¿Qué hacemos con el enojo?

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Hay personas que transitan en el enojo continuamente: se levantan enojadas, continúan enojadas y siguen enojadas. Tras del enojo, hay más que un “ser osco” que no quiere comunicarse con el resto. A través de un ceño fruncido estamos mirando el rostro de otras problemáticas.
    Hay muchas cosas que pueden enojarnos. Podemos ubicarnos en algunas situaciones como ejemplos de un enojo, y cómo cambia nuestra mirada para encontrar algunas pautas para ver qué hacemos con el enojo. ¿cómo salimos de esta situación? Y, si es una situación continua de vida, más delicado todavía.
    Es muy difícil vivir enojado, y es difícil también vivir con personas enojadas.

    Hay un libro de autoayuda titulado “La afirmación personal: cómo manejar los sentimientos de ira, enojo, rabia, en nuestras relaciones familiares, sociales y de trabajo”, de Goldhor Lerner (Edi. Urano) donde podemos encontrar herramientas útiles que debemos propiciarnos y tener  a mano cuando nos habita el enojo.
    El primer paso es DARNOS CUENTA DE QUE ESTAMOS ENOJADOS. Hay quienes dicen “yo soy así: tengo mal humor”.Cuando nos autodefinimos de esta manera, es como que nos cerramos puertas para poder cambiar cualquier situación. Detrás de un enojado hay una persona que está sufriendo, que está pasando un mal momento, y evidentemente es un resorte que salta y que puede estallar en cualquier momento. Este enojo puede transformarse en ira, que a su vez puede desencadenar violencia. Es hora de darnos cuenta de que si estamos enojados, lo primero será percibirlo y ser sinceros con nosotros mismos, y reconocer si es solo algo pasajero o es que en realidad vivimos solo en este territorio del enojo. La buena noticia es que PODEMOS SALIR. La otra buena noticia es que tenemos un Padre que nos acompaña y que detrás de eso que nos está pasando, debemos profundizar para encontrarnos con las verdaderas raíces de nuestro enojo. Si estamos en este lugar, estamos sufriendo, y por ende, lo que devolvemos al resto es sufrimiento. Es un espejo.
    Vamos a buscar juntos esta punta del ovillo que no nos está haciendo vivir bien. Merecemos una vida mejor, más equilibrada, una vida donde el enojo, que podemos tener en algún momento, pueda volverse positivo. Hay enojos que son terriblemente negativos y destructivos

No me pidas más de lo que puedo dar . Cada uno tiene su mayor anhelo
no le quites alas a la libertad porque ya he empezado a levantar el vuelo.

No me pidas más de lo que puedo dar, tengo a mano la alegría y la tristeza
me acompañan y me ayudan a cantar , por eso las dos se sientan en mi mesa.

Yo no puedo ser perfecto; tengo miles de defectos , tengo lágrimas y tengo corazón.
Si me pides que mejore mis fracasos mis errores, dame tiempo, para ver si puedo andar.

Y yo te seguiré donde vayas tu y me quedaré a tu lado .

No me pidas más de lo que puedo dar. Yo soy lo que vez no soy mas que vida
que ha escogido a mi cuerpo para descansar  y seguiré camino alguno de estos dÍas

Yo prefiero darme tal y como soy con todas mis dudas y contradicciones
yo no quiero fabricar una mentira para retenerte para estar contigo.

Yo no puedo ser perfecto; tengo miles de defectos . Tengo lágrimas y tengo corazón.
Si me pides que mejore mis fracasos, mis errores, dame tiempo para ver si puedo andar.

Y yo te seguiré donde vayas tu, y me quedaré a tu lado.

Solo una cosa te voy a pedir: no le hagas caso a mi melancolía
algunos días es más fácil sonreír, pero este no es uno de aquellos días.
   
