Pedro, piedra de apoyo y de tropiezo

jueves, 4 de agosto de 2016
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joven rezando el rosario

04/08/2016 –  Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.»

«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?» Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.» Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá.»

Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»

 

Mt 13-23

En el texto del evangelio de hoy aparece Pedro que acierta con la respuesta sobre quién es Jesús pero a continuación aparece toda su humanidad, y trastabilla intentando interferir en el desenlace de la vida del Maestro.

A través de Pedro y en él que es portador de la voz del grupo, los discípulos expresan plenamente la acogida de la revelación del Padre, que está dirigida a los sencillos. La edificación de un mundo distinto se reserva a los discípulos quienes como administradores cumplen una función específica en la Iglesia con el centro puesto en Jesús. De ahí brotan todas las obras.

La segunda parte del relato de este texto del evangelio, encontramos a Jesús que empezó a anunciar “que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Comienza a anunciar su desenlace, la subida a Jerusalén. Pedro reacciona oponiéndose, convirtiéndose en obstáculo. Quizás obnubilado, todavía no puede asumir la idea de que muera. Oponiéndose a la muerte no es capaz de comprender el designio divino “era necesario que…”, “tenía que…”. Sólo por medio de la entrega Jesús quitará la máscara de lo humano para dar lugar a lo divino. Es necesario que se corra el velo.

Pedro pasa en un instante de ser roca a ser piedra de tropiezo. En cada uno de nosotros sigue estando el mismo peligro que acechaba a Simón Pedro. Hoy queremos respondernos, ¿quién es Jesús para mí?. El riesgo de no adecuar la proclamación a una práctica coherente de vida. Hoy puede ser el día que aceptemos a Jesús como nuestro Señor.

Dichoso Pedro, no por sus méritos, sino porque deja que el Padre hable a través de él, deja que el Padre exprese quién es Jesús. “Tu eres el Cristo, el hijo del Dios vivo” contesta Pedro a lo que responde Jesús “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo».

Que lindo es que los evangelistas nos hayan presentado a los discípulos como en verdad eran, como nosotros, con sus virtudes y defectos. Estas circunstancias nos ayudan a ver a nosotros cuánto podemos seguir creciendo. Nadie nació sabiendo, ni si quiera Pedro, quien será uno de los pilares de la Iglesia.

Como ya conocemos el camino de Pedro y también el de Jesús, el Mesías sufriente que entrega su vida en la cruz, lo que más nos cuesta es aceptar que nosotros somos continuadores de este camino en donde también aparecerá la renuncia, la entrega y el sacrificio. En medio de una sociedad donde el éxito lo es todo, en la búsqueda de aprender sin esfuerzo, de vivir de la diversión, no hay duda que la propuesta de Jesús va contracorriente. Pedro, una vez que recibió el don del Espíritu Santo,

“Las tribulaciones del mundo están llenas de pena, y vacías de premio ; pero las que se padecen por Dios se suavizan con la esperanza de un premio -eterno” dice un autor. Hoy más que nunca necesitamos esta experiencia de un Jesús que está vivo, y como discípulos misioneros no transmitir solamente verdades teológicas sino que hemos sido enviados a testimoniar con la vida. 

Jesús invitará a Pedro a cargar su propia cruz. Pedro no podrá solo enseñar la verdad sobre Jesucristo, sino que enseñará a la Iglesia a amar. Vivir conforme a los criterios de Dios, esto nos va a enseñar la vida de Pedro. Un Pedro en cosntante necesidad de encontrarse con Jesús, el Mesías, el hijo de Dios. El reino de los cielos no nos evade de la tierra, pero nos pone en perspectiva de eternidad tiñendo la tierra de otro sabor.

Padre Gabriel Camusso