Ser el primero en amar

miércoles, 5 de octubre de 2016
image_pdfimage_print

10497099_10152150138581741_5311021292406658481_o

05/10/2016 – “En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores”

Rm 5, 6-8.

Cuando somos injustos y pecadores, corruptos y criminales, Dios envía a su Hijo entre nosotros. A su Hijo y ¡a sus hijos! Brochero se sabe enviado así. Usa expresiones para dirigirse a los serranos: “ Ustedes son unos condenaos”, pero curiosamente ellos experimentan, en el contacto con este hombre, el amor de Dios para con ellos: “Si no fuese por amor de Jesucristo, qué me importaría que se los lleven mil diablos”, remata.

Brochero ama a todos, los va a buscar y como muchas veces, por la ignorancia, no quieren oír hablar de Dios y de las cosas de Dios , él se presenta como amigo. Su amistad es la que despierta en el serrano la curiosidad: ¿por qué este hombre, que no nos conoce y no es paciente ni amigo, se interesa auténticamente por nosotros, por nuestras cosas, nuestros problemas de agua, de comunicación, de familia? Poco a poco crece la amistad … y allí comienzan a intuir –por ese instinto que las personas para las cosas auténticas- que Dios tiene algo que ver con sus vidas. Brochero entonces invita a los Ejercicios Espirituales.

No espera que la gente venga a buscarlo. Él comprende que debe salir a buscar a todos, también a aquellos a quienes no les interesa su presencia allí. Los busca sólo para darles a Dios.

Ya muestra este estilo pastoral desde los primeros años de sacerdocio, cuando siendo ayudante en la Catedral de Córdoba explota la epidemia de cólera que diezma la ciudad: “Cuando todos huyen del horroroso flagelo y aún ven familias que abandonan a sus deudos, Brochero permanece siempre en la ciudad, llevando a cada enfermo los consuelos religiosos, socorriendo a todo el que llama su auxilio y extendiendo su piadosa acción, hasta donde le permite su actividad extraordinaria en la práctica del bien”.

Hubo 2376 víctimas en sólo tres meses, desde la Navidad de 1867 hasta marzo del año siguiente. Más de 200 muertos por día.

Cuando termina la epidemia, luego de una misa de funeral por todas las víctimas, Brochero se va a Santa Rosa para descansar del terrible ajetreo… Pero los planes de Dios son otros, porque apenas llega, el cólera vuelve a recrudecer con espantosos estragos, esta vez con mayor fuerza en el campo, justamente donde se encuentra descansando. Obedece sin cuestionar, adhiere sin retacear las fuerzas, creyendo que el Padre es quien mejor conoce lo que es bueno: se arremanga y se pone a ayudar en donde “no le toca” y se zambulle en esta nueva situación que él hace prójimo porque primerea con el amor.

Hace eco de aquel momento de la vida de Jesús, cuando este llega a un lugar descampado para descansar con sus discípulos y se encentra con toda la gente que ha ido por otro camino. Jesús se conmueve y, olvidándose de su cansancio, se pone a atenderlos porque están como ovejas sin pastor. Este gesto de dar la vida más allá y por encima del propio cansancio es el que culmina con la multiplicación de los panes. Por eso la multiplicación de los panes es signo y expresión de la Eucaristía: darse por amor.

Y también con Brochero los panes se multiplicarán… pero en Traslasierras.

Hacerse uno

Oímos con frecuencia que tenemos que amar, pero no siempre encontramos el modo concreto de hacerlo y de encarnarlo en la vida cotidiana. San Pablo nos abre un horizonte: “Hacernos uno con el otro”, meternos en la piel del otro: llorar con el que llora, reír con el ríe, hacernos todo a todos, para ganar al menos a algunos (cf. 1 Co 9,19-22).

Es la libertad del amor, porque te hace acercarte al otro no sólo con el deseo de servir o hacerle un favor, sino tratando de comprender cómo él quiere ser amado. Es el modo como Dios nos ha amado en Jesús, que se hizo en todo semejante a nosotros, menos en el pecado.

Es lo que se denomina la “inculturación del Evangelio”: siendo la misma y única Palabra de Dios, toma los colores, saberes y sabores de cada cultura.

