San Pablo y la relación de Cristo con la Iglesia

martes, 9 de septiembre de 2008
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Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella.

Efesios 5; 21 – 25

La relación de Cristo con la Iglesia es expuesta por el autor de la Carta a los Efesios bajo la imagen de la unión matrimonial. En la tabla doméstica en la que se expresa por así decirlo la moral familiar, la parte correspondiente a la relación entre el marido y la mujer nos permite descubrir un aspecto nuevo de la relación de la cabeza que es Cristo con el cuerpo de todo el conjunto que somos nosotros. En el matrimonio según la creencia cultural y el modo de comprensión de la relación marital en el tiempo de Pablo el marido es como la cabeza y la mujer debe someterse al marido así como la Iglesia se debe someter a Cristo.

Estas expresio0nes de Pablo deben entenderse en el contexto socio cultural al cual pertenece el Apóstol de los gentiles. Este someterse departe de la mujer al marido como cabeza no corresponden al modo de vivencia de los tiempos que corren en donde gracias a Dios la mujer ha ido como ocupando un lugar de igualdad en la relación con el hombre. En tiempos de Pablo esto no es así y entonces la concepción de relación es de sometimiento y por eso Pablo lo plantea en estos términos. Sirve el ejemplo para hablar acerca de la subordinación que debe tener el cuerpo y la cabeza de Cristo .

El cuerpo que somos nosotros y la cabeza que es Cristo. Cabeza que indica preeminencia, también indica vivificación, nutrición. Este es el aspecto que asume en éste texto que hemos compartido hoy Cristo que alimenta, cuida, asiste cariñosamente a la Iglesia. La Iglesia reconoce a Cristo como aquel de quien viene la vida en el crecimiento y por eso se subordina a ésta presencia suya de amor. Esta subordinación es para el propio bien de la Iglesia. Es para nuestro propio bien.

Pablo dice el marido debe amar a su mujer así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella. Una vez más cuando Pablo habla de cómo debe ser el comportamiento del marido en relación a la mujer deja una marca de camino que debe recorrerse en la relación matrimonial. Más aún abre la perspectiva de la relación de Cristo con la Iglesia. Es una relación de amor que unifica. Se hace particular éste amor de la entrega de Jesús, de su propia vida una idea que ya ha aparecido en la Carta antes, Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y sacrificio de suave aroma dice unos versos antes Pablo, en el verso 2 del mismo capítulo 5.

Este amor de entrega tiene un lugar propio donde ocurre, donde acontece: es la Pascua. La Pascua es el lugar donde Jesús de mejor manera se manifiesta en su amor por su cuerpo que es la Iglesia. Entonces esa subordinación de nosotros al modo de la mujer entendido esto en los términos culturales en los que ocurre la Carta, una subordinación que en el fondo termina siendo una respuesta de amor a un amor más grande que hemos recibido, el de Cristo.

No es una subordinación legal, no es un subordinarse externo. Es una subordinación que nace de un vínculo que es respuesta a una propuesta de amor de Cristo ofrecido el mismo como oblación de suave perfume en la cruz entregando su vida por nosotros. Solo en estos términos puede entenderse la relación con Cristo. La relación con Cristo desde la perspectiva de Pablo en la Carta a los Efesios está llamada a ser una relación que se establece en vínculos esponsales por una respuesta de amor a un amor muy grande de la entrega de la propia vida que es la que le da la presidencia a Cristo, que es desde ese lugar donde El nos alimenta, nos cuida como miembros todos de su propio cuerpo incorporándonos a su misterio y con la Gracia de superar todo obstáculo de división que es el sentido con el cual la Carta es propuesta.

La Carta a los Efesios es una Carta donde clarísimamente se distingue la presencia de dos tipos de miembros dentro de la comunidad. Los que vienen del ámbito judaizante y los que surgen del mundo pagano en el que el autor se está dirigiendo. La posibilidad de incorporar todos bajo un mismo signo y constituir una misma familia es justamente la entrega de Jesús en la cruz que viene a romper toda categoría de estratificación dentro de la sociedad.

