Programa final del primer ciclo

viernes, 29 de julio de 2011
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En este primer ciclo de Arquetipos se han narrado algunas de las más hermosas historias de los mitos griegos: Hefesto, Orfeo, Cronos, Démeter,  Perséfone, Hermes, Hécate, Atenea, Perseo, Apolo, Dioniso, Tánatos, Heracles, Caos, Afrodita y Jasón; sin contar -en cada episodio- los muchos personajes secundarios que aparecieron.

 

Cada emisión nos ha llevado a un mundo mágico y fascinante, a los confines de una memoria ancestral, a un viaje misterioso hacia la interioridad humana, abierto desde otras puertas. Hemos visto que los Arquetipos son expresiones del inconsciente que están en nosotros con su fuerza y energía y que, de algún modo, nos pronuncian en nuestras luces y sombras permitiéndonos conocernos mejor.

 

 

1. Una estructura compleja

 

“Arquetipos” es un programa complejo. Su estructura tiene historias apasionadas, música de fondo que sostiene la narración otorgando el clima emocional que requiere cada momento del relato y temas musicales principales que siempre fueron en inglés, razón por la cual, las traduje para que todos pudieran gozar de la letra de las canciones. Este recurso fue muy característico del programa. Si bien, se escucha mucha música en inglés por radio; sin embargo, aquí tiene la particularidad de estar vinculada con la historia y con su letra traducida.

 

La narración intenta poner la historia al alcance de todos los oyentes, de una manera simple, profunda y bella a la vez. Cada texto tenía muchas correcciones. No menos de seis borradores en cada programa hasta alcanzar el lenguaje deseado. Son historias difíciles de ser re-escritas en una nueva versión para un lenguaje radial. Están inspiradas en las tradiciones orales que nos han sido legadas y en los diversos autores antiguos que tomaron los mitos griegos y sus relatos: Eurípides; Esquilo, Sófocles; Homero, Hesíodo; Aristófanes y Herodoto, entre otros. Nos separan siglos y siglos de distancia cultural con esos autores y sus textos. El espíritu de esas imperecederas obras sigue, no obstante, intacto y totalmente vigente.

 

Una vez que la historia estaba escrita para cada episodio, se intentó -con una sola voz- y el recurso de la música, desplegar todo el potencial posible. Por momentos, el relato radial se volvía cinematográfico ya que estimulaba la imaginación del oyente con personajes y escenarios fantásticos. Una vez una querida oyente me escribió diciendo que al escuchar el programa se imaginaba estar en un palco del teatro Colón de Buenos Aires. El programa y los textos, ciertamente, tienen el espíritu de la teatralización.

 

En el arte de edición y en la estética del programa hay algo del espíritu del antiguo radioteatro. Los textos no sólo tenían que ser leídos sino, de algún modo, interpretados ya que son historias intensas. Apelé entonces a los recursos que aprendí en mis lejanas clases de teatro.

 

Hoy no se hace este estilo de programas en radio ya que supone un oyente dedicado exclusivamente a escuchar por un largo tiempo. La actual escucha radial es dinámica y dispersa. Acelerada como los tiempos en que vivimos. No requiere demasiada atención.

 

“Arquetipos” se concibe desde “una radio de autor y de contenidos”. Es un producto bien definido. Lograrlo lleva varias horas de trabajo, incluso días de edición. Escuchar, una y otra vez, las grabaciones para pulir todo lo necesario, creando un producto radial digno. En él, palabra y música se conciben en unidad.

 

Cada palabra encierra música en su interior. Hacer un texto, ya sea en prosa o en verso, es como escribir una partitura musical. Cada narración genera su propia música que la sostiene. Es por eso que en el programa todo texto estaba acompañado con una música que hace las veces de “telón de fondo”. Es necesario crear el “escenario musical de la historia”. Es por eso que probaba un mismo texto con varias músicas hasta dar con aquella que expresara las emociones de la narración Para seleccionar esa música recordé muchas de las buenas películas que he visto y puse bandas musicales de cine. De allí cierta impronta visual y cinematográfica en el relato. Con esa música quise otorgar un homenaje a las películas que me han otorgado deleite artístico.