José Gabriel del Rosario proviene de la cultura de los llanos cordobeses y su zona mantiene una fluida relación comercial con la región santafesina, más que con la misma capital cordobesa. Cuesta entrar en la cultura de los serranos, reservados y con muchos pliegos como los caminos de cabra, ariscos para entrar en confianza con extraños. A la vez, así como cuesta clavar un clavo en un tronco de algarrobo pero una vez allí no sale más, del mismo modo, cuando se gana la confianza con los serranos se entablan relaciones sólidas y duraderas.

Brochero tiene la inmensa humildad de perder todo lo que trae, incluso su doctorado en Filosofía, para meterse en la cultura serrana. Allí donde la mayoría no se ve sino holgazanería y asesinos, él descubre, encerrado en lo profundo de esta gente olvidada de todos pero no de Dios, la gran capacidad de solidaridad y de trabajo organizado. Y, sobre todo, los sabe “capaces de Dios”.

Se mete de tal modo en la piel de los serranos que se hace un serrano más, uno de ellos. Hoy es difícil imaginarlo fuera de su mula con la que recorrió palmo a palmo las sierras Grandes que podría con los ojos vendados ir diciendo qué piedra y qué churqui se encuentra a cada paso.

Al contemplar su vida hallamos reflejado un ejemplo viviente para todo sacerdote y un ejemplo concreto y profético de lo que nuestro pueblo anhela ver realizado en sus pastores. Señala Ramón J. Cárcano en su artículo sobre Brochero, cuando éste surca los 47 años de vida y lleva 18 años como cura de San Alberto:

“Es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir, bautiza, consagra la unión matrimonial, etc. Y sin embargo es una excepción: practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! Y lo hace todo con una sonrisa en los labios y la satisfacción en el alma, para mayor gloria de Dios y beneficios de los hombres, y todo sale bien hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos: ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio… ¡y todo sin subsidios de la Provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! ¡Lo ha hecho todo con sus propias garras! ¿Milagro? No. La cosa es muy sencilla. Es cuestión de honradez y voluntad. En otros términos: es cuestión de haber tomado el apostolado en serio, como lo ha tomado el cura Brochero”.

Este amor que lo lleva a penetrar en las necesidades reales de cada uno le permite estar comprometido en los grandes proyectos para sacar la región de la postergación y a la vez estar presente en aquellas dificultades que son los dramas de la vida cotidiana de sus feligreses.

Al regresar de uno de sus viajes a Buenos Aires, y después de haber tratado con ministros nacionales y hasta con el mismo presidente de la Nación, se topa en Villa del Tránsito con el conflicto entre los criollos a causa de la posesión de un potrillo. Dice el Padre Jorge Frigerio: Imagino el corazón de Brochero, viniendo de las luchas ante el Congreso para lograr la aprobación del ramal Soto-Dolores que sacaría del confinamiento a todo el Oeste cordobés, y enfrentarse con las luchas cotidianas de sus feligreses… Pero nada es pequeño de lo que se hace pon amor.

“Vamos a ver”. Y enfila para el potrero. Justo en el camino se encuentra con un muchacho del cual se había enterado, antes de salir para la capital, que no quería reconocer el hijo que había tenido con una tal. “Vení muchacho, ayúdame con estos criollos. Cuando les haga traer a cada uno su yegua, vos largás el potrillo en medio”. Así lo hace y pasa lo que tenía que pasar. Entonces Brochero, dándole aire de solemnidad al gran proceso, les dice que será el más joven de todos quine dictará sentencia: “Pero claro, señor Brochero, si los animales solos se reconoce entre sí”. Y el Cura: “¿Ah, sí? ¿Los animales se reconocen y vos no querés reconocer el hijo que tnés con la tal?”.

El amor es la fuente de la sabiduría

Con la gente construye el camino para carruajes desde Panaholma a Villa del tránsito. Pero no lo hace para que haya un camino, como puede ser obvio. Lo hace por una persona. Aunque pueda parecernos bien loco, hace este camino para que la Madre Catalina Rodríguez pueda visitar a las religiosas de su comunidad, que han dejado todo para venir a Traslasierra y necesitan de la mirada y visita de su fundadora. Como no puede cabalgar debido a su delicado estado de salud, Brochero construye un camino para que llegue hasta Tránsito el carruaje.

Los inmensos paredones de piedra para sostener los terraplenes son testigos aún hoy, en la denominada Cuesta de Brochero, de que el amor permanece para siempre. Por una sola persona!