Poner mi vida en la voluntad de Dios es vivir la santidad

martes, 16 de diciembre de 2008
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Dice el Señor:  "No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos.  Sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.  El que escucha mis palabras y las pone en práctica es como aquel hombre prudente, que edificó su casa sobre roca.  Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa.  Pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca.  Sin embargo, el que escucha mis palabras y no las pone en práctica es como aquel hombre necio, que edificó su casa sobre arena.  Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, se chocaron contra la casa, y ésta se derrumbó.  Y su ruina fue grande".

Mateo 7; 21, 24 – 27

Bueno qué lindo. No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino… la advertencia de la Palabra. Una clara orientación que el Espíritu Santo nos deja en esta mañana nuevamente.

Si habremos escuchado este texto. Miren cómo habla Dios, “no todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos. Sino el que hace la voluntad del Padre que está en los cielos.” Me hace acordar a aquella expresión que tenemos de Santa Teresa, la grande: “obras son amores, y no buenas razones”.

Cuando tienes una buena relación con una persona, y esa persona dice que te ama, que no puede vivir sin ti. Que tu eres la razón de su vida y te dice todas esas palabras que nacen del afecto del corazón. Pero, esa persona, ese hombre que te ama, y tu eres una mujer, y ese hombre que dice que te ama, el sábado a la noche tiene asado con los amigos. El otro sábado tiene campeonato de truco en el club, el otro termina el campeonato de fútbol, el otro lo festeja, el otro sábado…. Entonces el domingo. No, el domingo tiene que ver a los padres. El otro domingo, no, estoy cansado, quiero mirar tele y estar solo, no me molestes y no me pidas nada. Conclusión: obras son amores y no buenas razones.

Qué lindo el apóstol Juan, en la primera carta dice esta enseñanza. Qué realista es la relación con Dios. A que realismo nos conduce. Cuántos creen que vivir la fe es vivir en el aire, es evadirse de la realidad. No, para nada. Para nada. Amar a Dios es lo más concreto que hay. “Quien dice que ama a Dios, a quien no ve, pero no ama a su hermano a quien sí ve, es un mentiroso”, dice Juan. ¿Qué te parece? “No todo el que me diga Señor, Señor entrará en el reino.”

Y el Señor, “estuve preso, me visitaste. Estuve enfermo, viniste a verme. Estuve desnudo, y me vestiste. Pero Señor ¿y cuándo hice eso? Cuando lo hiciste con uno de mis hermanos lo hiciste conmigo.”

El desarrollo de la vida, de la fe, el ser miembro del reino de Dios por la gracia del Bautismo, implica un estilo de vida en el que vamos madurando en una fidelidad a una alianza. Una alianza que pasa por los términos concretos de la historia, del lugar, desde las circunstancias de las personas. No pasa por el costado de la vida la relación con Dios. La relación con Dios queda totalmente plenificada su orientación cuando contemplamos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Ahora nos estamos preparando pronto para el Nacimiento de Jesús.

¿Por qué es el Nacimiento? Porque es la Encarnación del Verbo de Dios. El Verbo de Dios se hace carne. Se incultura, se encarna. Asume lo temporal. Lo asume desde su eternidad y en su eternidad. P