25/09/2017 – Junto al Padre Mateo Bautista recorrimos un largo camino aprendiendo sobre el perdón, sus implicancias y su proceso. Ya casi al fin del trayecto, el especialista repasó en el programa “Hoy puede ser”, los puntos más importantes para dar y obtener un perdón verdadero:
1- El origen de la palabra perdón nos muestra que es un “don” hacia nosotros y hacia los demás. Conlleva un esfuerzo de cada uno de nosotros, y se traduce en una donación hacia los otros.
2 – El perdón es un duelo, un largo proceso. La ofensa puede surgir en un segundo pero, a partir de ese momento, el corazón herido tiene que hacer un largo recorrido. Hay resistencias, no es magia. Es un recorrido que sólo puede hacerse con la Gracia de Dios.
3 – Es necesario hacer el duelo en las seis dimensiones de la persona: corporal, social, mental, valórica, ética y espiritual. Es un proceso en todas y cada una de estas dimensiones.
4 – Para perdonar, hay que querer, saber y poder. Lo primero es la voluntad,pero necesitamos también saber la metodología, y necesitamos poder pedir ayuda. Para pedir ayuda y dejarnos ayudar, hace falta humildad.
5 – El perdón es hacia Dios, hacia los demás y hacia uno mismo. Hay que aceptar el perdón hacia uno mismo, otorgar el perdón a los otros, pedirle perdón a Dios. Todo esto debe realizarse desde una sana relación de ayuda.
6 – El perdón es un tema personal, comunitaria y de salud pública. El perdón es preventivo, promocionador, rehabilitador, terapéutico y regenerativo. Según sea nuestra educación emocional, nuestro bagaje mental y el uso de la inteligencia en perdones anteriores, estamos mejor preparados para recibir una afrenta.
Estas son las claves a la hora de practicar el perdón. “Sólo los que se sienten amados y perdonados tienen necesidad de amar y perdonar. Cuanto más reciba la misericordia de Dios, más misericordioso seré. Cuando yo sepa que Dios me perdona incondicionalmente, voy a poder perdonar”, expresó el Padre Mateo
Finalmente, el sacerdote brindó su propia definición del perdón y la reconciliación: “Es la elaboración de un duelo tras sufrir o infringir una afrentosa herida. Es un proceso personal y comunitario, humano y divino de carácter multidimensional que afecta a la persona en cada una de las dimensiones, para alcanzar la sanación y liberación, obteniendo crecimiento y madurez. Todo esto, promovido por una justicia fecundada por la misericordia”.
Para concluir, el Padre relató la historia de un perdón heroico pero posible por la Gracia de Dios. La compartimos a continuación:
Rebeca, de 26 años, embarazada y con dos hijos, Zacarías, de tres años, y Jonathan, de un año, el 21 de abril de 2014, habiéndose distanciado de su esposo Bitrus Zacarías, oyó unos tiros, cuando huía con sus hijos de su poblado, Baga, en el estado de Borno, en Nigeria, alejándose de una batida de Boko Haram, grupo extremista islámico de Nigeria.
Rebeca se creyó viuda, pues estos extremistas atacan inmisericordemente, matan a los hombres cristianos y secuestran a las mujeres convirtiéndolas en esclavas sexuales. Ella y los niños fueron capturados para ser llevados a un campo de entrenamiento del grupo terrorista, que busca implantar el régimen islámico en todo el territorio.
Rebeca, a pesar de las palizas que le rompieron las muelas, de trabajar de sol a sol, de perder al hijo que esperaba, de ver cómo los milicianos, furiosos porque no se sometía a practicar relaciones sexuales, lanzaron a su hijo Jonathan al río donde se ahogó, de quedar embarazada tras la violación (hicieron falta cinco milicianos de Boko Haram para forzarla), luchó por preservar su fe, su libertad interior y su integridad corporal. Así, durante dos años.
Rebeca era presionada para convertirse al islam. Cuando la obligaban a rezar el tasbih (letanía musulmana), en cada cuenta rezaba un Avemaría en vez de los nombres de Alá. Y cuando era forzada a postrarse rostro en tierra mirando hacia La Meca, oraba: “Jesús, creo en Ti. Jesús te amo. Eres Tú quien me tiene que librar de esto”. Rebeca, aprovechando la avanzadilla del ejército nigeriano y la huida de de los milicianos de Boko Haram, pudo darse a la fuga. Tras semanas y perdidos en los bosques, ella y los chicos pudieron llegar al poblado, y reencontrarse los esposos. Ambos creían muerto al otro cónyuge.
Rebeca, que vive con su familia en un campo de refugiados sostenido por la Iglesia, debió hacer (y seguirá haciéndolo) todo un duelo de sanación y perdón. También debió reconstruir su matrimonio y la relación con su hijo, fruto de violación. En la parroquia San Juan de la Cruz, en Madrid, el 19 de septiembre de 2017, con una sonrisa sincera y amplia, esta valiente mujer exclamó: “No negaría a Jesús por nada del mundo” y “Con la ayuda de la fe en Dios, de la mano del obispo y sacerdotes, he perdonado de corazón a todos”.
Rebeca y Bitrus Zacarías, su marido, el hombre que adoptó como hijo propio al hijo del miliciano que violó a su esposa, llamaron al niño Cristóbal, que significa “portador de Cristo”, portador del perdón…
El perdón hace posible lo imposible. Es lo más humano y divino, lo más ordinario y extraordinario.
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