27/07/2022 – La segunda parte del Retiro Arquidiocesano, predicado por el Arzobispo de Córdoba, Monseñor Ángel Rossi sj, y que transmitimos en la programación de Radio María, continuó con el tema convocante: “Sinodalidad y misión”. En esta oportunidad Monseñor Rossi puso énfasis en tres aspectos: la mirada, los pies y los pasos, y finalmente, la misión.
El Papa Francisco, cuando nos invita al camino sinodal, retoma cuestiones que estaban al inicio de la Iglesia y nos propone pensar cómo es ahora ese camino sinodal. Él mismo dice en Evangelii Gaudium (nº49): “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, quentes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad”.
Una de las intuiciones del Papa Francisco para su pontificado ha sido la gracia y el desafío de la “cercanía”, cercanía que él anuncia, vive y practica.
En la tarea pastoral de cada uno, la gran conversión pasa por el modo de relacionarse con los demás. Importa el vínculo que se crea, que permite transmitir actitudes evangélicas. La pastoral parece desarrollarse en lo vincular, en las relaciones para que, por ejemplo, los programas pastorales no terminen siendo máscaras de comunión. Y explicó: “antes de la organización de tareas, importa cómo las voy a hacer, el modo, la actitud, el estilo; así entonces las tareas son herramientas de un estilo comunional, cordial, discipular, que transmite lo fundamental, que es la bondad de Dios”, para lo cual es necesaria la cercanía.
Todo agente pastoral transmite la misión a través de sus propias actitudes. La misión lleva al encuentro personal para transmitir a Cristo. No hay misión si no me relaciono con el prójimo. La misión necesita de la cercanía cordial, de corazón, el desafío desde esta cercanía es llegar a todos sin excluir a nadie.
Una de las manifestaciones de esa cercanía se puede considerar en torno a nuestra miradas.
Se trata de entrar en lo que el Papa Benedicto XVI decía “la escuela de su mirada”. Un autor nuestro, Gerardo Villar, dice que “somos lo que miramos, somos como miramos”; diríamos que vivimos de las miradas, inmersos en esas miradas, comentó Monseñor Rossi. “Aprender a mirar es una de las tareas más importantes de la espiritualidad”, dijo.
Recordemos la mirada de Toulouse-Lautrec, célebre pintor francés, aristócrata, que fue despreciado por su deformidad física, que se refugió en los bares de los suburbios de París y allí pintó sus cuadros. Pintó personajes realmente feos (hombres borrachos, personas no tenidas en cuenta), y allí pintó la belleza oculta que latía en la mirada de amor con la que ellos miraban, pintó la honda humanidad de aquellas vidas dramáticas.
Hay miradas que matan, que cierran puertas, miradas que te dejan helado, miradas que te hieren el corazón y te dejan sin palabras, miradas que viven en el “no” y te entristecen todo el día. Hay miradas que condenan por el hecho de ser diferente. Miradas que delatan, que envidian y que no soportan el bien ajeno. Miradas impersonales y miradas indiferentes. Miradas superficiales e interesadas. Miradas borrachas de soberbia, miradas calculadoras, miradas sin luz y sin Dios.
Pero también sabemos que hay miradas que curan y que reconfortan. Miradas que son un oasis y una sombra acogedora. Miradas que arropan y bendicen. Miradas balsámicas; que tapan brechas, que derrochan consuelo y comprensión. Miradas llenas de amor hacie el otro. Que hacen la vida más fácil. Miradas que no llevan cuenta del mal. Miradas que viven el corintios 13 , que todo lo aguantan y todo lo esperan. Miradas que sientan bien.
Hay miradas que embellecen a sus destinatarios haciéndolos mejores y sacando lo mejor de ellos. ¿Quién no se ha sentido especial frente a la mirada del otro? preguntó monseñor Rossi, ¿verdad que no es lo mismo mirar de una manera que de otra?
¿Y dónde está el modelo de esta mirada? El Maestro de la mirada es el Señor. “Él nos amó primero, porque nos miró primero. El Señor mira amando“. Y así Dios nos mira, sacando lo mejor de nosotros en cada instante.
“Ojalá la mirada de Dios sobre nosotros guíe nuestra mirada hacia el mundo”, dijo el arzobispo. “Mirada que lo hace todo nuevo. Mirada que recoge de las cunetas las miradas perdidas, las miradas derrotadas de tantos hermanos que necesitan de las miradas de Dios o de las nuestras”.
Para cerrar este aspecto del retiro radial Monseñor Rossi expresó: “Como miremos a los que van con nosotros es esencial, porque no caminamos en frío, sino que caminamos para ir al Reino y poner de pie a la gente”.
El otro símbolo que propuso Monseñor Rossi fueron los pies. Sínodo significa compartir el camino y se trata de “caminar con”.
Los pies simbolizan aquello sobre lo que uno se apoya, sobre lo que uno avanza. Son el fundamento y son el apoyo del hombre. Sobre ellos y mediante ellos el hombre anda por sus propios caminos o los caminos de Dios.
