Recrear la Creación

martes, 13 de mayo de 2008
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Llegó a su pueblo. Se puso a enseñarle a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. ¿De dónde le viene esta sabiduría y este poder de hacer milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todos sus hermanos? ¿De dónde le vendrá todo esto? Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.

Entonces les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su familia y en su pueblo”, no hizo ahí muchos milagros a causa de la falta de fe de esta gente.

Mateo 13; 54 – 58

Lo tenemos que reconocer. San José no ha tenido mucha suerte que digamos, en la transmisión que los siglos han hecho de su figura, de su imagen. Si nos preguntamos que imagen surge en la mente de quienes contemplamos o escuchamos oír el nombre del esposo de María, tenemos que respondernos que un la de un viejo venerable, con un rostro no muy varonil que digamos, según lo han presentado algunos artistas en la historia. Y tiene en sus manos una vara de nardo, que suele resultar hay veces un poquito cursi, si no aparece explicado que significa aquello que lleva entre sus manos.

Hay veces también aparece como un gran ebanista. San José. Y un poco pulcro. Con vestido demasiado nuevo, diría yo, más apropiado a una etapa de la historia, que a la fidelidad al dato histórico que nos llega desde el tiempo en el que vivía, y a la cultura a la que pertenecía. Por ahí aparece como, olvidándose de la garlopa, que tiene entre las manos, para contemplar en un largo éxtasis los juegos de su hijo, que se entretiene haciendo cruces entre limpísimas virutas, o realizando milagros, dándole vida a alguna paloma muerta.

Este modo de vincularnos por la iconografía, por la escultura no nos ayuda para acercarnos al rostro real de san José. Este trabajador de la madera, de la madera, se responde Martín Descalzo, difícilmente sea de la madera. Más bien habría que decir que san José habría sido un trabajador, un changarín, diríamos. Sería lo que tendría ahora, una empresita de servicios. Por así decirlo, simple, sencilla.

Que la lleva adelante con su hijo. Arreglando techos, paredes, alguna puerta que por ahí puede haber habido, en el barrio de Nazaret. O alguna ventanita, porque en realidad, la madera por aquel tiempo, no era mucha. Sólo la de algunos árboles frutales, y algunos cedros que escaseaban, en todo caso, eran las familias más apoderadas las que tenían algún mueblecito de madera, puertas, ventanas, al tipo y poco. Poco de este material, con el que decimos ahora, el oficio de carpintero.

Los textos bíblicos en su origen, utiliza un sustantivo que puede ser traducido como carpintero, pero que, en realidad, se parece más en el contexto en el que aparece el oficio, de José, en como estaba construida su sociedad, y allí los trabajos que había. Se parece más la traducción a lo que nosotros podríamos decir, un changarín. Uno que hacía cosas varias.

Y en esto le ayudaba Jesús. Claro, al traducir el sustantivo por carpintero, nosotros nos hacemos una composición más en relación a estos tiempos. Es un trabajador, en definitiva. Y por eso, este trabajador de servicios varios, es como que abraza a todos, y a cada uno de los trabajadores que tenemos responsabilidad, como él, de participar, como él del trabajo como transformación del mundo. Como lugar de cambio del mundo.

El trabajo, que como ha dicho Juan Pablo II, en su génesis, tiene como un plus, que no lo da la ganancia que genera el hecho de trabajar en términos monetarios, sino el valor subjetivo que el hombre le pone a su quehacer cotidiano, y justamente, en la significación de esa subjetividad en relación al trabajo es la que hace que éste tenga, un sentido de dignidad, que ayude verdaderamente a la realización y que sea lugar donde el hombre coparticipa con Dios de la obra, creadora constante con la que Dios sostiene al mundo.

Es justamente esta dimensión del carácter subjetivo del trabajo, el que hoy queremos contemplar. Juntos, reflexionar y recuperar el valor que tiene nuestra tarea. Dicho de una manera simple, sencilla, si yo no le pongo un plus de pasión, de ofrenda, de entrega; de respuesta vocacional, al hecho de ser convocado al trabajo, y sólo me vinculo a él por una cuestión más de mercado, por el plus que me significa en términos económicos, participar de un hecho laboral, se cosifica el trabajo. Se hace un objeto de mercado.

