Querer y no poder

lunes, 11 de agosto de 2008




A partir del desarrollo psicológico del Siglo XX, hemos descubierto la presencia de una serie de fantasmas en nuestra mente que bloquean o  impiden cosas que objetivamente podríamos hacer.
Quiero irme de casa y no puedo. No hay ningún impedimento material o físico importante para concretar esta independencia tan necesitada y reflexionada, pero aparece el fantasma de la simbiosis, por ejemplo, y no puedo, no puedo  romper con esa dependencia.
Quiero terminar la carrera y no puedo, y no hay nada concreto que me lo impida, pero aparece el fantasma de las múltiples opciones, y no puedo, porque quiero hacer muchas cosas al mismo tiempo y no puedo jerarquizar una opción.
Quiero compartir, formar equipo, tener vínculos, quiero relacionarme con gente, y no puedo porque aparece el fantasma del protagonismo solista.
Quiero ser espontánea, natural, fresco, quiero animarme a mostrar mis sentimientos y no puedo porque aparece el fantasma del control.
En fin, estos fantasmas que han sido bien descriptos a lo largo del Siglo XX por la psicología, son cadenas invisibles. El Padre Kentenich expresaba “hay quienes están atados, anclados por cadenas de hierro” y esto es grave. En lugares como China, donde están reprimidos muchos los derechos humanos como la libertad de expresión, de prensa, de información o de opinión., son cadenas de hierro; de hecho es una estructura de hierro este totalitarismo comunista que rige en China, y son muy difíciles de romper, generalmente se rompen a altísimos costos. Estas son cadenas de hierro, son objetivas, la miseria, la marginación, la pobreza; quiero y objetivamente no puedo, no tengo medios para estudiar, no tengo dinero para mejorar el techo de mi casa y se me llueve, son cadenas visibles muy pesadas, pero hay otros – decía el Padre Kentenich – que están esclavizados  con telas de araña. No se dan cuenta pero las telas de araña vuelven, son casi imperceptibles, van contigo a todos lados y uno tiene la ilusión de libertad, o de desplazarse por la vida y por el espacio con total autonomía e independencia, pero en realidad esta cegado y recubierto de telas de araña que se han pegado a la piel. Algunos están atados con cadenas, de esto nos seguiremos ocupando buscando romper esas cadenas, otros estamos atados con telas de araña desde adentro, desde una dimensión inconciente donde aparece lo que llamamos el “fantasma”  y pido prestado este nombre desde los cuentos infantiles, a diferencia de la bruja y el ogro que son personajes de frialdad monstruosa y con vocación de dañar, los fantasmas con presencias inmateriales, escurridizas que aparecen por sorpresa, que desaparecen y que vuelven a aparecer cuando se les antoja. Acechan en la sombra y tienen una capacidad muy grande para desestabilizar nuestra mente y sobre todo nuestros propósitos. Cualquier escenario les parece armonioso a estos fantasmas interiores, nos confunden la mente, nos enturbian la realidad, nos distorsionan la percepción que tenemos de ella o perturban el ánimo. Eso es lo que ocurre con los fantasmas en las películas y en los cuentos infantiles y esto mismo es lo que ocurre con los fantasmas en el mundo espiritual, en el alma cuando voces que provienen del pasado o de otras experiencias, nos muestran algo que puede ser muy traumático justamente para impedirnos caminar, nos llenan de miedo. Estas voces provienen de nuestro propio corazón y no tenemos que resignarnos a vivir con ellos, porque estamos llamados a ser libres por fuera y libres de adentro.

