EN VIVO
DONAR
EMISORAS
jueves, 26 diciembre 2024
Inicio
Institucional
Quienes Somos
Donación
Donde Escucharnos
Novedades
Voluntariado
Difusión
Contacto
Balance Social
Res. 173/10
Podcast
Grilla de Programación
Escuchar en Vivo
Catequesis
Donde quiero estar – Radio María Ad Gentes
Casa de campo
Archivos de Programas
Papa Francisco
Audiencias Generales
Documentos
Francisco a Diario
Homilías
Los Caminos de Francisco
Papa Francisco
RM Mundial
RM Joven
Radio María Joven en vivo
JMJ 2019
Evangelio del día
Testimonios
Institucional
Quienes Somos
Donación
Donde Escucharnos
Novedades
Voluntariado
Difusión
Contacto
Balance Social
Res. 173/10
Podcast
Grilla de Programación
Escuchar en Vivo
Catequesis
Donde quiero estar – Radio María Ad Gentes
Casa de campo
Archivos de Programas
Papa Francisco
Audiencias Generales
Documentos
Francisco a Diario
Homilías
Los Caminos de Francisco
Papa Francisco
RM Mundial
RM Joven
Radio María Joven en vivo
JMJ 2019
Evangelio del día
Testimonios
Palabras de Vida
Santa Isabel de Hungría
sábado, 17 de noviembre de 2007
“Aquel que dice yo amo a Dios pero no ama a su prójimo, es un mentiroso ¿como será posible amar a Dios a quien no se ve si no se ama al hermano a quien si ve? El mismo Señor nos ordeno, el que ama a Dios ame también a su prójimo”
Primera Carta de San Juan 4-20
Que hermoso que esta palabra de Dios nos haya iluminado tan fuertemente para poder hablar hoy de Santa Isabel de Hungría. Esta santa nació en 1207 y es la patrona de nuestra parroquia aquí en el sur Santafesino que es El Hortondo y vamos a descubrir un poquito de algo de su vida esa vida tan intensa de esta mujer noble, esposa, madre, viuda que se presenta como una laica, también después como una terciaria Franciscana, siempre como laica y digamos que sobre la dura corteza de la edad media, estamos hablando de 1207, contemporánea de San Francisco de Asís. Esa edad media que se presenta a veces en los documentales como algo terrible, oscuro, pesado, tenebroso y sin embargo una edad media realmente inundada por la gracia de Dios, con unos santos maravillosos que nos ha dado de donde brotó una de las flores mas delicadas de la cristiandad que es Santa Isabel de Hungría. Ella nació en uno de los castillos de su padre que era el rey de Hungría Andrés II que la tuvo junto con su esposa Gertrudis que a su vez era hija de Bertoldo IV el cual también llevaba en sus venas, sangre del rey Bela I rey de Hungría.
Porque hago hincapié en esto? Porque realmente la princesa Isabel vino a ser el más preciado florón de la estirpe real Húngara. Fíjense ustedes, un país que esta así escondido en la Europa oriental y sin embargo un país que era floreciente en esa época. Entonces, esta mujer, Isabel, abrió su sensible corazón, un ánsia de una pobreza evangélica. Desde su privilegiado puesto en la corte descendía desde muy niña para buscar a los menesterosos que había allí en la zona y los regalos que recibía de sus padres pasaban muy pronto a manos de los pobres. El menor descuido que tenían sus padres o la gente de la corte, ella entregaba lo que tenía y a veces sacaba incluso su manto de seda y brocado para dárselo a los pobres que estaban vestidos con los harapos mas miserables. Conforme a las costumbres de la época, fíjense que interesante, como sería de fuerte el reino de Hungría que ella fue prometida, en su más tierna edad, a Luís que era hijo de Luís Ludovico que era hijo de Herman I que era como una especie de duque de Turín, una región de Alemania que curiosamente estaba pasando por dificultades económicas muy grandes y por eso hace una alianza estratégica con Hungría.
