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Pétalos Marianos
miércoles, 14 de mayo de 2008
Madre y maestra de la vida espiritual, acudimos a vos porque sabemos que estás siempre escuchándonos, y nos acurrucas contra tu corazón.
Condúcenos a la caridad perfecta, a vivirlo todo desde el amor de Cristo, a ser constructores de vida evangélica.
Aliéntanos en estos tiempos difíciles en que vive nuestro país, que sigamos firmes en la oración porque sabemos que estás al lado nuestro.
En tus manos y en estrecha unión con Jesús nos queremos quedar, ayúdanos a no detenernos en nosotros mismos, sino haznos crecer en la entrega.
María es la Madre de la esperanza, que ruega ahora y siempre por nosotros y mantiene firme nuestra esperanza cuando desfallecemos.
Cuando nos cansamos y agotamos en los caminos que debemos transitar todos los días, allí está ella, alentándonos.
María, mujer firme que camina hacia la liberación plena, acompaña nuestros pasos, es nuestro consuelo y el aliento para continuar.
Gracias Madre, por ser la mujer de la esperanza, ayúdanos a ser hombres y mujeres de esperanza para llevar la luz de la vida a todos los rincones de nuestras realidades.
María, eres la Madre de la unidad, reúnes a tus hijos en el corazón de Jesús y buscas lo mejor para nosotros.
Madre, ceses las divisiones producto de nuestros pecados, y nos asistes para que la Iglesia sea una.
María, hoy más que nunca necesitamos unidad, nuestra nación necesita ser una para crecer en paz.
Que podamos María, mirando al mismo Jesús que siempre es uno, construir la unidad en los lugares que habitamos para que reine la paz y el amor.
Madre, hoy sentimos que se nos ha quedado el alma sin caminos. Muchos buenos proyectos nos llevan esfuerzo y tiempo. A simple vista pareciera que avanzamos con pasos seguros y haciendo lo correcto.
Pero vos, Madre, conoces los secretos de nuestro corazón y sabes que no siempre las apariencias reflejan la verdad. Muchas veces nos sentimos perdidos, como caminando hacia nada.
Quizás en nuestro camino esperábamos algo que no ha sucedido y regresábamos desilusionados. Tal vez sólo escuchábamos nuestra propia voz y anhelábamos nuestras propias metas.
María nos invita hoy y siempre a caminar como los discípulos de Emaús. Reconocer a su Hijo que camina a nuestro lado y parte para nosotros el Pan.
San Bernardo decía:
“Con todas las fuerzas de nuestro corazón, con nuestros más vivos sentimientos y anhelos, veneremos a María, porque es voluntad del Señor que todo lo recibamos por Ella.
Sí, es voluntad, pero a favor nuestro. Con su solicitud constante y universal hacia nosotros, consuela nuestro temor, aviva nuestra fe, fortalece nuestra esperanza y disipa nuestra desconfianza.
María es el gran motivo de mi confianza, ella es el fundamento inconmovible de mi esperanza.
Ella siempre halla gracia, busquémosla en María, porque Ella encuentra siempre lo que busca y jamás decepciona”.
La Iglesia recordando las palabras del Señor, de ir y enseñar a todas las gentes y que El estará con nosotros hasta la consumación del mundo, ha renovado en el concilio Vaticano II la conciencia de su misión en este mundo.
Por eso Madre de los pueblos, vos que conoces todos nuestros sufrimientos y esperanzas, vos que sientes maternalmente todas las luchas, acoge nuestro grito.
De manera especial ponemos bajo tu confianza y te consagramos aquellos hombres y naciones que necesitan especialmente esta entrega y esta consagración.
Ante vos Madre, deseamos unirnos a Jesús en esta su consagración por el mundo y los hombres para mayor gloria de Dios.
Compartimos un Salmo a María: “¿Por qué será, Madre, que te comparo a una fuente? ¿No será porque tu vida entera fue y es una fuente viva, que recoge el agua de la gracia y la deja correr para fertilizar?
Salve, Virgen de la fuente, Virgen de la Gracia, Virgen del agua viva de Dios.
Salve Madre, por tu receptividad a quien es fuente de agua viva. Salve María, por tu generosidad en darnos esa agua viva que es Jesús.
