Papá Noel No Existe

viernes, 26 de diciembre de 2008

Papá Noel tuvo su origen en la historia de San Nicolás. Miembro de una familia adinerada, era sin embargo muy generoso con los necesitados y de un gran amor hacia los niños.
Así como los reyes ofrecieron regalos a Jesús para expresarle cariño y generosidad, este santo ofreció sus bienes a los necesitados.
    Ahora bien: hay otra “fuente”  con la que podríamos asociar esta simpática figura: Por estudios psicológicos, sabemos que los animales responden a “reflejos condicionados” : si días tras días hacemos sonar una campanilla y tras eso ofrecemos al animal comida, y repetimos varias veces esa actividad, el animal, al oir la campanilla comenzará a segregar saliva porque ese estímulo repetido es el significante de lo que sucede después: el recibir comida. Luego de repetirlo indefinidamente, un día al oirla, él segregará la saliva aunque luego no reciba comida
    ¿Con cuál de las dos fuentes ligamos hoy a Papá Noel? ¿Con los reflejos condicionados o con San Nicolás?
    ¡Somos grandes! ¡Papá Noel NO EXISTE!

    Tiempo después de esta primera tradición, en 1863, apareció en una revista de Nueva Cork algo así como un gnomo, un duende gordito, que entraba en una chimenea. Nació de la mano de un dibujante que parece que vagamente se inspiró en las leyendas de San Nicolás –porque de San Nicolás a un gnomo hay diferencias-.
    En 1970, Santa Claus fue contratado por la CocaCola. Hasta entonces no usaba ningún uniforme, sino solo ropas azules o verdes. Cuando la Coca Cola toma esta imagen, le da las características que tiene hoy: lo vistió con los colores de la empresa: el rojo vivo con ribetes blancos, y le dio los rasgos: el amigo de los chicos llevaba barba blanca, reía sin parar, viajaba en trineo, y es tan rechoncho que no sabemos cómo se las arregla para entrar por las chimeneas de l mundo cargado de regalos, y siempre con una coca cola en cada mano. Tampoco se sabe qué es lo que tiene que ver con Jesús y por qué aparece ligado a la Navidad. Pero si tenemos en cuenta la calidad publicitaria que ha tenido siempre la Coca Cola a lo largo de su historia no vamos a ponernos a pensar qué hace Papá Noel instalado en la Navidad. Evidentemente Jesús no es un “personaje apto para vender”, ni para trabajar comercialmente. Mucho menos aún a un Niñito que nace en  pesebre, en un lugar austero, pobre, con esa imagen espiritual que caracteriza al verdadero espíritu navideño. Había entonces la necesidad de crear un personaje más “maleable” para la publicidad, que surge con este descubrimiento de los reflejos condicionados que acabamos de describir, con un personaje no del todo ajeno al espíritu de la Navidad, que es un ESPÍRITU DE ALEGRÍA, BONDAD, PLACIDEZ, ESPERANZA. Encontraron en este personaje, que es la versión contemporánea de la navidad, con un poquito de santo y mucho de mito, como para dejar contentos a los cristianos y conformar de alguna manera nuestras conciencias de cristianos.
    Papá Noel ha quedado asociado en el mundo de lo simbólico a muchas cosas de nuestra fantasía y de nuestro corazón que en estas Navidades debemos revisar, repasar y purificar. Porque este personaje ha quedado asociado a estas idealizaciones, pretensiones, a una mirada del mundo muy ambiciosa, a las fantasías de tener siempre algo más de lo que tenemos.  Ha quedado asociado al tener, a lo que se regala, a lo que viene sin esfuerzo, sin trabajo, al sueño de comprar y tener, ha quedado enganchado a nuestras frustraciones guardadas con la esperanza de que “algún día se me va a dar” (en lugar de “algún día voy a producir, crear”): ha quedado asociado a sentimientos mágicos que después también colocamos y ponemos en nuestros vínculos. Ha quedado asociado a nuestros sentimientos infantiles con la extraña esperanza de que “algún día, caído del cielo, de arriba, en medio de chimeneas –que en general no tenemos- aterricen en el escenario de nuestra vida esos deseos postergados que venimos guardando hace tanto tiempo.

