12/01/2021 – En el ciclo de Espiritualidad, el padre Héctor Espósito, siguió desarrollando el don de la fe y nos animó a preguntarnos: “¿Sabes dónde está puesta tu fe?”. Comenzó compartiendo el capítulo 11 de San Lucas, versículo 33 en adelante: <Cuando uno enciende una lámpara no la esconde sino que la pone sobre el candelero para que los que entran vean la claridad>”.
“La lámpara del cuerpo es tu ojo, cuando tu ojo está sano todo tu cuerpo está iluminado, pero si tu ojo está enfermo, también tu cuerpo estará en tinieblas”.
“Cuando uno dice veo claro, la tengo clara, y cuando uno tiene claro el horizonte es porque el ojo no sufre de no ver lo lejano del horizonte. Y ese ojo cuando está iluminado puede ver de cerca y de lejos. Así pasa con la fe, ilumina lo de cerca y lo de lejos, lo de adentro y lo de afuera, la superficie y lo profundo“.
“Muchos viven su fe desde el silencio. En este momento difícil de la historia que nos toca vivir, como en otros tiempos, hay muchos santos, hay mucha gente llena de Dios que llena el corazón de aquellos que seguimos como peregrinos de la vida eterna”, indicó el padre Héctor.
“En este momento en que la superstición, la brujería, el panteísmo, todo eso que es el ocultismo, el ateísmo, donde llevan a una desorientación tan grande, la gran pregunta es: ¿Dónde está puesta tu fe?, en aquello del ocultismo que te enseñó ese amigo, tu amiga, ese que te llevó para que te tiren las cartas, te lean las manos…”.
“Confiamos más en toda esta superstición que en quién has puesto tu fe”.
“Dios te da primero el poder creer en Él, y para poder creer en Él se quiso revelar, se quiso quitar el velo, se reveló primero en la Creación, en los profetas, en la Biblia, oral y luego quedó por escrito, pero Dios se me reveló”, acertó el sacerdote.
“Todos los poderes más grandes que Dios puso en mi naturaleza, en mi vida, son para que yo pueda decir: <yo conozco en quien tengo puesta mi fe>”.
“La fe es sí o sí una adhesión personal del hombre a un Dios que se revela, que conozco, comprende una adhesión de la inteligencia, mi asentimiento es porque conozco, y hay un asentimiento de la inteligencia y de la voluntad, quiero creer”.
“Y la revelación de Dios se ha hecho presente en sus obras y la Palabra, que no es la única fuente, está la Creación, la comunidad…”.
“Creer entraña una doble referencia, a la persona y a la verdad. A la verdad por confianza en la persona que la atestigua, que la dice, que la proclama, eso es creer”, dijo el padre Héctor.
“Le creo a la persona porque tiene autoridad”.
“¿Jesús? ¿Y el Padre? ¿Y el Espíritu Santo? son tres personas distintas pero un Dios verdadero, la Santísima Trinidad, ese es el Dios en el que creemos. Ese es el nombre de nuestro Dios”, aclaró.
“¿Y cuál es la autoridad de Dios? Se preguntó. Él mismo es la autoridad, es autor de la verdad”, explicó el sacerdote. “Cuando Pilato le dice: ¿Qué es la verdad? Él sí que no veía claro”. “Por eso Dios ofrece y el hombre responde, ¿Quieres? ¿Aceptas?”, agregó.
“Tengamos cuidado de una fe globalista, una fe en la cual todo es Dios, porque el Dios de los budistas no es el mismo Dios cristiano, el Dios de los musulmanes no es el mismo Dios de los cristianos”, alertó.
“La fe es un don sobrenatural de Dios, yo creo, pero para poder creer necesito del auxilio del Espíritu Santo”.
1- “La primera característica es que es una gracia, ¿Qué es gracia?, es algo gratis, es un don de Dios, es un regalo, es una fuerza sobrenatural infundida por Dios, es una gracia”. “Necesitamos pedir la fe, para poder entender todo lo que Dios nos ama”.
2- “La fe es un acto humano, ¿Por qué es un acto humano? Porque yo necesito poner la inteligencia, que asiente la verdad divina, y con esa inteligencia, le digo a mi voluntad, yo creo, asiento, ¿Qué es querer a Dios, amarlo? Creer”. “La inteligencia me hace creer que Dios es Dios”. “Yo asiento mi voluntad lo que mi inteligencia sabe”. “Y con mi libertad vivo lo que creo”. “Para creer se necesita la libertad, no se impone, la fe viene por atracción”.
Finalmente, el padre Héctor Espósito, se despidió recitando la poesía de Lope de Vega, donde agradece a Dios:
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue,
Jesús mío, que a mi puerta,
cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
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