Vamos a hablar del fantasma de la simbiosis, que es un de tantos de los que habita en las entrañas de nuestra mente, cuando nacemos ese llantito, es grito primigenio que inaugura la salida exitosa del útero materno hacia la vida, el primer oxígeno, el primer respiro ya no intermediado por mamá, ese estremecimiento en  contacto  con el aire frío, con los ruidos –que deben parecer atronadores-. Hay quienes dicen que cuando el bebe nace experimenta un bombardeo implacable y de pronto la piel cuyo olor reconocemos, el seno materno, el regazo esa mamá que nos abraza como pidiendo disculpas por haber dado su conformidad al Edén que era el útero materno. Así describe la mayoría de los Psicólogos y pensadores que intentan descubrir cuál es la experiencia del nacimiento, que se ha dado en llamar traumático,  y al mismo tiempo podemos entender lo que significa mamá para nosotros, casi la diferencia entre la vida y la muerte, sino es por esa piel cálida, si no es por esa leche nutricia, ese regazo, ese olor, esa voz tan reconocida, difícilmente podríamos tolerar el traumático hecho de ser expulsados de ese paraíso intrauterino. Hay una salida y hay también un trauma, y el fantasma de la simbiosis comienza a hacer su trabajo allí, entre mamá y bebé, nutriendo, alimentando o cuidando exageradamente, sobreprotegiendo a ese niño para quien la mamá nunca dejará de ser bebe. No se le va a permitir exponerse a situaciones que otros chicos exploran con tranquilidad, creciendo en la confianza en sí mismos, porque a ese niño no se le da permiso para equivocarse o para golpearse porque ese fantasma de la simbiosis amenaza continuamente, la mamá lee el error como discapacidad, no como una incapacidad temporaria, se dio un porrazo y eso implica que hizo un aprendizaje y que en el futuro va a poder correr por el mismo lugar sin tropezarse. No, este chico no puede correr por acá.
Es un mecanismo habitual en la relación simbiótica, el creer que un ser no puede vivir sin el otro, como es propiamente la simbiosis, un intercambio vital e ineludible. En la simbiosis yo no puedo vivir sin el aire que me da el otro y el otro no puede sobrevivir sin mí. Ese es el ámbito de cultivo del fantasma de la simbiosis que va absorbiendo una gran cantidad de energía, falta de confianza en uno mismo, creencia en la propia imposibilidad o la fantasía de que hay otro a la manera de mamá en su momento que lo puede todo, que lo sabe todo o que está en todas partes. La omnipresencia es uno de los atributos de Dios, es bien explícita y visible pero no es de los seres humanos.  En el mundo de la simbiosis la sensación es que no hay barreras que me separen del otro, el fantasma de la simbiosis salta de contento cuando nosotros creemos eso, porque  puede habitar a quien quiera cuando quiera y como quiera, porque no hay limites ni barreras que me separen del otro.
Quiero irme a vivir solo, o quiero hacer algo por mí mismo, sin que la opinión de los otros me confunda o me desvíe de mis propósitos, encara para allá  y la opinión de los otros me condiciona para acá. Quiero vivir mi vida sin tener que dar cuenta de mis movimientos, entrar y salir libremente sin estar fichando tarjeta, quiero irme de la casa de mis padres, o quiero salir a trabajar y no puedo. Porque si me voy a vivir solo ¿quien me va a despertar para ir al trabajo si nunca escucho el despertador?, ¿Quién me va a preparar la comida cuando vuelvo cansado de la lucha cotidiana?  Y si me enfermo ¿Quién me va a cuidar? Si ni siquiera puedo salir a comprar los medicamentos.
Estoy escuchando la voz de mamá: ¿por qué te vas, acaso te tratamos tan mal? ¿Cuál es el motivo por el que te vas, si acá tenés todo?
Otro caso. Hoy le comenté a mi marido que quiero probar suerte vendiendo tartas, quiero colaborar para tener unos pesitos más para poder retapizar el sillón,  y como tanta gente elogia mis tartas, me gustaría probar. Y el responde: Olvídalo, no necesitas trabajar, yo te mantengo, no te olvides de retirar mi traje de la tintorería porque esta noche tengo una cena importante. Y no puedo.
Hablando con mi vecina: No me inscribí en ese Curso que me recomendaste porque no quería dejar solos a los chicos. Esta tarde, no voy a poder porque tengo que llevar a la chiquita a comprar ropa. Mañana tampoco porque tengo que limpiar la casa, y pasado mañana tengo que buscar la ropa a la tintorería. En realidad algún día va a ser, te espero. Querer y no poder. Aparece el fantasma y llega la hora de encontrarnos cara a cara con él.

