https://radiomaria.org.ar/_audios/22219.mp3 05/07/2016 – Santa Teresa de Jesús, comienza a describir cómo ha ido aprendiendo a orar.
“No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio tesoros en el Cielo, donde no hay polilla, ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón”.
Mateo 6,19-21
La pobreza de corazón también fue un tema abordado por Teresa de Jesús: “Estoy tranquila cuando menos se tiene y siento pena cuando sobra mucho. El Señor me ha dado a entender las ventajas que hay en la pobreza. Y también se dará cuenta de esto quien lo experimente. La pobreza es magnífica y posee en sí misma todos los valores. El pobre se convierte en Señor de todas las cosas pues no depende de ellas. En cambio el rico es esclavo de todas las riquezas y bienes de la tierra. El pobre no se afana por tener riquezas, ni tampoco se desvive por agradar a quienes tienen fortuna pues no pretende sus bienes, ni tampoco busca su estima y respeto. Pues, ¿sería verdaderamente pobre quien anduviera tras la aprobación, respeto y aplauso de gente acaudalada?”.
En esta misma línea se ubica la perspectiva de sentimiento y espiritualidad profunda en la pobreza que adopta su compañero de camino en la reforma del Carmelo, San Juan de la Cruz. En aquellos tiempos se valoraba en exceso la honra. Justamente ellos, Teresa y Juan, van por otro camino que no es la honra del mundo, sino la gloria de Dios. Es decir, van por caminos totalmente diversos a lo que se da en el espíritu del mundo. Teresa de Jesús considera que la honra, la fama y el dinero van casi siempre juntos. No es que haya que buscar la deshonra, ni es que haya que habilitarse a ser mal tratado por los demás, sino que no hay que desearla ni buscarla, simplemente no hay que aspirar a ella. Quien aspira a la honra busca como vanagloriarse a sí mismo, auto determinarse y no permite que Dios sea el verdadero gestor de la propia realidad. En eso consiste tener el tesoro en el Cielo que menciona San Mateo en su Evangelio, en permitirle a Dios -desde la pobreza, la entrega y la ofrenda de sí mismo en todo- obrar con poder sobre nuestra vida.
Otro de los tópicos sobre los cuales habló Santa Teresa fue la oración por el mundo. “Nuestras oraciones y súplicas, día a día, tienen que orientarse a la salvación del mundo. Pedir luz para quienes no la tienen. Salud para los enfermos. Que Dios no permita que se dañen a sí mismos por ir caminando a ciegas”. En este punto te invito a armar un mapa donde estén las realidades dolorosas, pero llenas de esperanza, que hablan de un mundo nuevo por el que hay que clamar, por el que hay que orar y acompañar en este parto, en este “dar a luz” del que habla la Palabra de Dios en la Carta de San Pablo a a los Romanos. La creación entera aguarda expectante a que se manifiesten los hijos de Dios en el corazón mismo de su dolor parturiento. ¿Qué realidades del mundo actual nos invitan a orar? Hay realidades micro cósmico, que nos rodean y que forman parte de nuestra historia de todos los días, que ocurren en el trabajo, la familia, la comunidad, el barrio, etcétera. Y hay otras realidades que no están en nuestro micro mundo, pero que son del mundo más allá de los horizontes donde nos movemos. Estas realidades también nos invitan a orar y a comprometernos desde ese lugar donde estemos para que se produzca un cambio positivo, bueno.
En este sentido, Santa Teresa de Jesús fue una mujer de oración y de acción, mostrándonos el camino que lleva a la verdadera acción es el de una oración sostenida, donde todos (como decía otra gran santa, Teresita de Jesús) formamos parte de un cuerpo pero no tenemos el mismo lugar ni la misma función. A vos tal vez te toque, desde tu enfermedad, tu soledad, tus posibilidades, orar por aquellas realidades que te superan, pero esa oración Dios la toma y la hace fecunda en su infinita Misericordia. Debemos estar convencidos que hay que orar por el mundo, tener conciencia de que el mundo actual necesita de la vida del Espíritu Santo que nos llega a través del camino de la oración.
Decía Teresa de Jesús que “con todas nuestras oraciones tenemos que ayudar a todos aquellos que se esfuerzan por difundir el Evangelio, con la palabra o con escritos. Pero, ¿cómo vamos a rezar por gente que es mejor que nosotros? Cada uno cumple con su papel en la Iglesia; algunos en puestos muy altos y delicados, otros en sitios bajos y resguardados. La tranquilidad de los puestos bajos no es motivo para descansar, sino por que al contrario. Pasamos inadvertidos en la vida para poder ayudar mas intensamente, con nuestras oraciones, a los que tienen que aguantar el embate de los tiempos. La lucha es muy grande y nadie está exento de caer. Quizás no tenemos más santos porque no pedimos bastante a Dios para que envíe lumbreras a su Iglesia. ¡Y cuanto bien y provecho irradia una persona santa!
No es inútil esta perenne oración por todo el mundo. No hay mejor oración que la súplica en favor de los demás. No desaprovechemos el tiempo que tenemos pidiendo por nuestros pequeños dolores o enfermedades. ¿Qué importa dejar de lado nuestras comodidades personales, si con nuestras insistentes oraciones podemos ayudar al verdadero bien de los otros? Si Cristo, en la cruz, no rogó por sí mismo ¿cómo vamos a pedir nosotros que cure nuestras enfermedades corporales? Padre, ¡no me escuches, si por error te pidiera dinero o fama, ni nada que tenga sabor mundano! Pero, ¡sí escúchame, cuando te ruego por la salvación del mundo y el florecer de la Iglesia! No porque yo merezca ser atendida, sino por la vida y la pasión de tu Hijo. Padre no olvides los azotes, injurias y tormentos que padeció tu hijo Jesús, ¿cómo soportas que después de lo que padeció, se lo desconozca en tantas naciones, como ocurre en la actualidad? Padre, disculpa mi atrevimiento de pedir en nombre de todos, siendo yo tan ruin. Pero siendo tú Dios de misericordia, te suplico mires mis deseos y no mis obras. ¡No permitas, Señor, más daños en la Cristianidad, ilumina ya, estas tinieblas!”.
Padre Javier Soteras
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