La palabra “mística” viene del verbo griego mieim, que singnifica “encerrar”. “Misticos” significa “cerrado, arcano, misterioso”. Así nos han llegado hasta hoy estas imágenes sobre la mística como algo cerrado, arcano, misterioso, designando un tipo de la experiencia de la divinidad, un tipo de la experiencia religiosa, en la que se colega a un grado máximo de unión del alma humana con lo sagrado, es un estado de contemplación, de estar en presencia de Dios. La mística no es una experiencia estrictamente católica: hay una mística cristiana, una budista, una judaica o cábala, una islámica o sufí, y una pagana. Según la teología, la mística se diferencia de la ascesis o de la ascética. La ascética es una vía purificadora, la ascesis es la vía por la cual el alma se purifica de sus vicios, de sus pecados, mediante la penitencia, la oración, el desarrollo de la virtud, y por lo tanto de esa manera se encuentra más preparada para albergar la divinidad. Las atracciones pueden no ser malas, pero si se transforman en apegos del alma, que se fijan en el alma en su suelo afectivo-emocional, le impiden orientarse plenamente hacia Dios. Trabajar estos apegos, estas adhesiones, desarraigar nuestras dependencias emocionales de algunos aspectos, es una vía purificadora que apunta a la unión del alma con Dios. Después está la vía iluminativa: una vez purificada, el alma se ilumina al someterse total, única y completamente a la voluntad de Dios, el alma está limpia y al desamparo, a la angustia anterior que se ha vivido por esta experiencia de purificación, de desapego, de independizarse de nuestras adhesiones temporales, el alma se encuentra más liviana, más abierta, para ser iluminada totalmente en la presencia de Dios. Lo que ocurre en esta etapa, dicen los místicos., es tener que soportar todo tipo de tentaciones porque el demonio ataca fuertemente en esta etapa, y es difícil para el alma discernir cuales son las mociones, los movimientos internos y externos que Dios sugiere, y cuales son los que sugiere la tentación. La forma de sortear esto es el camino de la humildad. Finalmente está la vía unitiva, que tiene que ver con esta experiencia de unión del alma con Dios, produciéndose el “extasis”: estar fuera de uno mismo. A este punto se llega después de un camino. Dicen que no hay manera de describir la experiencia de la unión del alma con Dios. Y por eso los místicos han desarrollado la metáfora, la poesía mística, que es una corriente literaria de los Siglos XV y XVI que intentan describir esa experiencia inenarrable, indescriptible. En algunos casos, el hecho de haber alcanzado la vía unitiva se ha expresado en hechos extraordinarios como estigmas, o llagas sagradas, etc. Allí aparece la asociación del místico con experiencias extraordinarias, un tanto cerradas para la mayoría de la gente.
Pero nosotros tenemos un maravilloso problemita, y es que Dios se empeñó en ser humano, en encarnarse. Y nosotros muchas veces nos empeñan os en ser espirituales. ¿cómo hace un místico para acercarse a un Dios que se empeña vivir entre los hombres? Si un místico anhela de alguna manera estar en presencia de lo divino, y al mismo tiempo lo divino nos deriva a lo humano, se estira, sondea lo humano, lo expande, lo ensancha hasta el extremo de los límites de la humanidad –tal es Jesús-, entonces significa que “cuanto más místicos, más humanos” para la mística cristiana. Porque es precisamente allí, en lo humano, donde se vive el encuentro con Dios. La vía unitiva ya no es un camino ascendente, como en otras prácticas religiosas, en el que el alma debe trabajar y conquistar intensamente por la fuerza de la propia voluntad determinadas virtudes, al menos no ‘solamente’. Acá tenemos una variable fundamental, y es que el Dios el que parece enamorado de esta humanidad de manera que se funde con ella al punto de no saber bien dónde empieza El y dónde termino yo.
