29/06/2018 – En el día de la fiesta de San Pedro y San Pablo, el Padre Ángel Rossi meditó sobre ellos tomando lo que reflexiona Clemente Sobrado C.P., diciendo que “Son dos milagros de la gracia, dos milagros que nos hablan de las posibilidades de Dios en nosotros. De que para Dios nada hay imposible”.
Dos hombres diferentes. Dos llamadas diferentes. A Pedro, Jesús le llama mientras recoge las redes. A Pablo, Jesús le llama mientras va persiguiendo a los cristianos.
Dos momentos bien diferentes y dos actitudes distintas. Pedro, el hombre del lago sin mayores prejuicios. Pablo, el hombre que lleva el corazón de resentimientos contra todo lo que suene a Jesús.
Ninguno de los dos fue llamado en el Templo. Ninguno de los dos estaba rezando y leyendo la Palabra. Para Dios no hay espacios especiales. Incluso, a Dios no le importan los momentos. Ni siquiera las actitudes o disposiciones del corazón. La gracia de Dios llama cuando menos lo esperamos.
La gracia de Dios cuando toca el corazón hace que dejemos barcas y redes. La gracia de Dios cuando toca el corazón hace que todos los resentimientos den paso al grito de “¿Quién eres, Señor?”
La gracia de Dios es capaz de actuar en los sencillos. La gracia de Dios es capaz de actuar también en los rebeldes y en los resentidos.
Pedro se encuentra con el Jesús que comienza su predicación. Pablo se encuentra con el Jesús resucitado. Pedro será la piedra firme sobre la que Jesús edificará su Iglesia. Pablo será el misionero que abre la Iglesia a la gentilidad.
Hombres distintos. Con llamadas distintas. Con caminos distintos. Pero unidos en el mismo ideal de Jesús y del Evangelio
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