Regreso de Jesús a Galilea

martes, 31 de marzo de 2009
image_pdfimage_print




Transcurrido los dos días, Jesús partió hacia Galilea.  Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo.  Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. 

Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún.  Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.  Jesús le dijo: ”Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”.  El funcionario le respondió:  “Señor, baja antes que mi hijo se muera”.  “Vuelve a tu casa, tu hijo vive”, le dijo Jesús.  El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.  Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía.  Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor.  “Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre”, le respondieron.  El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: “Tu hijo vive”. Y entonces creyó él y toda su familia.  Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea”.

Juan 4, 43 – 54

Avanza el tiempo de la cuaresma, nos acercamos a la Pascua, y entonces nos recibe el primer título de nuestra catequesis: El triunfo de Jesús cada vez más cerca.

Hemos iniciado ayer, la cuarta semana del tiempo de cuaresma y la proximidad de la Pascua se hace sentir. Todo en cuaresma está orientado a la Pascua de resurrección de Cristo, de ahí que la cuaresma no sea un tiempo tristón por decirlo de alguna manera.

Hoy la primera lectura de la liturgia católica dice que: “Al final el Señor colmará de gozo a todo el pueblo y todo llanto desaparecerá de Jerusalén”, eso se hace realidad definitiva, lo prometido en el profeta Isaías en Cristo, y su poder sobre la enfermedad y la muerte. Esto es lo que nos muestra el evangelio de hoy, en la súplica de fe del funcionario real de Cafarnaún. Pide por la curación de su hijo, mortalmente él se encuentra enfermo.

Jesús se manifiesta en este episodio como la vida en persona, tema que Juan desarrolla en los capítulos siguientes al de hoy. La narración de este milagro, quizás sea la versión de la curación del siervo del centurión de los libros sinópticos. Juan da todo el realce del segundo signo de Jesús en Canaá de Galilea. Ahí donde antes había cambiado el agua en vino, y en donde se había anticipado la Pascua de la última cena. Ahora lo que se anticipa es su triunfo sobre la muerte y el pecado.

Si nosotros tuviéramos que identificar lugares donde el Señor viene a resucitarnos de muerte, dónde podríamos detenernos para escuchar allí la voz del Señor que nos dice: “Levántate, ponte de camino”, como de hecho hizo este buen hombre centurión creyente, apenas escucho la palabra de Jesús se puso en camino.

De dónde tenés que levantarte y hacia dónde tenés que caminar, sería como de dónde tenés que salir, de que lugar de muerte y a que lugar de vida Dios te invita, es decir, cómo es tu tránsito de conversión real.

Hay lugares que se identifican claramente como muerte, los que están cargados de sombra, oscuridad, tristeza, angustia, depresión, sin sentido, de desvaloración, tienen nombre y apellidos esos lugares.

Cuesta a veces entender porqué estamos así, sin embargo uno hace una buena revisión de vida se encuentra en un punto que por algún lugar se coló el que venía a empalidecer nuestra vida y se constituyó como verdaderamente enemigo instalado dentro de nosotros, robándonos el gozo, la alegría, la sonrisa, él puso la muerte en el corazón de la humanidad y también posiblemente vos estés afectado por ese veneno que se introdujo en un momento determinado entre tus cosas, casi a veces sin darte cuenta por falta de previsión, de atención, por haber bajados los brazos, por no haber estado atento, por no vigilar. “Levántate”, es la palabra que surge en los evangelios como expresión de la resurrección.

Hoy en el milagro del hijo de este funcionario, de este centurión, repercute y llega hasta nosotros, a nosotros también el Señor nos dice: “Ponte de pie, levántate, empieza tu andar, empieza tu semana, tu camino. ¿De qué lugar de muerte te saca Jesús? De la muerte de vínculos violentos, de la muerte de silencios que distancian, de la muerte de los enojos que lo único que hacen es tensionar tu corazón y opacarlo en su alegría, de la muerte de los prejuicios que te impiden ver a los demás, con una mirada más transparente, de la muerte de tu falta de oración, tu falta de encuentro con el Señor, hay muerte dentro de nosotros.

El Señor nos quiere vivos.