    Cuando intentamos levantar el vuelo, y algo se nos interpone en el camino, lo mínimo es enojarse. Aquí hay cosas muy subjetivas.
    Silvia Rusep, una licenciada en psicología y terapia individual y de pareja, en el primer capítulo de uno de sus libros titulado “El enojo es un reto”, el enojo, el enfado o la ira, son una señal de alerta que vale la pena atender, es un mensaje que puede significar que nos está hiriendo, que se están violando nuestros derechos, que nuestras necesidades o deseos no se satisfacen en forma adecuada, o simplemente, que algo no anda bien. Nuestro enfado puede decirnos que estamos descuidando un problema emocional que tien importancia para nuestra vida, o que hemos comprendido de una relación demasiado de nosotros mismos, nuevos valores, creencias o deseos o ambiciones. Nuestro enojo puede ser señal de que estamos haciendo y dando más de lo que podemos hacer  o dar cómodamente, o puede advertirnos que otros están haciendo demasiado por nosotros, en detrimento de nuestras propias capacidades y de nuestro crecimiento. El enojo puede motivarnos para que digamos NO a la forma en que los demás nos definen y SI a lo que nos dicta desde adentro nuestro propio yo, y nos da algunas herramientas en el sentido de ponernos de cara con lo que nos pasa en algunas situaciones que nos irritan y pueden transformarse en un enojo, que puede ir en aumento para pasar al territorio de la ira, y allí, en ese territorio, lo que tocamos es destruido y es muy doloroso. Esto radica en nosotros, más allá de que las situaciones externas sean las que pueden llevarme a esto. El que tiene la llave para salir adelante, somos nosotros mismos. Y si algo ha de modificarse en esta situación que me provoca dolor, será desde nuestro yo, desde lo que habita dentro nuestro. Son nuestros pensamientos los que aumentan o disminuyen este enojo.
Imaginemos una situación: estamos en una fila donde esperamos para pagar un impuesto etc, y de repente una persona te pisa y te dice ‘perdón’. Lo más probable es que no le demos importancia y sigamos en la fila. Si esto se repite varias veces ¿cómo nos sentiríamos? Uno se pone molesto y nos va invadiendo un sentimiento de enojo. Imaginemos que mirándolo a la cara para decirle lo que pensamos ‘fíjese por dónde camina, ya es la quinta vez que me pisa’, nos damos cuenta de que esta persona es ciega. Entonces nuestro enojo ¿se mantiene en el mismo nivel? Seguramente que ‘en el aire’ nuestra actitud se va a dar vuelta, este enojo va a ir disminuyendo. ¿Por qué, si los pisotones fueron iguales? ¿Por qué cambiamos este pensamiento? Porque entendimos el por qué ‘me pisó’. No cambiaron los hechos, pero sí los pensamientos.     Este ejemplo puede esclarecernos cómo nosotros vivenciamos el enojo. Parece que depende de quién realice el pisotón, en qué circunstancia y cómo nosotros miramos, será la manera en que nosotros devolveremos al otro la manifestación del enojo: estaremos enojados, o comprenderemos.
El enojo, como otras emociones que nos habitan en otro momento, se desencadenan automáticamente cuando algo produce un desequilibrio externo o interno. El enojo es una pasión estéril que acompaña la mente del hombre. No afecta en nada aquello a lo que se dirige, y daña mucho más al hombre que está poseído por él. No sirve para modificar aquello que nos está enojando. Al hombre que está poseído por él, que a cualquiera que va dirigido este enojo, provoca solamente daño.
¿Cómo comprender cómo se inicia, se mantiene este enojo? ¿Por qué estamos enojados? Y estamos enojados por tantas cosas que ni siquiera podemos identificarlas tan fácil. Hagamos un esfuerzo, y con la gracia del Señor que se hace presente y nos abre posibilidades nuevas, cuando tengamos ese ‘ratito de Dios’ que todos deberíamos tener, preguntémonos ¿por qué estoy enojado?
Los primeros pasos: saber por qué y saber con quién y/o con qué estamos enojados.
El enojo con la vida, que generalmente tiene relación con nuestras pérdidas, tiene nombre muchas veces. Detrás del enojo hay muchas veces mucho dolor, también puede haber muchas actitudes despreciables de nosotros mismos. Con la gracia del Espíritu, del Señor de los Amores y de María, medianera de todas las gracias, animémonos juntos, como arqueólogos del futuro –como si, trasladados en el tiempo, podamos encontrar lo que está pasando hoy- a abordar este tema tan delicado, que nos posiciona en la vida de una manera existencial.
Uno de los peores enojos es el enojo con nosotros mismos: soportar esta situación: ‘estoy enojado, estoy cansado de este enojo’. Y si nos toca estar en la vereda del frente, como este testigo que está todos los días mirando y mirándonos, que pueden ser nuestros hijos, que nos ven enojados  permanentemente, o si nos toca ser estos hijos, esta esposa o esposo, esa madre, también es un momento para preguntarse por que en nuestra casa, en nuestro trabajo…la gente que está a la par nuestra está enojada. Sin prejuicios: si por ejemplo, mi mamá o mi compañero de trabajo está permanentemente enojado ¿tengo alguna idea del por qué? ¿Alguna vez se lo preguntaste? Los chicos, cuando son bien chiquitos, cuando ven un rostro distinto en la cara de los padres, preguntan. Luego, por no se qué historia de la vida, perdemos ese hábito de darnos cuenta de que en esa mirada, en nuestros ojos, se está manifestando una emoción que está ligada a la frustración y profundamente a la tristeza. Detrás del enojo, hay una tristeza que pide auxilio. Y el único capaz de desenredar todo esto, es el dueño y Señor de nuestra vida. En sus manos nos vamos a ir aproximando a resolver este tema.

