26/12/2023 – En la Octava de Navidad celebramos la fiesta de San Esteban. En esta semana aparecerán varios personajes que testimonian el triunfo de la vida sobre la muerte, de la luz sobre las sombras, del consuelo por encima de las angustias. Es la presencia de la vida de Dios que toma la vida de los hermanos y se hace testimonio.
Mañana recordaremos a San Juan el Evangelista, luego los Santos inocentes, Ana, Simeon, Juan el Bautista ¿Por qué nos ubica la liturgia de la Iglesia Católica en este escenario? Porque asocia el misterio de la Navidad con el de la Pascua. Es decir, es un mismo misterio: Dios que vence, que es más.
Jesús dijo a sus apóstoles: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. San Mateo 10,17-22.
Hoy la palabra de Dios nos invita a reflexionar en este tiempo de Navidad en una situación distinta. Aunque parezca contrastante con la celebración de la Navidad celebramos a San Esteban, el primer mártir, quien, nos recuerda el Papa Francisco: “murió rezando: “Señor, perdónales, no saben lo que hacen”. Los mártires rezan por los verdugos.”. Esteban apedreado hasta la muerte tuvo el valor de creer en la promesa expresada en la sencillez del pesebre.
La sencillez del pesebre y la dureza del martirio van a la par en la vida de los santos y santas y en la vida de tantos hermanos que hoy son perseguidos hasta la muerte a causa de la fidelidad al Evangelio.
Llama la atención que el comienzo de la octava navideña lo iniciemos con la celebración del protomártir San Esteban, el primer mártir de la Iglesia cristiana. Pero la verdad es que él no aparece como una figura aislada dentro del proceso de festividades de personas como testigos que se celebran por estos días. Durante la octava de Navidad la liturgia nos irá mostrando testimonios personales de la luz que es Cristo, recién llegado al mundo: Esteban, Juan el apóstol y evangelista, los santos inocentes, el anciano Simeón, la profetisa Ana, Juan el Bautista y María, la gran evangelizadora. Todos ellos están con un mismo espíritu: dan testimonio de que el Redentor ha venido a poner su morada entre nosotros.
Esteban fue uno de los siete diáconos elegido por la comunidad y confirmado por los apóstoles como ayudante en el ministerio pastoral y en la atención de la Iglesia de Jerusalén. En los Hechos de los Apóstoles se narra que era mucho el trabajo que tenían los apóstoles respecto a la atención de las viudas y también de las mesas. Entonces se reúnen en cónclave para discernir y así deciden dejar el ministerio del servicio a los siete que asumieron como diáconos, como servidores (entre ellos, Esteban) de modo tal que los apóstoles se pudieran dedicar particularmente al anuncio de la Palabra.
Esteban es un judío de origen griego que lleno de gracia y poder realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. La suerte de Esteban no fue otra que la de Jesús: atrajo el odio de los jefes de la sinagoga sobre él. Algunos de ellos discutieron con Esteban, pero no lograban hacerle frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba, proclamando el Evangelio de Cristo.
Aunque el discípulo no es más que el maestro, el relato bíblico acerca de Esteban hace eco de la Pasión de Cristo. Al despedirse de los suyos, antes de subir al cielo, Jesús les dice: serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría, y hasta los confines de la tierra. Anteriormente, cuando la primera misión de los doce, Jesús les había anunciado persecusiones, arrestos, por causa de Él. Las dificultades son inherentes a la misión de evangelizar. Esteban es testigo de esto. Sin embargo, nada termina con el gozo que hay en Esteban. La Palabra, al describir sumartirio, dicen que resplandecía sobre él la gloria de Dios mientras lo apedreaban.
En realidad, vemos que cuando los mártires afrontan las dificultades, las persecuciones, la muerte, no pierden el corazón gozoso aunque sufran, y mucho. Así, podemos decir que el testigo es un alegre referente de la verdad de Jesús y su Pascua, que ha ganado su corazón. Es capaz de afrontar la misma muerte y nada puede contra la alegría del que habla testimonialmente de Jesús.
Mártir significa testigo y, en este sentido, todos somos invitados al martirio, a testimoniar a Jesús en un mundo que lo rechaza y lo niega. Dijo el Papa Francisco en la audiencia genaral del 19 de de abril de 2023: “Después de la generación de los Apóstoles, han sido ellos, por excelencia, los “testigos” del Evangelio. Los mártires: el primero fue el diácono san Esteban, lapidado fuera de las murallas de Jerusalén. La palabra “martirio” deriva del griego martyria, que significa precisamente testimonio. Un mártir es un testigo, uno que da testimonio hasta derramar la sangre. Sin embargo, enseguida en la Iglesia se usó la palabra mártir para indicar a quien daba testimonio hasta el derramamiento de la sangre. Es decir, en un principio la palabra mártir indicaba el testimonio dado todos los días, luego se utilizó para indicar al que da vida con el derramamiento.”
Es parte de la confirmación del camino en el que se encuentra el testigo el hecho de que, a la hora de proclamar la noticia, en cierto modo se encuentre remando contra la corriente, represente una propuesta contra cultural, contrario al modelo fijado por la sociedad. Por eso no debe asustarnos si nos sentimos y nos percibimos así a veces, sin poder establecer códigos de comunión con un modo determinado de vivir y de entender la vida. Somos contracultura de una cultura establecida. Históricamente ha sido así para quienes beben de la fuente que trae la vida nueva en Cristo.
En este orden, tanto Esteban como los primeros discípulos de Jesús nos muestran todo un camino de cómo afrontar esto. La Palabra dice que delante de Esteban se abrió el cielo y la gloria de Dios invadió su ser mientras lo apedreaban.
La aversión al profeta, al testigo, al discípulo de Cristo, por un mundo que rechaza a Dios, es una señal de la autenticidad de la misión. Si no se diera esta tensión habría que pensar que hemos traicionado el mensaje evangélico. En este punto, hay que prestar particular atención, porque no se trata de crearnos el espíritu persecutorio, paranoico, sino de aceptar que nuestra propuesta evangélica puede hacer surgir algún tipo de enfrentamiento o contrapunto por un modo diverso de entender la vida. A veces, algunas posturas fundamentalistas en el Evangelio de Jesucristo hacen que las personas busquen estos modos de ser rechazados como para poder encontrar una razón a ese modo obsecado de entender la fe. No es éste el camino hacia el que Dios nos conduce.
La Palabra nos pone de cara frente a Esteban, para que aprendamos cómo se nota, de un modo claro, la autenticidad del testimonio, por medio de la alegría. Porque no sirven de nada esos rostros duros, serios, esos espíritus rígidos, “fundamentalistas cristianos”, que detrás de una opción cerrada por el Evangelio -que nada tiene que ver con el catolicismo, que nos pone en contacto universal, en comunión con todos- hace de su espíritu adusto y serio, la forma de decir que ellos representan el verdadero testimonio. Sin embargo son posiciones rígidas más que testimonios concretos. Son posturas muy aferradas a la Ley.
¿Cómo se diferencia un testigo de otro que sólo tiene apariencia de tal? Por el gozo y la alegría. En medio de las dificultades, el testigo verdadero se alegra. Siempre la alegría puede más que todo. En este sentido, el espíritu navideño es como la fuente en la que el testigo se consolida. Desde la misma Anunciación, la Visitación, todo es gozo y alegría. El espíritu de María se alegra en Dios su salvador. De esta alegría debemos dejarnos contagiar, para que ante las dificultades podamos superarlas y vivir en Jesús, quien nos trae la verdadera alegría.