Santo Dios, plan soberano es, el enviar tu Hijo por la humanidad.Por eso te llamo mi Cristo, Por eso te canto.Dios del universo, salvador eterno, rey de toda la creación.Redentor divino, Dios a ti me rindo
Santo, santo, santo Dios
Manos que se entregaron por amor, lo que soy siempre te daré, Señor.Por eso te llamo mi Cristo, Por eso te canto.Dios del universo, salvador eterno, rey de toda la creación.Redentor divino, Dios a ti me rindo, gloria te doy
Para los cristianos la búsqueda de la experiencia religiosa, divina, tiene una dirección que en definitiva va en la misma dirección que le ha dado Dios: una dirección hacia la realidad. Seguramente muchos de los que ahora vemos místicos que hay en la Biblia y uno le describiera lo que significa para nosotros comúnmente la experiencia mística, le dijéramos que ellos son místicos, dirían “¿qué? ¿cómo?” Porque realmente a los que hoy llamamos santos y místicos de la Biblia, están tan pegados, ligados a la realidad, que difícilmente los podamos asociar a personas como “de otro mundo” que es muchas veces la impresión que tenemos de los místicos. Santa Teresa de Ávila, gran mística, decía “cuanto más santos, más normales”. El Padre Pío de Pietralccina, ha sido un místico con características milagrosas extraordinarias por la cantidad de dones que la experiencia mística ha dejado en su vida. Para el proceso de canonización, sin embargo, nada de eso cuenta. Lo que cuenta es la vida del amor, la caridad, los frutos. Y para amar, hay que pegarse a la realidad, porque es lo que tenemos más cerca, es el pan de cada día. No aquellos cielos y aquellos éxtasis que vemos tan lejos. Es imposible aspirar a una vía iluminativa sorteando, pasando por encima, o fugándose de la realidad. Es imposible aspirar a tener dones de curación si no somos capaces de curar con nuestras caricias, nuestros gestos, a los seres humanos que tenemos alrededor. Lo que me proporciona placer es el encuentro con Dios, pero mi jardín, allí donde fui sembrado, está lleno de yuyos. La realidad se nos pega y es maravilloso y al mismo tiempo muy desafiante ser cristianos, es decir, seguidores de un Dios que abraza la realidad, que se hunde en ella, que se deja cubrir por la sombra del árbol de la realidad. Acampa entre nosotros. Como los pasos de un caminante a nuestro lado, la realidad es inflexible, tan dura como el reloj. Insobornable. Podremos irnos al séptimo cielo o no, pero cuando bajemos estaremos exactamente en el mismo lugar, con las mismas dificultades, los mismos problemas, la misma gente. Les propongo que en la mística a la que hoy podemos aspirar, dejemos de mirar tanto para arriba y comencemos para mirar, como hizo Jesús, para abajo.
Hay cosas que se ensombrecen en la experiencia mística. Una de ellas es el entendimiento analítico, racional, exhaustivo frente a la experiencia de Dios, No alcanzan las palabras y es necesario apelar a otros lenguajes para describir esa dulce y hermosa presencia del Señor. Sin embargo eso no nos exime de mirar, atravesar la realidad, y vemos un desánimo muy generalizado también dentro de la vida de la Iglesia, un desánimo comunitario, espiritual, pastoral, una desproporción entre el esfuerzo y la expectativa invertida y los resultados o las cosechas. Bien podría toda la humanidad, o la experiencia cristiana, trabajar en este temido desgaste de trabajar y no obtener los frutos. Muchos evangelizadores llegan a un quiebre, llegan a claudicar. Hay que tener mucho cuidado, y por eso me interesa que interpretemos una vía mística adecuada. Podemos pensar en proyectos individuales o colectivos, informales o institucionales, pero en todos los casos, después de un período relativo hay como una expectativa que queda menguada o prácticamente desvanecida. Una de las cosas que más enferma el alma es la pérdida de la esperanza, de las ilusiones, los proyectos. Frente a eso, aparece la fuga de la realidad en distintas variantes: aturdiendo mis sentidos, sumergiéndome en el corazón del mundo, pretendiendo ahogar mis desaliento a través del consumo, de todo lo que anestesie mi profundo dolor o mi vacío, o esta cosa de decir “no he pescado nada…bueno…compro una tonelada de pescado y me doy un banquete”. Y también una mala interpretación de la vía mística puede ser una fuga de la realidad. Tranquilos. Tranquilos: estamos pasando ‘un inviernito’. Esperábamos la primavera y nos ha venido un invierno. Si hay alguien que sabe de inviernos, ese es Jesús:¡vamos todavía!. ¿quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón. Hay tres metáforas muy bonitas que pueden servir de orientación, y que surgen de la