01/03/2022 – Esta semana finalizamos el ciclo “Los Mandamientos: un tesoro de Dios”, junto al padre Héctor Espósito, quien en esta oportunidad abordó el Décimo mandamiento.
Partimos del texto del Evangelio según San Mateo capítulo 6, versículos 19 al 24:
“No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá! Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.“
Antes de entrar en el tema, el sacerdote nos invitó a pasar por el corazón todas estas enseñanzas que vienen del Espíritu: “El Espíritu Santo penetra, intuye y hace gustar la profundidad de las cosas de Dios. De ahí la grandeza de que este Maestro espiritual nos ha regalado un tesoro tan grande.”
“La grandeza del estilo divino es distinto de la grandeza humana, la grandeza de Dios es profunda, silenciosa, en quietud, con prudencia y equilibrio”.
El padre Héctor compartió su enseñanza siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica:
“El décimo mandamiento desdobla y completa el noveno, que versa sobre la concupiscencia de la carne. Prohíbe la codicia del bien ajeno, raíz del robo, de la rapiña y del fraude, prohibidos por el séptimo mandamiento. La “concupiscencia de los ojos” (cf 1 Jn 2, 16) lleva a la violencia y la injusticia prohibidas por el quinto precepto (cf Mi 2, 2). La codicia tiene su origen, como la fornicación, en la idolatría condenada en las tres primeras prescripciones de la ley (cf Sb 14, 12). El décimo mandamiento se refiere a la intención del corazón; resume, con el noveno, todos los preceptos de la Ley”.
“El décimo mandamiento se refiere a la intención del corazón; resume, con el noveno, todos los preceptos de la Ley”.
“El apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos. Así, desear comer cuando se tiene hambre, o calentarse cuando se tiene frío. Estos deseos son buenos en sí mismos; pero con frecuencia no guardan la medida de la razón y nos empujan a codiciar injustamente lo que no es nuestro y pertenece o es debido a otra persona”.
“El décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales.”
“El deseo de la felicidad verdadera aparta al hombre del apego desordenado a los bienes de este mundo, y tendrá su plenitud en la visión y la bienaventuranza de Dios. La promesa de ver a Dios supera toda felicidad. En la Escritura, ver es poseer. El que ve a Dios obtiene todos los bienes que se pueden concebir” (CATIC 2548)
padre Héctor Espósito
Podés escuchar el programa junto al padre Héctor en el audio que acompaña esta nota. Para acceder al ciclo completo hacer click aquí