Es justamente el valor subjetivo que viene por lo que yo le pongo de más, al trabajo que hago, lo que nos hace participar de aquella gracia que Dios nos comparte de ser él mismo un trabajador. Desde el momento de Crear, y de recrear la Creación herida por el pecado.

Cuando Dios crea, pone todo su ser en el acto creador. Y al llamar a las cosas a la existencia, en ese gran trabajo, de la creación, pone toda su impronta allí, hasta llegar al punto más alto de la creación, según el relato del libro del Génesis, el hombre, hecho a su imagen, según su semejanza.

Donde no solamente Dios, pone todo de sí, sino que nos crea y nos hace, como ÉL. Parecidos a Él.

Como si quisiera verse en la obra de la Creación, habiendo creado al hombre a su imagen y su semejanza.

Toda la existencia del hombre. Todo nuestro ser, como corolario, coronación, del acto creador de Dios, es haciéndonos a imagen y semejanza suya, consiste en esto. En justamente, abordar la vida, desde ese lugar, creador y laborioso de Dios, para aproximarnos como seres humanos a esa semejanza cada vez más a identificación con él y, a partir de allí nosotros como el cúlmen de la creación, arrastrar la creación toda, para la Gloria de Dios.

Esta creación, de la mano de Dios, acto primero del trabajo, gime en su interior, está como de parto, podríamos decir, porque espera la manifestación de los hijos de DIOS. Es decir, la manifestación de nuestra más profunda identidad, como hijos de Dios, que estamos llamados, invitados a parecernos a Dios.

Este parecernos a Dios, como fruto de su creación, no puede ser independiente de la creación, mucho menos independiente de los demás hombres, cuanto menos independiente de Dios.

Para que podamos ser lo que estamos llamados a ser, la creación toda tiene que caer bajo la mirada responsable de los hombres, llamados a hacerla de nuevo, y en ese hacerla de nuevo, no se puede manipular el acto creador de Dios de cualquier manera, y para eso, nada mejor que vincularse al origen, a la fuente, a la razón de ser de todo lo creado. Para que en la inteligencia del primero que puso en marcha la historia con la creación, podamos nosotros comprender, sabiamente, el decurso de todo lo creado, llamado a dar Gloria a Dios. En esa tarea, no nos podemos desvincular unos de otros.

Porque en el mismo acto creador de Dios, participa Dios en carácter comunitario. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Y nosotros como parte de la creación, hechos a imagen y semejanza de Dios, y llamados a llevar a toda la creación a la gloria de Dios, Tenemos que hacerlo según aquel sesgo, aquella marca que nos ha dejado Dios cuando nos creó, nos creó también en clave comunitaria. Y también en este sentido, el trabajo es trabajo en equipo, se dice ahora. Un trabajo en común.

Claro, se lo plantea hoy, desde la necesaria interdisciplinariedad, en la que hay que vincularse para llevar adelante la tarea de la labor en cualquier emprendimiento, que se asuma.

Pero es mucho más que una puesta en marcha de distintas disciplinas que confluyen para colaborar en un quehacer. Si bien en la práctica, y diría yo, como llamado o invitado por la multiplicidad de las ciencias que colaboran en cualquier acto de trabajo, es una razón aun mas de fondo la que nos invita a colaborar mutuamente, en el quehacer. Es que somos a imagen y semejanza de Dios, una comunidad que recrea desde el trabajo, lo de todos los días. Y en este sentido, es bueno darle este valor, subjetivo hondo, al trabajo comunitario.

Dios comunidad, trabajó durante seis días, para llamar a la creación. Uno descansó, como el día de hoy, nosotros. Y Dios que le confió al hombre, la transformación del mundo, nos invita a repetir ese mismo acto suyo de amor creativo, en el trabajo, coparticipando mutuamente en ese sentido.

