24/04/2015 – En la parábola (Mateo 18, 12 – 14), el buen pastor sale a buscar a la oveja perdida: los fariseos letrados decían que los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo y murmuraban entre sí éste acoge a los pecadores y come con ellos. Y entonces el Buen Pastor responde con esta parábola, que lo pinta de pies a cabeza.
Un buen pastor sale a buscar al que está enredado, al que más lo necesita; lo busca con amor tierno, con fuerza y cariño, le da la mano para salir adelante. Cuando hemos experimentado esto en la propia vida, somos capaces de aplicarlo para con la vida de los demás. Y por eso también nosotros a veces somos artífices de ese pastoreo con los hermanos que más lo necesitan. Y el Señor espera justamente eso de nosotros: que seamos con Él buenos pastores.
En este sentido, no nos alcanza ni sirve tener un juicio crítico sobre lo que ocurre. Nosotros, que tenemos la posibilidad, tal vez, de haber recibido la luz que nos permite encontrar un sentido definitivo a la vida y ordenarla hacia la trascendencia, podemos tener una mirada muy crítica de lo que no está ordenado en función de este sentido.
Sin embargo, de nada nos sirve el ver con claridad que la vida de otros hermanos se pierde cuando está carente del encuentro con el Dios que nos trasciende -el Único que le da sentido a la vida- si esa mirada aguda, crítica, concreta (y además constatable, al ver cómo el materialismo, la sexualidad desordenada, el alcohol como escape que es al principio tomado por diversión entre los jóvenes y termina siendo la droga más barata, que hace perder tantas vidas) nos mantiene en un lugar donde no estamos afectados por todo aquello. Lo que se espera de nosotros es que salgamos al encuentro de estas realidades como buenos pastores, habiendo sido nosotros también rescatados.
Ponernos en contacto con los lugares de donde fuimos rescatados por el Buen Pastor que nos cargó sobre los hombros, nos ayuda para volver sobre el lugar de la reconciliación y desde allí, animarnos a buscar a otros que necesitan de este mismo gesto de amor y misericordia de Dios. Porque además de haber sido rescatados por el Señor, seguramente el Señor se valió de instrumentos humanos para rescatarnos, tuvimos buenos pastores para ayudarnos.
La motivación del Señor para rescatar a otros no está en la razón ni en el deber ser, sino en la misericordia, en la locura del amor que nos tiene, que lo hace dejar a noventa y nueve para ir en busca de la oveja perdida.
Cuando vemos cómo nos rescató el Señor, es porque Dios nos amó con locura. Eso nos puso en contacto con el corazón mismo de Dios. Hoy queremos conducirnos hacia el amor misericordioso de Dios, que es algo tan misterioso e increíble. El gran amor con el que Dios impulsa todas sus obras, incluida Radio María, es inabarcable. Así lo hemos experimentado, hasta la locura, el amor de Dios.
Seguramente vos también, experimentaste el amor de Dios, que nos invita a ir con Él hasta donde nos quiera llevar. Es Jesús quien nos rescata, nos pastorea y nos invita a pastorear a otros.