Biblia y de la experiencia de los místicos: la niebla, la noche y la navegación (que es la invitación que nos hace Juan Pablo II: ‘navega mar adentro’). Sabemos que cuando atravesamos por bancos de niebla hay que andar con mucha prudencia, atención, cuidado. Es de día, pero no se ve nada. Tampoco hoy podemos mirar hacia delante en muchas cuestiones atinentes a la vida social, política, cultural, económica. No tenemos visibilidad larga. No hay a la vista muchas utopías, muchos proyectos. No se ven liderazgos capaces de abrir nuevos caminos en ningún orden. Hay niebla. Hay que adaptarse y avanzar con escasa visibilidad. Somos nosotros los que no vemos. Pero eso no significa que sobre la niebla haya una mirada clarividente sobre la situación. La imagen de la noche: una imagen bella. Se habla muchas veces de la mística como “la noche de los sentidos”, que darán paso con el tiempo a una vivencia de la fe mucho más honda, como la que surge en el desierto. En lo concreto: en una noche de luna nueva en medio de un monte, no se ve ni siquiera la propia mano. Sólo cuando se dilatan sumamente las pupilas y se agudizan todos los sentidos, podemos empezar a distinguir objetos y realidades que hasta el momento parecían inexistentes. Hoy también estamos en una noche sin luna, y tenemos que darnos tiempo para dilatar las pupilas, para agudizar los sentidos y comenzar a reconocer los nuevos signos de la presencia ignorada de Dios. Ya no tenemos la luz del sol que pudo haber iluminado y hasta en algunos momentos encandilado las realidades eclesiales pastorales, políticas, etc de otros proyectos. Hay que aprender a manejarse en la noche con los consabidos temores e incertezas que la noche suele generar. En el “faro del fin del mundo” –más al sur de Usuahia- las tormentas son peligrosas, en una isla chiquita en medio de correntadas de cruce de mares, viento frío, roca, oscuridad, inviernos larguísimos, allí han vivido personas para mantener el fuego que alumbraba el faro para que los navegantes no se pierdan, soportando el frío, el aislamiento, solo por dar luz. Qué bella imagen, y qué apropiada para los tiempos que corren, donde soplan vientos fuertes, tiempos de frío en la vida del amor, donde estamos generando sociedades individualistas, egoístas, con poca tendencia a la amabilidad, al respeto, a la empatía con el otro, sentimos que las tormentas que arrecian contra la humanidad son bravas y peligrosas. Les propongo que en el silencio de la noche, como actitud mística, como esa terca adhesión a la fe en el amor de Dios, sigamos manteniendo nuestra luz para encender el faro.
La mística de hoy es pegarse a la realidad y verla. Podes escalar el monte Tabor para escuchar la Palabra de Dios y gozar de su presencia cercana, pero vas a tener que escuchar su voz en tu taller de costura, en el mundo del trabajo, en las plazas donde los hombres se agolpan a buscar pan y agua para la vida, o criando a tus hijos, que es donde generalmente Dios prefiere pronunciarla. Miremos la realidad y degustemos allí la palabra de Dios como degustamos un vino añejo. Despertemos nuestros oídos y nuestros ojos. No se ve nada, vamos como una brújula sin rumbo. Y entonces se ha lanzado el grito de “sálvese quien pueda”, y ahí andamos todos comprando electrodomésticos para refugiarnos en nuestros bunkers y pasar allí el invierno hasta que a algún iluminado se le ocurra marcar un nuevo rumbo, y veremos entonces qué pasa. La Biblia hace mucho hincapié en el “escuchar”. Despertemos nuestros oídos. La voz de Dios puede resonar a veces como el rugido de un león, pero también como “el rumor – la voz- de un silencio tenue” (Jeremías) que se nos comunica en el centro de nosotros mismos de diversas maneras. Pero no nos olvidemos de mirar hacia abajo, donde la vida del pobre vale menos que un par de sandalias –como decía Isaías-. Si tomaste algo que le corresponde al otro, al caer la tarde se te pedirá cuenta de esa manta que tomaste y que implicó dejar a otro sin esa defensa contra el frío. Vivamos como en la noche: alertas, pero tranquilos. No tengamos miedo , pero mantengámonos vigilantes tal como nos lo pide Jesús, con nuestras luces encendidas, porque El puede llamar a nuestra puerta en medio de la noche, o en medio de la primavera de nuestra vida, en los momentos más inesperados. Si le podemos abrir, cenará con nosotros y es probable que nos hable al corazón, que susurre sus palabras: tan dulces como la miel, o como el fuego que quema nuestras entrañas. Después de escucharle, seguramente va a irradiar su rostro en nosotros, y si nos atrevemos a luchar con El , nos va a dejar cicatrices.
