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Entre Nosotros
Perder el tiempo
viernes, 18 de enero de 2008
Si uno se pone a ver, un reloj marca siempre le mismo tiempo y los minutos duran siempre 60 segundos. Tenemos una percepción del tiempo que cuando nos gusta, cuando estamos contentos en un lugar o estamos disfrutando, el tiempo parece que se nos esfumó.
Y cuando estás en ese lugar que no querés estar o cuando esperas a alguien, el reloj parece estar en contra de uno y no se pasa el tiempo.
Esta percepción del tiempo la tenemos gracias a las cosas que nos han ido pasando como pueblo. En nuestra cultura se ha ido instalando una velocidad en el tiempo que nos está dejando como los paquidermos, con una piel tan gruesa, la piel de los elefantes es áspera, es una piel gruesa que está curtida. Así se nos ha puesto la piel en referencia al tiempo.
¿Por qué digo esto? Porque hemos perdido la sensibilidad del encuentro.
Hay un episodio que sucedió en 1948, junto a la independencia de la India, tan buscada por Gandhi. Lo llamaron a Gandhi para tener una reunión acerca de esto sucedido, lo llaman los ingleses y le mandan un auto para buscarlo y llevarlo a la reunión. Fueron con una limousine y cuando le piden que suba, Gandhi no quiere subir y dice que se va a ir caminando. El chofer le dice que tiene orden estricta de llevarlo porque hay que llegar a tiempo y que es su trabajo.
Gandhi se resistió y dijo que iba caminando y que llegaría.
El chofer le dice que es para que no pierda tiempo y Gandhi le responde que el nunca pierde el tiempo, que ya no lo pierde al tiempo.
Me parece que esta percepción de la pérdida del tiempo está muy relacionado al consumismo y al capitalismo en el cual estamos inmersos, lo que no genera dinero es una pérdida de tiempo.
Si yo voy a invertir de mi tiempo en ir a visitar un amigo, a tomarme un café, acompañarlo y voy a invertir una hora, casi me duele porque me estoy perdiendo una hora laboral que me podrían pagar.
Se nos ha transformado el tiempo en un medio para adquirir cosas y en esta transformación se nos ha puesto la piel gruesa. Se nos ha llenado el corazón de cayos, entonces nos encontramos en un momento de nuestra vida y mirás a tu hijo en la mesa y tu hijo que tenía un año resulta que ahora tiene quince.¿y en que momento creció?
Parece que fuera ayer que empezó el secundario y ya lo terminó… parece que fue ayer que salió de la clínica y ya empezó el jardín de infantes.
Esta percepción de que nos están robando el tiempo tiene que ver en que nosotros invertimos estos minutos y estos segundos de nuestra vida.
Mi pregunta es ¿se puede perder tiempo?
El libro “Pierda el tiempo. Viviendo despacio transcurre la vida” de Editorial San Pablo, se los recomiendo y es con el cual vamos a trabajar el tema de hoy.
Si vivimos la vida como eternos, vamos a dejar para mañana encontrarnos con amigos, visitar a los papás, arreglar algún asunto y encima nos vamos llenando de actividades que en general no nos hacen bien, es una cosa medio extraña, que aunque no nos hace bien seguimos haciéndolo.
Cuando alguien, por ejemplo, rinde el ingreso a medicina, y cuando va a ver los resultados y se encuentra que no está en lista, su primer sentimiento es “perdí un año”, como si los años se pudieran perder, como si no pasaran cosas en ese tiempo.
Entonces viene el apuro, algo hay que hacer, hay que estudiar algo, capacitarse y así se van sumando actividades que nos van despersonalizando.
Hay una frase en la contratapa del libro que resume un poco lo que estamos compartiendo.
“No haga de su vida un borrador, porque podrá no tener tiempo de pasarlo en limpio”
a veces vivimos la vida en borradores
Hoy no tuve una actitud de cariño en mi familia, pero bueno, ya vendrá otro día donde nos sentaremos y podremos encontrarnos; hoy no traté bien a mi compañero de trabajo pero mañana lo arreglo.
Ojalá lleguen esos mañanas, porque no sabemos ni el tiempo ni la hora en la que nuestro Señor estará esperándonos para otro tipo de vida. Entonces, en esta vida, como decía un curita amigo, la eternidad la empezamos a vivir acá, la eternidad se empieza a vivir en casa, se empieza a vivir en el trabajo, en el interior de cada uno.
Esta sensación de destierro, de valle de lágrimas, en el medio hay personas, hay formas de encuentro que no son siempre las que queremos, pero a veces tampoco hacemos lo necesario para encontrarnos.
El libro dice esto:
“En el momento en que el hombre desarrolla un aparato que marca con precisión las horas, los minutos y los segundos, en ese preciso momento todas las vidas de las personas se van a transformar.
El día que comenzamos a convertirnos en máquinas neuróticas, fue aquel día que el reloj empezó a marcarnos las horas.
Comenzamos poco a poco en dosis regulares, medidas muy debidamente administradas por nuestra cultura.
La cultura nos vuelve neuróticos, pero vea bien, la cultura somos nosotros, nuestro ambiente, nuestra casa, nuestra escuela, nuestro trabajo.
El proceso por el cual se fabrican seres y máquina neuróticas en cada uno de nosotros, puede ser comparado al proceso por el cual toda la civilización humana se tornó ya también en un gran sistema de fabricación de seres mecanizados.
El desarrollo de nuestra vida que empieza en el momento en que nacemos, que continúa cuando crecemos, cuando vamos a la escuela, iniciamos así nuestra vida profesional formamos una familia y termina cuando morimos.