Este compromiso matrimonial tenía, sin duda alguna, la finalidad política de afianzar la alianza de ambos países contra el rey Felipe de Suavia y por eso ella fue enviada de pequeña a la corte de Turín fue educada allí y un buen día de primavera, en 1213 cuando los campos se desperezaban de su largo sueño invernal, en esa zona, sobretodo, se presentó en el castillo de Posoño una embajada de Turín para recoger a la prometida de su príncipe heredero. El rey de Hungría, entonces, en la cumbre de su poder y riqueza de la dinastía, dotó generosamente a su hija con muchas riquezas. Se dice que cuando los de Turín vieron la dote que el rey de Hungría le daba por el casamiento de su hija quedaron estupefactos. Dejando esos detalles, el matrimonio tuvo lugar en el año 1221 es decir al cumplir Isabel sus 14 años según la costumbre de la época y tuvo lugar allí mismo, en Turín y de esta manera esta princesa nacida país lleno de sol y de abundancia, viene a parar a la dura y fría tierra Germánica fría, con un invierno largo. La pobreza del pueblo en ese entonces estimuló más aún la caridad de la princesa Isabel y todo le parecía poco para remediar a los necesitados, la plata de sus arcas, las alhajas que trajo en la dote y hasta sus propios alimentos y vestidos. En cuanto podía, aprovechando las sombras de la noche, dejaba el palacio y visitaba una a una las chozas de los vasallos más pobres para llevar a los enfermos y a los niños bajo su manto pan, leche, alimentos, remedios y hasta el propio manto que entregó varias veces en el invierno cuando veía a estos mendigos temblando en la calle. Y por mucho que se escondiera para que nadie la viera o nadie supiera, los espíritus envidiosos y mezquinos hicieron que se acusara a la princesa ante el propio duque de estar dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y almacenes. Y realmente su esposo Luís quería mucho a su esposa, la quería enormemente.
Había sido un casamiento arreglado pero realmente Luía había llegado a amar a Isabel. Luís era un varón cristiano entero, de una sola pieza y entonces, claro, tanto insistieron en esto que él entró a dudar ante tanto acoso y les pidió una prueba de esa acusación entonces le dijeron, espera un poco y verás salir a la señora con su delantal lleno de alimentos y efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que salía como a escondidas del palacio cerrando cautelosamente la puerta. Entonces Luís la detuvo y le preguntó con dureza “¡que llevas en la falda?” y ella dijo “nada, nada, son rosas” tratando de disculparse ante su marido sin recordar que estaba en pleno invierno. Que curioso ¿no?, al extender el delantal eran rosas las que cayeron y no trozos de pan lo que Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva. Que interesante es esto. Miren, yo quisiera que juntos veamos una cosa. Yo les estoy contando rápidamente una serie de datos. Ahora veamos como la providencia de Dios se mueve, escribiendo derecho en renglones torcidos.
Todo lo que yo les estoy contando de esta mujer que nace en ese entonces en un país poderoso como es Hungría, es casada por compromiso con otro reino, una región de Alemania pobre, que tiene que dejar a su padre muy querido, a su país lleno de alegría, con temperamento mas bien expansivo, ir a otro país con un temperamento mas bien introvertido, con mucha pobreza, mucho invierno, con poco sol y fíjense como Dios va escribiendo providencialmente, porque la presencia de esta mujer, en ese lugar, en esa familia real, en ese pueblo, va a transformar corazones. Ya lo veremos mientras seguimos con la historia. A la luz de lo que vamos viendo reflexionemos ¿Qué ha pasado en mi vida? ¿Qué acontecimientos ví como detestables, negativos, pesados de vivir, de asumir, de aceptar? Sin embargo terminaron siendo bendición de Dios para mi mismo o para el lugar donde estuve, el lugar donde estoy o para la gente que me rodeo en ese momento porque el Señor supo usar ese elemento como canal de gracia, como aquello que afirma San Pablo “todo ocurre para bien de aquellos que aman a Dios” Meditemos en esto. No nos quedemos solo en la anécdota de un santo o una santa, en este caso Isabel de Hungría, sino que vayamos cotejando con nuestra vida.
