Poema de una prostituta

jueves, 6 de septiembre de 2007
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Me invitó como todos. Pero estaba
tan harta de servir, con tal ceguera,
que me negué a seguir, por vez primera,
al hombre que en la calle me buscaba.

No se movió. Tan sólo me miraba
como si nadie más me conociera.
Volvió a insistir. Su voz, no sé cómo era
pero una paz sin nombre me habitaba.

No se movió  . Y me fui. Casi corría
aunque todo mi ser se resistía
y algo mío quedaba en el lugar.

Quise volver. Y nadie. En la vereda
solo un trozo de pan, como una rueda,
que pisé sin querer al caminar.