El gran desafío que presenta hoy el mundo del trabajo se lo ve en todas las organizaciones que uno ha podido participar y se ve también cuando uno observa cómo funcionan diversas organizaciones, empresas, diversos emprendimientos. El gran desafío es el gran en común, el trabajo en equipo.

En este sentido, me parece a mí, los discursos hegemónicos, únicos, los discursos en el mundo del trabajo diseccionados sólo desde un sentido jerárquico, tienden como a desaparecer para dar lugar a la complejidad de lo humano. A la hora de ser puesto en clave laboral, para transformar lo que sea. Ni que hablar de lo que es desarrollar una máquina como esta (la computadora). Cuántas inteligencias, cuántas capacidades, cuántas disciplinas participan desde lo tecnológico para poder lograrlo. Cuánto también del recurso humano para poder llevarlo adelante, para poder integrar toda y cada una de las partes.

Cómo el ámbito del trabajo requiere del mejor clima para que pueda ser bien llevado adelante.

Cuento nuestra experiencia, de paso, el lugar donde estábamos antes, cuando llevamos los 11 primeros años de ser radio, al lugar de ahora. Primero que cuando empezamos, surgíamos de una comunidad parroquial y mucho de lo que hacíamos se parecía a la parroquia. Después cuando fuimos incorporándonos en el servicio específico, de la tarea pastoral de hacer una radio, fuimos dejando un modo de ser y fuimos como transformándonos en otro modo de ser: una obra con igual raíz pastoral que el de la parroquia pero con otro modo de ordenarse, con otro modo de organizarse.

Una cosa fue el trabajo que realizamos en los primeros 2 años, cuando todavía no teníamos la presencia radial en otras emisoras, que retransmitían la señal. Y otra cosa fue ir sumando, en la organización y en la tarea a más y a más emisoras. Las 10 primeras, digo yo, fueron las que marcaron el rumbo. Una cosa es transmitir sólo desde Córdoba, en este momento, y otra cosa fue ir incorporando transmisiones de distintos lugares.

El trabajo se fue como complejizando, y la complejidad del trabajo nos fue como enseñando a incorporar nuevas herramientas para poder llevarlo adelante. Y entre ellas, la planificación. Y una planificación laboral de servicio, que fuera participada.

Una planificación que no venía direccionada de un solo lugar, sino que todos y cada uno de los actores, de los partícipes, del quehacer cotidiano de la radio tuviera su parte en el decir de cómo, y por dónde, alcanzar los objetivos que, claro, la organización en su discernimiento desde el consejo que dirige todo el quehacer de la radio, fue marcando como pauta.

¿Por qué digo todo esto? Porque quiero como hacerte presente la complejidad que supone hoy poner en marcha una tarea, cualquiera sea. Y cuando se pone en marcha una tarea siempre participan otros. Es el grado de participación y es el modo de planificar cómo y de qué manera cada uno de los actores del quehacer participa, lo que permite justamente llevar adelante con eficacia la tarea.

Pero no con la eficacia que marca el mercado. Sino con la eficacia con la que Dios quiere que trabajemos, para darle Gloria a Él.

El hacerlo en clave comunitaria y el trabajo en equipo se enfrenta con una mentalidad, que cuando plantea el trabajo en equipo lo hace de una manera solamente pragmática y muchos casos mecanicistas. Sin tener en cuenta toda la complejidad de lo humano y muy lejos de querer darle Gloria a Dios, que comunitariamente llevó adelante la primera tarea de la Creación. 

¿Qué hay que tener en cuenta para hacer un trabajo en equipo?

Encontré aquí como cinco puntos que nos pueden poner luz.

Antes de una crítica (dice quien nos ofrece este texto), acerque un aliento. No para mantener un buen clima, solamente, sino para poder atraer y predisponer a los otros a que sean receptivos después a la necesaria crítica. En torno a la cual el trabajo se desarrolla, porque se va como purificando de lo que no sirve para abrir paso a lo nuevo que viene. En ese sentido el trabajo siempre es dinámico, y creciente. Deja atrás etapas y se abre a la nueva. Es este sentido el trabajo es siempre dinámico y creciente. Deja atrás etapas y se abre a la nueva. Justamente, cuando eso ocurre, es el momento de la aplicación de toda la técnica humana, para acompañar los procesos de transformación.