¿Cómo diferenciar la tristeza del enojo? Creo que podríamos decir que una es raíz, y otro es manifestación de esa raíz. Claro que no siempre todo lo que nos enoja viene de la tristeza. Hay otras raíces que pueden tener otros nombres. Pero la tristeza forma parte de esta connotación existencial interior que nos lleva al descontento con nosotros mismos, con las personas con quienes vivimos, con la situación que nos tocó vivir, y el otro es la manifestación. A veces, por ejemplo, un niño violento, enojado, nervioso, es un alerta de que sus papás le hacen sentir una falta de afecto por estar demasiadas horas trabajando, una necesidad no cubierta. Cuando somos niños, somos muy permeables y lo dejamos ver claramente. Cuando vamos creciendo todo esto comenzamos a cubrirlo con máscaras. Y con máscaras, el otro no nos ve totalmente. No ve lo que está pasando. Entonces ve una persona osca, desagradable, y no ve nuestra tristeza. El otro está incapacitado para ver nuestros ojos, para descubrirnos. Si nos mirásemos más a los ojos, nos daríamos cuenta de que más allá del enojo, el otro tiene un alma habitada por Dios. Pero no nos miramos a los ojos. Cuando estamos enojados o cuando estamos con un enojado, no queremos posar nuestros ojos sobre esos ojos. Buscamos esquivar la mirada.
Siendo totalmente realistas y coherentes con nosotros mismos, nos damos cuenta de que ‘nos hacemos la cabeza’ pensando y tirando interiormente este descontento hacia otra persona, y fabricamos situaciones hasta por momento es como si viéramos una películas y viéramos que me encuentro con esta persona, hago tal cosa, y entonces esta persona me responde tal otra, yo me enojo por lo que me dice. Hacemos como ‘ensayos negativos’ de la presencia del otro. Todo está en nuestra cabeza: ‘que cuando vaya y me encuentre con ese otro le voy a decir tal cosa…’. Ni siquiera conociendo en profundidad su vida, podemos abordar a la interioridad del otros. Hasta siendo madre-hijo, o siendo esposo-esposa.  Hay una línea muy interna y hay un espacio sagrado donde nosotros estamos con Dios, un territorio donde entra solamente Dios y nosotros. Y ese espacio de nuestros límites, de nuestras frustraciones, es solo nuestro. Y esto es una realidad para agradecer: saber que tenemos un territorio interior sagrado, y desde ese lugar podemos entender que no se entra con facilidad desde afuera al espacio interior del otro. Por eso hacer imaginaciones y tirar al aire lo que ‘nosotros creemos del otro’ es una pérdida de tiempo, y un chispero para nuestro enojo, nuestra ira, nuestro descontrol. Estamos apunto del estallido: el otro viene y me dice algo y yo  estoy pensando tantas cosas terribles del otro durante toda la mañana, cuando el otro atraviesa la puerta, yo no solo voy a estar enojada porque ‘tiró con fuerza las llaves sobre la mesa’ sino también porque imaginé un montón de situaciones que las estuve masticando durante largo tiempo. Y entonces cuando una actitud del otro me molesta, estallo.