    Ya en las décadas del 50 y del 60, los artículos de las revistas les decían en los Estados Unidos a las mujeres –y aquí había réplicas exactas de esas revistas, con el mismo espíritu-, que contenían “recetas” en el sentido amplio de la palabra: cómo vestir, cómo limpiar, cómo cocinar, como educar a sus hijos, como cuidar de sus maridos. Aconsejaban acerca de todo: desde los modales hasta la arquitectura, cómo proceder con los alimentos difíciles de comer, cómo pelar la banana con la mano, cómo ponerlas en un  plato y comerlas con tenedor, cómo combatir el exceso de calcio en el agua, como deshacerse de los vendedores ambulantes que te interrumpen mientras estás haciendo la comida, los métodos más eficaces para aprender francés en tu casa, cómo ayudar a las plantas que tenés en casa, cómo reconocer los 7 tipos básicos de tejado y tratar los techos de acuerdo a eso,, cómo escribir correctamente las 30 palabras más difíciles de deletrear, cómo reconocer las palabras “prohibido Fumar” en Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia…y 9 países más (por si eras la esposa de alguien que viajaba por el mundo), cómo poner la mesa, como reparar electrodomésticos, cómo elegir un sombrero primaveral, cómo cuidar un traje, como  cuidar el cabello, como tener un cuerpo perfecto de por vida de acuerdo a alguna dieta, … Vale la pena entrar en contacto con esta literatura para darse cuenta del “bombardeo permanente” de perfeccionismo y de idealización de la vida para todas las mujeres en primer lugar, porque eran las consumidoras, pero en general, para toda la sociedad estadounidense.
    Hay un libro de 1963 que se llama “La mística femenina” y ya  describía la insatisfacción que impregnaba a las mujeres de clase media que estaban “encorsetadas en esos roles terriblemente exigentes y muy restringido, y decía así “el problema yació enterrado, sin verbalizar, durante muchos años en las mentes de los estadounidense. Para las mujeres una extraña sensación de insatisfacción…Tenían incluso miedo de hacerse la pregunta: “digo yo, ¿esto es todo de la vida?”.
Lo que ocurre es que millones de mujeres vivían sumidas tratando de imitar esas bonitas fotografías de amas de casa estadounidenses en las que la mujer le daba un beso de despedida a su marido frente a un hermoso ventanal…donde aparece esa idealización de la familia…En fin: soñaban un montón de sueños minúsculos y su única lucha era conseguir y retener a sus maridos para alcanzar ese estilo de vida. No pensaban en los problemas fuera del hogar ni del mundo exterior, y los hombres tomaban las decisiones importantes. Ellas se vanagloriaban de sus roles y de su idealización.
Y en este marco, y en este contexto entró fuertemente la Coca Cola, y este fue el marco también que vino en la bolsa de Papá Noel.
Todos los medios de comunicación en occidente se fueron haciendo eco de esta enorme producción holliwdense (por la característica de Holliwood: la fantasía de  la idealización y la perfección). La comunicación comenzó a describir la felicidad absoluta en todas las facetas de la vida. Basta hoy pararse en una librería para darse cuenta de la enorme cantidad de libros de autoayuda, sobre “cómo ser feliz en 10 pasos” en todos los ámbitos de la vida. Es increíble lo que a veces las personas logramos creer. Lo que nos hacen creer es realmente increíble.
Ninguna de todas estas comunicaciones  iba a transmitir otro mensaje que no fuera la tendencia al perfeccionismo. Nunca iba a decir “estás bien como estás”, “lo que tenés, es lo mejor dentro de lo posible”. Los mensajes van martillando en el sentido de que tenés que mejorar en todas las facetas de la vida: carrera constante: hay que seguir perfeccionándose.
Todo esto está bien como fantasía, pero no nos damos cuenta que estas fantasías van martillando en nosotros  y cuando después vemos que esas fantasías del perfeccionismo hasta en la preparación de una mesa tienen muy poco que ver con la realidad de nuestra mesa navideña es probable que miramos, lejos del espíritu navideño, lo que tenemos y lo que podemos.
Aunque no lo creamos, el mundo de fantasía nos afecta. Creamos o no en ese mundo, que es el mundo de Papá Noel, en nuestra vida aumentan las expectativas a veces a niveles tan irreales e inalcanzables, que nunca podemos entrar en Navidad.

“La cuna era un cajón de manzanas que nos había dado el verdulero,  el Niño Dios, una muñeca a la que le habíamos cortado las trenzas, y la almohada era un ladrillo forrado con papel de barrilete. Con un par de tachuelas, fijamos las montañas de arpillera y con un truco que habíamos visto practicar en la cocina, coronamos la cima con azúcar impalpable. Al buey, tres veces más chico que el Niños Dios pero dos veces más grande que San José, lo pusimos a la izquierda de la cuna por el famoso tema del aliento caliente y la ternura. El buey a la izquierda, el burro a la derecha, el cajón de manzanas al medio, y, repartidos a lo bestia por las laderas de las montañas, una ambulancia de tres ruedas y un espejo rodeado de piedritas para que tomaran agua los tigres, los chanchos, las ovejas, los elefantes y los camellos. El rey Melchor era de plástico, lo mismo que el policía que dirigía el tráfico en la puerta del pesebre. Si bajaba los brazos, podían pasar los pastores, y si los subía, podía pasar el trencito con la estrella de Belén sacudida por el viento. La Virgen María era un dibujo recortado del Billiken, y Papá Noel un oso de trapo subido al camión de los bomberos, los “famosos bomberos de Belén”. Después, cuando ya no nos quedaba nada por agregar, nos tumbábamos al lado del pesebre para controlar los últimos detalles. Queríamos cobrar entrada, queríamos sacarnos una foto, y además, agregar un par de leones, los “famosos leones de Belén”. Entonces se hacía de noche. Teníamos que irnos, apagábamos la luz, no nos podíamos dormir. Nos dormíamos. Es lo que esperaba el tren para avanzar por su cuenta entre las montañas de arpillera. Los camellos levantaban la cabeza, el policía levantaba los brazos. Dios pesaba 2 kilos 900gr, y reflejaba en los ojos húmedos del buey. La estrella de Belén se prendía y se apagaba, y se prendía y se apagaba. Amén.”