Cuando se trabaja en equipo, es muy importante comunicarse siempre. Aunque esto nos parezca que tenga un costo. Hay que evitar rodeos. Hay que evitar detalles que no vengan al caso. Es muy importante que en la comunicación, de la tarea que tenemos, seamos como puntuales. Claros. Directos. Para poder llevar adelante la tarea, es muy importante que los otros participen en el diseño de la tarea. No en un modo de responsabilidad igual de las partes que participan. Pero todos participando. No es una anarquía organizativa. En donde todos dicen algo, y nadie termina por definir por donde se va a realizar, lo que se realiza. Una vez que todos han participado de alguna manera, en la elaboración del proyecto que se tiene entre las manos, es muy importante dedicarle, algún tiempo a la evaluación. De aquel objetivo que nos planteamos y del modo de llevarlo adelante, si se pudo hacer.

La evaluación es lo que permite la reevaluación de la tarea. Proyectar en conjunto, de manera participativa. Dar espacio para evaluar. Y evaluando, resignificar, reevaluar. Redefinir. Volver a ajustar sobre los objetivos. Claro, el lenguaje en este sentido es muy importante. El lenguaje, es importante recordarlo también, no sólo es un lenguaje verbal. Es un lenguaje corporal. El ambiente, el detalle, del modo de todo lo que rodea a la reunión de trabajo, es muy importante. Y aquí cuento cuál ha sido nuestra experiencia del cambio de lugar. En aquel lugar donde nacimos como radio, empezamos como pudimos.

Sin saber mucho a donde íbamos. Cuando nos dimos cuenta en el paso del tiempo de las dimensiones que el proyecto iba tomando, nos dimos cuenta de que, como uno cuando crece, la ropa que tiene, le sirve para una etapa de la vida después, tiene que cambiar de ropa, porque creció, así también nos pasa con el ambiente laboral, los instrumentos para el trabajo, el lugar donde se desarrolla la tarea, siempre hay que estarla como mirando, bicheando, observando, para que sea adecuada según las necesidades del trabajo.

Y yo doy testimonio de la bondad del cambio. Que no fue simple. Fue doloroso porque supuso un proceso de entendimiento. Que es donde hay que invertir mucho tiempo a la hora de dar los pasos de transformación. Tuvimos más de cinco o seis reuniones, para ir elaborando el cambio del lugar solamente. Y las nuevas pautas de convivencia en torno a las cuáles, había que, adaptarse al nuevo espacio, no como una norma establecida en frío, sobre alguien que dictaba una nueva ley, sino como un lugar participativo, donde todos y cada uno podía dar su parecer, y donde, por la experiencia recogida durante los diez años, decíamos, bueno, esto que hemos vivido, ya como venía siendo no nos sirve, no colabora. Tiene que ir siendo de esta forma. Proponemos este camino. Sobre la propuesta, las modificaciones, los pareceres.

Y cuanto se enriqueció en ese sentido nuestro quehacer comunitario, para prestar un mejor servicio, en este caso, a la evangelización en la radiodifusión. Es muy importante ir incluyendo en el hecho laboral, el nosotros, más que el yo. Y esto no es tan simple y sobre todo cuando uno tiene la responsabilidad de la conducción. Es el caso que me toca a mi. Y es quien tiene, después de ver lo aportado, lo sugerido, redefinir y marcar el rumbo. Tiene que ser hecho de tal manera que, verdaderamente sea expresión de un nosotros. Porque, más en una obra como esta, que es obra que busca reflejar el rostro de Dios, él es nosotros. El Padre, Hijo y el Espíritu Santo, y parecerse a Dios supone aprender a incluir. Esta primera persona del plural.

El mundo de hoy va como abriéndose a la necesidad, cada vez más urgente, de inclusión de todos en el quehacer de una tarea. Y la verdad sea dicha, que es bueno que así cada vez sea más. Y que no sea sólo en términos mecánicos, por sacar el mejor fruto económico, a la tarea. Sin humanizar el espacio del trabajo.