Participan los oyentes:
–    Estoy enojada conmigo misma por no haber sabido discernir las veces que el Señor me llamó con tanto amor.
AT: Estás dándote cuenta de algo tan importante, que ya este enojo tendría que ir desapareciendo, porque gracias a tener un Papá tan bueno que está siempre esperándote. Si creés que no llegaste a tiempo, te digo que el Señor está siempre esperándonos. A veces nos cuesta entender tanto amor y tanta consideración de Dios para con sus hijos. Esta frustración, este sentir el agobio, nos va a poner de cara a comprender que nosotros podemos decirle ‘basta’. Hasta aquí llegué y me enojé, pero ahora comprendo por qué. Y saber que muchas veces esto nos llevó a una enfermedad que tenemos, y que hay que buscar ayuda. No siempre se sale con buena voluntad y solamente oración. Claro que el Señor puede poner esos medios para que podamos mirar la luz, pero esos medios llegan muchas veces a través de otra persona: un profesional, un sacerdote, un amigo, un hermano, un esposo/a. Solos, no salimos de nada. Aún aquellos que eligen la vida monástica, de soledad, es porque han descubierto que hay un Todo: el Señor. Solos no podemos nada: hay otro que está compartiendo nuestro enojo. Tal vez este enojo ya lo trabajaste y lo sacaste delante de otra manera y resulta que el enojo tomó una cualidad positiva.
    Recordemos ese episodio donde Jesús se enoja en el Templo: a latigazos los corrió. Es una indignación, un enojo totalmente productivo y formativo. Ahora, deberemos preguntarnos si nuestro enojo es positivo, formativo o no para le resto de los otros que está, si hemos cambiado alguna situación por estar enojados, o si lo único que hacemos es como cuando ‘los perros se muerden la cola’ es estar en un círculo vicioso del cual no podemos salir.

    Sería hermoso que aquellas personas que han pasado por alguna situación y que hayan podido salir de ellas, lo compartan. Poder aportarlas es lo que nos va a convertir en una fuerza pujante donde al ayudarnos unos con otros, nos dará una esperanza nueva. Al vernos reflejados como en una pantalla, nos constituimos como una comunidad de aportes mutuos donde la mirada del otro nos traen luz.

–    Curar una situación de enojo que casi me hace perder el amor de mi vida, lo logré gracias a 6 meses de soledad para escuchar en mi interior la voz de Dios resonando en mi.

