Semana Santa

martes, 30 de marzo de 2010
image_pdfimage_print

Este es tiempo de reconocimiento de Jesús como Señor de la vida y la iglesia nos va a decir así: “Queridos hermanos, después de haber preparado nuestros corazones desde el comienzo de la cuaresma por medio de la oración, de la penitencia, y las obras de caridad hoy nos congregamos para iniciar con toda la iglesia la celebración del misterio Pascual de Nuestro Señor. Este sagrado misterio se realiza por su muerte y resurrección. Por ello Jesús ingresó en Jerusalén, ciudad santa, y nosotros llenos de fe y con gran fervor, recordando esta entrada triunfal sigamos al Señor para que por la gracia que brota de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y en su vida”. Inicia así entonces la Semana Santa con el domingo de los ramos. Los niños hebreos llevando ramos de olivo salieron al encuentro del Señor aclamando y diciendo hosanna en el cielo. Vamos a imitar a aquella muchedumbre en este domingo de ramos que aclamó a Jesús y lo vamos a hacer con cantos y glorificando al Señor unidos por un vínculo común, el vínculo de la paz.

Así entramos en la Semana Santa, recordamos no solo ramos de esta semana sino los ramos es el signo que Dios quiere hacer porque tiene un proyecto y un llamado para cada uno de nosotros, un llamado a reconocer a Jesús como nuestro Señor y lo queremos proclamar, saber que lo que el Señor va a hacer lo va a hacer no por el camino de la proclamación y de la exaltación, del éxito y del triunfo sino por el camino duro y arduo de la vida que se entrega como el grano de trigo que cae en la tierra y si no muere no da fruto. Así El se va a entregar por nosotros en esta Semana Santa. Una vez más la iglesia nos va a ayudar a hacer esta memoria definitiva que es la memoria del amor con que Dios nos ama verdaderamente

“Jesús acompañado de sus discípulos iba camino a Jerusalén. Cuando se acercó a Bettania al pié del monte llamadote los olivos, envió a dos de sus discípulos diciéndoles, vayan al pueblo que está al frente y al entrar encontrarán un asno atado que nadie a montado todavía, desátenlo y tráiganlo y si alguien les pregunta porque lo desatan respóndanle, el Señor lo necesita. Los enviados partieron y encontraron todo como El les había dicho. Cuando desataron el asno sus dueños les dijeron porque lo desatan y ellos respondieron, el Señor lo necesita. Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y poniendo sobre él sus mantos lo hicieron montar. Mientras El avanzaba la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los olivos todos los discípulos llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz por todos los milagros que habían visto y decían Bendito sea el rey que viene en nombre del Señor, paz en la tierra y gloria en las alturas. Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron Maestro, reprende a tus discípulos pero El les respondió, les aseguro que si ellos callan gritarán las piedras” .

Muchas comunidades ya desde esta noche, van a hacer la memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén que fue algo que el Señor hizo evocando y recordando algo que ya estaba en las profecías anunciado. Cuantas cosas han estado anunciadas o están anunciadas y no nos damos cuenta. Y también quizás hoy a nosotros nos pasa como les pasó a los judíos cuando Jesús estuvo temporalmente entre nosotros con su presencia física y biológica. Hoy su presencia es presencia real pero es sacramental y es la presencia de Dios que está en todos lados y que es omnipotente y que nada puede quedar fuera de El, que todo está sostenido en El. Pero mientras estuvo con su presencia física y biológica entre nosotros tuvo aquel gesto con el que fue cumpliendo también las escrituras. Una de las primeras cosas que podemos darnos cuenta al entrar en esta Semana Santa y como un primer pantallazo que nos introduzca en la contemplación de la palabra y en estos acontecimientos es justamente ver a Jesús cumpliendo el proyecto del Padre.