El fantasma de la simbiosis se nutre en nuestro corazón con material de la vida, realmente se alimenta de dificultades que hemos tenido en el pasado o bien de abandonos, nos hace recordar, si te vas o si te separas o si te independizas de esta persona o si tomas tus decisiones y te responsabilizas  por ella, o si haces algo por vos misma, vas a morir, como aquella vez, cuando te abandonaron. Porque el fantasma de la simbiosis trasmite la convicción de que uno es un apéndice del otro y por lo tanto no puede sobrevivir sin aquello a lo que están aferrados y los nutre. Una parte  de uno no puede vivir sin el otro como un corazón o un hígado no pueden vivir sin el cuerpo. Ese es el mensaje que nos trasmite el fantasma de la simbiosis y está encargado de alimentar y defender ese criterio. Una de las fantasías  mas paralizantes es la que viene de algún viejo registro de abandono, esa sensación de ser dejado a la buena de cualquiera como un niño depositado en el umbral de una Iglesia o de una casa,  abandonado a la buena de Dios, así nos sentimos cuando enfrentamos el querer independizarse y no poder.  Independencia es igual a muerte eso es lo que el fantasma de la simbiosis convence. No solo de la muerte sino de toda capacidad para desprenderse de la persona de la cual el depende y por otro lado la persona de la cual dependemos toma un rol dominante, encuentra sentido a su vida en ese que considera una misión, que es sustituir nuestras carencias y por lo tanto el otro refuerza esa simbiosis. Si alguien se compromete a dedicarse full time a otro, no tiene energía  disponible para el mismo y de esa manera se produce la simbiosis porque toda la energía que yo tengo la invierto en vos.
Es muy común que las mamás digan, por ocuparme de Uds. no he podido estudiar, o a  todo lo que he renunciado por ocuparme de Uds., o como he soportado determinadas situaciones por Uds.  Yo he escuchado responder muy inteligentemente a los chicos: mamá que lastima que no me preguntaste, porque  yo no necesitaba que soportaras todas esas circunstancias por mí.  Muchas veces estas renuncias y sacrificios que las personas hacen por otro no sirven. Esos chicos que renuncian al desarrollo y al crecimiento de su propia vida para quedarse a cuidar a los padres, lo están haciendo libremente o están encubriendo su miedo a tomar decisiones, su miedo a dejar la casa paterna, su miedo a enamorarse, su miedo a asumir compromisos mientras  se trabaja para que el otro sobreviva.

Nos hemos desvinculado de los ciclos de la vida, nos hemos apartado de la percepción sencilla, honesta, clara y serena de que la vida tiene ciclos y que nosotros no estamos ajenos a ellos.

En casos de que exista esta simbiosis hay que mirar para atrás y reconocer la propia edad, ya no soy un niño que sentía un vacío en el estomago con unas ganas locas de  llorar cuando mamá me dejaba allá y se iba. Ya soy una persona joven, adulta  y es importante subrayar los recursos que ahora tengo aunque a veces no los pueda sentir, pero los tengo. Hay que activarlos y ponerlos en acción. Soy una persona adulta a partir de los 21 años.  Inspirémonos en el ejemplo de los bonsái, que pueden ser muy bellos pero sirven para ponerlos en la vitrina de una casa, para que otro muestre el logro de lo que ha hecho con un árbol al reducirlo al tamaña de una maceta. Le devolvamos al árbol de nuestra vida su tamaña natural, trasplantémoslo de tierra, lo reguemos, lo nutramos hasta que recupere su verdadera identidad o al menos se acerque lo más posible a ella. El impulso de la independencia parte de lo más profundo del hombre, está puesto por Dios. Tomemos conciencias que cada uno de nosotros es una persona diferente, con raíz propia, que aunque comparte las características de la especie, necesita  afirmarse en su propio terreno y desplegar sus ramas. No tenemos que asustarnos al vernos pequeños porque también nosotros hemos sufrido un proceso de empequeñecimiento, se nos ha ido cortando permanentemente raíces y ramas porque alguien necesito tener más pequeños, ha llegado el momento de ejecutar actos de autonomía, ha llegado el momento de enfrentar ese fantasma, ha llegado el momento de decir algún día, por ej. : Mamá, no te puedo atender en este momento, te llamo mas tarde.
Cosa que algunos no pueden hacer porque tienen miedo al enojo de mamá. O ha llegado el momento de decir: Yo voy a vender tartas. No, te pido permiso para vender tartas.  Ha llegado el momento de preguntar a cuanta persona uno encuentre qué es lo que tengo que hacer. No pregunto más. Y  en realidad eso es una forma de nunca hacer nada. Hay que dar los primeros pasos, construir un camino sólido que nos permita un cambio gradual. Desmentir la supuesta verdad de que sin él o sin ella yo no vivo, sacar un rotundo, inapelable flexible NO a la propuesta de vivir como un parásito de otro.