AT: Es saludable hacer una lista de las cosas que nos enojan: tal vez comencemos con las cosas de afuera, pero hagamos la lista sin prejuicios, no mintiéndonos a nosotros mismos. Esa lista en nuestra: nadie tiene por qué verla. Es un momento de interioridad donde debemos pedir la presencia del Señor que nos aporte su presencia, su luz, y nos de la humildad necesaria. Nos daremos cuenta que muchas veces hay más situaciones que las que creemos, que nos enojan. Cuándo estamos enojados, y cuándo se da este disparador. Nos debe quedar claro que el enojo es un “disparador” de algo interior. No es la base, la raíz de nuestro inconveniente de relación con los otros. Aparece, por ejemplo, cuando somos atacados o lastimados física o emocionalmente, cuando somos ignorados, cuando somos rechazados o excluidos, cuando somos engañados, cuando somos avergonzados o acusados injustamente, cuando estamos frustrados ante una pérdida o ante la imposibilidad de lograr lo que deseamos, y cuando nos sentimos inferiores o devaluados. Y el enojo va en aumento y se va prolongando cuando pensamos que algo es injusto –no importa si lo es o no, pero yo lo pienso-, que las cosas deberían ser diferentes, las personas tienen que actuar como ‘nosotros pensamos’ que es lo correcto. Incrementamos el enojo cuando quieren aprovecharse de nosotros, cuando alguna persona se siente superior a nosotros. Siempre a todo esto le anteponemos el “yo pienso que”. Es muy subjetivo. También lo incrementamos si no conseguimos lo que queremos o creemos no conseguirlo, y utilizamos este enojo para evitar establecer relaciones cercanas por no saber relacionarnos o por tener miedo de ser lastimados. Nos sentimos fuertes o capaces ir enmascarando este sentimiento de inseguridad o baja autoestima cuando no tenemos y no poseemos nuestra estima para relacionarnos con los otros. Ahí viene esta máscara de mal humor y mal carácter que viene a ocultar todo lo que te pone en evidencia esta situación interior, esta degradación como persona que suponemos frente a los ojos del otro cuando estamos transitando por estos lugares tan desagradables.     Porque estar enojado es desagradable, es terrible.

TOCANDO AL FRENTE
Ando despacito porque ya tuve prisa y llevo esta sonrisa
porque ya lloré de más
Hoy me siento más fuerte, más feliz quién sabe y llevo la certeza
de que muy poco sé, o nada sé
           
Conocer las mañas y las mañanas, un sabor de mazas y de manzana.        
Se precisa amor para poder latir, se precisa paz para sonreír,
se precisa lluvia, para vivir
Siento que sentir la vida sea simplemente emprender la marcha
de ir tocando al frente

Como un viejo arriero va llevando la manada desandando días
por largos caminos voy, caminos hoy
Todo el mundo ama un día, todo el mundo llora, un día gente llega
y otros te abandonan
Cada uno busca componer su historia y cada ser en sí
cargará el don de ser capaz, y ser feliz

–    Pido a Dios tener la armonía que no tengo con mi familia. Me siento sola, no se preocupan por mi
AT: Tenés razones para estar enojada. En este libro que estamos trabajando: “La afirmación personal” justamente hace esta afirmación. Esto que nos pasa y que puede habitarnos por mucho tiempo, y dice que hay que ‘pasarlo a primera persona’. En lugar de pasarlo a cosas generales, cuando vivimos estas soledades de que no me vienen a ver, que me han dejado como abandonada, el enojo se manifiesta en reclamo que el otro no puede comprender y lo hace reaccionar de forma contraria. Esta autora plantea pasarlo a primera persona para poder decir realmente lo que me sucede y pedirlo de la manera adecuada. Por ejemplo: “sabés? Me encantaría que compartiéramos una tarde juntos, y me duele que no podamos hacerlo”  “sabés que de ser la mamá que trataba de estar en todo, pasé a estar en este lugar y me cuesta ahora la soledad de la ausencia de ustedes, que antes la casa estaba llena de ruidos, y eso me tiene triste” . El otro reacciona mal a nuestro enojo. Es como un perro que te gruñe, y el otro perro que está en el territorio, también gruñe (como un espejo).
    Por estar enojados, no aprendimos: a controlar nuestros impulsos, a pensar antes de actuar, a tolerar la frustración, y no aprendimos a manejar la angustia o el miedo.
    Reconocer que el enojo puede ser un síntoma de depresión es una clave para comprender esto que nos sucede. La depresión es una pandemia en este momento, y es contagiosa. Y hay que alertarse.