En el libro de Daniel, capítulo 2, aparece la imagen de los pies de barro, que indican la debilidad de un imperio o de una persona aparentemente poderosa.
Los pies, los pasos, significan a veces el extravío del pecador y otras veces la docilidad para seguir la voluntad de Dios. Es el símbolo también de la decisión.
Se dice del hijo pródigo que su primer paso es el más importante, cuando decide cambiar el rumbo y volver a casa, porque no es un paso hacia adelante sino un paso hacia adentro. Esa es la definición de la conversión.
En los pies descalzos podemos leer también las grandes decisiones de la vida, por ejemplo de San José, que se lo representa muchas veces descalzo. O en Moisés que se pone las sandalias para la misión, pero frente a Dios se descalza. La pobreza de los pies es porque su riqueza está en las manos, como podemos ver en las imágenes de San José, que tiene a Jesús en sus manos.
Una pregunta que podemos hacer es ¿hacia dónde me conducís Señor? Hacia ese dónde debe ir también mi vida, mi comunidad, la parroquia, la Iglesia. Este tiempo de sinodalidad se trata de eso, discernir hacia dónde.
Decíamos que a veces el pastor va delante guiando, otras veces va en el medio para escuchar a su pueblo o poner de pie al que se cae; y a veces el pastor va detrás, justamente para ver por dónde Dios va llevando a su pueblo, y justamente acompañar, servir y no andar imponiendo cosas que Dios no le pide sino que son caprichos nuestros.
Nuria Gayol, una religiosa esclava española, nos ayuda a contemplar esto a través de los pies del Señor, desde el texto del profeta Isaías 52. 7: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensaje que anuncia la paz”.
Y de las palabras de San Pablo en Romanos 10, 15 “Qué hermosos son los pies de los que anuncian buenas noticias”, y ahí estamos nosotros, si es que nuestra vida es una anuncio de la Buena Noticia.
Pero ¿dónde está la belleza de esos pies, los pies del Señor, que son pies cansados, gastados, polvorientos, heridos?
Son hermosos porque llegan, porque traen la paz, porque no se detienen, porque no pisotean al pequeño, porque no imponen su voluntad con violencia.
Son los pies y los pasos del mensajero, del enviado, del que funda esperanza y abre el futuro a posibilidades nuevas. Son hermosos porque llevan sobre sí el perdón que hace posible la paz. Son hermosos porque se agachan y se curvan para lavar los pies de los hermanos. Porque se calza sobre sus pies otros pies, los pies destrozados de millones de desplazados, los pies inmovilizados de los recluidos en hospitales o cárceles, los pies amputados por las minas, las bombas y las metrallas, los pies errantes y desarraigados de de los que han sido forzados a huir, los pies desorientados de los que deambulan por las calles sin saber dónde ir, los pies solitarios de quienes nunca han encontrado a alguien que quiera caminar a su lado; los pies angustiados y desesperados que arrastran arrastrados el peso de la desilusión de quienes día a día buscan trabajo.
Los pies del mensajero son hermosos porque calza en sus pasos todos estos pasos. Los calza en los suyos, camina en ellos y con ellos, y por ellos y por nuestra salvación esos pies aceptaron pacíficamente ser clavados en la Cruz.
Y luego Nuria Gayol hace un recurso de los Ejercicios de los Ignacianos para invitar a mirar los propios pies:
¿A dónde van nuestros pasos, hacia dónde corren, qué mensaje llevan, con quiénes caminan, dónde se desgastan, ante quiénes se curvan, qué pie se calza sobre nuestros pies? ¿Nuestros pies son los de un mensajero de paz?
El arzobispo, para finalizar este segundo aspecto del retiro, invitó a que valiéndonos de alguna imagen que tengamos de los pies del Señor, caminando o en la Cruz, repasemos nuestros pasos a la sombra de los pies del Señor.
Después de haber revisado nuestra mirada y nuestros pasos viene bien pensar que “habrá que convencerse de que es tiempo de salir a la calle”, como dice el Papa.
Es tiempo de dar un salto y aprender de Jesús a ponernos en camino hacia los otros, “esto es sinodalidad”, dijo Monseñor Rossi.
Es tiempo de ir a la gente, para llevar una palabra de aliento, a escuchar, consolar, escuchar acompañar, a pensar cómo incluir, tejer redes. A sentarnos con otros en la mesa de la vida, como dice Dolores Aleixandre, y facilitar el encuentro con el Señor. Es tiempo de dejar de preguntarnos quién soy para preguntarnos qué puedo hacer por los demás.