Qué pasa cuando una persona no puede cortar con este fantasma de la simbiosis, nos quedamos sin habitar  lugares de nuestra propia casa  que están invadidas por ese fantasma. Ocupamos solo una parte de nuestra personalidad, desarrollamos solo una parte de nuestra independencia y vaya a saber todos los frutos que nos perdemos de dar a los demás porque esas ramas no se desarrollan o esos talentos no se invierten.
El ser humano no está planeado por la creación para depender del otro sino hasta una determinada edad, a partir de esas edades y en pasos sucesivos debemos ir adquiriendo autonomía, somos por eso hijos de Dios.
San Pablo tiene una expresión muy bonita que realza los vínculos del espíritu por encima de los vínculos biológicos, y con esto no quiero menoscabar la fuerza del vínculo biológico. La sangre tira, pero uno tiene que poder elegir y discernir.
A la hora de encarar el fantasma de la simbiosis no hay que tragarse ni un poquito de mentira, que no me voy de casa  porque no tengo computadora, es un poquito de mentira. No es que no tengo computadora el problema, el problema es que aquellas personas que ejercen protección para mí me vuelven a decir de una u otra manera,  Nena, que va a ser de ti lejos de casa…. No queremos pagar el costo de la libertad. La independencia no es gratuita. Hay que maximizar el contador de logros, ir grabando en la memoria cada intento y cada logro que se haya hecho para liberarse de esa voz tiránica del fantasma que nos dice, nos podes, no sabes, no es para vos. Hay que contar desde que se pone un límite, o animarse a mirar un departamento, o animarse a mirar la independencia, o tomar una minúscula decisión sin estar preguntándole a todo el mundo lo que puedo o lo que debo hacer, o desmentir una supuesta verdad que conduce a dejarme permanentemente atado al pasado. Eso hay que festejarlo con bombos y platillos. Como los primeros temblorosos pasos que puede dar un rehabilitado después de una parálisis, y así se va a ir debilitando el fantasma y se va a ir teniendo más energía para ir cambiando.

Hay que tratar de evitar los cortes drásticos, o reacciones impulsivas, por ejemplo: mañana me voy y me voy. Porque ese Adiós y ese portazo  puede boicotear el proceso de la independencia. En las personalidades que han sido muy tomadas por el fantasma de la simbiosis los cortes de los cordones umbilicales no deben ser irreflexivos o producto de la desesperación, porque antes de tomar cualquier decisión que implique un distanciamiento, un límite, una distancia, una mudanza, hay que preparar el terreno para no boicotear ese acto de independencia. Hay que ir nutriéndose de confianza en uno mismo, de seguridad interior, hay que ir enriqueciéndose de autoestima, hay fortalecer nuestra identidad de hijos de Dios, hay que orar y establecerse con Dios como aliado.
Hay que ir desinflando el fantasma de la simbiosis, hay que ir obedeciendo a Jesús cuando le dice a Lázaro: Levántate y anda.