Proteger nuestra vida frente a las acciones del mal

lunes, 18 de septiembre de 2006
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Sean sobrios y estén siempre alertas, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quien devorar.
1º Pedro 5, 8

Queremos hoy comenzar esta catequesis ubicándonos en un lugar de gracia, donde el Señor nos invita a fortalecernos en su amor, que se hace protección en el camino cuando avanzamos en el combate espiritual, en lo personal y en lo comunitario, por eso es que  vamos a adentrarnos en una reflexión acerca de cómo proteger nuestra vida frente a las acciones del mal que atentan contra la vida de Dios en nosotros.

Desde el comienzo de la Palabra de Dios, en el libro del Génesis, hasta el último libro, el Apocalipsis, podemos descubrir como a la obra de Dios, iniciada en el acto de la creación, hasta la manifestación del Señor en la segunda venida en la persona de Jesucristo glorificado, la acción del enemigo no cesa en torno a Dios, su obra, y particularmente los elegidos de Dios; éste hace todo lo posible para herir a Dios y a su obra, hiriendo a quienes Dios mas ama y quiere, a cada uno de nosotros.

El diablo también es llamado el homicida, el maligno, el mentiroso, el príncipe de este mundo, entre otros modos como la Palabra de Dios lo identifica. También es llamado demonio, aunque este término se utiliza mas en sentido general para designar a todos los espíritus malignos y ángeles caídos, expulsados del cielo; el jefe de estos ángeles rebeldes, dice la Palabra, es Lucifer, Satanás, basándonos en lo que dice el Evangelio de Mateo en el capítulo 25, en el verso 41.

A veces creemos que el demonio es una leyenda, casi como una caricatura, lamentablemente a veces, en la confusión en la que nos mete el príncipe de las mentiras y el padre de las tinieblas está justamente esta perspectiva de la oscuridad de su ausencia, su existencia nosotros la reconocemos a partir de la Palabra de Dios, de la tradición de la Iglesia y la reflexión del magisterio, el diablo es real, siempre lo hemos enseñado así en estos dos mil años de vida; la revelación nos advierte sobre nuestro enemigo y sobre sus tácticas.

Hay que tener dos actitudes muy prudentes a la luz de la Palabra, que nos dice “sean prudentes y manténganse despiertos”, son como dos posiciones extremas y encontradas, una negar la existencia del maligno, otra, verla por todas partes. Son como los dos extremos de los que nos debemos cuidar, para vivir con la confianza puesta en Dios, y sencillamente atentos y prudentes ante las acechanzas de aquel que odia a Dios, a su obra, y particularmente al que Él ama.

La verdad es que a Satanás le encanta pasar inadvertido y moverse sin que le pongamos barreras a su acción, esto es peligroso como ignorar su existencia, ya que al desconocer sus tácticas destructivas se le otorga mas poder sobre nuestras vidas. El demonio viene oculto, como un ladrón en medio de la noche, a fin de robarnos las bendiciones y la paz de Dios.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2851: “el mal no es una abstracción, sino que designa a una persona, Satanás, el maligno, el ángel que se opone a Dios, el diablo, es aquel que se atraviesa en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo”.

Caminar detrás de Jesús, como nos enseña en Evangelio, en la figura de Pedro, a quien el Señor lo invita a ir detrás de Él supone tener conciencia, también alerta, reflejo del conocimiento real de que el enemigo va a querer perturbar nuestro camino.

En el otro extremo, tenemos a quienes a veces de manera obsesiva se vinculan al tema, y se habla demasiado del príncipe de las tinieblas, dándole mas importancia de la que tiene, y dejándose llevar por una curiosidad malsana, es como querer ver en el príncipe de este mundo, como lo define la Palabra de Dios, en todas partes.

Como en una tercera categoría están aquellos que son dominados por el miedo, y hasta tienen pesadillas con este personaje nefasto, creyendo que es autor de todos los problemas y de todas las dificultades de su vida. Nosotros tenemos que fortalecer nuestra conciencia de que en Jesús hemos vencido.

Afirma Lewis respecto de estos extremos: “en lo que se refiere a los diablos, la raza humana puede caer en dos errores iguales y de signo opuesto, uno consiste en no creer en su existencia, el otro en creer en los diablos y sentir por ellos un interés excesivo, malsano”. Los diablos se sienten igualmente halagados por ambos errores, por darles piedra libre o por darles mas importancia de la que tienen.

A nosotros sencillamente desde la Palabra se nos dice que pongamos nuestra mirada en aquel que es el Libertador, el Redentor nuestro, Cristo Jesús, con la prudencia y los ojos abiertos, bien despiertos, porque hay alguien que va a buscar interferir en nuestro camino detrás de Jesús, está buscando como un león rugiente a quien poder herir con su acción malsana.

