Seguir al Señor es una cuestión de fe

martes, 21 de enero de 2020
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21/01/2020 – “En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».

Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos»”.

San Marcos 2,18-22

La Palabra del Señor nos ubica hoy en dos o tres temas que tienen mucha actualidad también para lo que vivimos cotidianamente porque, a veces, nos sucede que ponemos en el centro lo que no es principal, incluso algunas costumbres van teniendo características muy especiales.

A veces, hay tradiciones que se colocan en el centro y hacen que se vaya perdiendo el eje. Esto sucede muy frecuentemente y es peligroso  y para la religión y para los que queremos seguir a Jesús esto es muy peligroso.  Los que queremos ser discípulos misioneros, los que intentamos seguir al Señor debemos estar atentos para que, el Espíritu Santo nos haga ver que cosas proviene realmente del Evangelio, que cosas son las que la Iglesia hoy nos invita a seguir y qué otras cosas que, si bien son importantes, no están en el centro.

En la escena de hoy, podemos imaginar a Jesús caminando con sus discípulos en medio del sembrado y, los discípulos con Jesús experimentaban una gran libertad. En estos días aparecen los fariseos que eran observantes de la ley: los sábados no caminaban más de 100 metros, nunca habían ido a la mesa sin lavarse las manos. Era gente muy observante, pero, si embargo, todo eso era aparente. Su corazón estaba muy débil, no sabían en que creían.

Jesús quería ayudar a los fariseos, tratar de encontrar el cauce por donde llegarle al corazón pero ellos se mantienen incólumes, no pueden ceder, hasta psicológicamente no pueden ceder.

A veces, hay cristianos que, en su deseo de seguir al Señor se han ido endureciendo y esto ya no es un problema de fe sino un problema psicológico, de rigidez mental porque, abrirse al misterio de Jesús, a la persona de Jesús puede hacer que se venga abajo toda sus falsas seguridades.

En este punto es en donde radica nuestra necesidad hoy de dejarnos sorprender por el Señor. El Señor nos dice hoy “no me vengas a mirar y a controlar, yo te vengo a preguntar ¿de qué tenes hambre vos?, ¿de qué tenes necesidad vos?, abrime tu corazón, plantéalo con sencillez, ¿no te das cuenta que vengo a manifestarte un Dios que es Padre?, un padre nuevo, que cuida de todos nosotros. No me vengas a rendir examen, abrí tu corazón”.