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Primer poema del Servidor del Señor
martes, 25 de marzo de 2008
Así habla el Señor: “Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. Él no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley. Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella. Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.”
Isaías 42, 1 – 7
Hemos comenzado la Semana Santa, ayer domingo de ramos hemos contemplado el ingreso de Jesús en Jerusalén, los acontecimientos que nos muestran su vida, y el desenlace de la misma, su suerte, que va ha ser sellada allí por la muerte, su predicación de Dios como su Padre, el igualarse a él, su acción milagrosa, sus obras, sus palabras, desestabilizan desde el amor el poder religioso y político de su tiempo. Fariseos y escribas, representantes de la ley, buscan por todas partes terminar con el hijo del carpintero.
El pueblo ha buscado equivocadamente constituirlo como rey temporal en su deseo de liberación de las fuerzas opresoras del imperio más grande de todos los tiempos, los romanos. Los discípulos, como lo indica Marcos, no entienden nada, lo negaron lo entregaron, lo abandonaron. Este es el contexto de confabulación, de odio, de incomprensión, y al mismo de ofrenda incondicional, desde donde se plantea por parte de Jesús, el desenlace final de su vida.
Todo habla en este contexto que su muerte se acerca, sin embargo, ninguna de todas las realidades que rodean el acontecimiento de Jesús, ni todos ellos sumados pueden explicar y dar razón de la pasión de la muerte y de la ofrenda de la vida en resurrección, por parte del maestro de Galilea.
Ni el poder político, ni la sin razón con que el pueblo busca constituirlo en un rey que Jesús no está llamado a ser temporal, ni la incomprensión, la negación, la traición, el abandono por parte de los discípulos. La única razón que explica el desenlace de la vida de Jesús, es que el Padre ha elegido para este camino de humildad y de entrega amorosa que su siervo, su hijo justifique, salve a muchos, por el camino de la ofrenda total de la vida; y Jesús así lo ha aceptado, responde a esta voluntad del padre, con amor y con libertad.
Todo indica alrededor de Jesús que su vida esta orientada hacia la muerte, y este estilo de muerte el más humillante de todo, muerte de cruz, sin embargo, nada de todo lo que ocurre, ni todo ni cada uno de los acontecimientos sumados, determina la muerte de Jesús, de hecho frente a este acontecimiento, Jesús se para hacer la voluntad del Padre. Nadie me quita la vida, dice Jesús, yo la doy libremente, y la entrego al Padre y su voluntad.
Que interesante poder nosotros asumir también desde este lugar la vivencia de la Semana Santa, no la vivimos como una Semana Santa más, arrastrados tal vez por la costumbre de vivirla en el ámbito religioso al que pertenecemos y entonces repetimos un rito cultual que responde a lo que debemos cumplir, de participar de las celebraciones de la Semana Santa, ni tampoco arrastrado por la oferta que el mercado del turismo nos ofrece en estos días que se prolongan un poco más en la Argentina porque el 24 también es feriado.
Sino que tomamos la decisión de acompañar libremente a Jesús con una vivencia de su acontecimiento que toma nuestra propia existencia y nos hace participar de su misterio vitalmente, no como quien lo ve pasar, no como quien se distrae en un momento de descanso, de relax más, sino como quien descubre que allí en lo que está pasando se juega la vida.
La redención y la salvación que es la plenitud y vale la pena prestarle atención a lo que verdaderamente importa, es el Señor que se nos entrega y viene a rescatarnos, ahora como lo quiere hacer siempre, mostrándonos todo el amor que nos tiene, sellando con nosotros el vínculo de la Paz, de la Alegría que brota de su entrega y de su ofrenda.
El padre, Dios, por este camino de ofrenda de su siervo, el cordero de Dios, quiere hacer alianza con nosotros y nos quiere dar luz, claridad que brota de esta nueva relación, de recomponer el vínculo.
El camino de recomposición de la relación con Dios, con nosotros mismos, con los demás, con todo lo creado, camino de armonía, de paz y de gozo que nace de saber que las cosas están puestas en su lugar, pasa por este reestablecer un nuevo orden, a partir del desorden que el pecado que es negación de Dios y de su proyecto ha dejado en todo el mundo. El pecado tiene fuerza de iniquidad, fuerza destructora.
La recomposición, la reconstrucción de la propia vida en calve de alianza, superando todo el mal que el pecado ha hecho pasa por este modo sencillo del siervo de Dios del que habla el profeta Isaías. La sencillez se muestra en esto, dice la palabra en el profeta: “ Él no gritará, no levantará la voz, ni la hará resonar por las calles”.
Con lo cual está mostrando todo un modo, a través del cual, la presencia del siervo justo, Jesús va a poner las cosas en su lugar. No hay violencia, no hay imposición, si hay un nuevo modo, una nueva ley, que por su propio peso, va a ir restaurándose, su modo y su estilo es éste del que habla el texto. Sin gritos, sin levantar la voz, sin hacerla resonar por las calles. De ahí la necesidad de familiarizarnos, esta semana que estamos viviendo con el silencio. Porque la voz que viene a poner las cosas en su lugar, no grita, no se eleva, si se hace escuchar manifiestamente por las calles.
El silencio es nuestro aliado para encontrar los secretos de la redención que nos llegan en esta Semana Santa, a través del siervo sufriente. El silencio crea en nosotros la capacidad receptiva del Padre Dios que nos regala la fuerza de redención por el amor que viene de la mano de su hijo, el siervo, Jesús. Nuestra mirada centrada particularmente en Él, nuestra atención particularmente puesta en Cristo, esta semana.
