El rostro real de Dios

jueves, 7 de abril de 2016

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07/04/2016 – El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan –para nosotros– es fuerza de Dios. Porque está escrito: “Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes”. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el hombre culto? ¿Dónde el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es una necedad?

En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación. Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos.

Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres.

Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale.

1 Cor 1, 18-28

 

Necesitamos, desde Jesús y su Palabra, reecontrarnos con el rostro real de Dios.

El lenguaje, el mensaje de la Cruz, no deja de ser locura para los que se pierden. En cambio, para los que somos salvados, es el poder de Dios, como dice la escritura “Haré fallar la sabiduría de los sabios, echaré abajo las razones de los entendidos”. A la sabiduría de este mundo, Dios la dejó como loca. En un primer tiempo habó Dios el lenguaje de la sabiduría, y el mundo, lo reconoció a Dios con su sabiduría. Y a Dios entonces, le pareció bien salvar a los creyentes mediante la locura que predicamos. Los judíos piden un milagro. Y los griegos buscan un saber superior. Mientras tanto nosotros proclamamos un Mesías crucificado. Para los judíos, escándalo. Para los griegos, qué locura. Para nosotros es la fuerza y la sabiduría de Dios.

Él sin embargo es Cristo, fuerza de Dios, sabiduría de Dios, para aquellos que Dios ha llamado. Sean de entre los judíos, sean de entre los griegos. Se muestra como la alternaticva en el vamino, entre locura uy necesas aparece ésta eloceunacioa de berdad que Diso nos revela en Cristo

Mientras vamos caminando juntos detrás de Jesús, para buscar su rostro, nosotros como aquellos griegos que, se acercaron a los discípulos les decimos; “queremos verte, descubrirte, reconocer donde estás. Y queremos hacerlo con el realismo con el que vos te mostrás Jesús. Queremos tener una buena disposición interior para captar esa presencia tuya. Real, concreta. Que todo lo hace nuevo y lo transforma.

El rostro real de Dios no es tan fácil de reconocer, no está tanto en tener nosotros la posibilidad de captarlo, cuanto de siempre dejarnos sorprender. Este modo es tan distinto que supone entrar en otra dimensión. Sólo el corazón que se dispone en esta perspectiva de mirada de dejarse siempre sorprender por Dios es capaz de encontrarse con este rostro real de Dios. Hay dimensiones diversas de lo humanos. Si no aprendemos a ubicarnos en este ocntexto podemos queda como necios o como pensando que estamos en un mundo de loco.

En la cruz se esconde la fuerza y sabiduría de Dios capaz de asumirlo todo.El rostro real de Dios se nos ha revelado  en el misterio de la Pascua. Para poder entrar en esa dimensión y poder captarlo debemos abrirnos  a la verdad de lo que Él nos quiera decir; y eso acontece en la apertura en el encuentro con Él en lo de todos los días. En lo cotidiano, siguiendo al Maestro, a Jesús. En el peso de lo cotidiano y en el amor a nuestras propias cruces encontramos la fuerza y la sabiduría de Dios. No le saquemos el cuerpo a lo que hoy es desafío y cruz, pidamos la gracia de poder asumir nuestras propias cruces como lugar en donde la vida se nos revela y nos dice de qué se trata ésta sabiduría escondida en el madero de la cruz.

 

 

¡Buen día! Seguimos reflexionando sobre el rostro real de Dios. Hoy te invitamos a compartir aquellas situaciones donde la cruz fue una escuela de vida.

Posted by Radio María Argentina on jueves, 7 de abril de 2016

Son dos actitudes que no nos dejan dejarnos tomar y sorprender por Dios. El racionalismo, y la presencia en nosotros del hombre cumplidor. El deber ser, por el deber ser en sí mismo.