Voy navegando sin timón el mar abierto me abandona la razónapenas y sobrevivo como un niño perdido busco algo que no hay en mi interior.
Más de repente llegas tú, en tu palabra el faro de la blanca luzllévame a puerto seguro donde hay un futuro, donde exista un cielo más azul.
Tu palabra es la esperanza que buscamos tantas almasPescador tú serás el viento nuevoTú serás el amigo que nos lleve a un mundo nuevoen tu gran corazón infinito.
Sí cuesta a veces continuar en el naufragio y entre tanta oscuridaden medio de un mar que calla y la fe que nos falta voy en busca de un poco de paz.
Solamente una palabra, solamente una oracióncuando llegue a tu presencia, oh, Señor..No me importa en qué lugar de la mesa me hagas sentaro el color de mi corona, si la llego a ganar.Solamente una palabra, si es que aún me queda vozy si logro articularla en tu presencia.No te quiero hacer preguntas, sólo una peticióny si puede ser a solas, mucho mejor..Sólo déjame mirarte cara a caray perderme como un niño en tu miraday que pase mucho tiempo y que nadie diga nadaporque estoy viendo al Maestro cara a cara.Que se ahogue mi recuerdo en tu mirada.Quiero amarte en el silencio y sin palabrasy que pase mucho tiempo y que nadie diga nadasolo déjame mirarte cara a cara.Solamente una palabra, solamente una oracióncuando llegue a tu presencia, oh, Señor..no me importa en qué lugar de la mesa me hagas sentaro el color de mi corona, si la llego a ganar.Solo déjame mirarte cara a caraaunque caiga derretido en tu mirada,derrotado y desde el suelo, tembloroso y sin aliento,aún te seguiré mirando, mi Maestro.Cuando caiga ante tus plantas de rodillasdéjame llorar pegado a tus heridasy que pase mucho tiempo y que nadie me lo impidaque he esperado este momento toda mi vida. Yo te voy a hacer una pregunta, Señor: ¿no es mejor echar anclas que esperar la aurora? ¿no es mejor acovacharse en la orilla y esperar a que aclare? Porque…encima de no pescar nada es de noche… ¿no es demasiado lo que nos pedís? ¿No es incluso mejor volver al puerto y amarrar nuevamente? Nos atemoriza, nos bloquea esta noche en la que además nos invitás a “navegar mar adentro”
La noche es todo un tema en la Biblia. Las noches bíblicas generan temor hasta en los creyentes más audaces. En las noches bíblicas en la que Pedro y Judas traicionan, donde todo el mundo tiene miedo y se esconde. En las noches bíblicas y en las noches de nuestro tiempo es justamente donde se suscitan los fenómenos de salvación. Las noches son oportunidades salvíficas (Ex 12,29: es el tiempo de liberación). Es en la noche donde se da el momento salvífico del perdón de Jesús a Pedro (Lc 22,61). “Cuando todavía estaba oscuro…” María Magdalena va al sepulcro, y es ese el tiempo de resurrección.