–    Estoy enojado conmigo mismo porque después de 22 años de matrimonio me ha deslumbrado una adolescente que podría ser mi hija, y siento vergüenza
AT: ¡Qué bueno que te diste cuenta, y de que estés avergonzado de eso! Porque entonces estás a tiempo de retirarte. Porque las ocasiones están al alcance de todos, y la posibilidad de equivocarnos es tan fuerte como la posibilidad de volver al camino correcto. Te invito a que pidas en la oración la fuerza para tomar el camino adecuado. Solo en tu interioridad con Dios sabrás por qué uno puede dejarse arrastrar hasta aquí, y claro que nos da vergüenza. Pero cuando nos damos cuenta, estamos a tiempo de salir. Ojalá esta vergüenza te lleve a la humildad de saberte humano, de que a todos nos puede suceder, pero que lo que tenemos que tratar de propiciarnos unos con otros como cristianos, es ayudarnos a volver con el Señor. Y pedirlo también a los amigos: ‘Si me ven que me voy por donde no tengo que ir, por favor, tráiganme de vuelta. Para eso los he elegido como amigos: porque se que en mi humanidad, puedo irme del lugar correcto, pero no quiero irme.’ De mi parte, pido a Dios por vos para que vuelvas y construyas en tu matrimonio lo que quizá  faltó construir en este tiempo y por eso te confundiste. Uno siempre va en búsqueda de sentirse bien y del amor. Y estamos en un medio muy hostil, donde las propuestas son muy fuertes.



 

OREMOS PARA QUE PODAMOS ENTREGAR NUESTROS ENOJOS A UNA MADRE CON MAYÚSCULAS, QUE VA A SABER QUÉ HACER CON ELLOS Y PARA ACCIONAR CORRECTAMENTE PARA SALIR DE ESTE DOLOR QUE NOS PROVOCAN

 

AT: Estamos necesitando elementos para salir de esta situación de enojo permanente, romper el círculo vicioso. En la Biblia hay citas como “airaos, pero no pequéis”, y no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Sobre todo esta última cita, puede salvarnos la vida.
    En general, para estas situaciones como también para otras donde necesitamos ayuda de otros, un “auxilio” a tener en cuenta es la Red Sanar, donde podemos contar con excelentes profesionales que ayudan, sobre todo cuando las situaciones difíciles por las que pasamos están trabadas.

–    Estoy muy enojada conmigo, porque siento haber ofendido mucho a Dios, y me cuesta darme a El como El me lo pide. Pido oración por mí, para que todo esto pase de una vez y pueda sentirlo con alegría y con amor.

AT: Hay una cita de Jeremías que nos invita a sentirnos “vasijas de barro en manos del Alfarero”. La vasija se rompe, con todas esas grietas, con todas estas imperfecciones, y el Señor vuelve a formarnos. El Señor es el dueño de nuestras vidas, y El puede hacernos de nuevo, como la cera. Cuando uno utiliza la cera queda como con marcas, con algunos rasgos de lo que vivenció, por qué manos pasó, le quedan como huellas digitales, pero una vez sometida de nuevo al fuego vuelve a ser limpia, que puede entregarse nuevamente. Nos cuesta creer en esto, pero hay que abandonarse al encuentro del Alfarero. En más de una ocasión, hasta tenemos que pedirle a ese Alfarero que nos de el último toque para ‘rompernos’, porque a veces nos cuesta ‘destruir’ todo eso que nos hace mal –como el enojo por ejemplo-, y necesitamos ‘ser nuevos’. “Señor, pegá vos ese toque final para que en tus brazos pueda sentirme renovada, ser una vasija nueva”. Y aún así,  nos vamos a volver a agrietar, nos vamos a volver a defraudar. El único fiel es el Señor. Nosotros tenemos estos vaivenes como lo tuvo San Pedro: este amor e interés por el Señor, que luego se transformaba en miedo y querer negarlo, y luego reconocimiento, y luego la amargura y el dolor de sentir que le había fallado… Como la de San Pedro, nuestra vida se va realizando en el Señor aún a pesar de nuestra miseria.
    Y démonos tiempo. El Señor ha pasado, ha dejado una puerta abierta para que en nuestra sinceridad le entreguemos nuestro enojo y lo dejemos actuar.

