Saulo: el guía que se dejó conducir

viernes, 5 de mayo de 2017

Saulo

05/05/2017 – Hoy reflexionamos a partir del texto que narra la conversión de Saulo. El perseguidor de los cristianos se convierte en el gran apóstol de los gentiles. La pedagogía de Dios en su vida, y cuánto puede aportarnos a nosotros.

 

Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote
y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres.  Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor.

Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. El preguntó: “¿Quién eres tú, Señor?”. “Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer”. Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie.

Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco.  Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.

Vivía entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en una visión: “¡Ananías!”. El respondió: “Aquí estoy, Señor”.  El Señor le dijo: “Ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso. El está orando y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista”.

Ananías respondió: “Señor, oí decir a muchos que este hombre hizo un gran daño a tus santos en Jerusalén.  Y ahora está aquí con plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre”.

El Señor le respondió: “Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel.  Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre”.

Ananías fue a la casa, le impuso las manos y le dijo: “Saulo, hermano mío, el Señor Jesús -el mismo que se te apareció en el camino- me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo”.  En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado.  Después comió algo y recobró sus fuerzas. Saulo permaneció algunos días con los discípulos que vivían en Damasco, y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.

Hch 9,1-20

 

 

En este texto de la conversión de Saulo, proponemos 7 puntos para la reflexión:

Saulo un hombre honesto;

Saulo que se encuentra con Jesús en el camino;

Saulo que se convierte, de la rigidez a lo nuevo;

Saulo que descubre la identificación de Jesús con la Iglesia;

Saulo experimenta la ceguera para poder empezar a ver;

Saulo que aprende a esperar, los tiempos de Dios son distintos;

Saulo que descubre que necesita la ayuda de otro.

 

Saulo, un hombre honesto

El primer punto a destacar es que Saulo era un hombre honesto. Estaba equivocado, pero tenía celo por la casa de Dios. “Saulo era un hombre honesto, no llevaba doble vida y es lindo cuando alguien es honesto. Sin embargo, Saulo cae en la tentación de la rigidez. Era honesto pero estaba equivocado, era honesto sin embargo estaba haciendo mal. Pero Saulo en el camino se encuentra a Jesús. Cayo en tierra y una voz le dijo “Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?”. ¿Quién eres tú Señor?, preguntó. “Yo soy Jesús al que tú persigues”.

Y ahí Saulo, ese hombre honesto, ese hombre que se encontró con Jesús, se encontró con una verdad que lo marcarán para toda la vida. Jesús y la Iglesia se identifican, porque él perseguía a los cristianos, pero Jesús le dice “Por qué me persigues”. Pablo será el gran predicador de Jesús, de la buena noticia, el gran apóstol de la Iglesia.

Saulo se convierte y pasa de la rigidez a descubrir que hay algo diferente. Aprende la pedagogía de la espera y que necesita de Ananías.

Jesús y la iglesia están unidos, y por eso Saulo que perseguía a los cristianos escucha del Señor “¿por qué me persigues?”. Jesús lo dice a título personal.

Dice la narración que “Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber”. El que conducía a los demás ahora es conducido. Tiene los ojos abiertos pero no ve. Está padeciendo la ceguera necesaria para después comenzar a ver. Saulo estaba demasiado lleno de su mirada y Dios quería comenzar a regalarle su mirada. Para eso hay una ceguera y una experiencia de dejarse llevar por otro. 

El que conducía y marcaba el paso a tantos, ahora “lo llevaron de la mano”. Dios hace las cosas de a poco, y hace falta tiempo. A fuego lento se caldea el corazón, y a fuego lento nace el corazón del discípulo. Era necesario que esperara un tiempo, tres años. La iniciativa es de Dios.

Jesús le dirá a Saulo “ve a Damasco, allí te dirán qué hacer”. No va a depender de su iniciativa, sino que otro le irá mostrando el camino. El cristianismo es don, no es una decisión propia, y siempre se recibe de otro. 

 

 

Ananías: Dios se vale de los “segundos”

En la vida hay personas que están en un segundo lugar pero que son sumamente importantes en la obra que Dios quiere hacer.

En este texto de la conversión de Saulo, Ananías le dice “Saulo, hermano mío, el Señor Jesús -el mismo que se te apareció en el camino- me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo”.

¡Qué sabio es Dios! Saulo necesita experimentar la mediación de la Iglesia, y lo hace a través de este hombre bueno y piadoso.

Ananías está disponible, al escuchar su nombre contesta “Aquí estoy Señor”, como los profetas. Ante el pedido del Señor de buscar a Saulo, con transparencia intenta explicarle al Señor “he escuchado cosas sobre Él”. No es obsecuente, dialogo con el Señor y con simpleza pone la objeción porque no entiende. Pero el Señor lo envía. Saulo es un instrumento elegido por Dios, sin embargo necesita que Ananías vaya a buscarlo. ¿Y por qué no fue Dios en persona de nuevo?. Saulo necesitaba experimentar esto que vivimos todos, la fe nos llega por mediación de otros. 

Ananías es elegido para irle a decir a Saulo que Dios lo había elegido para ser instrumento de salvación. Ananías no fue elegido para ser apóstol de los gentiles, por eso muchos no lo conocen, pero su misión era fundamental: elegido para ayudarle a Saulo a recobrar la vista.

Dios se sirve de segundos, que no son segundones, son importantes. Bendita docilidad de Ananías, bendita su disponibilidad a servir al Señor. En el cristianismo Dios se sirve de muchos para hacer grandes obras. Algunos pocos son elegidos para marcar rumbos y hacer grandes obra, pero la mayoría están llamados a segundar esas grandes obras. Unos y otros somos necesarios para la evangelización; unos y otros somos necesarios para la gloria de Dios. 

Ananías no tiene en la historia de la iglesia la importancia de Saulo, sin embargo es muy valioso: “Saulo, hermano mío, el Señor Jesús -el mismo que se te apareció en el camino- me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo”. Ananías no dice lo mismo que le había dicho el Señor. Él descubre el mensaje, lo apropia y lo incorpora. El Señor le había dicho que había elegido a Saulo como instrumento para anunciar a todas las naciones. Ananías traduce ese mensaje: “hermano mío”, le dice. Ahí está la caridad de Ananías, lo llama “hermano mío” al mismo que había sido perseguidor de los cristianos. Es un hombre lleno del Espíritu Santo, por eso encuentra las palabras. Ananías, de alguna manera, no le dice que Dios lo eligió para ser instrumento, que vas a sufrir mucho, etc. Es prudente y deja que sea Saulo el que vaya descubriendo con el Espíritu Santo lo que Dios le pide. ¡Cómo necesitamos en la Iglesia figuras como Ananías!

Bernabé también es un gran segundo, el amigo de Pablo. Hay que saber descubrir estos segundos que son tan importantes. Pidamos al Señor poder descubrir estos distintos papeles, y ser fieles a lo que el Señor nos mandó. Si te operaron, seguramente te acordarás el nombre del cirujano, pero no el del anestesista, que también fue tan importante. Lo mismo al subirnos a un colectivo que confiamos nuestra vida al chofer, y que gracias a que lo hace bien podemos movilizarnos. En este día qué bueno darle gracias al Señor por tantos segundos.