maravillosa. A lo largo de todo su ministerio salvador prodigó este regalo de su paz y sanó muchos corazones heridos por el odio. Por ejemplo, cuando sano el odio racial, en su tiempo tanto como ahora, existía el odio racial Los judíos y los samaritanos no se trataban, Juan 4-9, Este odio impedirá que la samaritana obsequie a Jesús el poco de agua que le pide. ¿Cómo tú siendo judío me pides de beber a mí que soy samaritana? Pero Jesús no odiaba a los samaritanos, los amaba como amaba a sus hermanos los judíos por eso no reacciona con agresividad ni violencia contra ella esta mujer despectiva. Al contrario ofrece el agua del espíritu a quien le niega la del pozo Jesús le respondió “si conocieras el don de Dios y quien es el que te dice dame de beber tu le hubieras pedido a El y El te hubiera dado agua viva” Juan 4-10 Jesús dice esto porque estaba interiormente sano. A lo largo de un dialogo lleno de amor divino Jesús va sanando el odio de esta mujer que termina dejando su cántaro a los pies de Jesús. Después ella corre hasta la ciudad y dice “vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho” y habló con tanto entusiasmo de Jesús, que muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer. Incluso le rogaron que se quedara con ellos y se quedó allí dos días y fueron muchos los que creyeron por sus palabras.

Y todo esto porque el amor de Cristo sano el odio racial de aquellos samaritanos. La sanación del odio que separaba a dos pueblos y que solo pudo ser efectuada por Jesús, está sintetizada admirablemente por San Pablo en su carta a los Efesios en estas palabras “pues Cristo es nuestra paz que hizo de los dos pueblos uno derribando el muro que los separaba, la enemistad. Anulando en su carne la ley de los mandamientos con sus preceptos para crear en si mismo de los dos un solo hombre nuevo, haciendo la paz y reconciliando con Dios a ambos en un solo cuerpo por medio de la cruz, dando en si mismo muerte a la enemistad”. Vino a anunciar la paz Efesios 2,14-18

El mundo actual esta destrozado por odios personales, nacionales y raciales este odio ha llegado hasta el deporte y a llegado a las manifestaciones de la cultura. Solamente Jesús es capaz de derribar los muros que separan a los pueblos y dar muerte al odio con su infinita paz. Y recordemos que el Espíritu Santo sopla como quiere y donde quiere aún en los corazones de los no creyentes o los no cristianos.

También Jesús sana el corazón destrozado de Pedro Si hubo un corazón destrozado y roto por el dolor fue el de Pedro después de su triple negación de Cristo durante la pasión Amaba a Jesús sinceramente, no era un farsante cuando había dicho al Señor “aunque todos se escandalicen de ti yo jamás me escandalizaré” Mateo 36-23 Ni cuando añadió “aunque tenga que morir contigo no lo negaré” Horas después y frente a una sirvienta aseveró repetidas veces, “no conozco a ese hombre” y empezó a maldecir y a jurar yo no conozco a ese hombre, pero afortunadamente estaba frente a Jesús que no se arrepiente de amarnos y que es a bona infinita. El estaba listo a perdonar al apóstol infiel y más aún a sanarlo interiormente Vuelto el Señor, miró a Pedro y Pedro se acordó de las palabras del Señor cuando le dijo “antes que el gallo cante, me negarás hoy tres veces” y saliendo afuera lloro amargamente Lucas 21-61-62 Jesús empezó a sanar Pedro con su mirada llena de perdón, de amor y de aliento. Las lágrimas copiosas provocadas por esta mirada sanadora empezaron a lavar ese corazón manchado.

La sanación se perfeccionará después de la resurrección cuando Cristo hará que Pedro repare con una triple profesión de amor sus repetidas negaciones y es que quien debía ser en la tierra el vicario de Jesús, tenía que estar interiormente sano para poder realizar su maravillosa misión. Por eso leemos en la 1° carta de Pedro cap. 1 “bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada, reservada en los cielos para ustedes” Claro, como no iba a dar testimonio él. Pero también Jesús sana el desanimo de los discípulos de Emaus a lo largo del viaje que Jesús resucitado hizo junto a dos de sus discípulos

Cleofás y su compañero abandonaron Jerusalén el domingo de resurrección por la mañana para retornar a su aldea de Emaus Estaban tristes, dice el texto; y desesperanzados “Nosotros esperábamos que sería El quien rescataría a Israel pero con todo ya van tres días que esto ha sucedido” Lucas 24- 21 Pero también, para fortuna suya, recibieron la sanación de Jesús, quien se la acerco como un compañero de viaje, como un peregrino y con su conversación hizo que ardiesen sus corazones mientras en el camino les hablaba y les explicaba las escrituras y los lleno de tanta alegría y amor que en el mismo instante se levantaron y volvieron a Jerusalén y contaron lo que les había pasado en el camino y como reconocieron a Jesús en la fracción del pan.

