Sarmiento: el Maestro de América, entre luces y sombras

martes, 9 de septiembre de 2025

09/09/2025 – El 11 de septiembre, Día del Maestro, es una fecha ineludible para recordar a Domingo Faustino Sarmiento, una de las figuras más protagónicas y controvertidas de la historia argentina. Más allá de la figura de bronce, es esencial conocer al hombre con sus virtudes y defectos, tal como lo señala el escritor e historiador Esteban «Tito» Domina.

Sarmiento, consagrado como el «Maestro de América» en una conferencia panamericana, tuvo un impacto monumental en la educación argentina. Antes de su presidencia, en el siglo XIX, el 70% de la población era analfabeta. La educación era un privilegio de la élite, con la mujer excluida del sistema. Sarmiento, consciente de esta realidad, impulsó la educación como un derecho universal. Durante su mandato, realizó el primer Censo Nacional en 1869, que reveló la cruda realidad demográfica y educativa del país, y sentó las bases para la Ley 1420, que estableció la educación laica, gratuita y obligatoria.

Su visión pionera y su obsesión por la modernidad lo llevaron a impulsar la ciencia en todo el país. En Córdoba, por ejemplo, fundó la Academia Nacional de Ciencias y el Observatorio Astronómico, y organizó la Exposición Industrial de 1871, buscando romper con la tradición y el atraso. Fue un adelantado a su tiempo, un hombre que no solo fue presidente, sino también periodista, escritor, diplomático y militar, con una curiosidad insaciable que lo llevó a absorber ideas de progreso en sus viajes por Europa y Estados Unidos.

Sin embargo, como un ser humano de carne y hueso, el «mejor Sarmiento» convive con el «peor Sarmiento». Este último es el político de personalidad fogosa y binaria, que no se guardaba nada y expresaba opiniones polémicas y desafortunadas. En el contexto de la lucha entre unitarios y federales, Sarmiento tuvo frases de una violencia verbal extrema. Una de las más recordadas es la que le dirige a Bartolomé Mitre, en la que lo instaba a «no ahorrar sangre de gauchos, que para lo único que sirven es para abono de la tierra».

Estas frases, aunque deben ser analizadas en el contexto de una época de profundas divisiones, reflejan un lado oscuro de un hombre que, a pesar de sus errores, dejó un legado inmenso. El mejor Sarmiento, el de la educación y el progreso, supera con creces al peor. Su visión transformó a la educación en una «turbina de progreso» y sentó las bases para una Argentina más inclusiva, dejando una huella imborrable en la historia y en el presente de todos los argentinos.

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