Este tema ya ha aparecido en otras dimensiones de la misma literatura paulina. No hay ni credo ni distinción de razas ni de cultura ni de género, hay una unidad que establece Cristo y que ésta unidad está llamada a ser plena dentro de la comunión eclesial y de allí extenderse a todo el cosmos. Es una unidad que se construye desde el amor. Es un amor que se entrega particularmente en la cruz. A éste tipo de amor estamos llamados a dar respuesta y en éste sentido la respuesta debe estar a la altura de la llamada recibida.

Quiere decir que quien responde a Cristo en amor respondiendo a El como cabeza está llamado a participar de la Pascua de Cristo y es a lo que te invita hoy la catequesis a asumir todas las dificultades, penurias, tristezas, angustias, dolores, preocupaciones, dificultades en clave de comunión en redención con Cristo. Esta es la maravilla que nos ofrece el vínculo con Jesús.

Lo más triste y ante lo que menos respuesta tenemos bajo cualquiera de las formas que aparece en nuestra vida que es el pecado, más aún la misma fuerza que éste trae como consecuencia la muerte puede ser justamente ofrecido y transformado. Acá si que nada se pierde todo se transforma. Es lo que en la línea profética ha venido diciendo el profetismo del Antiguo Testamento cuando se hablaba de los cultos sacrificiales.

Ya no son carneros ni toros ni bestias las que deben ofrecerse sobre el altar sino corazones que se arrepienten y se disponen a vivir de una manera distinta. Un corazón contrito y humillado. Esto es lo que es acepto a Dios. Lo que Dios quiere. Para poder tener una respuesta de éste tipo ,para poder hacer una ofrenda de la vida en éste sentido hay que entender el lenguaje del amor con el que somos invitados a responder. En éste sentido Jesús sale a tu encuentro para decirte que absolutamente nada de lo que ocurre en tu vida deja de tener sentido.

Todo tiene sentido.

No importa cual sea el dolor, cual sea la penuria. Es más si respondemos con el corazón al amor que Dios nos tiene en el lugar donde estamos y como estamos y nos ofrecemos eso beneficia no solamente nuestra vida personal que encuentra respuesta ante lo que en la oscuridad no tiene respuesta sino que es un beneficio al cuerpo todo. Es un beneficio que se extiende a los demás miembros del cuerpo a los cuales también pertenecemos. Una llamada al vínculo esponsal no desde el lugar donde nosotros podemos decir estamos equiparados en iguales condiciones en iguales condiciones a la cabeza. Estamos en condiciones inferiores.

Sin embargo la fuerza del amor de Dios eleva nuestra condición y nos capacita para unirnos en iguales condiciones a la cabeza solo por la Gracia del amor de Dios, cabeza que nos invita a dar respuesta en los mismos términos en los que El se dirige a nosotros, con amor y un amor grande.

Unos versos más delante de los que hemos compartido hoy como texto inicial de la catequesis el autor de la carta los Efesios dice: el que ama a su esposa se ama a si mismo. Nadie jamás ha aborrecido su cuerpo al contrario lo cuida, lo alimenta. Eso es justamente lo que hace Cristo por la Iglesia porque nosotros somos parte de sui cuerpo y más adelante continúa: la escritura dice por eso el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer y los dos llegarán a ser una sola carne¿ que está diciendo el autor de la Carta a los Efesios.

Está volviendo al origen del plan de Dios que es la comunión entre los diversos, que e4s la expresión de misterio trinitario. El ministerio trinitario es una expresión de amor de diversos que constituyen una única realidad, una gran unidad. Aquello ha quedado como roto, dañado por la fuerza del pecado.

Ahora éste daño ha venido a ser reparado por Cristo que vuelve a establecer la unidad del amor entre los diversos para que ese vínculo de que está diciendo el autor, Jesús ha dejado su condición de Dios haciéndose uno de nosotros saliendo de si mismo y nos invita a ser eso mismo a nosotros. Salir de nuestra condición actual para unirnos a El y éste vínculo de salida del amor para el encuentro con el otro es lo que permite que lleguemos a ser una única realidad. Es clara, la iniciativa la tiene Dios.