Por eso a nosotros el Señor nos dice, “Ponte de pie y anda de camino hacia un lugar de vida”, que suele ser la contra cara de estos lugares de muerte. El Señor viene a tu vida a anticipar la resurrección, sería bueno que ese milagro lo compartas y juntos adelantemos con Cristo la pascua.

La fe del centurión, y la nuestra también, es una fe en progreso.

Cuando vemos el recorrido creyente del centurión en su trato con Jesús descubrimos que al principio el texto se centra en las expectativas del poder milagroso de Jesús por parte de este pagano. Después en su palabra cuando dice, “Anda tu hijo está curado”, más tarde, en el comprobar personalmente la curación, el termina por creer en Cristo, él y su familia, dice el texto de Juan.

Primero un vínculo con Jesús como un taumaturgo, como un milagroso hombre que tiene un bien para dar, como un súper médico podríamos decirlo así, segundo la palabra de Jesús que invita a la confianza, por último al encuentro personal con Jesús.

Es un proceso ascendente, la fe primero en el poder curativo, la palabra después como creadora y al final la persona de Jesús en vínculo de comunión con él. En la vida interior se habla de tres etapas también, el proceso de purificación, el proceso de iluminación y el proceso de comunión, de unión.

Así el camino de la vida del creyente, se hace en tiempos y en etapas. Sería bueno que uno pueda identificar en qué momento del camino se encuentra en su salida de la muerte a la vida, en su andar de dónde está a dónde es llamado, si es que está yendo por un lado apretado por las circunstancias de no dar más o si es que ya el camino se encuentra confiado en la palabra de Dios que es promesa o tal vez por momentos también sintamos esa unión profunda con el Señor en el encuentro con Él, dónde todo nos vasta y dónde no nos interesa ya cual sea su querer y su voluntad con tal de que se cumplan en nuestras vidas.

El poder de Jesús no sólo es sobre la enfermedad, es por sobre todo sobre la muerte. Este es “el” enemigo, el número uno de la vida del hombre ante lo que no había hasta aquí respuestas.

El viene a destruir esta fuerza de iniquidad que ha introducido el pecado. Y justamente la resurrección de Cristo la última palabra.

Ahora la vida es el final de la sinfonía y la salvación que trae el Señor sobre el pecado y su consecuencia más nefasta, que es la muerte, queda por detrás.

El proceso creyente hacia la unión con Cristo supone atravesar esta suerte de sin sentido que es la muerte bajo cualquiera de sus formas introducidas por el pecado, y es justamente parados delante de esa realidad donde el Señor nos invita a salir de lo que sería nuestro sepulcro, para como Lázaro en el capítulo 12, del mismo evangelio de Juan, ser nosotros testigos de su resurrección, testigos anticipados de la vida como triunfo sobre la muerte.

Lo que permite que nosotros salgamos de esos lugares tenebrosos, oscuros, cargados de angustias, dolor y tristeza, de sin sentido, es la presencia viva del Señor que ha vencido. Él se fue de camino dice la palabra, hablando acerca del centurión. Creyó en la palabra y terminó por encontrarse con la persona de Jesús, después de haberse acercado a Jesús sencillamente, porque en Él tenía puesto alguna esperanza.

Te invito a que vos también puedas describir ese tránsito, ese camino, ese peregrinar tuyo desde los lugares menos habitables para vos mismo, menos saludables, menos saludables como son estos, donde la muerte nos familiariza, nos acerca a  ella y puedas desde tu experiencia de creyente contarnos cómo saliste, como estás saliendo, como vas hacia la vida, qué vida te espera, de fraternidad, de servicio, de solidaridad, de compromiso de amor para los que más necesitan de vos, de una renovada manera de afrontar tu vida matrimonial, de unas decisión y una determinación de entretejer vínculos que estén marcados por una presencia del Señor más clara desde la oración, desde tu compromiso comunitario.

La vida te espera bajo todas estas formas y tantas más que vos sabes, la muerte queda atrás, Cristo ha resucitado y vos eres un anticipo de esta realidad.

El tercer punto es La oración de petición y gratitud.