Jesús fiel, Jesús noble, obediente, dócil. Jesús necesitado de hacer lo que le diga el Padre. El Padre y Yo somos uno, dirá en algún momento, somos como una sola cosa. Cuanta verdad estaba manifestando allí. Quizás ese sería el gran motivo por el que intentaran condenar al Señor, porque se hacía hijo de Dios. Se hacía igual a Dios, dicen, por eso te condenamos. Muchas obras buenas, va a decir el Señor a su gente, en su tiempo y hoy también nos dice a nosotros, muchas cosas buenas les he mostrado ¿por cual de ellas me quieren condenar? Y nosotros les vamos a decir con la historia, no te condenamos por tus obras buenas sino porque te haces igual a Dios. No está el tema en las obras sino en la aceptación del Dios que es, que viene a nuestro encuentro, nos manifiesta su designio. Esto ha sido lo terrible de nuestra historia humana, no darnos cuenta de la presencia de Dios, no reconocer a Jesús como el hijo de Dios, es lo que nos sigue pasando lamentablemente. Habiendo pasado ya más de 2.000 años de la historia temporal, historia que es una historia pasajera, limitada y que es una antesala de la libertad, porque Dios a creado el mundo y la historia para siempre, para Dios.

No es para que lo material viva siempre sino que es la expresión, la gracia y la oportunidad en la que Dios nos invita ya a hacer de este tiempo un tiempo de Dios, un anticipo del reino. Por eso El se hizo presente en medio de nosotros y además, se tuvo que hacer presente por ser fiel a su palabra, a su designio de amor ya que se prometió a sí mismo no fallarnos nunca, no abandonarnos nunca y cuando nosotros le fallamos El se prometió a sí mismo darnos una palabra, una respuesta definitiva que nos recupere y nos abra las puertas de vuelta. La esperanza es la gran virtud que anima la confianza, la gran fuerza que anima la vida del creyente porque Dios ama de una manera que nadie puede comprender, ese amor de Dios enorme, infinito, inconmensurable, incomprensible a veces. Dios nos ama aunque no lo amemos, no puede dejar de querernos, no puede dejar de elegirnos, no puede dejar de sostenernos por eso no puede dejar de acompañarnos y de jugarse por nosotros. Estamos recordando primero verlo a Jesús fiel, noble con su Padre

Además compenetrado con el designio del Padre. Toda la vida del Señor va a estar siempre atento a la voluntad del Padre, El lo va a manifestar de muchas maneras y además las sagradas escrituras en la letra de Lucas va a tener esta expresión tan significativa que nos puede ayudar mucho a comprender a Jesús y a comprendernos a nosotros en Jesús. Comprender nuestra identidad y nuestro llamado, nuestra vocación. Dice la palabra “Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén” esta expresión tan linda muestra justamente toda la riqueza interior del Señor, toda la honda comunión con la misión del Padre y es expresión de la fidelidad de Jesús al proyecto de Dios. Que lindo es verlo a Jesús así ¿no? noble, fiel, decidido, con esa audacia de quien todo lo espera en Dios. Que maravilla el Señor, ¿Será que nosotros podemos encaminarnos decididamente como el Señor? ¿será que aún presintiendo u olfateando o previendo, percibiendo de alguna manera que lo que Dios nos pide supera nuestras fuerzas y nuestras posibilidades, será que escuchando su llamado nos animaremos a decir con las Sagradas Escrituras, nos encaminamos decididamente a Jerusalén?

Seguimos mirando este texto de Lucas cap 19-28-40 y nos narra la entrada triunfal aunque de triunfal tuvo poco pero que fue la manifestación del Señor, de su condición de Mesías. Era necesario que el Señor se manifestara y lo que más me conmueve no lo vamos a leer este domingo pero más adelante va a narrar Lucas esa mirada de Jesús en el monte sobre la ciudad de Jerusalén y esas lágrimas del Señor. Lucas lo va a describir al Señor llorando la dureza del corazón de Jerusalén porque no fue capaz de recibir el paso de Dios. Ese va a ser el dolor del Señor, de alguna manera aquello que no leemos hoy pero que estamos describiendo, ese llorar, ese gemir, esa lamentación del Señor sobre la ciudad de Jerusalén de alguna manera demarca o define el espíritu y el sentido del dolor de Jesús en este tiempo de la Semana Santa. Un corazón endurecido, un pueblo que no reconoce el paso de Dios. Jesús cuando estuvo cerca de la ciudad se puso a llorar por ella, va a decir la escritura.

Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz pero ahora está oculto a tus ojos porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios. El amor del Señor se manifiesta en un lamento y en lágrimas. No son lágrimas de fracaso, son las lágrimas de dolor de aquel que ya percibe que el Padre cumple su palabra y que la cumple en El en primer lugar. Esa palabra que se ve correspondida en El como fidelidad al llamado y al deseo del Padre por su fidelidad hasta la muerte. Jesús ya está anoticiado de lo que le viene por delante por eso las lágrimas tienen tanto sentido, es como decir, tanto gasto, tanta inversión en algo para luego percibir que esto va a fracasar si o si, que si o si va a terminar mal y todo lo que hemos puesto de sacrificio, de entrega fue en vano. Cuanta frustración se sucede en el corazón humano cuando pasan estas circunstancias, estas situaciones en la vida que tienen tantas manifestaciones.

A veces el fracaso, el dolor en el corazón de los padres al ver tanto que han hecho por un hijo y ese hijo ahora hace cosas que no son dignas de la condición  de todos los valores que ha recibido y entonces el dolor de esos padres y como en eso en tantas cosas. Cuantos sacrificios puestos en la tarea de la evangelización a veces en la iglesia, entre los cristianos y sin embargo cuantas veces ver caer y fracasar a la vista humana, tantas obras buenas. ¿Qué pasó allí? La tentación de detenernos en el fracaso, de quedarnos con el sabor amargo de haber perdido, derrochado, como que sentido tuvo todo lo que hicimos. También como una presencia del mal espíritu aprovechándose de nuestra condición vulnerable en esos momentos. Verlo al Señor entonces, llorar pero las lágrimas del Señor no son simplemente como por un fracaso sino que es un dolor hondo y lo que más me llega del Señor es que se lo percibe que a pesar de la infidelidad, a pesar de saber que hay un no, un desprecio y un rechazo sin embargo el Señor camina decididamente

¿Cómo entramos en esta Semana Santa? Por eso nos preguntamos ¿nos animamos a caminar decididamente hacía Jerusalén? El llamado que el Señor me hace a ser fiel al evangelio en este tiempo, porque este tiempo es un tiempo de la gracia para nosotros, la historia que nos toca vivir con todos sus pormenores, sus locuras, sus incoherencias, los dolores, las infidelidades, la falsedad, la pobreza, la hipocresía con la que vivimos en tantas dimensiones de nuestras vidas social, política, religiosa, nuestra vida humana. Este es el tiempo de la gracia para nosotros. ¿No será que por ahí estamos tan dolidos por algunos fracasos que no estamos decididos a caminar, a seguir caminando? Yo lo veo al Señor que El sabiendo el rechazo igual se abraza decididamente al proyecto de Dios y camina. Diría San Agustín “iglesia canta y camina”.  Al Señor yo lo veo cantando los salmos con el pueblo de Dios y entrando en Jerusalén. ¿Cuándo se produce la manifestación del Mesías? Se produce no en un pueblo que lo aplaude y le pone ramas sino en un pueblo que en el fondo está endurecido y no ha sabido escuchar el paso de Dios, la voz de Dios.

Un pueblo que tiene como aspectos de fidelidad pero que su interior en realidad está preparado para el rechazo de la visita de Dios. Y que lástima, lo terrible de esto como tragedia, como drama que vive el Señor y el drama de la humanidad, el drama mío, de Mario, el tuyo, nuestro drama que en el fondo no se si estamos decididos a encaminarnos. El llamado a la santidad de vida, a vivir el evangelio, un llamado a quemar las velas como el Señor. El Señor no tiene perspectiva de éxito por delante, el Señor sabe que aquellos mantos que se ponen por el camino a su entrada triunfal son para fortalecer la fe de la gente pero sabe que no es el triunfo. La entrada de Jesús es una entrada de logros, de triunfalismos, es la entrada en la pasión, en la pasión y en la muerte. El Señor sabe que va a pasar esto y el hecho de que lo sabe lo manifiesta justamente porque los manda a buscar el burro. El ya había encontrado la noticia de que ahora tenía que entregar la vida y que ahora era el momento. Ha llegado la hora de pasar de este mundo al Padre