 

También en el programa estaban los temas principales con los cuales terminaba cada bloque. Esta música era necesario que no solamente fuera bella sino, además, con mensaje. Los temas musicales seleccionados son algunos clásicos de la música contemporánea. La idea era hacer un tributo a todos esos temas que se mantienen a lo largo del tiempo. Ya que es un programa sobre mitos clásicos, la música –de algún modo- fue concebida como un homenaje a los clásicos contemporáneos. Arquetipos abarcó así a los clásicos de la Antigüedad en el relato de los mitos y a los clásicos de la contemporaneidad en la música: el pasado y el presente, todo concebido como un mismo viaje en el tiempo y la memoria. Los mitos y la música de ayer, siguen vivos hoy con la vigencia de una misma belleza.

 

 

2. Distintos géneros de mitos

 

 

“Arquetipos” tuvo un lema para el comienzo del programa que decía: “Una buena historia siempre espera ser contada”. En esta primera temporada de 17 emisiones se intentó abarcar y desarrollar un conjunto amplio de mitos.

 

Por ejemplo, los mitos de la naturaleza (evocando la luz, el sol, la luna, la tierra, el cielo, las estaciones, el día y la noche, las horas) estuvieron en la historia de Apolo, Helios, Hécate, Gea, Urano, Démeter, Perséfone; Nix y Hémera. Los mitos del tiempo estuvieron presentes cuando conté la historia de Cronos. Los mitos de los vínculos los relaté en varias historias en las relaciones entre esposos, padres e hijos, héroes y villanos, buenos y malos. Los mitos sociales cuando  reflexionamos sobre de la democracia y las leyes en el mito de Atenea. Los mitos del origen del mundo cuando relaté la historia de Caos y Eros. Los mitos de la revelación cuando conté la tradición del oráculo de Delfos. Los mitos de la vida con Dioniso y los mitos de la muerte con Tánatos y Hades. Los mitos de las distintas etapas de la vida estuvieron presentes cuando hablé de la niñez de Heracles, la juventud de Adonis o la vejez de Géras. Los mitos sobre el aprendizaje existencial, el crecimiento y la superación personal cuando narré el viaje iniciático de Perseo o de Jasón. Los mitos acerca de las sombras  y del lado oscuro del corazón humano cuando narré acerca de Hécate, Medea o los diversos monstruos infernales. 

 

Cada programa de “Arquetipos” si bien respeta una misma estructura, sin embargo, es diferente a cualquier otra emisión del mismo ciclo debido a la historia narrada y a la musicalización que otorgan un “clima” y un “tinte” distinto ya sea una historia de amor, aventura, terror, guerra,  tragedia, épica o drama. Procuré que cada programa fuera diverso, engendrando la sorpresa de un momento único. Quería que quien escuchara un episodio, al escuchar otro del mismo ciclo, notara la diferencia ya que cada historia tuvo un tratamiento único y una estética musical distinta. Espero que se haya logrado.

 

            Los mitos son narraciones universales que, más allá del tiempo, del espacio y de las culturas en la que fueron generados, siguen teniendo vigencia: “los mitos de ayer siguen viven hoy” como dice el lema final  del programa.

 

La mitología es un gran y fascinante universo de historias interconectadas que otorgan una visión total de la realidad. La leyenda de un personaje se interrelaciona con muchas otras, logrando así un entretejido narrativo único. En la mitología, cada narración es única y no obstante, se enmarca en el conjunto de muchas otras que se conectan por personajes, genealogías, geografías, escenarios y sucesos. En la medida en que se va expandiendo el entrelace de las historias, más rica resulta la visión de conjunto y el sentido de lectura que nos proporcionan.  Los mitos son narraciones de un solo y complejo texto vivo, contenido en la corriente de una tradición que aún se despliega.

 

Por eso siguen generándose, continúan creciendo y enriqueciéndose a través de los siglos, en la actualidad. Son imperecederos. Persisten en cautivarnos y seducirnos. Y, en verdad, lo logran. Nos atrapan. Nos tienen prendados.  Hechizan. Sus misterios enseñan secretos de la mejor forma posible: abriéndonos la imaginación y la mirada con la que vemos el mundo y la vida.