No podemos olvidarnos que mientras caminamos por esta vida tenemos que sostener una batalla en el Espíritu, de aquí se deriva la importancia de clamar cada día a Dios para pedir su protección. En ninguna parte de la Biblia se menciona que los discípulos del Señor no encontraremos luchas, al contrario, Jesús dice que quien quiera seguirlo, que cargue con su cruz y lo siga. La cruz es eso, es la lucha, y unidos a Él saldremos victoriosos, esto si se dice en la Palabra, de hecho Jesús les dice a sus discípulos y también a nosotros: “en el mundo ustedes tendrán luchas, pero tengan valor, Yo he vencido al mundo”. En Juan 16; 33 aparece clara esta referencia.

En algunas oportunidades hasta podemos tener la impresión de que Dios, que es Todopoderoso, tarda demasiado en venir en nuestro auxilio, no obstante, Él que es la plenitud de la sabiduría, sabe cuales son los momentos oportunos y su verdadera forma de intervenir, en su pedagogía, quiere hacer de nosotros verdaderos hombres y mujeres experimentados y confiados a la protección de Él, que nos guía y conduce.

Así llegamos a comprender por experiencia, que sin él, de verdad nada podemos, que determinada tentación o situación supera nuestra debilidad o nuestras capacidades, es en ese momento cuando miramos al Señor y empezamos a experimentar su fuerza y su poder.

En el Salmo 123 aparece clara esta conciencia de fragilidad de todos nosotros y la fuerza que viene de lo alto para superar los combates, que en medio de la debilidad nos acechan: “a Ti levanto mis ojos, a Ti que habitas en el cielo, como están los ojos del esclavo fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios Nuestro, esperando su misericordia”, y nos hace recordar también que de Él viene mi salvación, que solo Él es nuestra roca, que solo Él es nuestro refugio.

Queramos o no queramos formamos parte de una batalla espiritual, que a medida que nos vamos comprometiendo en la construcción del Reino de Cristo y poniéndonos en su servicio, es necesario fortalecer la oración de protección. El maligno va a buscar de tocar y de perturbar no solo la vida de quien le sirve, del discípulo del Señor, sino la vida de aquellos con los que compartimos la vida, atacando a quienes mas amamos, y perjudicando otras áreas de nuestra vida, como son las relaciones interpersonales, la seguridad, el trabajo, y por eso es que queremos recorrer juntos un camino de protección, mientras Dios va abriéndose camino en medio de su pueblo.

Este camino de protección es lo que el Señor nos quiere regalar para evitar todo lo que nos aparta y nos aleja del Señor que abre caminos para su pueblo.

Tres tácticas tiene el enemigo para atacarnos mientras vamos caminando detrás de Jesús, él busca interferir en la obra tratando de herirnos, viendo a quien devorar con la fuerza de su poder. Las tres tácticas son estas:

·                   el mal viene a atemorizarnos

·                   procura que todo se mantenga en secreto, que no salga a la luz su acción hecha en los hombres y en la oscuridad

·                   busca a quien devorar, en nuestras debilidades.

El diablo “es como un general, dice San Ignacio de Loyola, que quiere tomar una fortaleza, y busca el punto mas débil para concentrar allí el ataque”, de la misma manera el espíritu mal examina nuestras defensas, que son nuestras virtudes, y nos ataca por donde encuentra nuestro corazón mas frágil y mas débil.

Atemoriza, es lo primero que hace el enemigo, se comporta, dice San Ignacio, como una mujer débil pero gritona, como una mujer que cuando pelea con un hombre se acobarda y huye si el hombre se muestra fuerte, pero si es temeroso y agresivo, si el hombre es débil, entonces se hace mas fuerte. Así se comporta, dice San Ignacio, el enemigo, las tentaciones nos debilitan, desaparece cuando el que recibe la tentación resiste resueltamente y aún pasa a la ofensiva, haciendo lo contrario de la tentación, pero si el ejercitante, el que está en el combate, en la lucha, se muestra temeroso y se desanima, no hay bestia mas fuerte que el demonio en su empeño por hacerlo caer.

Cuando nosotros percibimos la presencia del tentador, del enemigo, que acecha, que busca nuestro lugar mas frágil, más débil y nos atemoriza, entonces lo que hay que hacer es hacerse fuerte y valiente, saliéndole al cruce a la tentación, resistiendo, no solamente resistiendo, sino haciendo justamente lo opuesto a lo que el enemigo de la naturaleza humana, busca como modo de apartarnos del camino de Dios.

