Preparen los caminos del Señor, allanen sus senderos

miércoles, 1 de julio de 2009
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Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.  Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.  A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;  pero la madre dijo:  "No, debe llamarse Juan".  Ellos le decían:  "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".  Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.  Este pidió una pizarra y escribió:  "Su nombre es Juan".  Todos quedaron admirados.  Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.  Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.  Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían:  "¿Qué llegará a ser este niño?".  Porque la mano del Señor estaba con él.  El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

Lucas 1, 57-66, 80

Una pregunta se hacían todos cuando aquellos acontecimientos del nacimiento de Juan el Bautista ocurrían en el ambiente de esterilidad de la familia de Zacarías e Isabel que será de éste niño que tan sorprendentemente ha aparecido en medio de nosotros. También nosotros podemos preguntarnos que será del tiempo nuevo.

Esta pregunta. Esta pregunta con el que Dios nos va a bendecir, de los prodigios con que Dios va a actuar. Esta pregunta ¿ que será de éste niño? Y esa pregunta que nosotros nos hacemos guarda una relación de expectación a los tiempos que vendrán y nos pone en sintonía con el Dios que está viniendo que es lo propio que el Bautista vino a hacer. Vino a proclamar el tiempo nuevo que se acercaba.

La pregunta que será de éste niño y las preguntas que será del tiempo nuevo que vendrá para nosotros nos pone a la expectativa de tensión saludable a la llegada del Señor que viene con una muy Buena Noticia..Hay que preparar los caminos del Señor, dice Juan. Preparemos el camino.

Este es el mensaje que nos trae el Bautista en su nacimiento. Nacemos a ésta posibilidad nueva que Dios nos regala de ver cumplida una etapa más de nuestro camino con madurez en nuestro crecimiento con un paso de esos grandes que Dios da sobre nuestra propia historia si de verdad le dejamos libre nuestro camino. Al liberar el camino a la llegada del Señor hay que preparar el camino.

Este acontecimiento grande del nacimiento de Juan el Bautista como el acontecimiento grande del renacer en nuestra vida viene proclamado por Dios como lo usa el texto bíblico en el caso de Juan el Bautista, por alguien que lo anuncia: un ángel como de hecho ha ocurrido en de Israel en el nacimiento de Isaac, Sansón y Samuel o también Dios usa sus mensajeros para hacernos saber a nosotros las novedades con las que El se acerca.

Como ocurre en las esquinas de nuestro pueblos nuestras esquinas, nuestros barrios. Los pregoneros de la noticia nuestros queridas canillitas que proclaman y anuncian la noticia que trae el diario que no siempre son buenas. En éste caso los que pregonamos la Buena Nueva lo hacemos parados en los lugares donde Dios nos permite hacerlo y nos queremos parar en la esquina de tu propia casa en el lugar donde parece que todo está oscuro, que no hay una muy buena esperanza para los tiempos que vendrán.

Nosotros nos paramos en ese lugar y te decimos que algo nuevo está viniendo. Esta pregunta que será del niño, que será de lo nuevo que Dios trae como Buena Noticia en nosotros lo anunciamos desde éste lugar del Espíritu donde Dios nos invita a estar junto a vos. Para recibir a éste Señor que llega, que viene a cambiar la vida desde la raíz es necesario convertirse.

Este es como el mensaje constante de Juan. Convertirse es mucho más que modificar algo. Es reorientar la vida a una nueva presencia de Dios que llega. En ese sentido la conversión para nosotros es permanente. Si es verdad que hay momentos de conversión que son significativos que marcan un hito en nuestra propia historia. Cada uno de nosotros podría describir cuando y como fue que ocurrió, las personas que rodearon ese acontecimiento, las Gracias que uno recibió.

El significado nuevo que su vida tomó y la conmoción interior emotiva intelectual de la propia voluntad que modificó nuestro comportamiento. Sin embargo si uno se deja llevar por la Gracia del Espíritu éste acontecer de conversión no termina nunca. Nos espera la eternidad.

En la eternidad reposaremos y si bien nuestra vida no estará convirtiéndose estará siempre siendo transformada por el amor de Dios que no se acaba nunca. Juan nos pone en esa dinámica y nos dice en realidad y la pregunta sobre que será de está sorprendente intervención de Dios tiene una respuesta será tiempo de conversión, de reorientar la vida al misterio de Dios- Dios quiere que nos convirtamos, quiere que peguemos la vuelta y vos dirás si la mía ya está dada. Si pero siempre hay algo nuevo por retomar y algo más por crecer. Siempre por más dice San Ignacio de Loyola.