El cambio no pudo ser mas maravilloso ni rápido ¿Quién lo efectuó? Jesús, que después de su resurrección continuo tan preocupado por sus discípulos como antes de su pasión igual que lo esta ahora por vos y por mí.
Porque El es el mismo ayer, hoy y para siempre y te está mirando a vos y quiere sanarte del miedo también a vos.

Una de las principales preocupaciones del Señor, fue y es la de quitar el miedo y hacer en cambio, experimentar su paz. Esto mismo hace ahora con nosotros nos quiere llenar de su paz, nos quiere librar del miedo de todos los miedos, los miedos concientes e inconcientes Fíjense que en muchos pasajes del evangelio aparece este aspecto y monseñor Jaramillo nos ayuda precisamente a esto a reconocer estos textos. María, por ejemplo, se turba al oír las palabras del saludo del ángel pero Gabriel le dice “no temas María porque has hallado gracia delante de Dios” Lucas 1-30 Con gran paz podrá dar su asentimiento amoroso a la voluntad divina con estas palabras “he aquí la servidora del Señor hágase en mí según tu palabra” Nadie ha disfrutado una paz cristiana mas profunda que Ella a quien invocamos con razón. Reina de la paz, ruega por nosotros y por el mundo entero San José también recibe la sanación del temor que lo quiere alejar de María porque antes de que conviviesen, se halló haber concebido del Espíritu Santo Mateo 1-18. El ángel del Señor se le aparece en sueños y le dice “ José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo” Al despertar José de su sueño hizo como el ángel le había mandado recibiendo en su casa a su esposa Mateo 1-20-24 José disfrutará siempre de la paz de Cristo y con ella podrá sobreponerse a todas las dificultades y servir al Señor hasta su muerte San Lucas también nos describe así el anuncio del nacimiento de Jesús a los pastores “Había en la misma comarca unos pastores que dormían al raso y vigilaban por turnos, a la noche, sus rebaños. Se les presento el ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo no teman pues les anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David, un salvador que es Cristo, el Señor y esto les servirá de señal, encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se junto con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo, gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quien El se complace o a quienes El ama” Lucas 2.

Entonces ¿Cuál es la reacción de estos pastores? Se liberan del gran temor que los había sobrecogido y se dicen unos a otros Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado. Fueron con presteza y encontraron a María a José y al niño acostado en un pesebre llenos de paz y alegría, sanos a contar lo que han visto, y lo hacen con tanto entusiasmo que cuantos los oían se maravillaban de lo que decían los pastores Y también Jesús sana del miedo a Nicodemo El caso de Nicodemo es muy interesante. Este fariseo magistrado judío y miembro del Senedril tenía un gran deseo de conocer a Jesús y dialogar con El pero tenía a sus compañeros que no pensaban como el. Encuentra una solución y es la de buscar al Señor por la noche en una ciudad que carecía de alumbrado así no sería visto ni criticado. El diálogo que sostienen Cristo y Nicodemo es maravilloso y nos lo dejó escrito San Jun en el cap 3 de su evangelio. Este maestro de Israel aprendió del Maestro Divino que hay que nacer de nuevo del agua y del espíritu. Que lo nacido de la carne es carne y lo nacido del espíritu es espíritu. Que el hijo del hombre debía ser levantado para que todo el que crea en el tenga vida eterna y que tanto amo Dios al mundo hasta darle a su único hijo. Nicodemo salió de este encuentro totalmente cambiado y recibió la sanación del miedo que tanto lo hacia sufrir. El mismo San Juan nos narrará después como Nicodemo sale valientemente en defensa de Jesús cuando los fariseos lo atacan y quieren detenerlo. Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que estaba anteriormente ido donde Jesús, ¿acaso nuestra ley condena a un hombre sin antes haberle oído y sin saber lo que hace? Ellos le respondieron, ¿También tu eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta.

La valiente actitud de Nicodemo surtió buen efecto porque se volvieron cada uno a su casa Juan 7-53 El viernes santo aparece de nuevo Nicodemo en un gran acto de valor cuando todos han abandonado al crucificado para darle piadosa sepultura y lo acompaña otro miedoso, José de Arimatea que era discípulo de Jesús pero en secreto por miedo a los judíos Fue también Nicodemo, aquel que había ido a ver a Jesús de noche, con una mezcla de unas cien libras de mirra y aloe Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas. Conmueve, realmente conmueve ver el valor de este hombre a quien sanó Jesús una noche del miedo a quedar mal con sus compañeros y a ser despreciado por ellos y que en la hora de la derrota total se hace presente para honrar a su Señor y brindar honrosa sepultura al amigo, al maestro a quien había sido ajusticiado como un criminal en una cruz. Así sana el Señor ese mal terrible que es el miedo. Así sana. También sana a los apóstoles. No cabe ninguna duda de que los apóstoles eran unos grandes miedosos antes de Pentecostés Jesús hizo mucho para sanar su miedo durante su vida mortal y terminó su obra cuando los lleno de su Santo Espíritu para que pudiesen ser sus testigos en todas partes.