–    Mi enojo radica en ver que todo se ha vuelto mentira. ¿Les cuesta tanto a la gente hablar con la verdad? ¿no saben acaso que la mentira ‘tiene patas cortas’? Eso es lo que más me enoja. Más me enoja la careta
AT: Pero hay enojos que tienen que ver con ocasiones que vale la pena. Son enojos contundentes, educativos como los que podemos visualizar de Jesús en el Templo por ejemplo: son enojos adecuadamente puestos en el momento y en el lugar para frenar una situación que de lo contrario seguiría realizándose de esa manera. Jesús dejó ver con su actitud hacia dónde estaba dirigido su enojo, cuál era su pensamiento: estoy enojado con esto que están haciendo y que está fuera de lugar. Ese enojo es constructivo, educativo. Tiene ese ingrediente de la impronta de cuando uno alza un poco la voz, pero si vale la pena, lo vamos a ver en los frutos. “Por los frutos nos conocerán”. Este enojo ¿está rindiendo buenos frutos? Y si es un enojo constante, evidentemente no tiene nada de educativo.

    El enojo trae consecuencias.
A nivel físico, sufrimos un desgaste importante: gastritis, contracturas, dolor constante. ¿Por qué? Porque cuando nos enojamos el organismo produce mayor cantidad de sustancias químicas, entre ellas la adrenalina que altera el funcionamiento normal del cuerpo. Esta sustancia se pone de manifiesto, por ejemplo cuando estamos ante un peligro: nos hace accionar cuando estamos ante el peligro de perder la vida, y nos da fuerzas hasta para levantar un auto, cosa que nunca podríamos hacer en una situación normal. Imaginemos todo el día con esa sustancia encima: enferma. Nuestras relaciones se alteran y hasta pueden terminar. Cuando estamos enojados podemos lastimar física o emocionalmente a los demás, dando como resultado resentimientos y deseos de venganza, y por supuesto, el alejamiento. Cuando no sabemos manejar adecuadamente nuestro enojo, podemos desquitarnos con otras personas. Caen justos por pecadores aumentando así nuestros problemas.
A nivel emocional: Cuando estamos enojados hasta el alma nos duele. Cuando sentimos que otras personas nos hacen enojar o nos ponen tristes, tensos, les estamos dando todo el control de la situación, aumentando así nuestra sensación de incapacidad y de coraje. Nuestra respuesta puede provocarnos sentimientos de vergüenza, culpa, prolongando así nuestro malestar.

    Podemos revisar nuestra lista de enojos, meditarlos, agregarles el contenido espiritual de el Señor que todo lo puede, y pedirle a El que nos ayude a identificar estos enojos cotidianos, estos enojos con la vida, y desde la identificación, accionar.
    Siempre que el Señor pasa, nos pone en movimiento. Nunca pasa para la quietud, para que nos ‘instalemos’ aún en lo lindo –como sucedió a los apóstoles en la transfiguración-. El nos hace la invitación a ‘bajar’.
Que este encuentro con el Señor, ya sea desde la confesión, que  podría hacernos mucho bien, desde el volver  a sentirnos integrados en la Familia del Señor, el volver a contemplarlo en la Eucaristía, el volver a contemplarlo en los ojos de las personas que nos hacen sentir esta bronca, nos ponga en movimiento, nos ponga en un accionar correcto, hacia delante.
Que  el Señor impulse en nosotros ese deseo de transformación y de verdadera metanoia, esta palabra griega que habla del cambio profundo, sustancial del todo por el todo. Gracias a la presencia del Señor, se puede ser nuevo. Y eso está en nuestra muerte y resurrección de cada día: la Pascua presente, hoy en nuestro enojo. Deberemos morir a esta sensación, a esta emoción a la que nos hemos acostumbrado. Claro que podremos tener nostalgia del enojo. Hoy la invitación es ésta: dejarlo, morir a este sentimiento entregándoselo al Señor.
El transforma nuestra vida, puede cambiar la historia nuestra y la de los demás. Cambiar en nosotros para que el mundo cambie. En ese sentido y con esa alegría, vaya mi deseo de que podamos conectarnos con otra manera de vivir. La vida es el mejor regalo que nos fue dado. Hagamos de ella un sentido para la vida de los demás.