Saber escuchar y luego hablar

viernes, 14 de febrero de 2020
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14/02/2020 – “Cuando  Jesús    volvía de   la   región   de  Tiro,  pasó   por   Sidón   y   fue  hacia  el  mar  de  Galilea, atravesando  el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.

Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.

Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Abrete”.

Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.

Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.”

Marcos 7, 31-37

Vamos a culminar la semana en este día de los enamorados con un tema que es crucial: la comunicación. En un mundo en donde proliferan los medios de comunicación muchas veces experimentamos esta soledad , la del sordomudo, falto de comunicación.

Podemos destacar tres expresiones del Evangelio de hoy: “llevándolo a parte”, “ábrete” y “lo proclamaban”.

La capacidad de oír y escuchar a los demás es una de las principales facultades de la persona. Escuchar para luego hablar. Esta actitud hace al proceso de la Fe.

La Iglesia acepta el reto del Evangelio de hoy porque una gran porción de la iglesia es sordomuda. Ni escucha ni proclama. Necesita un encuentro con su maestro. Saber escuchar para después hablar…….en todos los órdenes.

Es que nosotros como tantos, tenemos la necesidad de ser escuchados, atendidos; quizás, para recibir algún consejo, o simplemente alguien que se anime a compartir nuestros sentimientos y preocupaciones.

La sordera representa el no poder escuchar al otro; pero todos conocemos o sufrimos también sorderas espirituales, aquellas que muestran la incapacidad de hacer lugar a otra persona, de ser empáticos, de sentir con el otro. La mudez, es no tener posibilidad de hablar; pero puede implicar también, cuando la mudez es interior, la incapacidad de expresar lo que llevamos adentro. La incapacidad de hablar desde las entrañas.

Curiosamente, le piden a Jesús que le imponga las manos… un gesto de sanación para que se obre el milagro. Pero Jesús, va más profundo; le dedica tiempo a este hombre; no se queda solo con la búsqueda de un resultado eficaz de la curación, sino que lo mira, lo atiende, lo toca. Entra en un contacto muy cercano con él, que no solo le muestra su preocupación, sino que le expresa su ternura, su deseo de bien.

Jesús, con su cercanía y amor infinito, va regenerando los lazos que abrirán a esta persona a una comunicación nueva y sana con los demás. Es fuerte y sugerente cómo Jesús culmina estos gestos de sanación y devuelve a este hombre la capacidad de comunicación; lo hace con la palabra “ábrete”.

Hoy, frente al Señor, tal vez, podemos preguntarnos ¿como es nuestra comunicación con Dios y los hermanos?, ¿sabemos escuchar y después hablar?.

 

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