¿Qué hacemos los adultos con lo que nos pasa?

viernes, 9 de abril de 2010
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Los seres humanos tenemos una herramienta valiosísima que es la comunicación a través de las palabras, sin embargo esta herramienta se nos vuelve en contra cuando la utilizamos de más, que es lo mismo que mal utilizarla. De todos modos, nuestro discurso refleja el nivel de confusión o también el nivel de compromiso que asumimos hacia nosotros mismos.
En el micro anterior hablamos de la resiliencia en los adultos y a cantidad de respuestas fue tan grande que me instó a que dediquemos un programa más, o todos lo que sean necesarios para hablar de la capacidad que los adultos podemos desarrollar para hacer frente a las adversidades y también  a inaugurar nuevos períodos de vida, con nuevos espacios de mayor calidad y satisfacción.
Y en ese sentido, muy bien podríamos hablar de prevención. ¿Prevenir qué? Quizás la soledad prolongada después de algunas ausencias, quizás la enfermedad cuando no tratamos bien a nuestro cuerpo.
En este punto, cuando hablamos de apelar a la comunicación mediante nuestras palabras, podemos decir que las palabras a veces nos sirven para pedir ayuda pero a veces nos sirven para victimizarnos, en este último caso, haciendo un uso abusivo de nuestro lenguaje, ya sea para relatar a repetición lo mal que estamos o lo mal que  hacen las cosas los demás.
En este sentido podríamos dejar en claro que significa pedir ayuda y qué significa victimizarse.
• Un pedido de ayuda implica utilizar nuestros recursos para llegar al otro, con la plena  decisión de ponernos en marcha, de utilizar el auxilio para nuestro crecimiento, ese crecimiento que quizás conducirá también a un crecimiento de quien nos ayuda, porque si los auxilios son legítimos, todos nos beneficiamos.
• La autovictimización, por el contrario,  implica hacernos a un lado de lo que nos pasa y con la expectativa (poner el pecho afuera) de  que otros se hagan cargo de uno. Me detengo en esto: Si tenemos tanto miedo de que en nuestra vejez nos abandonen, ¿Por qué abandonarnos prematuramente al accionar de los demás.
Recuerdo que el sábado anterior hubo algunos testimonios de personas que encontraron la felicidad con sus nietos, con sus amigos etc., pero también hubo personas que hablaron de cuanto necesitamos pero refiriéndose a que los demás debían hacerlo. Ej: el ajedrez es probadamente una herramienta como para mantener la actividad mental, pero: si sabemos de un lugar que necesita de la implementación de estos juegos, ¿Por qué no pensamos que podemos hacer para que esto se concrete? Por otra parte, el ajedrez no es la única manera de prevenir el Alhzeimer, toda actividad mental relajada, ejercida con gusto y tranquilidad es un gran ejercicio, el mantenimiento de nuestras cuentas al día, el orden de los placares con la memorización de los lugares que ocupan las cosas, eso, los lugares que ocupan las cosas, todas las cosas en nuestra vida.
Sabemos que el Alhzeimer se puede prevenir conservando nuestra agilidad mental, y yo agregaría nuestra alegría, pero tenemos que tener en claro que ambas cosas son parte de uno mismo y debemos tener la responsabilidad de promoverlas, de buscar amor y de dar amor.
La persona que pide ayuda verdaderamente es la que escucha, busca progresar en los consejos que recibe, e intenta encontrar nuevas cosas dentro de su caudal. Cuando no entiende lo confiesa, cuando no lo logra también, inspirando al terapeuta, amigo, sacerdote etc. la búsqueda de nuevas estrategias para  seguir acompañándola.
En cambio, la persona que repite su dolor sin escuchar al otro, de pronto se ve enredada en un discurso repetitivo que no conduce a ningún puerto que no sea al cansancio del interlocutor y el estancamiento de quien padece.
Tanto en la vida como en el arte, las piezas del discurso deben acomodarse para que sean armónicas y comprensibles a los demás.
Ese es el desafío, buscar ser creativo con lo que nos sucede….porque al fin y al cabo, después de que nos pasó algo desagradable, lo que nos queda es ver que hacemos con eso que nos pasó.
Si nos hicieron algo muy malo, imaginemos las peores cosas, sin embargo, el desafío es ser creativos y preguntarnos, ¿Qué puedo hacer con lo que me hicieron.
Ese es también un aporte hacia la paz, y la prevención de nuestro futuro como adultos mayores.
En esta Pascua, tomemos los ejemplos que nos guían, para no hacer de la queja un modo de vida. Es interesante estar atentos a uno mismo, eso nos lleva a la creatividad en las pequeñas cosas.