Publica el Diario La Nación hoy un artículo sobre una encuesta realizada sobre el valor de la Navidad para los argentinos. Dice que la mitad le da poca o ninguna relevancia a los regalos. Solo 3 de cada 10 argentinos van a asistir a la iglesia, no obstante 6 de cada 10 adultos entrevistados considera importante el significado religioso de la fiesta. En cuanto a la figura de Papá Noel, no hay medias tintas: con una fuerte presencia en todos los segmentos socio-económicos, la imagen de Santa Claus es la envidia de cualquier político. Casi 8 de cada 10 entrevistados reconoce que creyó alguna vez en el hombre de barba blanca y traje rojo, y la mayoría incentiva a que sus hijos crezcan con la misma fantasía.
Por un lado se está diciendo que la mitad de los argentinos no le da importancia a los regalos, sin embargo estimula en los hijos la fantasía de Papá Noel y los regalos. Obviamente que vos no vas a decir “Gaby, ¿qué tiene esto de novedoso?. Todos sabemos de la arista comercial que tiene la navidad en estos momentos”. La gente sabe que fiestas religiosas se convierten en comerciales. No obstante, a pesar de tenerlo claro, entramos en la movida cultural y en general en todos los comercios, instituciones, organizaciones no gubernamentales, aparece la imagen de Papá Noel casi con exclusividad, como “emblema” de la Navidad.
Aún cuando remontemos esta fiesta a tiempos Antes de Cristo, era la fiesta del solsticio, la fiesta del sol invicto, el fin del invierno. Era la noche más larga del año, y por tanto la luz comenzaba nuevamente a ganar su victoria en su batalla contra las sombras. Entonces ya allí  y en el sentido pagano esta fiesta tenía profundas raíces en la esperanza. Y tanto desde la perspectiva antigua como desde la perspectiva cristiana se celebra en un contexto de máxima carencia. En la mirada cristiana, un establo, animales, lugares poco aptos para un parto, el Rey de la Esperanza que nace en la máxima pobreza. Desde la perspectiva pagana, la noche más larga del año. El mensaje siempre es esperanza: la esperanza de que la luz triunfará sobre las tinieblas. Esperanza y amor en medio de precariedad de recursos, en medio de situaciones que no son óptimas, que no son las ideales.
Pero los medios de comunicación y los medios publicitarios están continuamente acechándonos con que nuestra vida sea perfecta. Nos dicen qué tenemos que comprar y cómo tenemos que hacer para tener una vida perfecta. No es fácil olvidarse en esos momentos en todos los intereses creados que hay alrededor de este mensaje, para hacernos sentir que siempre necesitamos tener más –y aquí no va solo vinculado a las cosas materiales- También todo tiene que ser mejor: tengo que comprar más o ser mas. Y es lo que precisamente se busca.
Hay un relato muy bonito que escribió Carreto –un sacerdote que escribió muchos libros de espiritualidad-en el libro “Feliz de ti por haber creído” que relata algo que tiene que ver con las idealizaciones y las des-idealizaciones. En este caso, la ambición parecía ser el objetivo soñado. La idea maravillosa, religiosa, muy mística, incluso porque la trampa del “perfeccionismo” nos puede atrapar aún en el ámbito más espiritual.
“Durante el Adviento me encontré en las claras y tibias dunas del estupendo oasis Sahariano. Había decidido prepararme para la Navidad en soledad…Se desató entonces una tormenta de viento……….Yo tenía ganas de rezar y entendí en seguida que en el fondo, no me había ido mal con todo ese alboroto. Quizá podría pasar una noche un poco especial. Se acercaba la Navidad. Estaba en una gruta con un pastor. Tenía frío. Había ovejas y olor a estiércol. No faltaba absolutamente nada. La Eucaristía que tenía colgada en el cuello, me obligaba a pensar en Jesús presente bajo el signo del pan, muy parecido al signo de Belén, la tierra del pan. Caía la noche, afuera la tormenta seguía azotando el desierto. Ahora en la gruta todo era silencio y las ovejas llenaban todo el espacio disponible. Yo dormía con la cabeza apoyada sobre la cabeza de una oveja gorda y tenía a mis pies dos corderitos. Mientras tanto rezaba repitiendo de memoria el Evangelio “…mientras estaban en Belén, le llegó el tiempo de ser Madre. Y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre”. Callé y permanecí a la espera. María se convirtió en oración, y la sentí muy, muy cercana. Jesús estaba en la Eucaristía. Toda mi fe, mi esperanza, mi amor, estaban en su punto. No tenía más necesidad de meditar. Era suficiente contemplar en silencio. Tenía toda la noche a mi disposición, y el alba estaba lejos. ¿Soñaba? ¿Velaba? No lo sé. Todo era una sola cosa. Creer que Dios se hizo hombre fue para mí el mejor sueño del ser humano.”