Pero puede ser visto en una relación directa con nuestra civilización.
Hubo un momento de la historia de nuestra vida en el planeta en el que éramos niños, que estábamos tan entremezclados con las máquinas y no nos relacionábamos con el mundo de un modo más directo.
Posteriormente, con el proceso de desarrollo de la ciencia y de la técnica, hace aproximadamente 500 años, comenzamos a organizar nuestro comportamiento y nuestra vida. Así, nuestras relaciones con los demás según el modo de actuar con estas máquinas.
Dejamos de ser Homo Sapiens, es decir hombres y mujeres inteligentes, prudentes, sabios y nos tornamos Homo Machinalis, o al menos aspiramos a eso.”
Habrá que preguntarse si queremos aspirar a eso o estamos metidos en esta cultura y allá vamos, allá vamos con el tiempo, allá vamos con nuestras percepciones.
Hoy es un día en que los invitamos a perder el tiempo, nos tenemos que parar en algún momento del día y ganar ese tiempo perdido.
Hay un interior, una interioridad que puede estar agonizando aunque tengas un título, aunque estés capacitándote, aunque tengas un sueldo espectacular, hay un interior que va a golpear el exterior en lo físico.
El promedio de hombres de 35-40 años que muere por infarto es altísimo. A esa edad dejan niños pequeños y se nos van nuestros amigos.
En esto, tengamos en cuenta que si no perdemos el tiempo, nos vamos a perder a nosotros mismos.
Parece que el acelere que tenemos nos va quitando la vida, nos va quitando el sentido de la vida.
La productividad del tiempo si la pudiéramos ver que nos siempre es plata, no siempre es estar pensando en mí y puedo salir al otro, entonces vamos a ver que ahí sí es productivo el tiempo, pero productivo de verdad.
¿Hace cuánto no vas a un retiro espiritual?
Hay que tomarse el tiempo de parar y reflexionar, nos hace bien, nos vaciamos.
¿A qué Jesús vamos a transmitir si no tenemos ni una hora compartida con el Señor?
Cuando nos ponemos de novio pasamos tiempo con esta persona y queremos estar todo el tiempo, cuando te encontrás con un amigo, vas compartiendo la vida.
Si con el Señor no pasamos tiempo, no lo vamos a conocer, ni sentir, ni transmitir, nada de eso. Si no le damos el tiempo necesario a Jesús para poder conocernos, no lo vamos a conocer. El sí nos conoce, pero nosotros no. Podemos creer que lo conocemos, pero sólo creer.
No somos una generación espontánea ni se me ocurrió a mi andar acelerado. Nos han pasado cosas desde la Revolución Industrial, desde el cronómetro, midiéndonos el tiempo, midiéndonos la vida y se nos pasa.
Llegas al final del día y no te encontraste con nadie, te sentís solo y vacío.
Hay que aquietar el reloj interno que está muy adentro que es este Señor del tiempo y de la historia, en este reloj está la clave: Jesús, nuestro Señor, es el Señor del tiempo y de la historia, si la mirada gira hacia nuestro Salvador, el tiempo va a tomar otra percepción para nosotros.
Hay una película, un drama que quiero recomendarles. Se llama “Long Ford”, es la vida de Lord Long Ford.
Esta persona era un incansable político de esos que nos están haciendo falta y trata de las controversias que tuvo a lo largo de su carrera profesional.
Una persona que llenó su vida y su tiempo en la política y en las cosas mundanas hasta que se dio cuenta que sin Dios no se puede.
Una persona muy intelectual, muy preparada, para por la religión protestante y no encuentra una respuesta en ese momento y finalmente se convierte al catolicismo.
En este camino de conversión, va descubriendo su vocación y la vocación es estar junto a los prisioneros.
Su fama crece y los presos le solicitan que los visite y lo que le pasa es que lo invitan a un programa de radio para hablar de la Biblia, de la religión, de los santos pero todos los llamados telefónicos que salen al aire lo pelean e insultan porque lo ligan a él con una asesina de niños.
Y ahí los dejo, a ver si pueden descubrir en este hombre la misericordia de Dios.
Un párrafo para compartirles del libro que les recomendé:
“Todos los momentos de la vida se prestan para la pérdida del tiempo, se puede perder el tiempo en un embotellamiento, en la cola del banco, en la sala de espera de un consultorio. Todos son momentos de vacío como lo era en el pasado el momento de la oración.
En la vida actual, nada sustituye a la oración y nuestras neurosis tienen algo que ver con eso.
El arte está en saber transformar cada pequeño descanso, aunque involuntario, en una pausa, en un momento de reabastecimiento de energía para la vida en donde no necesitemos buscar a un Dios, si no lo tenemos, si no nos tenemos a nosotros mismos, a nuestro vacío altamente productivo disponemos de mucho tiempo.
Nuestra vida es una sucesión interminable de tiempos más el hábito de la vida moderna nos forzó a querer injertar muchas otras ocupaciones adicionales en un tiempo razonablemente cómodo para nuestras necesidades, nuestros placeres, nuestros socios como si debiéramos vivir toda la existencia al mismo tiempo y sin tregua.
Tenemos un deseo o una necesidad inconsciente de devorar todo, de engullirlo todo, de no dejar ningún resto, sin embargo, hacer todas las cosas en cantidades colosales implica dejar de lado la calidad individual de cada cosa, tenemos todo y no tenemos nada.”
Anabel Thanos.
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