27/04/2016 – El Gauchito Gil, imagen presente en las rutas de nuestro país, rodeado de cintas rojas, es una figura polémica de nuestra religiosidad popular. ¿Quién fue? ¿Qué hizo? ¿Cómo lo considera la Iglesia?
El Padre Julián Zini es Vicario Episcopal para la Cultura del Obispado de Goya, poeta, músico popular e intérprete dedicado al lenguaje y al cancionero de raíz folklórica del Litoral. Su obra se enraíza tanto en las tradiciones como en la cultura popular emergente del hombre profundo del litoral. En un ameno diálogo con el P. Javier Soteras y Verónica Laforgia salió al cruce de algunas dudas al respecto del Gaucho Gil.
“Entre 1840 y 1870 ubicamos a Antonio Gil como un paisano de la zona del Litoral, hombre serio y querido, un hombre que no quiso pelear” comienza el Padre Zini. “Es que al comenzar la guerra con el Paraguay, los pueblos del interior con Artigas, se sentían hermanos con el Paraguay, entonces lo que venía del Brasil, del imperio Portugués y del puerto de Buenos Aires, no era bien visto en el interior. Cuando se ordena la Guerra de la Triple Alianza, un verdadero genocidio, nuestra gente no quiere ir a pelear. Había quienes sí querían, pero mucho no querían pelear y Antonio era uno de ellos. Hay muchos testimonios. El Sr. Mitre, Presidente de la Nación, saca una ley que indicaba que quien no quisiera pelear era traidor a la Patria, es decir un desertor al ejército. Al desertar se vuelve un “gaucho alzado” entonces debe ser ajusticiado. Ahí ubicamos a Antonio Gil. El Martín Fierro, que es de ese tiempo, también muestra esa realidad” cuenta el sacerdote.
Pero su historia y el reconocimiento popular vendrá mucho tiempo después. “Recién esto sale a la luz en el verso y en la canción a partir de 1970 cuando llevamos una estampa y empezamos a cantar y a decir en voz alta esta rebelión que creemos justa contra la injusticia oficial. El culto en ese momento era a la cruz. Tenemos más de 60 gauchos alzados en nuestro historia, y tenemos cruces milagrosas, cuenta el P. Zini haciendo referencia a esos crucifijos que se colocan en las rutas. “Allí donde cae un cristiano se coloca una cruz. Cuando uno tiene una muerte injusta, ahí se acerca la gente piensa que esa persona está junto a Dios porque se parece al Hijo de Dios, a Jesús que murió injustamente” aclara.
“Yo pienso que la gente tuvo siempre culto a los difuntos y la forma en que se manifiesta con bailes, cultos y comidas, es propio de nuestra fe popular que nos viene de la primera evangelización, sobretodo con la influencia de franciscanos y jesuitas durante 150 años, distinta a otras regiones del país. Por debajo tenemos una expresión popular de evangelización, de la fe de su gente” dice el sacerdote litoraleño.
El Gauchito Gil, que aparece a lo largo de las rutas con colores rojos, explica, “no es gauchito por ser muchachito sino porque es un diminutivo del idioma guaraní castellano. El diminutivo es cariñoso, nosotros le llamamos así a las personas que amamos”. “No es un santo pagano sino un difunto querido en donde su cruz indica que lo mataron allí. Los misioneros enseñaron a cambiar las ofrendas que había en las tumbas por oraciones por su alma, y así nosotros aprendimos a dejar ofrendas a los pies de las cruces (que suelen estar donde murió la persona), por eso velas, naranjas, velas, cigarros dejamos como ofrenda para que otro que pasa por allí tome eso y rece por él”.
¿Por qué al lado del camino? “Porque allí murió y allí lo mataron. Hay otras muchas cruces, porque la fe del pueblo heredada nos dice que allí donde muere un cristiano se pone una cruz”.
El obispo Alberto Devoto, en el año 84 logra que un grupo realice un trabajo para interpretar este fenómeno popular con algunas normas pastorales. Cuando en el 84 tiene que ser discutido y trabajado por los sacerdotes, sobretodo del decanato de Mercedes, cercana a la cruz Gil, se muere Devoto. “El grupo de curas que teníamos esa responsabilidad no aceptó trabajar y poner en práctica lo que Puebla decía como magisterio, considerando que esto era idolatría y superstición, no conociendo e ignorando el pasado de evangelización jesuita y franciscana de nuestra región. Tristemente pero cierto” relata el sacerdote.
Además contó que el entonces Cardenal Bergoglio, nos ayudó y animó a que trabajáramos en ésto.
“El próximo Obispo, Mons. Canesino, nos reunió, retomó el trabajo que se había hecho y dio la confianza al clero de Mercedes para que se organicen. Canesino, formoseño que conoció a Mons. Devoto, se junta con los curas, escucha las distintas posiciones y antes de asumir como obispo coadjuntor de Goya, va a Roma con los nuevos obispos y tiene un encuentro personal con Francisco. Una de las cosas que le pregunta es ¿qué hacemos con la cruz Gil y el Gauchito Gil?. “Por favor acompañen la fe popular y acompañaen la fe de su pueblo” contestó el Papa Francisco.
De ese encuentro, Mons. Canesino trajo una triple recomendación del Papa Francisco: ” Primero prediquen sobre los difuntos y la resurrección. Segundo, construyan esa Iglesia que estaban por construir a la devoción de la Cruz. Tercero, tienen un material que se llama “Novena a la cruz recordando a Antonio Gil y nuestro queridos difuntos”.
El Padre Zini no niega y hasta afirma ser testigo “de mucha invención, cosas que se novelaron sobre Antonio Gil y que no son reales”.
El sacerdote, autor del primer chamamé que se le escribe a Antonio Gil, expresa en la canción que “Dicen que San la muerte cuidaba de tu muerte, Antonio Gil”.
En relación al vínculo entre la cruz Gil y San la muerte, Zinni explicó que hay un culto de siempre de la Iglesia a Cristo que yace en dolor y paciencia e invita a una muerte santa, distinta a éstos otros cultos que se meten para atemorizar y más del lado esotérico.
“Existía el culto al Señor de la humildad y de la paciencia, o culto de la Buena muerta. Hoy están transformados por lo que significó este movimiento que atrae como negocio y comercio religioso el culto a San la muerte venido desde las cárceles, y con una influencia del culto al San la muerte de México que son otras cosas que vienen a través de las cárceles, las Maras y demás.
Para nosotros en el culto a nuestros difuntos, siempre la persona que muere injusta y violentamente se parece a Jesucristo, al crucificado, y por lo tanto alcanza a Dios y si alcanza a Dios, por tanto, puede rezar por mí. Es muy sencillo, es la comunión de los santos del credo que todos rezamos” contó el sacerdote.
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