El recorrido progresivo y creciente en la fe y que lo lleva desde la experiencia de encuentro con Jesús como milagroso, Jesús y su palabra, Jesús y su persona, que hace el centurión, el padre del niño; el lo hace a partir de una experiencia real, se escapa de sus manos lo que es la enfermedad de su hijo, no está en él poder dar respuesta a esto y por eso se acerca suplicante a Jesús.

Es una súplica humilde que nace del reconocimiento de una situación que lo excede y que entiende él, en el Dios que Jesús viene a revelar y del cual él tiene alguna noticia, está la respuesta. Cuando nosotros nos mostramos así delante de Dios, ciertamente con las manos vacías y como vencidos frente a las circunstancias que superan nuestra capacidad de respuesta, la súplica humilde brota con fuerza desde dentro nuestro, y allí se muestra nuestra dependencia de Dios.

Nuestro estilo más habitual de olvidarnos de Dios es cuando la vida nos sonríe y nos acordamos de Él cuando las cosas van mal. Y en realidad nunca las cosas están tan bien para nosotros. No es que digamos que esté todo mal, pero nunca están tan bien como a veces creemos que están. Tal vez porque hayamos identificado el bien estar con algunos valores que no son tan absoluto como nosotros hemos considerado, lo hemos puesto en ese lugar.

De hecho cuando nos faltan sentimos que el mundo se nos viene abajo. Cuando la materialidad bajo cualquiera de los signos, el bienestar, el consumo, disminuye, estamos en crisis decimos. Cuando hay que modificar los hábitos porque la economía se ha desmoronado en un punto, entonces también una parte nuestra tal vez donde hemos puesto demasiado nuestra confianza igualmente se desmorona.

Es a partir de esta experiencia muchas veces donde nos volvemos a Dios para clamarle y pedirle que tenga piedad de nosotros y la verdad sea dicha que los momentos más duros suelen ser también los de mayor purificación y los de encuentro con el rostro más real del Dios vivo y por eso lejos de maldecir las circunstancias de la vida que nos golpea duro a veces, según nosotros nos habíamos hecho a una determinada manera de entenderla o de construirla, nos permite como comenzar a reconstruir o construir de nuevo con cimientos más sólidos. Dios es más que un súper médico, Dios es más que un dador de bienes que nos hacen falta, el Señor es el centro de la vida, es en la piedra angular el lugar donde estamos llamados a ponernos de pie, desde donde podemos hacer pie, desde donde podemos salir.

Esto de salir de aquellos lugares que nos impiden vivir de manera feliz y que nos angustian, nos entristecen, nos deprimen, nos hunden, nos agobian, no nos permiten tener perspectiva de futuro. No se sale de ellos de cualquier manera, no podemos salir del pantano girando con la rueda empantanada en falso porque lo único que hacemos es ahondar aún más y profundizar el estar empantanado, embarrados, quieres encontrar la forma de salir y te hundes más.

Así nos pasa cuando en algunas circunstancias nos encontramos ante situaciones en la que nos hundimos, queremos salir y lo único que hacemos es por acelerar más, hundirnos más. Hay que encontrar un punto dónde hacer pie, dónde apoyar la rueda para que salga el auto hacia delante, así también en la vida, aquí es dónde el Señor se ofrece como apoyo, como sostén.

Solamente tocando en Él y haciendo pie en Él podemos salir adelante. El camino de resurrección supone un encuentro hondo con el Señor que es punto de apoyo para ir hacia delante en búsqueda de lo nuevo.

El hombre creyente, el centurión del evangelio de hoy, dice la palabra, creyó en lo que Jesús le había dicho y salió, se fue de camino. Porque se apoyó en la palabra de Jesús, porque creyó en Él. Hay alguna realidad en tu vida que está impidiendo que vos te apoyes en Jesús. Será necesario entonces dejarla de lado y hoy decir creo Señor, me entrego a tu voluntad y en vos me apoyo, vos eres mi fortaleza, eres mi puntal, eres el lugar dónde puedo hacer pie para ir hacia delante, es su palabra, es su presencia, te espera mucho más que eso, su misma persona que te abraza y te invita a renovarte en la fe a vos y a los tuyos.

Padre Javier Soteras