Y va a decir tan hermosamente la Sagrada Escritura esto “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo” Este es el Señor, este es el misterio en que nos adentramos los cristianos en este domingo de los ramos, no en el triunfalismo de la fe, la fe no es para ser triunfalista, la fe no es siempre para los éxitos, lo más grande de la fe no son los logros sino las fidelidades. El más verdadero llamado que el Señor nos hace es que lo amemos, que lo escuchemos, que nos animemos a confiar en El, que le obedezcamos en lo que El nos pide aunque nosotros creemos que tenemos que enfrentar derrotas sepamos que tenemos que enfrentar fracasos, no hacemos las cosas por el éxito, no vamos hacía adelante porque lo que nos proponemos sale sino porque creemos en el proyecto del Padre. Miro a Jesús, lo contemplo, me inspiro, lo veo fiel y siento el llamado a ser partícipe de esta fidelidad del Señor

Miramos la entrada de Jesús en Jerusalén viéndola para nosotros. El Señor no deja de hacer lo que tiene que hacer. Muchas veces abandonamos la tarea porque percibimos el fracaso. Cuanta gente a recibido un llamado, una misión determinada pero no termina la obra porque ciertamente ya prevee el fracaso, ya se desanima, se desalienta. Que fortaleza la de Jesús ¿no? que fortaleza anida detrás de esa fidelidad, que fortaleza da marco y consistencia y permita esa fidelidad de Jesús. Pensemos en nosotros que nos cuesta ser fieles. Como necesitamos de esa fortaleza del Señor, de esa honda comunión. Esa fortaleza va a nacer de esa profunda vida de oración que tenía Jesús, de unión con el Padre y en esas charlas que tenía a veces de noche con el Señor El era consolado y sostenido. San Pablo dice que nosotros consolamos a los demás con el consuelo con que Dios nos consuela a nosotros y Jesús también. Así que nuestra oración que importante para nuestra fidelidad. También dice Pablo que gracias a la constancia salvarán sus vidas.

La perseverancia, la constancia, el tesón, el permanecer. No dejarse impresionar por el impacto, por la imagen de los fracasos, esa tentación terrible que a veces nos aparece en la vida, no tiene sentido seguir adelante. ¿Cuántas veces he querido tirar la toalla? Cuantas veces he tirado la esponja, no quiero perder tiempo en fracasos, no me gustan los fracasos. Entonces no estuvo bien puesta la mirada. La razón por la cual sigo adelante estuvo demasiado en mi propia orilla y no estuvo puesta en la otra orilla. El cristiano muchas veces no vive la fidelidad a Dios para la gloria de Dios sino que sin darnos cuenta estamos proclamando que nos buscamos a nosotros mismos. Yo hago esto porque me siento muy bien. Cuantas veces traemos los proyectos de la vida a la medida de nuestros gustos y apetencias y apenas tenemos una prueba ya nos desanimamos. Verlo al Señor caminar es una provocación. ¿Cuál es la razón de mis trabajos, de mis búsquedas como cristiano? Es bueno preguntárselo en esta Semana Santa para ayudar a nuestra experiencia de conversión

Jesús se siente llamado, elegido y enviado por el Padre y no se deja impresionar por aquellos Hosanna al hijo de David, las acepta porque son verdad y porque el Padre ha dado el espíritu para que esa gente reconozca pero el Mesías es el Mesías si es capaz de la cruz, porque es fiel al Padre en el misterio de la cruz y  porque en el misterio de la cruz se recupera la vida en el misterio de la resurrección. Por eso es importante verlo al Señor. Contemplarlo noble y fiel. A veces nos cuesta a nosotros poner toda la carne al asador y uno tiene miedo de ponerlo todo si no esta seguro y no es cuestión de seguridad. Por eso verlo al Señor tan noble, tan fiel y tan creyente como el movimiento de creerle al Padre y de vivir de esa creencia en la voluntad del Padre. Actuado por esa experiencia de fe y a la vez visión, visión que tampoco es perfecta en la condición humana de Jesús porque Jesús tiene que ir alcanzando el proyecto y descubriéndolo por eso se pasaba las noches en oración porque el Padre le iba manifestando paulatinamente.

