Perdonarnos para poder perdonar

viernes, 23 de diciembre de 2022


23/12/2022 – El padre Gustavo Jamut, sacerdote oblato de María y fundador de la comunidad Mensajeros de la Paz, nos ayudó con sus palabras y anuncio a trabajar en el proceso para perdonaros a nosotros mismos y de esa forma poder perdonar a los otros. “El que usted aprenda a perdonarse a sí mismo es fundamental si quiere tener auténtica paz y llevarla a los demás. En una oportunidad se acercó a mi un hombre, quien me contó, con lagrimas en sus ojos, como manejando su coche tuvo un accidente, en el cual murió un hijo y el amigo de este. Este hombre no lograba perdonarse a sí mismo, pues se sentía terriblemente culpable por este accidente. Otra persona se acercaba con frecuencia a confesar una y otra vez el mismo pecado, pues no se sentía perdonada. En realidad, en cuanto ella se había arrepentido por primera vez, Dios ya la había perdonado de una vez y para siempre. Pero era ella quien no lograba perdonarse a sí misma. Algunas personas no logran perdonarse a sí mismas por pecados sexuales, cometidos en la infancia o en la juventud; otros cargan sobre sus conciencias una infidelidad matrimonial, que aun cuando pudo haber sido confesada, todavía sigue carcomiendo el corazón; otros se sienten terriblemente mal por haber realizado algún aborto; otros se sienten culpables por haberse casado con una persona que no las hace feliz; y otras por sentir que arruinaron su matrimonio, el cual terminó en divorcio; otros porque discutieron o le mostraron poco amor al padre, a la madre o a un hijo, que murió de modo prematuro, sin haber podido reconciliarse. En fin, la lista de los hechos por los que mucha gente no logra perdonarse a sí misma, es extensísima. Muchas de estas personas a pesar de haber pedido perdón a Dios, una y otra vez, y haberse acercado al sacramento de la reconciliación, siguen cargando con la vergüenza y el remordimiento”, destacó el consagrado.

“Uno de los textos más hermosos que nos muestran la necesidad que tenemos de perdonarnos a nosotros mismos, como punto de arranque para tener paz interior y poder perdonar a los demás, lo hallamos al final del evangelio de San Juan. Terminado el desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”. Jesús, que conoce como nadie la estructura psicológica de Pedro, sabe que para poder cumplir la misión que Él le ha confiado, necesita tener paz en su conciencia. Y para que pueda recuperar la paz, tiene que liberarse de la culpabilidad. Y para liberarse de la culpa necesita reconfirmar su amor por Jesús, confesándolo en voz alta. Jesús no le reprocha nada. El Señor lo va guiando hacia la sanación interior con gestos: al recibirlo con el desayuno preparado, con el fuego encendido; y con palabras: preguntándole si lo ama, reconfirmándolo en su misión de apacentar las ovejas. Hasta ese momento había estado inquieto y nervioso. Pero este conjunto de palabras y de gestos de Jesús, lo ayuda a Pedro a exorcizar de su corazón el sentimiento de vergüenza, indignidad y autorechazo. Recién entonces consigue recuperar la verdadera paz. De este modo podrá llevar adelante la misión que comenzará a llevar adelante después de Pentecostés. Hay cristianos que, como el apóstol Pedro, después de la dolorosa experiencia del pecado, comienzan un cambio radical en sus vidas. Pues se da el siguiente proceso: comienzan a experimentar y a confiar en el amor y en el perdón de Dios; esto los lleva a volverse más humildes, la humildad los llevará a ser más misericordiosos con los otros; al ser más misericordiosos no los juzgará con rigidez; y al no juzgar los demás con dureza, la misericordia los ayudará a perdonar más fácilmente. De este modo la persona se irá llenando de paz y de alegría, la cual irá transmitiendo a su alrededor”, dijo Jamut.

“Hemos muerto a la ley que nos tenía bajo su poder, quedando así libres para servir a Dios en la nueva vida del Espíritu. El perdón y la aceptación se hallan entre las necesidades primordiales que debe recibir todo niño. El que muchas personas no puedan perdonarse a sí mismas quizás se debe a que las educaron con altas expectativas de perfeccionismo y éxito. Pero al haber fallado, se encuentran desilusionadas con ellas mismas. Su ego hasta el momento del pecado o de la decepción, era el centro de la perspectiva desde el cual miraban toda su vida. Numerosos adultos, encuentran grandes dificultades para perdonar, porque en su infancia, ante los errores que cometieron, no se han sentido suficiente perdonados por sus padres y demás adultos. Los padres le han dicho al niño que lo aman, pero a la vez le ponen innumerables condiciones para mostrarle ese amor: Que se comporte educadamente, que saquen solo buenas notas en la escuela o que no rompan nada. Este puede ser un comportamiento errado, que se va repitiendo de generación en generación. Cuando lo correcto seria, ante los errores el niño, educarlo y corregirlo, pero reafirmando siempre, de modo explícito, el amor que le siguen teniendo. Los padres tienen que perdonar muchas veces al niño. Si él no recibe suficiente perdón por sus errores hasta llenar su ser y hacerlo rebalsar, cuando llegue a la edad adulta, no existirá en él suficiente contenido de perdón para poder perdonar a otros. Nadie puede perdonar más en su presente, de lo que ha sido perdonado en el pasado. A causa de esto, hay personas que, desde una rincón muy profundo de su ser, se aborrecen a sí mismas y cargan con la auto-imagen, de ser personas malas o fracasadas. Por este motivo estas personas pueden generar seis diferentes comportamientos de conductas autodestructivas”, manifestó el padre Gustavo.

“Algunos crecen y viven con una actitud permanente de pedir perdón, aun por existir. Esto es tan doloroso. Es impropio de la dignidad de ser hijos de Dios. Otros tratan de liberarse de este sentimiento negativo, haciendo todos los actos buenos y obras heroicas posibles. Pero no porque esto sea lo que Dios les pide, sino como un modo de purgar su culpabilidad. Sin embargo, esto no lo lograrán, si no hay previamente sanación de las heridas que originaron esa visión errónea de si mismos. También están quienes sintiéndose malas personas, asumen una actitud rebelde, agresiva, crítica hacia todo el mundo y especialmente hacia toda autoridad que recuerda la imagen paterna o materna. Ellos van disparando hacia otras personas, todo el enojo que no pudieron expresar a sus padres. Hay quienes sin darse cuenta, echan a perder todo lo bueno que reciben o logran: relaciones afectivas, familia, trabajo, etc. Están encerrados en un circulo continuo de comenzar y fracasar en aquello comenzado. Además, serán muy sensible a las correcciones o criticas de los demás, teniendo ante ellos una reacción desproporcionada. Por ejemplo, si esta persona ve a dos compañeros de trabajo que están hablando en voz baja, enseguida se pondrá mal, pues pensará que están hablando de él y que lo están criticando. Otros, irán nutriendo una actitud vengativa hacia quienes los han ofendido. Sea que la ofensa sea real o imaginaria. Si esto le ha sucedido a usted en algunos momentos de su vida, entonces, posiblemente tenga que empezar pidiendo a Dios la gracia de perdonar, a quienes no lo han perdonado suficientemente en el pasado”, indicó el fundador de la comunidad Mensajeros de la Paz.