Estamos en el octavo centenario del nacimiento de Isabel de Hungría y como será que el mismo Papa Benedicto XVI ha dado un mensaje, una carta por este octavo centenario de quien es patrona de las obras de misericordia y es patrona de la tercera orden Franciscana. Hemos visto como la envidia y la mezquindad fueron una daga que han clavado en su corazón llevando incluso a la desconfianza a su propio esposo Luís que la amaba inmensamente, pero viene otra prueba muy grande que es el tema de la suegra, la duquesa Sofía que no miraba a Isabel con buenos ojos no se sabe bien porque algunos biógrafos dicen que en el fondo había un tufillo racista y, porque Sofía que era totalmente alemana, miraba no con buenos ojos a esta Húngara que había venido de un país fuerte en ese momento, pero que no era la misma sangre de ellos. Fíjense que allí también hay un tufillo racista y que bueno que se diga esto porque nos viene bien para sanar en nosotros, si hay y que el Señor nos lo muestre algún tufillo racista, discriminante en nosotros. Desde chicos hemos sentido cierta cosa, a ver, cuando decimos húngaros nos imaginamos a los cíngaros, a los que estaban en carpas, a los que son errantes, los pueblos nómades. No siempre hemos conocido bien lo que es Hungría. Nosotros no conocemos lo que es Hungría pero hoy quizás desde ese tufillo del sentimiento inconsciente, a veces sutilmente inconsciente discriminante y racista puede estar referido a otras personas ya no a húngaros pueden ser bolivianos o paraguayos o quizás chilenos, no se, pero si el Señor nos muestra algo así es bueno que le pidamos nos saque este sentimiento a través de Santa Isabel de Hungría. La cuestión es que Sofía, la suegra no miraba con buenos ojos a su nuera y puede ser por eso o porque celaba a su hijo ya que veía que su corazón estaba totalmente enamorado de Isabel y pensaba que el amor a la esposa desplazaba el amor a la madre. Cuantas madres, lamentablemente, provocan conflictos con sus nueras sin saber, sin darse cuenta que el hijo ha ensanchado su corazón y que hay una amor a la esposa y hay un amor a la madre que es siempre el mismo amor que no se desplaza a la madre porque se ame mucho a la esposa. Cuantos conflictos hay por esto ¿no?
Entonces esta mujer, Sofía, con mayor o menor motivo, buscaba cualquier oportunidad para desvirtuar a Isabel ante los ojos de su marido y esto que les voy a contar es como una leyenda pero viene bien para graficar los sentimientos de Isabel. Una vez volvió Luís de un largo viaje ansioso de abrazar a su esposa fue a buscarla al aposento conyugal pero antes le salio al encuentro la madre que había escuchado, según ella, tras las puertas voces extrañas en la alcoba y le dice “ahora verás hijo mío hasta donde llega la fidelidad de tu esposa” y entonces el marido, alemán al fin, forzó la puerta y al tirar del cobertor del lecho encuentra un cristo crucificado y llagado en lo que se había convertido un pobre leproso al que Isabel había llevado para curarle las llagas lo que hacia frecuentemente con estos enfermos ya que en ese tiempo era una enfermedad incurable. Esto lo dejamos para la leyenda pero el Señor Jesús se identificó de manera especial con los enfermos y en ese momento de su vida en la tierra, el leproso era el sicótico de hoy.
Sabiendo que en ese entonces Isabel era contemporánea de San Francisco de Asís, la conversión de Francisco se dio cuando se animó a darle un beso al asqueroso leproso aquel al que rechazaba desde lo más profundo de su corazón. Entonces esto es que Jesús crucificado allí, lleno de llagas ocupando el lugar del leproso aquel, me parece profundamente evangélico. No es que quiera hacer honor a una leyenda pero para meditar me viene muy bien. El celo que tenía Isabel por los pobres donde veía la imagen de Cristo transfigurada, fue espiritualizándola cada vez más. Estamos hablando de una joven de 19, 20 años en este momento de su vida. Su alma generosa, sus ojos negros, profundamente negros, dicen que era bellísima, me imagino yo como habrá sido esa raza húngara quizás los cabellos también negros y el cutis blanco trigueño.
