24/05/2022 – En “Pensar la fe en el cambio de época”, el padre Gerardo Ramos invitó a reflexionar sobre cómo ser cristianos hoy, discerniendo y profundizando el camino del discipulado misionero. “De la cristiandad a la profecía, del monoculturalismo europeo al multiculturalismo mundial, del norte al sur, de la clase media a las periferias, de la prevalencia de las formas al Espíritu. Vamos hacia un cristianismo más místico, cordial y testimonial de misericordia”, resumió el consagrado. “No es fácil ser cristianos. En ocasiones incluso no acabamos de encontrar el cómo. El imaginario cristiano parece haber retrocedido de un modo significativo en Occidente, y la vivencia particular de la fe no termina de encontrar el modo de inserirse y expresarse. El relativismo, asociado a la globalización, parece socavar toda convicción decisiva y trascendente. La agenda mundial parece tener otro tipo de prioridades que confinan la cuestión religiosa al mundo privado de la conciencia, e incluso a veces la impiden”, sostuvo Ramos. “Parece evidente que hoy en Occidente el cristianismo va quedando en minoría y retrocediendo en sus posibilidades estratégicas de afrontar una cultura relativista adversa, que se desarrolla de la mano de medios masivos de comunicación social por lo general hostiles a nuestra fe. La primera cuestión que debe afrontar el cristianismo hoy en general, y el catolicismo en particular, es la de la credibilidad. Lo que siglos atrás se daba por descontado en Occidente, en los últimos decenios ha sido puesto radicalmente en tela de juicio. ¿Qué tan cierto es lo que la Iglesia ofrece o lo que los cristianos proclaman? La credibilidad ha sido puesta bajo sospecha porque la sacramentalidad del pueblo de Dios ya no simboliza significativamente”, reflexionó el padre Gerardo.
“El cambio de época ha puesto en crisis las identidades. Hoy más que nunca tiene sentido preguntarse por la originalidad de un estilo de vida acuñado en anteriores milenios. Cuando todo lo que se presenta como nuevo al poco tiempo se constata que ya fue. La comprensión de un modo y estilo de vida debemos abordarla a partir de sus manifestaciones y actitudes, más que de sus proclamaciones y anhelos. La originalidad vocacional hay que buscarla profundizando la vida. Debemos cultivar una creciente sensibilidad para percibir y encarnar valores genuinos, consistentes, decidores, universalmente elocuentes. Inmersos en un contexto global, tipificado geoculturalmente en cada región del mundo y en los diferentes espacios sociales, no podemos desconocer el entorno y sus vicisitudes: el mundo en el que vivimos configurados y configurando, sin ingenuidad”, dijo. “Una mirada crítica y creativa del contexto solo se adquiere en diálogo reflexivo con textos, acontecimientos y personas. A partir de una creciente experiencia comparativa que de a poco nos va objetivando y completando los siempre restringidos puntos de vista. También existe una dimensión profética en la vocación cristiana, nutrida de la experiencia filial-teologal, del encuentro con Jesús y la acción del Espíritu. La vertiente profética se interesa tanto por las grandes cuestiones como por la vida cotidiana. Y existe el desafío de real integración frente al riesgo siempre posible de fragmentarnos. Solo una fidelidad creativa al núcleo teologal de nuestra vocación humana y un indispensable esfuerzo de apertura, diálogo y síntesis con lo que nos acontece permitirá superar tanto la percepción anecdótica e intrascendente de los sucesos como el estéril gnosticismo intelectual”, acotó el especialista. “Lo decisivamente cristiano se define por el amor. El seguimiento de Jesús reside más en el sentir haciendo que en el decir sintiendo. Asimismo, el alma de la vida cristiana es la oración, a la vez centrante y descentrante, personal y litúrgica, teologal y pluralista. Por otra parte, la vida comunitaria hoy se diversifica. Ya no se trata solo de establecer círculos concéntricos de vinculaciones y fidelidades, sino también de propiciar entornos policéntricos a los que se pertenezca y de los que se participe en modos diversos. También la misión se diversifica en caminos inéditos. Hay que estar atentos a los signos de los tiempos a partir del discernimiento espiritual concreto. Mística es la persona que no pierde de vista lo esencial de la vida, de los acontecimientos y del mundo en Dios, porque vive con gratitud atenta a la manifestación de todas estas realidades como don de lo alto”, sostuvo el padre Ramos.