Yo le decía –un poco en chiste y un poco en serio– “Giovanni Giuseppe Primo”, aunque se llamaba Juan José.
Y para ponerle un poco más de picardía al asunto, le había asegurado que su apellido –Ribone– en realidad era una deformación del original “rabino”, que por supuesto equivale a “maestro”.
Sucede que tenía todos mis votos para convertirse en Santo Padre, porque de hecho para mí lo era. Tal vez sea más correcto decir un Padre Santo, un maestro…
Para nuestra familia el presbítero Juan José Ribone se convirtió en una de las personas más importantes que conocimos en Córdoba en estos años. Importante por su amistad, por su calidez, por su honestidad, por su devoción, y por su entrega a su amada Iglesia.
Ni que hablar de su profundo compromiso con el diálogo interreligioso, que lo hizo una pieza inexorablemente clave también para las comunidades evangélica, musulmana, y judía.
Juan José hacía de cada encuentro una oportunidad para la dicha, con su sonrisa contagiosa, con sus gestos simpáticos, con su ponerse colorado por algún comentario subido de tono.
En la tradición judía, una de las maneras más bellas para honrar a nuestros seres queridos que han partido de este mundo es estudiar en su nombre°, a fin de elevar sus almas.
Me gustaría entonces comentarles que el Monte Sinaí, aquel lugar donde se produjo la primera revelaci