Entonces esos ojos negros brillaban como candelas de amor en las sombrías casuchas de los pobres y por muy severas que fueran sus penitencias Isabel las recubría con cariño para no perder el encanto natural ante los ojos de su esposo. Sabía ser austera, penitente, bella porque la verdad es siempre bella, es siempre buena, por eso es atractiva cuando se presenta así, con bondad. No puedo en cambio conciliar su espíritu franciscano, ustedes saben que Francisco vivía todavía, ella no lo conoció porque Francisco estaba en Italia y ella estaba en Alemania pero si, los franciscanos andaban por toda Europa. Entonces ella oyó hablar de Francisco y Francisco fue como un reguero de pólvora, la palabra, su mensaje caló los corazones fríos de toda Europa y a los inquietos los transformó en hogueras de caridad. Ella no pudo conciliar su espíritu franciscano con la frivolidad de la vida cortesana. Miren que interesante esto, y te lo digo a vos también, bautizado del siglo XXI, y me lo digo a mí tranquilos, porque no siempre podemos conciliar lo que tiene que ser una vida cristiana austera, simple, sencilla, alegre por supuesto, con la frivolidad de este mundo. Este mundo con minúscula y a veces, les digo la verdad, me imagino que a veces será muy pesado hacer alguna fiesta de lo que sea, de 15 años, de casamiento que más allá de celebrar a veces parece que están pensadas para aturdir no digo por la música ensordecedora sino aturdir por lo que es la alienación, el escapismo. Realmente no es que no disfrutemos de las cosas buenas del mundo, que no disfrutemos de una buena comida, un buen vino, una buena música no estoy hablando de esto sino de aquello que no nos hace ser personas, que nos denigra. Isabel no pudo conciliar, le costaba conciliar ese espíritu franciscano con esa frivolidad cholula diríamos hoy de la vida cortesana. Bajo la influencia de su confesor que era extremadamente severo le prohibió incluso probar ciertos manjares. Fíjense que curioso, cada uno vive la espiritualidad de acuerdo a lo que el señor le va inspirando. Isabel vino a ser una viviente acusación contra una corte un tanto licenciosa que despilfarraba, que derrochaba y que comenzó a conspirar contra la princesa extranjera porque su sola presencia, su estilo de vida, su criterio su modo de ser aunque nunca hablara ni acusara ni profetizara, molestaba. Como molesta la presencia de Cristo en cualquier ambiente frívolo, masificante superficial, egoísta.
Porque es cierto, en algunos lugares esta Cristo crucificado colgado en los crucifijos de las paredes está muerto, ciego y mudo porque si hablara bueno, Dios mío lo que diría. El Cristo vivo parece que no está. Bueno, esto es lo que pasaba en esa corte. Mientras su marido fue su amparo nada tuvo que temer la princesa. Pero llegó un día en que a los oídos del príncipe como llamada irresistible convocando a una nueva cruzada en nombre de Federico II. Esas famosas cruzadas que se hicieron para rescatar el Santo Sepulcro en Jerusalén que como ustedes saben estaba tomado por los musulmanes violentos. Y no era solamente para rescatar los lugares santos sino que había también muchos cristianos prisioneros y muchos que eran masacrados. Por eso se organizaron las primeras cruzadas. Vamos a ser claros; las primeras cruzadas tuvieron una buena intención ir en nombre de Dios y rescatar muchos prisioneros de los lugares santos. Después se cometieron abusos, no todos los que iban tenían recta intención
Luís aceptó ir a las cruzadas. Cuando estaban en Otranto, un lugar de Italia para tomar el barco que los llevaría a su destino, contrae una de las tantas enfermedades comunes en ese tiempo de epidemias y muere sin poder volver a su hogar. Así Isabel queda viuda a los 20 años y desamparada en una corte extranjera y hostil y fue entonces cuando realmente comenzó su calvario porque su cuñado, Herman, queriendo desplazar a los hijos de Luís de la herencia del ducado acuso a Isabel de ser manga ancha y a decir verdad ella había volcado hasta el fondo de su arca para remediar la miseria del pueblo porque ese año fue el año del hambre que Europa entera estaba atravesando y las acusaciones de Herman encontraron eco en la corte y la princesa Isabel fue expulsada del palacio junto con sus tres hijos y la compañía de dos sirvientas. Se dirigió a Marburgo donde era la patria de su madre y en tan difícil situación la socorrieron y recogieron sus tíos y también el obispo de Lamber incluso este obispo intercedió ante el Papa Gregorio IV que nombró a Conrado de Marburgo el defensor de Isabel.
Los buenos oficios que este desplegó consiguieron que después de algunos meses quizás un año la princesa fuera indemnizada con una importante suma y se le asignasen unas posesiones en la villa de Marburgo pero, atención a esto, la pedagogía de Dios había actuado fuertemente en Isabel. Ella ya nada tenía que la ligase al mundo y solemnemente, en la iglesia de los frailes menores renunció a sus bienes y vistió el hábito gris de la tercera orden Franciscana y se consagró enteramente y de por vida a practicar la caridad. ¿Qué quiere decir esto? Ustedes saben que ya se había fundado la tercera orden Franciscana la orden que es la de los laicos, los seglares o sea que Isabel no fue una monjita no fue religiosa sino que fue una laica que eligió el carisma de Francisco de Asís para vivir su vida justamente porque Francisco había muerto en esos años y estaba a punto de ser canonizado hecho que ocurrió a los pocos años de haber muerto.