Jesús no las tenía todas, todas claras, había un proceso en el conocimiento y por eso la fidelidad de Jesús anima nuestra fidelidad. Cuanta humildad la de Dios, en todo se hizo semejante a nosotros menos en el pecado, eso es amor. Que lindo verlo a Jesús tan entero, tan dado, tan creyente, tan íntegro, tan incondicional. Esto nos tiene que enamorar el alma y tiene que ser como una luz que guíe estos pasos que vamos a estar haciendo en estos días. Jesús va caminando a Jerusalén inspirado en aquella escritura, dejándonos un contenido inmenso en cada expresión de la escritura “se encaminaba decididamente hacia Jerusalén” . La búsqueda del cumplimiento de la Pascua. Jesús tiene varias expresiones que se pueden usar en varios sentidos pero creo que se puede utilizar perfectamente en este sentido de sed encaminaba a Jerusalén. He venido a traer fuego sobre la tierra, dirá el Señor, como desearía que ya estuviera ardiendo. El Señor es un ser que se consume en la fidelidad, por eso está tan vivo Jesús, tan fortalecido para caminar y por eso el obstáculo, la cruz, los desprecios no son sino para el Señor senderos indicadores de los designios de la voluntad del Padre.

Todo lo contrario de la mirada sin la fe, una mirada sin amor y sin fe solo puede ver las circunstancias, es necesaria la profunda fe, la mirada de amor y caridad, la búsqueda y la apertura al proyecto de Dios para comprender que a través de los signos que todavía no entiendo ciertamente hay algo más, que todo es providencial que no existe la casualidad sino la causalidad, que no todo cierra en la lógica de la razón pero desde la fe la lógica queda superada por la gracia de la confianza en la voluntad del Padre, la aceptación del designio de Dios. La condición humana tiembla cuando se cumple el proyecto del Padre. Cuando se cumple la voluntad de Dios nosotros a veces reaccionamos mal, nos rebelamos, nos endurecemos, nos alejamos de la iglesia, nos alejamos de muchas cosas, nos enojamos con la vida. Cuantos hermanos están enojados con la vida por cosas que les han pasado y no han podido hacer ejercicio de esa luz sobrenatural de la fe. Tentados por el mal espíritu se quedaron allí, atrapados a la entrada de Jerusalén y no pudieron entrar

Solo encaminándonos decididamente se van a manifestar los designios del Padre sobre cada uno de nosotros y desde cada uno de nosotros y sobre los demás. Ser fiel en lo poco, en lo pequeño, caminar, no tener miedo, volver a elegir la vocación que el Señor me ha dado, volver a aceptar las dificultades que conlleva el trabajo, que tengo, el cansancio, la exigencia, la dificultad en relacionarme con el ambiente en que estoy, en la familia Volver a aceptar que tengo que seguir luchando por perdonar la infidelidad en mi matrimonio, la falta de lealtad, la mentira. Cuantas cosas se rompen porque me quiebro frente al mal, me doblego y dejo de creer y de esperar. Ya no sigo caminando es más, no quiero seguir caminando, una especie de endurecimiento del corazón. Cuantas veces el Señor estará mirando estas situaciones de abandono del camino y con lágrimas estará diciendo “no supiste reconocer el tiempo con que Dios te visitó”. Impresionante la palabra de Dios y la vida, lo concreto de nuestra vida.

Yo te diría, para terminar, sin miedo, cuidado con los fantasmas, no temas de que Dios te pida, dale al Señor lo que te pide, no dejes de darle eso que te escondes, eso que no querés ver, que no querés enfrentar, que tenés que cambiar. Eso concreto que hay que enfrentar y resolver en tu vida, esas decisiones o pasos que tenés que dar, no dudes el Señor necesita y tú sobre todo, necesitas enfrentar eso, caminar decididamente como el Señor. Me quedo con esta idea, me quedo con este espíritu y te invito a que hagamos juntos así la Semana Santa.

                                                                                                             Padre Mario José Taborda