Si intentáramos rastrear las oportunidades de Dios en la noche de estos tiempos, quizá tendríamos que ir a otra gran noche donde ocurren cosas muy pequeñitas: el pesebre, donde Dios parece empequñecerse en su soberanía y en su omnipotencia, en la fragilidad y en la precariedad de un chiquito menesteroso. Por eso, las grandes utopías, los grandes horizontes, se tienen que ir hoy concretando en lo que buenamente podemos todos los días, y para eso, hoy hace falta mucha mística: hoy lo pequeño es extraordinario, hoy lo ordinario es heroico. Lo que se va conquistando día a día, eso, es navegar mar adentro. Desde esta convicción de fe, desde nuestra actitud de creyentes, desde nuestro ideal, que ya no puede ser el del héroe conquistador que todo lo transforma sino el del hermano cordial y compasivo, del místico realista, es decir, de personas capaces de sorprenderse, de admirarse gracias a la fe hecha carne, por los signos cotidianos que día a día nos ofrece Dios en nuestras vidas. Esto nos podría constituir en personas que saben que todo es mensaje, pero sobre todo, lo aparentemente más insignificante que puede revelar y develar lo aparentemente más grandioso. Cuidemos nuestro corazón y escuchémoslo. Porque el corazón nos indica el camino de vuelta a casa, a ese centro de nosotros mismos donde somos más que lo que hacemos o pensamos. Y ahí encontrémonos con lo único necesario: el Padre que está escondido en el corazón y nos infunde aliento para que todo nuestro ser se vaya concentrando y haciéndose afín a la Palabra de su Hijo. Aprendamos a estar y permanecer allí, en nuestro corazón, y a dejarnos fluir desde su misericordia, y a apasionarnos por su Reino, y a respirar en nombre de Jesús como un perfume que se derrama. Y aprovechemos a adentrarnos en otra sabiduría. Dispongámonos a dejar atrás nuestros propios saberes y certezas, porque la semilla del Reino crece sin que sepamos cómo, y
aunque atravesemos por cañadas oscuras, no olvidemos que El Pastor sabe a dónde nos lleva.
Según El, a la ganancia se accede por el extraño camino de la pérdida,
y es la puerta estrecha la que desemboca en la anchura del gozo
Uno siempre se enamora de los lugares y de los instrumentos que Dios usa para comunicarse con nosotros. Es el lugar donde uno se encuentra con El Amor, y así sea un basural, a partir de ese momento ese lugar es hermoso, por más que a otro pueda parecerle incómodo
Participan los oyentes– Vengo de Chaco, de ver en una parada de colectivos un bebé gateando desnudo con 4º de temperatura en el aire. Y junto subiendo al colectivo sacerdotes que iban a una convención de… y pensaba por qué en lugar de estar en una convención no están donde tienen que estar…
GL: Después que pase el estupor por la visión del dolor ajeno, de la pobreza, puedas serenamente preguntarle al Señor dónde te quiere, para que esto no sea un impacto pasajero No pongamos afuera exigencias, porque nos vamos a distraer y llenar de bronca: “…habría que…tendríamos que… “ “…aquellos tendrían que estar en tal lado en lugar de tal otro…” Así se nos va mucha energía. Cuando estamos bajo el efecto de un impacto emocional, no es bueno discernir caminos de compromiso serio. Cuando haya pasado el impacto y la herida que quede sea leve, es hora de preguntarnos qué significó en mi vida ver , usando nuevamente la expresión de Jeremías, “cómo vale menos algunas personas que un par de sandalias”. Pedile al Señor que te lleve hacia el comportamiento profético que El cree conveniente para vos. No te quedes en la sensación de impotencia, en el “no sé qué hacer”. No elijas el camino de la impotencia. Ese camino genera adicción: hay quienes se pasan la vida llorando porque no pueden hacer nada, y no hacen nada, ni dejan que otros hagan. Hay que comenzar a comprometerse, en lo poquito, sin aspirar a cosas grandiosas. Esta ha sido la esencia del mensaje de hoy: HOY SER MISTICO ES EL HEROISMO DE CADA DIA, ES CONTEMPLAR Y VER Y UNIRSE A DIOS MIRANDO HACIA ABAJO.
– ¿Cómo puedo saber si soy una persona mística?GL: Te vas a dar cuenta. Es un fueguito que se siente dentro del corazón, que supera todos los vientos, todas las tempestades y todas las noches
Gracias por acompañarnos en este programa que no ha sido más que continuar con lo que intentamos hacer todos los días: buscar a Dios en lo cotidiano, en la vida de todos los días. Termino con una frase de Sta.Teresa de Avila. “Es tanto lo que se emplea el alma en el gozo de lo que el Señor le representa, que parece que hasta se olvida de animar el cuerpo. No se pierde el uso de ningún sentido y tampoco de ninguna potencia, pero se está todo entero para emplearse en solo Dios. De este reconocimiento, de este recogimiento, vienen algunas veces paz y quietud. Pero está fundamentalmente el alma de tal manera embargada, que parece que no le falta nada.” Que te pase en la mística de todos los días…que te pase…Gabriela Lasanta