Sembradores de vida

martes, 1 de agosto de 2023
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01/08/2023 – Junto al padre Daniel Cavallo compartimos la catequesis en el día de San Alfonso María Ligorio.


Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”.El les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!”

San Mateo 13,36-43


El hombre hace su propia historia. De su modo de actuar depende que la cosecha de Dios en el mundo sea buena o mala.

En cada persona hay un bien y un mal. En un mismo corazón están las dos raíces.

La gracia de Dios nos ayuda y compromete a dejarnos modelar para que resplandezca la obra del Señor y seamos siembra buena para una cosecha abundante.

Compartimos, de la Encíclica Fratelli Tutti, los puntos 225 y 226:

Camino de reencuentro: En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia.

Recomenzar desde la verdad: Reencuentro no significa volver a un momento anterior a los conflictos. Con el tiempo todos hemos cambiado. El dolor y los enfrentamientos nos han transformado. Además, ya no hay lugar para diplomacias vacías, para disimulos, para dobles discursos, para ocultamientos, para buenos modales que esconden la realidad. Los que han estado duramente enfrentados conversan desde la verdad, clara y desnuda. Les hace falta aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones. Sólo desde la verdad histórica de los hechos podrán hacer el esfuerzo perseverante y largo de comprenderse mutuamente y de intentar una nueva síntesis para el bien de todos. La realidad es que «el proceso de paz es un compromiso constante en el tiempo. Es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza»[209].

Rezamos juntos:

Concédeme Señor un espíritu positivo

más empeñado en sembrar, que en hacer la guerra.

Dame el entusiasmo por llevar Tu palabra

y una gran confianza en el poder del bien

para que no me llene de deseos de destruir

y para que sepa luchar con las armas del amor.