22/09/2016 – En Radio María inauguramos un nueva espacio en las tardes del programa “Donde quiero estar” donde son los niños los protagonistas. Los más pequeños de la casa le ponen voz a los grandes clásicos de la literatura infantil.
En este caso tomamos una versión adaptada del clásico “El príncipe feliz” de Oscar Wilde.
Es la historia de una estatua que yacía en el centro más alto de la ciudad, todos admiraban aquella bella estatua que era en homenaje a un príncipe, cierto día una golondrina que emigraba a Egipto, viendo al príncipe feliz voló hacia él y se posó a los pies de la estatua…
Comenzaron a caerle gotas a la pequeña golondrina, levantó la vista y vio que no venían del cielo, eran lágrimas del príncipe, la golondrina le preguntó: príncipe ¿Por qué lloras?, él le contó su historia, cuando era un hombre había vivido encerrado en su palacio, y no sabía del dolor de las miserias y necesidades de su pueblo, pero ahora siendo una estatua podía ver desde allí todo, la golondrina se ofreció a ayudarlo.
El príncipe le pidió que llevase el rubí de su espada a una mujer costurera que tenía su hijo enfermo, la golondrina lo hizo, al volver se despidió del príncipe, pero este le pidió que se quedase otra noche para poder ayudarlo, la golondrina sabía que se aproximaba el invierno, y que si no se iba moriría.
Así lo ayudó día tras día.
Le llevó a un escritor uno de los ojos de zafiro del príncipe y el otro ojo de zafiro se lo dio a una niña muy pobre, luego repartió entre muchos niños el oro que cubría su cuerpo, y así el príncipe feliz quedó sin brillo, ni belleza.
Un día el príncipe le dijo: ahora puedes irte a Egipto, no iré a ninguna parte le respondió la golondrina, le dio mucha pena ver al príncipe ciego, y decidió quedarse a su lado, has permanecido mucho tiempo aquí, la golondrina tenía frío, y cada vez más frío, pero no abandonaría al príncipe porque lo amaba, al escuchar el aleteo de sus alas, tratando de calentarse porque había llegado el invierno, el príncipe le dijo: golondrinita, me alegro que te vayas a Egipto, no, no iré a Egipto, iré a la morada de la muerte, besó al príncipe y cayo muerta a sus pies.
Al otro día a la mañana, el alcalde paseaba con su cortejo por la plaza de aquel pueblo, viendo tan fea la estatua de la plaza mandó a fundirla, y junto con ella el cuerpo de la golondrina que yacía a los pies del príncipe, pensando en poner algo bello, ya que la estatua había quedado sin brillo ni belleza.
En ese mismo momento, Dios mandó a un ángel a juntar de la tierra, las dos cosas más bellas que encontrase, el ángel encontró el corazón de plomo del príncipe y el cuerpo de la golondrina, Dios le respondió: has elegido bien, en mi jardín del paraíso este pajarillo cantará eternamente y en mi ciudad de oro este príncipe feliz cantará mis alabanzas.
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