¿Y que hizo entonces con los bienes que recibió Isabel? Sin descuidar a sus hijos naturalmente, en el año 1228 1229 emprendió la construcción del hospital de Marburgo cuya capilla justamente puso bajo la advocación de San Francisco de Asís que recientemente había sido canonizado y por aquel entonces regresaban de las cruzadas de los santos lugares, hombres ardiendo en fiebre y con sus carnes maceradas por la lepra y a ellos dedicaba Isabel sus más amorosos cuidados en recuerdo sin duda de su marido, muerto muy lejos del alcance de sus manos. Isabel firme en su propósito de dedicar su vida a los pobres y enfermos, buscando en ellos al propio Jesucristo rechazó una y otra vez la llamada de su papá el rey de Hungría, que valiéndose, incluso de nobles emisarios y hasta de la autoridad del obispo, trataba de convencer a su hija de que regresase a Hungría a vivir en la corte, en cambio Isabel tenía cita en otra corte, en la corte celestial. Porque a los 24 años en 1231 subió al cielo a recibir el premio merecido por haber aplicado el agua a tantos labios sedientos, curado tantas heridas ulceradas y consolado tantos corazones rotos y oprimidos.
La fama de su santidad quedó bien patente en el entierro que conmovió toda la comarca. Dicen que fue un sepelio apoteótico Y poco después de su muerte, la jerarquía de tres países y varios príncipes también promovieron en la Santa Sede la declaración de sus heroicas virtudes. El proceso de canonización terminó con la solemne ceremonia que la declaró Santa el 27 de Mayo de 1235 en Perusa y todavía estaba en vida su padre el rey Andrés II de Hungría y su fiesta fue fijada para el 19 de Noviembre aunque en la actualidad en muchos lugares, se celebra el 17 de Noviembre. Unos meses más tarde de su canonización fue colocada la primera piedra de la catedral gótica de Marburgo en donde se rindió el primer testimonio de veneración a la Santa princesa. Santa Isabel de Hungría ha sido erigida como patrona de la tercera orden franciscana y son muchas las congregaciones religiosas dedicadas a la caridad que llevan su nombre y más de 700 templos en el mundo que la tienen como patrona y protectora. Sus reliquias están en Viena, Austria y otras se hallan en Bruselas.
Murillo, el gran pintor español la ha pintado en uno de sus cuadros, y en las estampas se la representa vestida de princesa repartiendo limosna, repartiendo pan. Dos pueblos, Hungría y Alemania la lloraron y la recuerdan eternamente y también dicen que es patrona de los panaderos por esta insistencia de ella en repartir el pan a los pastores y tomando un texto del cap. 31 del libro de los Proverbios podemos decir “Es engañoso el donaire y vana la belleza. La mujer que ama a Dios esa será alabada. Delen del fruto de sus manos y alábenla sus obras en presencia de los jueces”. Y el Papa Benedicto XVI en ocasión del octavo centenario, de este jubileo de Isabel de Hungría escribió una carta muy hermosa que ha sido publicada en todo el mundo y algunos de cuyos párrafos dicen “Supo unir las dotes de esposa y madre ejemplar al servicio de las virtudes del evangelio aprendidas en la escuela del Santo de Asís y se reveló verdadera hija de la iglesia ofreciendo un testimonio concreto, visible y significativo de la caridad de Cristo Jesús” .
“El Papa confía en que el conocimiento más profundo de la personalidad y obra de Santa Isabel de Hungría ayude a redescubrir cada vez con conciencia más viva las raíces cristianas de Hungría, de la propia Europa, impulsándolos responsablemente a desarrollar de manera armónica con respetuoso diálogo entre iglesia y sociedad civil para construir un mundo realmente libre y solidario y también expresa el Papa su deseo que este año del jubileo de Santa Isabel constituya para Húngaros, Alemanes y para todos los europeos una ocasión cuanto mas propicia para vivenciar la herencia cristiana recibida de sus padres para continuar sacando de aquellas raíces la linfa necesaria para una fructificación abundante en el nuevo milenio hace poco iniciado”. Esto es parte de la carta del mensaje Papal en un nuevo aniversario de esta santa que hoy de manera especial, estamos queriendo recordar.
Padre Rubén Francisco Bellante
Participa
Radio María