La trascendencia se hace encarnación, el miedo se hace dulzura, la incomunicabilidad se hace abrazo, el Dios lejano se hace cercano. ¿Entienden el cambio que se ha operado en medio de la más grande de las pobrezas?
PAPA NOEL NO EXISTE. Es éste un maravilloso mensaje de Navidad.
     Este mensaje “adentro yo esperaba otra cosa”, la queja, la demanda por defraudación, , no es exactamente el que dijo la familia de Nazaret cuando llegó el Niñito Jesús

¿Queremos el regalo de PAPA Noel? ¿O preferimos el regalo de nuestro PADRE DIOS?
Nosotros decidimos

A mi me gustaría hoy invitar a todos a “dar de baja” a Papá Noel, no tanto en la imagen –no tengo nada en contra de ese simpatiquísimo personaje bonachón y bondadoso- sino más bien a dar de baja a lo que representa: la demanda, la insatisfacción, el inconformismo permanente. Porque creo que la Navidad es un mensaje de esperanza para aquellos que aceptan con humildad la realidad que les está tocando vivir cada día.
En medio del desconsuelo el Señor hoy sigue hablando y llamando a su pueblo a ser testigo de la esperanza. Su voz se hace audible en el corazón de los hombres y mujeres que lo buscan con sinceridad.

Hay un cuento titulado “el 99”: el 99 es una enfermedad: la enfermedad del “¿por qué no es 100?”. Hay 99 monedas de oro que me caen de regalo de la bolsa de Papá Noel, pero, ¿por qué no es 100?, y en vez de disfrutar de las 99, de la vida, hago un enorme esfuerzo por alcanzar la número 100. ¿cuál es esa moneda número 100 detrás de la cual nos amargamos tanto que a veces no podemos disfrutar de una oveja que cubre nuestros pies, otra oveja que hace de almohada, una gruta para resguardo de la tormenta y el calor de los que amamos?

FELIZ NAVIDAD. QUE DIOS TE BENDIGA CON LAS MONEDAS QUE TENÉS PARA SER FELIZ




 

La Navidad es un tiempo propicio para imitar a San Nicolás en sus virtudes de generosidad y amor al prójimo. Nos enseña además a estar pendientes de las necesidades de los demás, a salir de nuestro egoísmo y ser generosos no solo con nuestras cosas sino también con nuestro tiempo, con nuestra persona. Que Jesús en el corazón nos de una Navidad diferente. Navidad es dar antes que recibir. Que en esta Navidad tengamos presente a Aquel que todo lo dio por amor a nosotros.

Cuando queremos a una persona le damos regalos. Dios nos ama y quiere nuestra felicidad, por eso nos dio el mayor de todos los regalos: su propio Hijo. En cada Navidad recibimos a ese Hijo de Dios que vive en nosotros. También nosotros queremos retribuir ese regalo y como sabemos que Jesús está en cada uno de nuestros hermanos, creemos que dándoles regalos se los estamos dando al mismo Jesús

 

SIEMPRE HABRÁ NAVIDAD Alexis Jiménez (Costa Rica)
Aunque no haya un árbol en la sala de casa tampoco regalos y menos un portal
aunque estés en cama, enfermo o solitario aunque estés con hambre, sin techo ni hogar
Aunque hayas perdido toda la esperanza aunque hayan partido aquellos que amas
aunque en estos tiempos duelan los recuerdos en tu corazón siempre habrá Navidad

Siempre habrá Navidad en un corazón sediento. Deja ya de llorar, abre tus sentimientos
que te inunde la paz que sólo Dios puede dar, en tu corazón siempre habrá Navidad
El regalo más grande nació en Navidad, y si tú lo recibes, Él te llenará
cuando escuches su voz, un susurro interior, reconoce a tu Dios que hoy te habla con amor
Siempre habrá Navidad…
¡Feliz Navidad!