En el vínculo con Jesús en términos personales y comunitarios nosotros estamos invitados a entender en el lenguaje del amor de Dios que es lo que quiere Dios de nosotros en éste tiempo que seguramente es movilizante, que nos pone en actitud peregrina y nos hace ir sobre lugares no conocidos, no sabidos donde nuestra estructura personal se resquebraja ciertamente para abrirse al encuentro de una nueva realidad donde Dios produce una nueva síntesis de nuestr4a vida.

Esta es la dinámica permanente de vínculo en la relación con Dios en términos personales y comunitarios. En cierta medida Dios nos deja tranquilos y está bueno que así sea porque en la medida en que nosotros somos capaces de entrar en ésta dinámica de avanzar de más tras más, dirá San Ignacio de Loyola detrás de lo que Dios nos pide saliendo de nosotros yendo hasta donde Dios nos conduce.

Este Dios que ha salido de si mismo para venir hasta donde nosotros estamos vamos constituyéndonos en una única unidad con Cristo Jesús hasta llegar a confundirnos en una sola realidad, una sola carne. Pablo ha hecho una experiencia muy honda al respecto en éste proceso de transformación, de salida de si mismo hasta el encuentro con aquello que Dios pretende de su vida siendo uno todo con Jesús.

Ya no vivo yo dice el Apóstol, es Cristo quien vive en mi. Vivo en la fe en el Hijo de Dios que me amó hasta entregar su vida por mi. Justamente es un camino de fe el que nos conduce a liberarnos de aquello que somos para ir hasta donde Dios quiere que seamos. Es un proceso constante y dinámico de ruptura con aquello donde creemos haber llegado para ir hasta donde Dios nos quiere conducir. La naturaleza humana busca el punto de equilibrio pero no es la homeostasis como lo ha entendido Freíd, el padre del psicoanálisis, el punto de equilibrio.

No es el equilibrio0 que se produce por la equidistancia que generan las fuerzas contrarias dentro de la naturaleza humana. El equilibrio está puesto en la dinámica del camino que nos lleva al encuentro con lo no conocido y lo no sabido hacia donde Dios nos conduce para unirnos profundamente a El. Esto lo han entendido los místicos Los místicos avanzan hacia un camino de unidad total con Cristo Jesús hasta ser uno con El y reconocen que en Cristo viven, se mueven, existen y que en realidad su vida es toda una expresión de la vida de Jesús en la propia vida.

Al final de su vida, decía el Padre Pío de Pietralcina, que misterio has vivido en mi y he vivido en ti Jesús, cuantos dones, cuantos misterio de comunión entre nosotros.

Es la misma expresión de Pablo: ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi. Vivo la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mi y por El entrego mi vida para completar en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo Jesús formándome y siendo uno solo con El. Este es el camino hacia donde nos conduce Dios cuando nos llama a la santidad. Es lo que Pablo en la Carta a los Filipenses nos invita a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús.

Es decir el corazón de Cristo en nosotros y nosotros en El. Este es el misterio de comunión al que somos llamados. También el Apóstol en éste sentido va a decir atención porque no se trata de un vínculo personal e individual con la persona de Jesús. La persona de Jesús es el cuerpo todo con el que Jesús se vincula como cabeza. Por eso va a decir el Apóstol ustedes tienen que estar dispuestos a llorar con quien llora y a reír con quien ríe.

Es decir tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús es abrirse a un vínculo con los hermanos, los cuales también pertenecen a Cristo que sea muy amplio y grande y particularmente un profundo vínculo de amor por aquello por los cuales Jesús tiene una particular cercanía y un vínculo de compromiso con ellos, los más pobres, los más postergados y no solamente en términos económicos. En una amplia mirada de la pobreza que trasciende el lugar de la economía como categorizado en el mundo materialista hoy a los pobres los identifica solo con los que menos tienen. En realidad hay que hablar de los que menos pueden, de los que menos saben, de los que menos quieren, de los que más esperan, de los que más lloran y de los que más luchan..