16/07/2022 – Compartimos la catequesis junto al padre Javier Soteras quien nos recuerda que para poder enfocarnos y ver con claridad neceistamos atravesar un proceso, como el ciego de Betsaida en el Evangelio de hoy a quien, para ver con clairdad, neceisto de la intervención del Señor que lo sacó de la oscuridad:
Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?» El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan.» Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.» San Marcos 8, 22-26
Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?» El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan.» Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»
San Marcos 8, 22-26
Todo el Evangelio de Marcos hasta el capítulo 8 tiene una connotación que es características del evangelio el silencio mesiánico.
En muchas oportunidades Jesús frente a los discípulos insiste en que no digan anda a nadie d lo que han visto. No es que Jesús contraiga, sino que alrededor de la expectativa que hay en el Mesías hay muchos intereses.
Jesús hace una pregunta ‘quien dice la gente que soy yo y ahí encontramos las diversas perspectivas que hay en torno a quien será el mesías en la comunidad de Israel. Cada uno esta proyectando que espera del mesías.
En el Evangelio de hoy Jesús interviene en el ciego de Betsaida en dos oportunidades en la primera en donde lo toca y le pregunta cómo ve, como los discípulos que no ven bien al hacerse eco de lo que dice la gente. En la segunda oportunidad, luego de tocarlo el ciego empieza a ver con claridad. Lo mismo sucede cuando Pedro responde quién es Jesús, inspirado por el Espíritu santo dice “Tu eres el Mesías”.
En el capitulo 15, al final del Evangelio cuando el centurión frente al acontecimiento del crucificado dice dice “este verdaderamente era el Mesías, el hijo de Dios”.
Para recuperar la visión necesitamos de alguien que nos enseñe a enfocar. Vamos a dejarnos tocar por la manera de mirar de Jesús; una mirada que penetra más allá, que conoce. Un ejemplo es el encuentro de Jesús con Natanael. Mientras este ve con escepticismo, el Señor mira la capacidad de él de hacer sin rodeos, de, como se dice “tomar el toro por las astas”.
Otra mirada que nos ayuda a reflexionar es la Jesús sobre Zaqueo en Lucas 19, 1-9. Una mirada que reubica ajusta. Jesús pasaba por Jericó y se pone puso debajo del árbol al que Zaqueo estaba subido. Nosotros también podemos andar atrapados, “subidos” a estos modos de llamar bien a lo que no está bien, como lo hacia Zaqueo. Jesús nos baja y nos ubica.
En Marcos 10 vemos la mirada de Jesús a Bartimeo a quien le dice “levántate, deja tus seguridades”. Deja lo que tenía como seguridad y se anima a ir donde Jesús lo llama. Una mirada que se anima a lo nuevo. Una que deja lo ya sabido para ir hacia lo desconocido yebdo al lugar en donde el Señor nos llama.
La mirada de Jesus al joven rico: una mirada vocacional, un llamado, una misión.
En Mateo 14, 22- 33 sentimos la mirada de Jesús que nos ve y comprende nuestras circunstancias, no se desentiende de nuestras necesidades, nos invita a estar tranquilos cuando todo esta tumultuoso y en confusión. Jesús nos lleva a lugares nuevos, ciertos, conocidos por él y de luminosidad sobre nosotros.
La mirada de Jesús en la cruz que nos regala a María. Es una mirada generosa, que entrega todo y da lo mejor de sí.