 

 

3. Escribiendo nuestra propia mitología personal

 

Cada uno de nosotros, en el intento de comprender su propia vida y su camino, más de una vez se identifica con alguna narración o personaje que ya existe, inventa alguna historia o escribe un texto que permite captar la clave del secreto de cada uno. También nosotros, como los pueblos y las culturas, ingeniamos, creamos y recreamos nuestra propia mitología, la que nos ayuda a interpretar la realidad que nos toca, captándola con nuestra singular filosofía de la vida. Tenemos nuestros propios mitos personales o familiares. Cada vida escribe su parábola. Todos intentamos descifrar nuestro propio universo, nuestro nombre y designio, nuestra identidad y vocación; en definitiva, los misterios que nos pronuncian y abarcan.

 

Los mitos forman parte de la condición humana en su búsqueda de sentido. Cada uno encarna uno o varios arquetipos. Cada uno es, uno o varios arquetipos. Por eso nos identificamos siempre con alguno.

 

Los mitos nos aproximan al sentido religioso de la vida pero, a la vez, lo trascienden, ya que abarcan       –además- otros aspectos de la realidad. Nos enseñan que todo lo humano puede ser sagrado y que lo espiritual puede y debe estar conectado con todas las dimensiones humanas, sin excluir ninguna.

 

Nuestra mitología personal está llena de cosas, objetos, signos, relatos, fotos, lugares, personas, acontecimientos y fechas que se vuelven significativas siendo capaces de descifrar todo lo que somos a lo largo del tiempo.

 

Los mitos universales nos ayudan a decodificar nuestros propios mitos personales. El mundo, con todas sus cosas, colabora para revelar nuestro propio mundo.

 

 

4. Jesús, Arquetipo del Padre

 

El texto de la Carta a los Colocenses que afirma el Señor es “la imagen del Dios invisible” (1,15) nos permite descubrir a Jesús como Arquetipo del Padre. El Hijo es la imagen, el ícono visible del Dios invisible. Su carne nos permite la transparencia del misterio de Dios: “quien me ve a mí, ve al Padre” dice Jesús (Jn 14,9).

 

Él es la Sabiduría de Dios en el cual están escondidos los tesoros de la ciencia y donde confluyen los misterios de la sabiduría del Padre. Todos somos enseñados. Jesús constituye la clave por la que interpretamos la realidad. Es el Camino a seguir, la Vida a gozar y la Verdad a realizar.

 

Todos los arquetipos de los mitos griegos son polivalentes y ambivalentes. Decimos polivalentes porque pueden tener muchos significados y ambivalentes porque se estructuran siempre con opuestos complementarios: la luz y la sombra, lo masculino y lo femenino, lo divino y lo humano, lo sublime y lo monstruoso, el amor y el odio, la razón y la pasión, etc.

 

Los arquetipos no son perfectos o ideales. Poseen el componente de la “oposición de los contrarios”. Eso hace que tengan ambigüedad, aunque no implican que sean contradictorios sino, más bien, paradójicos. Las paradojas pueden contener términos aparentemente contrarios. No obstante, realizan la “conciliación de los contrarios” o la “complexión de los opuestos”.

 

Revelan que -en las cosas y en nuestro propio interior- existen energías encontradas y opuestas que deben unificarse buscando un dinámico equilibrio constante. Jesús afirma que el Reino de Dios es un campo donde hay trigo y cizaña o una misma red donde hay peces grandes y pequeños. En el mismo Reino de Dios hay componentes opuestos que co-existen. Esos aspectos contrastantes aluden a la riqueza de la realidad misma

 

No hay arquetipos “buenos” o “malos”. Esa es una mirada  simplista y reduccionista. Los arquetipos son siempre polivalentes. Contienen todas las caras posibles de la compleja realidad. Cada uno capta aquella perspectiva que puede –en ese momento- percibir. Las otras siguen estando, aunque no se las advierta. Cobrarán relevancia cuando puedan ser interpretadas por aquél que las descubra. Cada uno desentraña la polifacética realidad y las expresiones de los arquetipos de acuerdo a la capacidad interior que tenga en ese presente para descifrar los símbolos. Los anuncios y señales están ahí. Nos esperan. Anhelan nuestra madurez interior para poder ser debidamente interpretados. Lo más sorprendente de la realidad es que siempre los signos están y nosotros, muchas veces no los podemos ver, ni entender.  

