Ser feliz gozando el presente

sábado, 27 de febrero de 2010

Ven Espíritu Santo y enséñame a escuchar la música de la vida. Toca mis oídos espirituales para que aprenda a gozar esa canción que vos vas creando con cada cosa que me toca vivir. Ayúdame, Espíritu Santo, a apreciar todos los sonidos y también los silencios, porque también lo que me parece desagradable puede convertirse en parte de esa bella canción. Ven Espíritu Santo, ilumíname la vida para que no me encierre a llorar lo que me falta y lo que he perdido. No dejes que me cierre ni que cierre mi corazón a las cosas nuevas que quieres hacer nacer en mí. Ven Espíritu Santo para que me atreva a tomar ese nuevo camino que me propones cuando los demás caminos se han perdido. Enséñame a escuchar con el corazón para que reconozca que cuando una nota se apaga comienza a sonar una nota distinta. Comienza a vibrar otra cuerda y la vida continúa. Ven Espíritu Santo, derrámate sobre nosotros, Espíritu de luz, Espíritu de Dios, Espíritu de armonía, de equilibrio, de paz. Ven Espíritu Santo a través de la poderosa intercesión del Corazón Inmaculado de María. María Reina de la Paz, ruega por nosotros y por el mundo entero.

Queremos compartir con ustedes en este día la última parte de "Puedo ser feliz", este tema que hemos iniciado ya hace dos sábados, el camino de la felicidad, qué significa ser feliz, puedo ser feliz, quiero ser feliz, y hoy vamos a tocar un tema que quizás sea para mucho como un escollo grande en el tema de la felicidad, es el tema de "la muerte".

Me queda una semana de vida y me despreocuparé de lo accesorio, cuidaré de lo esencial. Mi jefe me hiere, qué importancia tiene ya, también el morirá un día. Debo ocuparme de cosas más trascendentes. Tengo un traje que está pasado de moda, cuando me presento a la oficina, cuando tengo que salir, siempre tengo en mi música interior una nota de timidez a causa de mi traje, pero voy a morir dentro de una semana, ¿tiene importancia mi traje? Discuto por mi mujer por el color de la próxima pintura de la casa y por los muebles, ¿qué llevaré conmigo dentro de una semana? Desnudo he venido y desnudo volveré. Estoy atormentado proyectando cambiar el auto, me paso los domingos haciendo planes y visitando concesionarias, le resto domingos a mi mujer y también a mis dos nenitas pero dentro de una semana, no me llevaré el auto, podré llevarme un ramo de sonrisas de ellas tres y sus abrazos y su amor. Tengo un amigo que dedicó todos los días de su vida a labrarse un porvenir, nunca podía vivir el presente porque estaba preocupado por el porvenir. Tenía también mujer y dos hijas pero no podía atenderlas porque pensaba en el porvenir de toda la familia y por eso llegaba tarde a su casa, agotado, sin ganas de hablar, sólo comía un bocado y se iba a la cama y así eran todos los días y el invierno y el verano, hasta que un día tomó una determinación y dijo: "mañana cambiaré"; pero como tenía muchas tareas entre manos postergó su decisión, estaba firme en ella, sólo que la había postergado. Primero la postergó un poco, luego un poco más, tenía la buena intención de hacerlo; sólo comía un bocado y se iba a la cama y así eran todos los días, y el invierno, y el verano; hasta que otro día tomó nuevamente una determinación y dijo: "mañana cambiaré"; pero como tenía muchas tareas entre manos postergó su decisión. Estaba firme en ella, sólo que la había postergado, primero la postergó un poco y luego un poco más. Tenía la buena intención de hacerlo, sólo que más adelante. En este período de transición entre que se había decidido hacerlo, pero aún no había decidido que fuera ese día sino más adelante, llegó un ladrón a su empresa, el estaba sólo, no lo oyó, nadie lo oyó, pero descargó su revólver en él y se llevó lo que tenía. Este no es un cuento, esto fue cierto, sucedió. La muerte llega siempre como un ladrón, no sabemos cuándo, cómo, dónde, no podemos postergar nuestra felicidad para mañana, no podemos hipotecar el presente para comprar el futuro. Lo que vivimos es siempre presente, nadie vive el futuro. Salga mañana a caminar. ¿Se fijó que celeste es el cielo? ¿Hacía mucho que no lo miraba? Entonces míralo, verás que en hay nubes de diverso tamaño. Observa qué forma tan rara tiene esa del final. Mira un poco más. Si prestas atención te darás cuenta que el cielo toma formas diferentes, caprichosas, artísticas. Cuando lo vemos a través de las ramas y de las hojas de los árboles. ¿Habías pensado alguna vez que disponías día y noche de esa obra de arte magna encima de tu cabeza? ¿Te habías dedicado a saborearla? La muerte viene como un ladrón; que no te arrebate esa obra de arte. No pierdas un día sin admirarla y gozarla. Vos tienes la vida prestada como yo, no desaprovechemos el tiempo, la vida es hermosa, el cielo es hermoso, el día lo es, y lo es la noche, por eso goza de la vida en las cosas más grandes y también en las más pequeñas. No pases por la vida como un viajero fortuito, quédate en la vida, admírala, vívela. Por ejemplo, ¿vos te agachaste a ver un rato esas hormigas que hay en tu patio? ¿No me digas que no lo has hecho? ¿Te pusiste a contemplar y a contar todos los hilitos interiores, la trama microscópica y delicadísima, bordada en el interior de cada hoja de árbol de su casa? ¿Sabes que no hay dos hojas iguales? ¿O también le tomaste el sabor como cuando se dice que una comida sabe a tal cosa? Tómale el sabor a la vida. Quizás tienes una semana, haz de cuenta que tienes una semana. No te apures, no corras tras banalidades. Lo más importante se escapa a los ojos del que corre. Hay que detenerse, hay que saber contemplar. Si vives cien años más vive cada día como si tuvieras una semana de vida. Vívela con sabiduría o sea saboreándola. Así es posible que vos vivas bien, y que vivas bien, vivas cien años. Creo firmemente que el tiempo es una medida relativa, en un solo instante podemos vivir cien años y cien años pueden pasar para nosotros con el hastío, el aburrimiento y la inoperancia de un instante amodorrado. Vivir más en intensidad es también vivir más en cantidad. Si uno supiera que dispone de una semana viviría con tal intensidad y tan despojado de lo superfluo, de la opinión ajena, de complejos, de traumas y ansiedades, que viviría intensamente ocupándose sólo de lo más importante, ser feliz. Es decir amar, vivir, cantar, mirar el cielo, perdonar, agradecer, alabar, tender como Abraham los brazos hacia Dios. Ser feliz. El tiempo es una medida relativa, en un solo instante vos puedes vivir cien años. No esperes a mañana como ese amigo mío que perdió el presente pensando en el futuro y así perdió el presente y el futuro. No esperes a mañana. No mates el presente, vos puedes, vos quieres, basta, nada más se necesita.