La primera manifestación de su miedo aparece cuando una fuerte tempestad azota la embarcación en que se movilizan. San Marcos la describe así “ese día al atardecer, les dice, pasemos a la otra orilla despidan a la gente. Y le llevan en la barca como estaba e iban otras barcas con El. En esto se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca de manera que y se anegaba, se hundía Jesús estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal Le despiertan y le dicen Maestro, ¿no te importa que nos ahoguemos? El, habiéndose despertado, conminó al viento y dijo al mar calla!! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza y les dijo ¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe? Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros ¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen? Marcos 4-35-41 Estos viejos marineros se llenan de miedo cuando arrecia el viento pero Jesús se hace obedecer del mar y del viento y devuelve la calma al interior de sus discípulos. Cuando se avecina la pasión del Señor, los apóstoles, como era natural, se llenan de temor y de tristeza. Jesús se dedica a animarlos y a consolarlos Las palabras que brotan de los labios de Cristo cuando llega el momento de su despedida, nos muestra hasta donde llega la ternura de su corazón y su compasión por el dolor de sus amigos.

Fíjense que leemos en Juan 14-1-4 “no se turbe el corazón de ustedes porque voy a prepararles un lugar y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y les tomaré conmigo para que donde yo esté estén también ustedes” Y también en Juan 15-9-12 dice “como el Padre me amó, yo también los he amado. Permanezcan en mi amor. Les he dicho estas cosas para que el gozo de ustedes sea pleno” También en Juan 16-20 leemos “estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo” “les he dicho estas cosas para que tengan paz y confianza en mí, en el mundo tendrán tribulaciones, pero ánimo, Yo he vencido al mundo”

Sabemos que el miedo crece y crece cuando se apodera de una persona Basta ver lo que le sucedió a Pedro, el que aparentemente era más decidido y generoso. Si, exactamente, lo negó al Señor pero la mirada de Jesús lo transformó Todas las miradas de Jesús dan paz y aliento, solamente hay que dejarse mirar por El. Jesús es la gran fuente de paz y de valor para los que reciben su presencia y su acción. Por eso acude el día mismo de su resurrección, en ayuda de sus discípulos tristes y miedosos. San Juan nos describe así este encuentro “Al atardecer de aquel mismo día de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo La paz esté con ustedes Dicho esto les mostró las manos y el costado Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron a Jesús y El les repitió la paz este con ustedes, como el Padre me envió así también yo los envío Dicho esto soplo sobre ellos y añadió Reciban el Espíritu Santo los pecados serán perdonados a los que se los perdonen y serán retenidos a quienes se los retengan”

Cada vez que tengamos la fortuna de encontrar a Cristo Jesús y de experimentar su amor incondicional alegrémonos al ver al Señor, así como la hemorroisa experimentó la curación y oyó las palabras de Jesús ¿Quién me ha tocado? Se acercó atemorizada y temblorosa y se postró ante El pero inmediatamente oyó estas palabras “hija tu fe te ha salvado, vete en paz. quedas curada de tu mal” O Jairo por ejemplo, A Jairo lo alienta cuando le dicen que ha muerto su hija con estas palabras “no temas, solamente ten fe” y la mujer adúltera, esta pobre mujer que fue sorprendida en adulterio, fue arrastrada hasta el templo donde Jesús predicaba para que El la condenase muerte ya que Moisés ordenó apedrear a estas. El miedo de esta mujer debió ser terrible. Sabía que debía morir y con una muerte horrenda como es la de la lapidación. Al miedo, añadís la vergüenza, la humillación que debía experimentar ante la vista de todos. A pleno día. Pero que sucedió? Que Cristo Jesús no pronunció ninguna sentencia condenatoria a pesar de que los escribas y los fariseos insistían. Se incorporó y les dijo “el que de ustedes esté sin pecado arroje la primera piedra” La mujer debió conmoverse en su corazón al oír estas palabras, pero continuó temblando porque sabía cuan grande era la saña de que no se escuchaban amenazas ni agravios. Reinó el silencio que fue roto por las delicadas preguntas de Jesús “tus acusadores ¿Dónde están?” no caía sobre ella ninguna piedra “mujer ¿Dónde están? ¿nadie te ha condenado?” Y ella dice “nadie, Señor” un río de paz inundó entonces, a esta pecadora que creció cuando el Señor le dijo “Yo tampoco te condeno. Vete y no peque más” ¿Quién puede librar de la muerte y el miedo como Cristo Jesús? ¿Quién puede perdonar como El? ¿Quién puede pacificar y convertir al pecador como El?

Para comprender algo de la grandeza de Cristo Jesús es necesario contemplarlo delante de un pecador arrepentido ¿Y vos, como te sentís en este momento? ¿Cómo te sentís delante del Señor? Déjate mirar por Èl déjate tocar por Èl.

 

 
Padre Rubén Francisco Bellante