 

 

5. La imagen arquetípica de Jesús en el Evangelio

 

Hay quienes sostienen que la perspectiva con la se presenta la imagen de Jesús en el Evangelio es ciertamente arquetípica. Específicamente en la descripción que se hace del camino o de la misión del Señor.

 

En los mitos de iniciación, el camino interior o el itinerario del héroe, se observan ciertos elementos comunes de distintas tradiciones que también aparecen en el Nuevo Testamento.

 

Jesús -desde el inicio de su ministerio público- luego de su bautismo, se retira al desierto por cuarenta días. Allí lucha con los poderes del mal. Mientras realiza su itinerario misionero tiene que sortear diversas pruebas -diálogos con adversarios, discusiones acerca de la ley religiosa judía, milagros que son tomados sospechosamente, encuentros con personas consideradas excluidas, etc.- hasta llegar al misterio de la Transfiguración como un primer estadio para luego pasar por la prueba y la purificación extremas de su sacrificio en la Cruz, de la cual una vez muerto y sepultado en su tumba, sale victorioso y totalmente glorioso, manifestando así su señorío.

 

Estos elementos son arquetípicos de cualquier personaje mítico que tenga que atravesar un viaje para convertirse en héroe. En general, los viajes iniciáticos, en cualquier mitología, requieren atravesar umbrales de sombras donde se expone la debilidad del personaje en cuestión y se van consolidando sus capacidades, a través de la derrota de monstruos o personificados del mal, con superación de múltiples pruebas hasta alcanzar una absoluta transformación del héroe, pasando del estado mortal al inmortal.

 

Todos estos elementos comunes del arquetipo del héroe y de su viaje iniciático aparecen también en el Evangelio. Esto no quiere decir que el Evangelio sea un mito, entendiendo por esto, una narración de ficción sino que el género literario en el cual ha sido narrado el Evangelio también asume, formas comunes a diversas tradiciones literarias para expresar las verdades que Dios nos revela.

 

Es por eso que no resulta desacertado pensar que la figura de Jesús y el misterio de su Pascua son representaciones arquetípicas en los Evangelios. Decir esto no significa desacralizar la figura del Señor.

 

 Los arquetipos son herramientas psicológicas y espirituales que ayudan a un modo de comprensión de la realidad y de nosotros mismos. Podemos tomar la interpretación arquetípica y valorarla en sus elementos positivos aunque, ciertamente, para quienes tenemos fe, esta mirada exclusivamente no basta. Para quienes creemos, la compresión arquetípica de Jesús es valiosa pero insuficiente. Nosotros confesamos que Jesús no sólo es el Arquetipo perfecto del Padre sino, además, tal como dice el Evangelio, es el Señor, el Hijo de Dios, la Palabra, el Mediador, el Camino, la Verdad y la Vida.

 

Todos los títulos que aparecen de Jesús en el Evangelio -Maestro, Pan de vida, Vid Verdadera, Puerta de las Ovejas, Luz del mundo, Resurrección y Vida; Cordero de Dios; Alfa y Omega, Primero y Último; etc.- son todas denominaciones arquetípicas y, por lo tanto, simbólicas, lo cual no significa irreales. Al contario, el símbolo expresa una realidad concreta y profunda a través del lenguaje metafórico, el cual no es necesariamente un lenguaje meramente poético o mítico sino que nos posibilita verdaderamente la captación de todo lo real de una manera más profunda.

