¿Quién dijo que todo está perdido?

lunes, 24 de noviembre de 2008
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Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:  “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”.  Jesús les dijo entonces esta parábola:  “Si alguien tiene cien ovejas, y pierde una.  ¿No deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido hasta encontrarla?.  Y cuando la encuentra la carga sobre sus hombros lleno de alegría y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos y les dice:  “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”.  Les aseguro que de la misma manera habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.  Les dijo también:  “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una.  ¿No enciende acaso la lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?.  Y cuando la encuentra llama a sus amigas y vecinas, y les dice:  “Alégrense conmigo porque encontré la dracma que se me había perdido”.  Les aseguro que de la misma manera se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.”

Lucas 15, 1 – 10

El título nace de lo que el texto mismo ofrece como gran posibilidad, de la gran apertura con la que Jesús se vincula con tantos mundos diversos, que aparentemente no tienen solución. Es la actitud misericordiosa de Jesús frente a los publicanos y los pecadores, frente a los marginales de su tiempo. De allí brota la pregunta, que cuestiona el orden establecido, allá y aquí. En aquel tiempo, y en este tiempo. ¿Quién dice que todo está perdido? Jesús dice que no todo está perdido. Y entre los que están perdidos, se sienta Jesús a comer y con este gesto, absolutamente desconcertante, establece un nuevo código de convivencia. Que viene a poner un nuevo orden sobre el orden establecido.

Los pecadores, ciegos, paralíticos y leprosos, los publicanos, viven al límite. Y en los límites, viven en los márgenes de la ciudad, en las orillas de los poblados. Jesús se ubica al margen, se ubica en las orillas. Jesús para hacer frente a esos límites y para recrear la vida de aquellos que no tienen posibilidad de entrar y salir en la convivencia social de su tiempo, inventa un nuevo modo de la creación. Propio de la creatividad del amor de Dios, y nace, en realidad, de este amor creativo, que se hace gesto de misericordia.

Actúa Jesús devolviendo la dignidad. Actuando la fuerza de Dios, que como dice Pablo, se manifiesta en la debilidad. El poder de Dios se muestra en medio de la fragilidad.

Para los del tiempo de Jesús, que tienen el orden establecido sobre la ley rigurosa y estricta, y que se ha encarnado en la casta sacerdotal, el lugar de los publicanos, pecadores, mujeres y niños, los impuros, los enfermos, es el lugar de la exclusión. Para Jesús, en su amor, éstos tienen que estar incluidos, tienen que estar sumados, tienen que formar parte del nuevo pueblo que Él viene a establecer, a partir del nuevo orden. Que ya no es el de la pureza de las costumbres, sino de la caridad que purifica y hace nueva todas las cosas.

Por eso Jesús, ante aquellos que sostienen con su actitud leguleya, que los que no participan de la pureza ritual están afuera del pueblo, les dice que no es así y establece el mismo Jesús la pregunta: ¿Quién dijo que todo se había perdido? Al contrario, todo comienza a ser de nuevo con la presencia de Je