Viene bien aquello del poeta español, Vicente Aleixandre, que dice sobre ir a las plazas, o salir de las covachas:
Es hermosamente humilde, vivificador y profundo sentirse entre los demás, mezclado, rumorosamente arrastrado, como ese que vive ahí, ignoro en qué piso, le he visto bajar por las escaleras y adentrarse valientemente entre la multitud era una plaza abierta y había olor de existencia cuando en la tarde caldeada solo en tu cuarto quieras preguntarte acerca de tu imagen no te busques en el espejo, en un diálogo en que no te oyes, baja y búscate entre los otros, baja, fúndete y reconócete allí entra en el hervor entra en la plaza entra en el torrente que te reclama y allí se tu mismo
Es hermosamente humilde, vivificador y profundo
sentirse entre los demás, mezclado,
rumorosamente arrastrado,
como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
le he visto bajar por las escaleras y
adentrarse valientemente entre la multitud
era una plaza abierta y había olor de existencia
cuando en la tarde caldeada solo en tu cuarto
quieras preguntarte acerca de tu imagen
no te busques en el espejo,
en un diálogo en que no te oyes,
baja y búscate entre los otros,
baja, fúndete y reconócete allí
entra en el hervor
entra en la plaza
entra en el torrente que te reclama
y allí se tu mismo
Es interesante ver qué hizo el Señor, que también tuvo su cuarentena en el desierto. Si tuviéramos que resumir su actitud, cuando pasó del aislamiento a la “normalidad”, esa actitud ‘post cuarentena’, podríamos decir que entonces el Señor empieza a contactarse.
Vemos que se acerca a los de la barca, los llama, los invita a correr su suerte; lo vemos entrar a la casa de Simón; lo vemos tocar al leproso, vemos cómo le acercan los enfermos; va de visita a la casa de Lázaro, Marta y María; se sienta a la mesa con sus amigos antes de la pasión, no aislado sino compartiendo su miedo, preparándolos para la prueba y comprometiéndolos con el servicio que ahora va a quedar en sus manos.
Si recorremos el tejido del evangelio desde el vamos vemos a María que va a la casa de su prima, los pastores visitan al Niño en el pesebre, a los Reyes Magos, y también Jesús que constantemente va de un lado a otro.
Lo de Jesús tiene mucho que ver con el contacto, se nos pide excentricidad, que significa darse hacia afuera y que implica una gracia, no tan fácil, que es olvidarse de sí mismo (no no quererse).
El papa en Evangelii Gaudium no dice tengo misión sino que dice “yo soy misión”. La misión da identidad, está en el ADN, es entrañable en nosotros si queremos ser cristiano.
“Yo soy misión; yo soy mensaje; yo soy Buena Noticia”, no solo lo que digo sino mi vida tiene que ser Buena Noticia.
El cardenal Newman expresaba una convicción: “Dios me ha creado para que le preste un servicio concreto. Tengo una tarea que no le ha encomendado a ningún otro”; para esto el discípulo misionero necesita no tanto la capacitación sino ser confirmado en ese amor personal del Señor.
Hay una invitación hermosa y exigente del Papa Francisco, para una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría, que dice: “seamos callejeros de la fe, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra, en todas las ocasiones, sin asco y sin miedo”.
Para finalizar, Monseñor Ángel Rossi, compartió una poesía de Federico García Hamilton:
Si un día el camino, que venía liviano Se te vuelve oscuro, y encima empinado Buscá a tus amigos, tomales sus manos Apoyate en ellos, para repecharlo. No lo intentes solo, no podrás lograrlo Y si lo lograras, será a un costo alto Con los que te quieren, se hará más liviano Y todo lo oscuro, un poco más claro. Cuando el cuerpo afloje, te sientas cansado Cuando la tristeza, a tu alma haya entrado Buscá a tus amigos, buscá a tus hermanos Contá con nosotros, que para eso estamos. Lo oscuro permite, distinguir lo claro Se conoce el dulce, probando lo amargo Tras subir la cuesta, se disfruta el llano Así es nuestra vida, te lo juro hermano. En los tiempos duros, encontrarás manos Abiertas, tendidas, de amigos, de hermanos Ya para empujarte, ya para un abrazo Y al fin de la cuesta, disfrutar del llano!
Si un día el camino, que venía liviano Se te vuelve oscuro, y encima empinado Buscá a tus amigos, tomales sus manos Apoyate en ellos, para repecharlo.
No lo intentes solo, no podrás lograrlo Y si lo lograras, será a un costo alto Con los que te quieren, se hará más liviano Y todo lo oscuro, un poco más claro.
Cuando el cuerpo afloje, te sientas cansado Cuando la tristeza, a tu alma haya entrado Buscá a tus amigos, buscá a tus hermanos Contá con nosotros, que para eso estamos.
Lo oscuro permite, distinguir lo claro Se conoce el dulce, probando lo amargo Tras subir la cuesta, se disfruta el llano Así es nuestra vida, te lo juro hermano.
En los tiempos duros, encontrarás manos Abiertas, tendidas, de amigos, de hermanos Ya para empujarte, ya para un abrazo Y al fin de la cuesta, disfrutar del llano!
Este desafío de ‘caminar con’ implica de nosotros ver cómo miramos, revisar nuestros pasos, y salir de nosotros mismos siguiendo la invitación de Jesús, dejando también que otros caminen con nosotros.
*Podés escuchar el retiro completo desde la barra de audio