 

 

6. Un viaje arquetípico

 

La vida es la parábola de un viaje arquetípico. Somos peregrinos e itinerantes. Cada uno tiene una misión encomendada por Dios. En el Nuevo Testamento aparece Jesús con los elementos comunes de un héroe arquetípico. También en el Libro del Apocalipsis hay muchas representaciones arquetípicas. Esta perspectiva no está sólo en el Nuevo Testamento sino también en el Antiguo Testamento algunos personajes e historias tienen este enfoque.

 

Por ejemplo, el libro de Job puede ser leído desde esta clave. El personaje principal es venturoso y feliz en bienes materiales y espirituales como la salud, la riqueza y los vínculos, el cual se ve atacado por la instigación del mal. Pasa por diversas pruebas, se queda sin nada, lo rodean amigos que –en vez de consolarlo- le recriminan. Su fe en Dios lo sostiene, aunque es sometida a una profunda crisis y luego de ser purificado por todas las adversidades y la noche oscura, redescubre el poder de Dios y es devuelto a la vida social y familiar totalmente transformado, con más bienes y riquezas que antes.

 

De igual manera el Libro de Jonás puede ser interpretado desde una perspectiva arquetípica. El profeta es elegido para misionar en tierra de paganos. Él se rehúsa, intentando huir del designio de Dios, se evade fugándose en un barco, se desata una tormenta en la cual zozobra la nave, él es tirado al mar por la tripulación ya que consideran que es el causante de los castigos divinos. En el océano, es tragado vivo por un gran cetáceo, permanece allí viviendo en el seno del gran animal, hasta que es despedido, saliendo totalmente trasformado, obediente para asumir los caminos del Señor, va a la tierra pagana y proclama la Palabra convirtiéndose en un verdadero Profeta. El mismo Jesús se compara con él. Afirma que así como Jonás estuvo en el vientre del cetáceo, de igual manera el Hijo del Hombre también estará en el seno de la tierra y surgirá, aludiendo a su muerte y resurrección.

 

No sólo en las historias bíblicas de Job, Jonás o Jesús aparece el elemento arquetípico de la transformación. Un lugar o un ser vivo que contiene al personaje y lo transmuta, lo transfigura o lo evoluciona ya sea la ballena en el caso del profeta y el sepulcro en el caso del Señor. El primero sale como profeta y el último como Resucitado.

 

Este elemento contenedor y transformador –al modo de seno o matriz que lo convierte en héroe- es propio de las narraciones arquetípicas. No sólo en la Biblia se encuentra sino en numerosas historias de la literatura universal. Considero sólo una: el cuento de Pinoccio o Pinocho, el muñeco de madera que tiene por conciencia externa a Juan Grillo, su amigo. Después de escaparse de la escuela –la institución socializadora que intenta convertirlo en un niño de verdad no lográndolo- es atrapado por un circo que le posibilita ver las sombras más oscuras de la condición humana al ser tratado cruel y despectivamente. El muñeco, intentando escapar, va al mar donde es tragado por una ballena. Su padrastro lo busca y haciendo un fuego logra que la ballena estornude, el muñeco es rescatado y debido al valor mostrado en en su peripecia, un hada madrina logra convertirlo en un niño de verdad, con una conciencia propia e interior que logra guiar sus propios actos como un ser maduro. 

 

Otras historias de la literatura, más cercanas en el tiempo, como por ejemplo la fantástica saga de Tolkien, el Señor de los anillos, está construida sobre la idea del viaje arquetípico de su personaje principal, Frodo Bolsón.[1]

De manera similar, el último libro de J. K. Rowling en la secuencia de Harry Potter contiene y desarrolla la misma idea.[2] El joven mago debe enfrentarse al señor de la oscuridad en la gran batalla final. El ejército de los monstruos es eliminando uno a uno por Harry y sus dos inseparables  amigos que tienen que implementar todos los conocimientos de magia adquiridos. En el transcurrir del enfrentamiento salen a la luz revelaciones inesperadas y desconocidas hasta que, por último, en la batalla del bien y del mal, en la escena final, Harry se entrega dócilmente y es víctima de una maldición asesina. Sin embargo no muere sino que despierta en una suerte de limbo donde se le revelan secretos. Tras esto, el joven mago regresa al mundo real y reinicia la batalla, en la cual el Señor Tenebroso cae víctima de su propia maldición. Harry termina entonces vencedor habiendo sido llevado por los caminos de la madurez y la sabiduría. En el libro se cierra así un ciclo y en su epílogo se abre otro. La parábola del viaje está siempre en el fondo.