De más tras más o de nada tras nada como dice Juan de la Cruz que no es ir al Nihilismo o a la nada sino a no apegarnos a nada para ir sobre todo lo que nos espera por delante. En ese sentido la conversión tiene un único objeto, una única razón de ser el misterio de la totalidad de Dios para nuestra propia historia. En éste sentido siempre estamos siendo como provocados a dar un paso más.

No nos podemos quedar en el camino. Es la novedad que trae Juan ¿ que será de este niño? Que será tu propia historia? Será un tiempo nuevo que se inaugura con la Gracia nueva, de la presencia nueva de Dios que nos invita a cambiar y a convertirnos. Es verdad que el mundo está muy complicado pero cuando uno se acerca a una obra como la nuestra como Radio María te aseguro que hay algo nuevo que está naciendo, hay una humanidad nueva que está resurgiendo. Yo sencillamente te invito a que levantemos la mirada y que veamos como Dios Señor de la historia muy lejos está de abandonarla. El se ha comprometido para transformarla y nosotros podemos ser instrumentos en sus manos.

Hay una voz que clama en el desierto preparen el camino del Señor hallanen los senderos. Grita ésta voz, clama en el desierto. Esta voz que clama en el desierto es una voz que urge a la conversión. Es una voz sencilla, profética. Es una voz que se hace boca de Dios. Es la voz, la palabra toma anticipadamente para que después como Palabra dar sentido y significado nuevo a todo lo nuevo que estar por crear y recrear. Preparemos el camino, de eso se trata. Esto es lo sorprendente y no hay que demorarse, urge. Dios está cerca.

Este es el decir de Juan el Bautista y éste es su gran mensaje que termina por celebrarlo en un acontecimiento ritual en torno al Río Jordán donde por un gesto de purificación se confirma aquel proceso que sus discípulos van realizando y que es un Bautismo de conversión pero después vendrá uno que ya los va a bautizar en el Espíritu Santo que es el que viene a llevar adelante la novedad con la que Dios viene a hacer todo nuevo. Viene a recrearlo todo.

Convertirse es disponerse interiormente a recorrer los caminos que el Espíritu de Dios viene a recrear en nosotros, alrededor nuestro, en la humanidad toda. Juan el Bautista es el último de los profetas del Antiguo testamento y el primero del Nuevo Testamento. Es el paso de un tiempo a otro por eso es una figura tan importante en éste tiempo de la historia donde estamos en un cambio de época.

Hay algo antiguo, algo que fue, que pasó, hay un modo de entender el mundo y un modo de ubicarse en El que ya no está .No lo vemos hacia atrás por más que nos demos vuelta, hay algo nuevo que está naciendo que nos sorprende mientras está ocurriendo pero todavía no terminamos de describir como y de que manera está aconteciendo ni como va a terminar por ser su configuración más exacta, acabada, posible. Por eso la figura de Juan el Bautista nos alienta a disponernos al cambio, transformación, a dejarnos llevar por el Espíritu sobre la nueva creación, sobre la nueva humanidad, en la boca de Dios.

El segundo punto de nuestro encuentro tiene que ver con Juan la boca de Dios el oído del pueblo. Es propio del profetismo ser oído del amor de Dios sobre el pueblo. El profeta tiene un oído puesto sobre el pueblo en cuanto es capaz de escuchar en el corazón mismo el acontecer popular, el clamor interior, el gemido del Espíritu con el que Dios que se ha comprometido con la historia, se hace sentir en el corazón mismo del pueblo al que le pertenece.

El oído del profeta es un oído atento, no un oído populista- No es el oído que hace sintonía, o simbiosis con el pueblo mucho más allá de su clamor justo o injusto, ordenado o desordenado.

No es el populismo con que vemos actuar a los políticos donde haciéndose entre comillas representantes del pueblo sencillamente salen a su encuentro con discursos halagüeños a ver si captan alguna voluntad popular al cual le regalen un tiempote representación El escucha del profeta es un escucha interior hacia adentro del corazón del pueblo donde el pueblo puede estar orientado a Dios o no o puede estar lejos de El. No siempre vox populis es vox dei a no ser que se entienda que en la voz más honda del pueblo está Dios de su pueblo y ahí siempre vox populis es vox dei.