El señor Jesús no se desalienta en su voluntad de alianza. Mientras va proponiendo un nuevo modo de vivir, da aliento a los pueblos, se hace presente por el camino concreto del amor. Que hace, abre los ojos de los ciegos, hace salir de la prisión a los cautivos y de la opresión a los que están en las tinieblas. Digámoslo así, no solamente mientras su aliento es sin gritos, sin levantar la voz, sin vociferar y sin hacer grandes escándalos callejeros, actúa con contundencia.
Abrir los ojos de los ciegos, hace salir de la prisión a los cautivos y de la opresión a los que están en las tinieblas, son compromisos de caridad y de amor, por eso podríamos conjugarlos así, al modo y al estilo de redención de Dios en la persona de Cristo y al que nos quiere vincular en este tiempo. Hay sencillez en su estilo, marcado por este modo de bajo perfil, podríamos decirlo así, no se si termina de definirlo, pero si por este estilo, suave, que requiere del silencio para entenderlo, pero lo suave no está reñido de lo contundente, es suave, es sencillo, y es contundente.
La suavidad, la sencillez no esta reñida, enemistada, ni divorciada de la contundencia y la claridad con que actúa el Señor que viene a poner las cosas en su lugar. Silencio y contundencia en su obrar, Dios, para poder entenderlo hace falta igualmente familiarizarnos con este silencio y dejar que Dios sea contundente también en nuestra vida.
Nosotros queremos cantar con gozo y con alegría esa presencia de Jesús que llega, así, simple, sencillo, sin levantar la voz, sin escándalos digámoslo así, simple se comunica el Señor con nosotros, con gozo en esta Semana Santa nos invita a acompañarnos en el andar, con la certeza de cómo dice el texto que compartimos de Isaías sobre el final, en el verso 9 , que El viene a anunciar cosas nuevas.
Dice así: “ Yo Yahvé, anuncio cosas nuevas.” En esa novedad del anuncio para esta Semana Santa pongamos nuestra esperanza, pera pongámosla con el corazón que se dispone a encontrar lo nuevo.
Claro, tal vez sino tenemos esta actitud renovada de expectativa en la gracia de novedad con la que Dios se quiere comunicar, seguramente será una Semana Santa más, y estaremos esperando escaparnos de ella para distraernos en algún espacio recreativo o la pasaremos tediosamente en celebraciones ya conocidas y que sino estamos en vínculo con el Señor nada nos dice el tiempo que parece que no pasa en espacio en donde tenemos más posibilidades de estar en un ritmo que no es el habitual y que se familiariza más con la reflexión, con la oración, con el silencio.
Aprovechemos estos espacios de silencio, de oración, de reflexión para escuchar esta voz suave, no grita, no viene escandalosamente a hacerse presente, sino que se comunica en el silencio. Un silencio como decíamos que queremos recrear interiormente para escuchar la contundencia del hogar de Dios y dejar que todo lo que sabemos debe ser reacomodado en nuestra vida, sea así por la gracia de Dios y por la palabra que el Señor pronuncia que es creadora.
Este estilo sencillo, contundente, elocuente ya lo muestra Jesús en su ingreso triunfal a Jerusalén.
Viene montado sobre un burro, viene como rey pero en un estilo muy particular, eso mismo se va a mostrar después en la cruz al rey pero de una forma muy particular.
Todo lo que son las reverencias que le hacen a Jesús están marcadas por la burla, es un estilo de señorío también el suyo, muy particular como particular es el modo como entiende en Betania, María, el modo de honrar a Jesús, tomó una libra de perfume de nardo puro de mucho precio ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos.
Todo en silencio, todo en un clima de intimidad y de diálogo, que no se encierran en sí mismo, sino una intimidad que sin ser intimismo, se propaga e invade todo el ambiente en donde están ellos, de hecho dice que el perfume penetró por todos los lugares de la habitación donde se encontraban.
Este estilo sobreabundante de ofrenda de la propia vida silenciosa por parte de María, está familiarizado con el estilo con el que Jesús también se comunica. Ella a entendido el lenguaje de la Pascua, y casi diría yo que se ha adelantado al gesto con el que el Maestro va a decir, deben los discípulos familiarizarse con el nuevo estilo con la nueva alianza que Él viene a sellar, es el del servicio, lavándose los pies unos a otros.
María como que ha intuido en su femineidad este modo de actuar por parte de Jesús desde su corazón, y ha tenido el gesto anticipadamente como ocurre muchas veces en el evangelio, casi podríamos decir que el Señor se deja enseñar y a partir de allí enseña.
Se deja enseñar podríamos decir por el gesto de María lavándole los pies con perfume y desde ese lugar Jesús tiene el mismo gesto para con sus discípulos e invita a los discípulos a hacer lo mismo. Es en la sencillez de este gesto elocuente donde se comunica la gracia de la Pascua anticipadamente.
Con fragancia de perfume la casa se impregnó, todo se llenó de un nuevo aroma. La Pascua viene a ser esto entre nosotros, viene a impregnarlo todo de un nuevo olor, de una nueva fragancia. Es lo nuevo que decía el texto de Isaías, Dios viene a proclamar. En el versículo 9 de Isaías, en el capítulo 42, se dice esto, “ Yo vengo a decirles algo nuevo”, la posibilidad de captar esta novedad, está en familiarizar nuestro corazón con la presencia del Señor que ha ingresado en nuestra semana, silencioso y contundente.
Silenciosamente contundente a poner las cosas en su lugar.
Padre Javier Soteras
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