Como podemos ver, la Biblia, los mitos, los cuentos e historias universales, los clásicos de la literatura y del cine tienen elementos comunes en los cuales sus personajes son presentados arquetípicamente como héroes que realizan su propio viaje de transformación.  

 

 

7. El concepto de divinidad en los mitos y en la Biblia

 

El concepto de divinidad en los mitos griegos y en la Biblia es diferente. Los dioses griegos tienen cualidades, poderes y atributos que los hacen superiores a los mortales; sin embargo, también manifiestan sentimientos y pasiones desordenadas: odian, sienten resentimiento, venganza, rechazo, crueldad, despecho; cometen atrocidades y aplican severos castigos. La divinidad tiene además un lado sombrío e incluso oscuro, en complicidad con el mal, provocando daño.

 

Los dioses –a pesar de tener un costado vulnerable y defectible- se distinguen de los mortales siendo superiores a estos por gozar de la inmortalidad, teniendo más poder que los simples humanos, interviniendo en sus vidas.

 

El concepto de divinidad que aparece en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, no remarca la superioridad sino, al contrario, la condescendencia y el abajamiento. La divinidad no manifiesta omnipotencia y la superioridad sino humillación e impotencia. El Apóstol San Pablo afirma que Jesús “siendo de condición divina, no la tuvo en cuenta sino que se anonadó a sí mismo haciéndose uno de tantos” (Flp).

 

Aquí se invierten los planos. No existe la superioridad de los dioses griegos sino que la divinidad  desciende al plano humano, sin degradarse por eso. Se anonadó, se abajó, “haciéndose uno de tantos”. Viniendo de arriba -de la condición divina- se rebaja como uno cualquiera.

 

En otro texto, Jesús aparece aún más bajo, al nivel del suelo, a los pies de sus discípulos, lavándoselos (cf. Jn 13). Su señorío es servicio. Si grandeza se expresa en su humillación. Su superioridad consiste en ponerse en el último lugar, en el  más bajo. Ése es el secreto de la divinidad de Jesús: un Dios que se abaja, se anonada, se humilla por amor.

 

Los dioses griegos se quedan en la altura inaccesible de su trascendencia, en la cumbre del Monte Olimpo. Sólo eventualmente intervienen en la vida de los humanos para luego volver a la morada celestial.

 

La divinidad de Jesús, en cambio, se revela en su humanidad. Condesciende, se despoja de todo brillo y aparece en carne mortal. Vive una vida humana y padece la muerte. La agonía y el deceso de Jesús están muy lejos de la terrible y lejana belleza de los dioses griegos. Jesús muere como un judío maltratado y condenado. Entre desprecio, jirones de carne flagelada, sangre abundante y profundos clavos. Nada más lejos de un Dios. Sin embargo, esa era la máxima manifestación de su divinidad y de su amor: un Dios totalmente herido.

 

Los dioses griegos no sólo que no mueren ofendidos y humillados sino que, además, en su inaccesibilidad revelan una cara de sombra y oscuridad. No están exentos de errores, pasiones y defectos. La divinidad de Jesús, en cambio, no tiene lado sombrío y -mucho menos- oscuro.

 

Para los griegos, cualquier misterio relacionado con los dioses siempre es una manifestación secreta, por lo mismo, se necesita ser iniciados en la revelación de sus secretos. El concepto de misterio en la Biblia es, por el contrario, una revelación que enceguece por su exceso de luz. Mientras para que los griegos, el misterio es oscuro y enigmático; para la Biblia es luminoso y revelador  

 

 

8. El concepto de héroe en los mitos y en la Biblia

 

El concepto de héroe griego es también distinto al concepto cristiano. El héroe griego es un semidiós, un mortal que accede a un cierto plano de trascendencia después de haber logrado superarse a sí mismo en sus propios límites realizando algunas obras impuestas por castigo, expiación, humillación o, simplemente, porque debe realizar un viaje iniciático que lo convertirá en un ser especial, después de transitar diversas pruebas.