Estas dos actitudes conviven con nosotros, forman parte de la resistencia a nuestro encuentro con Dios, es necesario desenmascarar sus mecanismos, sus artilugios para encontrarnos con el Dios del evangelio. Y por esto cuando vamos a la oración debemos ir descalzos de éstas dos actitudes. Tengo que desapropiarme de que “debo hacer” y de “querer entender”. Uno entra al encuentro con Dios desde “la nube del no saber”. Dios va siempre más allá, es muy grande, por lo tanto no se puede minimizar o encerrar en un signo pequeño.

Tal vez uno de los ejemplo que más refleja esto es el de San Agustín cuando intentaba entender la Santísima Trinidad. Cuenta el santo como al observar a un niño jugando en la orilla del mar, haciendo un pocito e intentado llenarlo de agua le pregunta “¿Qué estás haciendo?” “Intentando traer el mar a mi pozo”. Ahí Agustín entendió que Jesús le hablaba. Que es imposible meter a Dios en las categorías humanas.

Seguramente a nosotros también nos pasa cuando queremos entender más que aceptar. En el camino de la fe se empieza a entender cuando se acepta: Creer para entender, no entender para creer. Es a partir de mi decir “amén” a lo que me toca vivir, empiezo a desandar desde un lugar de certeza creyente lo que resulta incomprensible e inabarcable para la propia razón.

La otra actitud como solemos acercamos desde la ley: “voy a rezar para saber qué tengo que hacer” No es la mejor actitud porque al orar Dios no se pone a darnos ordenes, nos regala su persona, nos invita a disfrutar del encuentro.

Hay que soltar la racionalidad y el creer que en el encuentro con Dios se nos va a decir qué hacer.

Cuando soltamos el corazón de las seguridades que nos da la razón o la ley nos encontramos con la vida del Espíritu que sopla y nos conduce y nos guía hasta donde nos sabemos por donde no sabemos. Ésta es una gran posibilidad donde el alma se abre al escenario de lo desconocido y se despierta  a lo nuevo.

El soplo del Espíritu, nos permite desenmascarar estas dos actitudes básicas de impedimento, de resistencia con las que convivimos y de las cuales no siempre somos conscientes, y las que intentan de alguna manera manipular la presencia de Dios, para no dejar, desde la soberbia y el orgullo, como raíz de toda resistencia , que Dios sea Dios en nuestra propia historia.

¿Quién es el hombre racional o el hombre razonador?

El hombre razonador construye un Dios que casi responde a una ecuación matemática. Tiene el sueño escondido en su corazón de querer todo entenderlo por la razón.  El que quiere conocer a Dios. Tiene una inquietud básica, es el conocimiento de la idea. Es la pregunta de los griegos; cuando se acercan a Felipe; “queremos verlo, queremos conocerlo”. La pregunta es desde ¿Dónde queremos conocerlo? Si el ángulo es desde donde las cosas se comprueban físicamente, es el caso de Tomás “Si no lo veo, si no lo toco, no lo creo”. Dios se vale de las señales para hablarnos de Su presencia pero no nos libra del acto de la fe para decirnos “amén, creo”.

Hay que desapropiarse de lo conocido de lo sabido, de lo gustado; hay que soltarse para ir al encuentro de Dios.

San Juan de la Cruz. Para poseer el TODO

Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.
Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no posees,
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.
Cuando reparas en algo,
dejas de arrojarte al todo.
Porque para venir del todo al todo,
has de negarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.
Porque, si quieres tener algo en todo,
no tienes puro en Dios tu tesoro

San Juan de la Cruz nos está queriendo decir que para entrar en el conocimiento de Dios hay que animarse a ir por los caminos por los que jamás iría. Es como decir que mientras voy en el camino, posiblemente la propuesta que Dios me este haciendo no tiene nada que ver con lo que yo hasta aquí entendí. Animarse a dar pasos, a querer entender lo que hasta aquí me pareció haber entendido, pero que la realidad , por como estoy viviendo, me dice que no entendí. Ésta es la sabiduría de la cruz.

La vida como aprendizaje. El papa Francisco lo planteas así “La vida se la toma como puede”. A la cruz también.

Padre Javier Soteras