Salve, Santa María, por tu función de canal y medianera entre Dios y los hombres. Amén.
Próximos a la Jornada de Oración por las Vocaciones, elevamos una oración a María: “Virgen María, humilde hija del Altísimo, en ti se ha cumplido de modo admirable el misterio de la divina llamada. Tú eres la imagen de lo que Dios cumple en quien a Él se confía; en ti la libertad del Creador ha exaltado la libertad de la criatura.
Aquel que es nacido en tu seno ha reunido en un solo querer la libertad salvífica de Dios y la adhesión obediente del hombre. Gracias a Ti, la llamada de Dios se salda definitivamente con la respuesta del hombre- Dios. Tu, primicia de una vida nueva, protégenos a todos nosotros en el “SI” generoso del gozo y del amor.
Santa María, Madre de cada llamado, haz que los creyentes tengan la fuerza de responder con ánimo generoso al llamamiento divino y sean alegres testimonios del amor hacia Dios y hacia el prójimo.
Joven hija de Sión, Estrella de la mañana, que guías los pasos de la humanidad hacia el porvenir, orienta a la juventud del nuevo Milenio hacia Aquel que es “la luz verdadera que ilumina a todo hombre”. Amén.
El silencio de María irradia en cada corazón un buen perfume, un eco del canto que llega desde la otra orilla.
El que posee la Palabra del Señor puede escuchar también su silencio. Él con su Palabra obra en nosotros.
Madre de Jesús, venimos a contemplarte en silencio, a poner todos en tus manos.
Sólo queremos estar junto a vos María.
Porque sos la mujer, cuya mirada va directo al corazón y hace brotar las lágrimas contenidas, es el momento maravilloso en el que se unen el cielo y la tierra, en el silencio.
La fe en la maternidad divina de María está presente en el pensamiento cristiano ya desde los primeros siglos.
En la Iglesia naciente, a María se la recuerda con el título de Madre de Jesús. El mismo San Lucas le atribuye este nombre en los Hechos de los Apóstoles.
A los ojos de los discípulos, congregados después de la Ascensión, el título de Madre de Jesús adquiere todo su significado.
María es para ellos una persona única, recibió la gracia singular de engendrar al Salvador de la humanidad, vivió mucho tiempo junto a él, y en el Calvario el Crucificado le pidió que ejerciera una nueva maternidad con respecto a su discípulo predilecto.
Y para nosotros también es única, es nuestra Madre por excelencia, porque supo entregarse toda para que Dios nos traiga su salvación.
La misericordia de María se extiende de una a otra generación, sobre aquellos que la aman y la buscan.
La potencia, la sabiduría y el amor de María salvan a los que son humildes en su corazón. Atrae a sí a todos los que la contemplan.
Sacia de bienes a los hambrientos, a los ciegos da la luz del corazón.
D
a al mundo a Jesús Maestro que es el fruto bendito de su vientre. Él es para nosotros sabiduría de Dios Justicia, santificación y redención para siempre.
Que María nos conceda el silencio y la atención del amor, la capacidad de acoger la Palabra, y la fuerza que viene del silencio para poner todo nuestro ser al servicio de la Palabra de vida.
Desde el comienzo, la Iglesia reconoció la maternidad virginal de María. Las primeras comunidades cristianas recogieron los recuerdos de María sobre las circunstancias misteriosas de la concepción y del nacimiento del Salvador.
Recordando el lugar que ocupa María en la vida de Jesús, descubrimos todos los días su presencia eficaz también en nuestro propio itinerario espiritual.
En particular, el relato de la Anunciación responde al deseo de los discípulos de conocer de modo más profundo los acontecimientos relacionados con los comienzos de la vida terrena de Cristo resucitado.
Madre estás en el origen de la revelación sobre el misterio de la concepción virginal por obra del Espíritu Santo, hoy te damos gracias por haberte ofrecido toda sin condiciones.
La maternidad de María no se limitó exclusivamente al proceso biológico de la generación, sino que, al igual que sucede en el caso de cualquier otra madre, también contribuyó de forma esencial al crecimiento y desarrollo de su hijo.
No sólo es madre la mujer que da a luz un niño, sino también la que lo cría y lo educa; más aún, podemos muy bien decir que la misión de educar es, según el plan divino, una prolongación natural de la procreación.