 

El héroe cristiano, en cambio, si bien también se ha superado en sus propios límites, luchando contra sí mismo; no obstante, es el que ha llegado al amor más maduro, a la plena caridad de Dios y del prójimo.

 

El amor define al héroe cristiano, no las hazañas. Para el cristianismo el héroe es el “santo”, el que ha llevado al máximo las virtudes, viviéndolas heroicamente.

 

Mientras que el concepto de héroe griego se basa más en el hacer –las aventuras y los trabajos que debe realizar- el concepto bíblico de santo implica más el ser, la plenitud a la que ha llegado.

 

 

Jesús, Arquetipo del Padre

 

Jesús, Arquetipo perfecto del Padre.

Tu condición divina no hizo alarde pretenciosa de su poder

sino que se abajó, condescendiente y humildemente,

hasta  nosotros para rescatarnos y cuidarnos.

 

Tu amor es tu más hermoso misterio.

La llave de tu sabiduría.

La clave de tu entrega heroica.

 

Tu vida, tu camino y tu misión

han sido un gran viaje,

desde la vida hacia la muerte

y desde la muerte hacia la resurrección.

 

Tú eres el ícono más acabado

de la Belleza de Dios que nos alumbra.

 

En ti nos vemos, hermosamente, reflejados

en la imagen y semejanza con la que Dios siempre nos soñó.

 

Tu luz nos refleja.

Tus ojos nos proyectan.

En ti no hay sombra alguna

que opaque tu eterno brillo.

 

Tu Transfiguración ha sido la aparición de tu lozana perfección.

 

Jesús en tu Arquetipo de amor, luz  y bien

comprendemos el designio de nuestro propio camino.

 

Tú subsistes en la memoria de los siglos.

Tu viaje es el libro del mundo

en el que confluyen nuestros senderos.

 

Tu luz reúne todos los colores del arco iris.

Tu sabiduría, la síntesis de los conocimientos supremos.

En ti se revelan los más profundos misterios.

Allí se despliegan la altura y la longitud,

la anchura y la profundidad de un eterno e infinito amor.

 

Señor Jesús,

en ti cobran pleno sentido todos los arquetipos.

Amén.

 

 

 

Frases para pensar:

 

1.      “También nosotros, como los pueblos y las culturas, ingeniamos, creamos y recreamos nuestra propia mitología, la que nos ayuda a interpretar la realidad que nos toca con nuestra singular filosofía de la vida”.

 

2.      “Todos intentamos descifrar nuestro propio universo, nuestro nombre y designio, nuestra identidad y vocación; en definitiva, los misterios que nos pronuncian y abarcan”.

 

3.      “Nuestra mitología personal está llena de cosas, objetos, signos, relatos, fotos, lugares, personas, acontecimientos y fechas que se vuelven significativas siendo capaces de descifrar todo lo que somos a lo largo del tiempo”.

 

4.      “Los anuncios y señales están ahí. Nos esperan. Anhelan nuestra madurez interior para poder ser debidamente interpretados. Lo más sorprendente de la realidad es que siempre los signos están y nosotros, no siempre los podemos ver, ni entender”.

 

5.      “Los mitos universales nos ayudan a decodificar nuestros propios mitos personales. El mundo con todas sus cosas colabora para revelar nuestro propio mundo”.

 

6.      “La vida es la parábola de un viaje arquetípico. Somos peregrinos e itinerantes. Cada uno tiene una misión encomendada por Dios”.

 

 

Eduardo Casas

 

 

 

 

 

 



[1] Tolkien, J. R. R., El Señor de los Anillos, Volumen I. La Comunidad del Anillo, Minotauro, México, 1992; Volumen II. Las Dos Torres, Minotauro, Barcelona, 1991; Volumen III. El Retorno del Rey, Minotauro, Buenos Aires, 1993.

[2] Browling, J.K., Harry Potter y las reliquias de la muerte, Salamandra, Barcelona, 2008.