De hecho el pueblo de Israel ha demostrado muchas veces su estar descolocado al querer de Dios. Sin embargo Dios siempre se ha hecho escuchar en ese pueblo a través de la voz profética. El profeta escucha en la hondura del clamor popular el gemido del Espíritu. En éste sentido el profeta es oído del pueblo y al mismo tiempo es boca de Dios.

Es como Dios se expresa es la boca de Dios. Este es Juan el Bautista. Nosotros nos hacemos a su presencia y su figura en éste cambio de época, cambios profundos de la humanidad en que nos va dejando como descolocados sin saber de que agarrarnos a lo que fue y como adherirnos a lo que viene dejándonos llevar por la vida del Espíritu que nos conduce al encuentro con lo que está grabado en lo más profundo de nuestro peregrinar popular. Ahí Dios está presente.

De verdad la presencia del Señor se ha comprometido con nuestro peregrinar como lo hizo antes lo hace ahora. Ahí debemos proféticamente escuchar en el sentir más profundo del paso de Dios y para eso hace mucha Gracia de sabiduría y discernimiento personal y comunitario. Cuando obramos de ésta manera saltan a la vista los signos de los tiempos que es el tercer punto de nuestro encuentro. Se lee el paso de Dios en el acontecer histórico. Mientras vamos descubriendo la presencia misteriosa de Dios escondido en el corazón mismo de la humanidad tenemos que expresar de ser vos, ser Palabra de Dios.

Este es Juan que dice: atención en el medio del desconcierto de un pueblo como el nuestro oprimido por el poder de Roma, nosotros tenemos una esperanza en un Dios que silenciosamente viene a traer el mensaje mesiánico escondido aunque el lo esperaba más portentosamente y tal fue así que en un momento determinado hizo crisis preguntando: eres tu el que ha de venir o tenemos que esperar a otro. Díganle a Juan, los ciegos ven, los cojos caminan, los ciegos recuperan la vista, los sordos oyen y se proclama el Reino de los cielos a todos.

Hay signos sencillos, contundentes y una proclamación de un Reino nuevo, dice Jesús. Esto es lo que debe acompañar el mensaje del anuncio nuevo nuestro del tiempo nuevo que Dios está construyendo. Hay una nueva humanidad de la cual somos testigos. Yo soy testigo de que el Señor está vivo.

Es el encuentro con éste Dios vivo donde tenemos la gran responsabilidad sobre el tiempo que vendrá y paraíso el camino es en el Espíritu escuchando el paso de Dios presente en la historia y abriendo a nuestros hermanos al tiempo que vendrá convirtiéndonos urgentemente, volviendo a Dios. Es el clamor de Juan el Bautista en ésta radio que en el desierto grita preparen el camino del Señor que está llegando

Se nos suelta la lengua como al papá de Juan, Zacarías, se le soltó la lengua y comenzó a hablar sobre éste niño. Todos quedaron sorprendidos. Está esperando Dios que se nos suelte la lengua, que podamos profetizar en estos tiempos y podamos hablar de la novedad de D en estos tiempos. No del Dios que siempre conocimos que resulta también novedoso para estos tiempos.

Hay que estar en contacto con la novedad de Dios. No hay que construir con un relato ya sabido, hay que ir con un relato reconocido sobre lo no sabido. Lo no sabido es el escenario donde Dios está presente. No solamente el mundo es distinto. Dios que sigue los acontecimientos de la historia de algún modo nos está llamando a un encuentro novedoso con El y a ese Dios hay que saber leerlo no solo leyendo los textos de la Palabra sino en los lugares donde Dios deja con la pluma de su amor su mensaje escrito en los acontecimientos de la historia para eso hay que agudizar la mirada inteligente en capacidad de discernimiento y leer el acontecer de Dios en el tiempo.

Es verdad que no podemos ser analfabetos y nos hiere cuando reconocemos que en nuestro pueblo hay personas que no saben ni leer ni escribir porque nunca tuvieron la oportunidad pero atención para nosotros los cristianos que podemos ser analfabetos de Dios. Un cristiano se necesita que sea capaz de interactuar con la sociedad. Tenemos un cristianismo que necesita ir de nuevo a la escuela. Por eso con mucha inteligencia el Espíritu aliado a los Obispos para llevarnos para el camino de la misión por el camino del discipulado. Volver al discipulado, volver a la escuela. Aprender un nuevo lenguaje para un tiempo nuevo. Un nuevo lenguaje de Dios porque Dios se ha hecho novedoso en éste tiempo