Ser entusiasta es estar encendido por dentro

martes, 2 de mayo de 2023
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28/04/23- Cada viernes el Padre Juan Ignacio Liébana, nos acompaña en el programa “Acortando Distancias” con diversas reflexiones pascuales. En esta oportunidad dialogamos sobre el entusiasmo, la audacia, el fervor, y la parresía. “El Resucitado entrega el Espíritu Santo para la misión , con un soplo, que nos mueve, que nos anima, que nos alienta . Como el aliento que recibe Adán para empezar a vivir. El coraje para evangelizar, la fuerza viene del Espíritu Santo que nos anima, vivifica, llena de su luz, nos da su impulso, para no sentir vergüenza, temor, miedo”, dijo.

Entusiasmo

La palabra Entusiasmo (en-theos) significa estar tomado por Dios, estar divinizado, entusiasmado. El sacerdote y escritor español Pablo d´Ors, en su libro “Biografía de la luz”, define así el entusiasmo:

“La principal característica del niño es el entusiasmo, algo que rara vez persiste en los adultos. La capacidad para entusiasmarse se pierde porque se menoscaba nuestra atención y porque se acrecientan, a veces monstruosamente, nuestros apegos. Los verdaderos meditadores son entusiastas.
Esto no significa, como es natural, que estén siempre exaltados o que no tengan sus momentos de melancolía o de gravedad. Ser entusiasta es estar encendido por dentro: disfrutar de esa energía vital, poderosa e incuestionable, que tiene cualquier niño.”

Esta experiencia del entusiasmo posee algunos rasgos que permiten su identificación: dota de vida todo lo que ve y toca; no deja a quien la disfruta donde está, sino que le impulsa a la actividad y a la contemplación; viene y va, es inaprensible; a veces es muy tenue -como una brisa suave y otras muy impetuosa -como un viento huracanado-; se deja olvidar, pero vuelve en cuanto se le presenta una oportunidad; todo lo renueva siempre desde lo que hay, pero también lo abre siempre a lo más insospechado; se retira cuando se le quiere encasillar…

No es posible sentir todo esto y no verse urgido a compartirlo. Todo contemplativo es, en este sentido, un misionero en potencia, un embajador. Recibir le conduce a dar, dar es la garantía de que ha recibido. El criterio para saber que el Espíritu habita en alguien es su imperiosa necesidad por compartirlo. Toda experiencia auténtica se verifica en una expresión, que la realiza y conduce a su plenitud. De modo que no podemos limitarnos a conservar el don recibido. Simplemente conservar puede ser la mayor traición. Hemos de entregar lo contemplado. Entregado, se profundiza y multiplica.

Para la comunicación de su Espíritu, el Resucitado sopla sobre sus amigos. El verbo soplar, usado aquí por san Juan, es curiosamente el mismo que se emplea en la biblia cuando Yahvé insufla vida sobre el barro del primer hombre (Gn 2, 7). De manera que el mismo Espíritu que forja y plasma a la humanidad en la Creación es el que la lleva a su plenitud en esa nueva creación que es la Redención. Ese Espíritu, ese soplo, capacita para amar como Jesús y para ser -como Él- paz y fuente de renovación para el mundo.”

¿Qué te entusiasma en la vida?; ¿Cómo conservamos en entusiasmo en la misión?; ¿Cómo vencemos el temor de no vivir como resucitados? No te pierdas de escuchar el anuncio completo en la barra de audio debajo del título.