El enemigo aparece simbolizado en todo el mal que nos rodea, es débil ante la fuerza y es fuerte ante la condescendencia, nuestra vacilación o pereza en resistir aumenta su poder sobre nosotros.

¿Qué tenemos que hacer cuando el enemigo nos ataca?, resistir, y no solamente resistir, sino contraatacar, hacer diametralmente lo opuesto a lo que la tentación nos está queriendo proponer, esta es la primera táctica con la que el mal espíritu atenta nuestra vida.
Oración "Con el poder de la Sangre de Cristo"
Sus tácticas se esconden, su rostro se oculta, por eso procura, dice San Ignacio, moverse en el secreto, es la segunda manera con la que el enemigo atenta en nuestro camino.

El enemigo de la naturaleza humana, como le llama San Ignacio a la acción del mal, es como un falso pretendiente que procura engañar a la hija de un hombre recto o a la esposa de un buen marido, este pretendiente procura que no se sepan sus malas intenciones porque sabe que será rechazado si la hija habla con su padre o la esposa con su marido. De la misma manera, el demonio quiere que sus tentaciones queden en el secreto y procura impedir que la persona tentada hable con quien tiene que hablar, o con otra persona que conozca la vida espiritual y que pueda revelar los engaños de la acción del mal.

Esta regla de discernimiento, igual que la anterior, parte de una comparación, la de mostrar la acción del diablo con la manera de actuar de un falso pretendiente que deseando engañar a una buena mujer, muestra un amor que no existe, queriendo que todo se desarrolle en secreto, en lo oculto. Es muy común que el espíritu del mal busque de alguna forma incomunicar a la persona que está siendo tentada, que la llame al secreto, para ocultar su intención, que siempre, dice San Ignacio, es destructiva, es asesina.

¿Qué es lo que va haciendo la persona cuando recibe este secreto oculto en el que el mal se mueve?, gradualmente va perdiendo el ánimo, y piensa que no es conveniente conversar con Él, con aquel que la puede sacar, surgen en la mente muchas objeciones: no me van a entender, se van a reír de mi, que van a pensar de mi, van a dejar de mirarme, van a dejar de respetarme, el tema es una pavada, para que hacer perder tiempo a los demás, y muchas otras falsas razones y falacias que según algunos comentaristas de las reglas ignacianas las atribuyen a las tácticas del mal. Yo creo que también pueden ser causadas por mecanismos de defensa de nuestra psiquis.

Santa Teresa sufrió estas tentaciones cuando Satanás creó en ella confusión y dudas sobre su vocación, lo cual le provocó mucha angustia. Nunca hasta entonces, cuenta Teresita del Niño Jesús me había venido al pensamiento una sola duda acerca de mi vocación, pero tenía que pasar por esa prueba; por la noche, al hacer el Vía Crucis después de la oración de la mañana se me metió en la cabeza que mi vocación era un sueño, una quimera, la vida del Carmelo me parecía muy hermosa pero el demonio me insuflaba la convicción de que no estaba hecha para mí, de que engañaba a los superiores empeñándome en seguir un camino al que no estaba llamada.

Mis tinieblas, dice Teresita, eran tan oscuras, que no veía ni entendía mas que una cosa, que no tenía vocación; este era el objeto al cual apuntaba el tentador. Siempre es como muy concreto hacia adonde va, y ese lugar concreto hacia el que se dirige, tiene que ver con el camino que a nosotros nos toca seguir en la fidelidad y el seguimiento de Jesús. Apunta en mas de una oportunidad a desbaratar nuestro estado de vida, matrimonial, consagrado, en camino de consagración o de matrimonio para los que están de novios, atenta contra la fe; Dios me abandonó, ya no me tiene en cuenta, quien mira por mi vida, a nadie le interesa lo que me pasa, nos va como sumiendo en la angustia, en la depresión, apunta a destruirnos, tiene este instinto asesino, como dice San Ignacio de Loyola, busca terminar con nosotros.

La Palabra de Dios, al comienzo de nuestra catequesis, nos advierte “sean prudentes, manténganse despiertos, porque el enemigo, el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar”.

Intentemos reflexionar sobre el punto que hemos tratado, sobre como fortalecernos en la batalla contra el espíritu del mal, mientras Dios se va abriendo camino en nuestras vidas, con la prudencia y la atención que supone tener los ojos bien abiertos, sin exagerar de su presencia, pero sin ser tampoco tan ingenuos e inocentes, porque el mal espíritu está presente en el mundo. El enemigo, el diablo anda buscando como sacarnos del camino y como derribarnos en nuestro seguimiento de Jesús.