El evangelio de san Lucas narra que Jesús en Nazaret se hallaba sujeto a José y a María, eso nos demuestra que Jesús tenía la disposición de recibir y estaba abierto a la obra educativa de su madre y de José, que cumplían su misión también en virtud de la docilidad que él manifestaba siempre.
Los dones especiales, con los que Dios había colmado a María, la hacían especialmente apta para desempeñar la misión de madre y educadora. En las circunstancias concretas de cada día, Jesús podía encontrar en ella un modelo para seguir e imitar, y un ejemplo de amor perfecto a Dios y a los hermanos.
María, gracias por haber cuidado y acompañado a Jesús, por haber cumplido tu misión de Madre. Gracias porque ese cuidado que tuviste con El lo tienes con nosotros cada día, cada instante.
Madre siempre fiel, cuando te asaltó la incertidumbre, cuando las cosas se te hacían complicadas, supiste confiar.
Y confiaste en el momento cumbre de la historia, con decisión y firmeza pronunciaste aquel bienaventurado "Hágase".
Y siempre lo mantuviste. Las desconfianzas de otros, los decires de tantos nunca te apartaron de la santa confianza.
Danos Madre de la Confianza, el auxilio divino que nos permita superar las incertidumbres que
ahora nos acosan, para vivir confiados en la gracia de Dios.
Hoy compartimos la oración que le hacía San Luis Gonzaga a María, nos unimos a ella y la hacemos nuestra.
“Oh Señora mía, Santa María: hoy y todos los días y en la hora de mi muerte, me encomiendo a tu bendita fidelidad y singular custodia, y pongo en el seno de tu misericordia mi alma y mi cuerpo,
Te recomiendo toda mi esperanza y mi consuelo, todas mis angustias y miserias, mi vida y el fin de ella,
para que por tu santísima intercesión, y por tus méritos, todas mis obras vayan dirigidas y dispuestas conforme a tu voluntad y a la de tu Hijo. Amén.
Nuestra Madre es nuestra ayuda en todo momento, tomemos sus manos cuando recemos, ella será nuestra fortaleza.
Miremos sus ojos cuando recemos, ella será nuestra guía.Recemos con el corazón y brindaremos amor.
Recemos pensando en Ella y transmitiremossentimientos de paz y de alegría.Recemos teniendo a otras personas en nuestra mentepor la cual estamos pidiendo algo especialy por medio de Ella Jesús concederé la gracia.
María siempre nos invita a rezar, a permanecer unidos a su corazón. Recemos hermanos porque nuestras oraciones son peticiones que Ella eleva al Señor.
María, gracias por haberte abierto a la gracia, y a la escucha de la Palabra,
desde siempre. Gracias por haber acogido en tu seno purísimo a quien es la Vida y el Amor.
Gracias por haber mantenido tu "Hágase" a través de todos los acontecimientos de tu vida.Gracias por tus ejemplos dignos de ser acogidos y vividos.
Gracias por tu sencillez, por tu docilidad, por esa magnífica sobriedad, por tu capacidad de escucha, por tu reverencia, por tu fidelidad, por tu magnanimidad.
Gracias por tu mirada maternal, por tus intercesiones, tu ternura, tus auxilios y orientaciones.Gracias por tantas bondades. En fin, gracias por ser Santa María, Madre del Señor y nuestra.
La sencilla expresión del Papa Pío IX quien recuerda como María, "a quien Dios Padre se dignó dar a su Hijo, engendrado por El e igual a El, para que fuera engendrado por El e igual a El, para que fuera un mismo Hijo común del Padre y de la Virgen "…, nos da a entender la más íntima relación que hay entre María y la Trinidad.
Tener el mismo Hijo que el Padre, supone en ella un parentesco sin par con las tres divinas Personas: "Solo ella puede decir con el Padre al Hijo: Tu eres mi Hijo."
Suele expresarse en la tradición católica esta familiaridad de la Virgen María con la Santísima Trinidad, derivada de su maternidad divina, con las expresiones "Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo " y "Complemento de la Trinidad".
Esta tarde queremos encomendarnos a vos Madre, que eres Madre de Dios y Madre nuestra, encomendarnos a vos porque sabemos que estás unida estrechamente a la Santísima Trinidad, fuente de toda Gracia.
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