 

También hay vidas que son necrópolis, cementerios. Ellas se preocupan por coleccionar la muerte, juntan, como filatelistas, todo lo que murió, están pendientes de lo que pasó, de lo que murió, sacrifican así el presente en el altar del pasado. Hubo una traición en la vida de una mujer y esta vive pendiente de eso que le pasó, lucha contra esa antigua traición, no quiere dejarse abatir, vuelve otra vez a pensar, a cavilar, quizás duda en algún momento, imagina que no hubo tal traición, que simplemente ella se equivocó, que no fue posible que a ella la traicionaran a ella, guarda también alguna foto, alguna carta, algunas veces la mira y cuando no las mira de todos modos sabe que están allí, que son parte de ella. Esta mujer colecciona recuerdos, vive para el pasado, vive para lo que está muerto, es decir, no vive, muere. A veces así entregamos gran parte de nuestra existencia a la muerte, como cuando añoramos tiempos que pasaron y que fueron mejores. Todo esto nos quita vitalidad para vivir el presente, despoja también al presente de su encanto y de su optimismo. Resta posibilidades al presente. Quizás el presente está grávido, embarazado de maravillas, pero las abortamos porque le quitamos vuelo de entrada vaticinando que no es como fue el pasado y que por tanto esto que estamos haciendo no llegará a ser como fue aquella cosa del pasado. En realidad, por el contrario, siempre el presente es mejor que el pasado simplemente porque el pasado ya murió, el pasado no es. En gran parte no existe más, y lo que no existe no puede ser mejor que lo que existe, de modo que hemos de creer que el presente es mejor que el pasado, por lo tanto, alégrate hermano, hermana, tu presente es lo mejor que tienes entre tus manos para vivir, no hay un tiempo mejor para vivir en tu vida que el presente, no hay otro tiempo mejor para ser vivido que el presente porque el pasado ya murió y el futuro todavía no existe, aún no nació. Alégrate entonces, tienes un tiempo precioso en tu poder, valioso, pletórico de realidad, exuberante de promesas aunque tengas 60, 70, 80 o 90 años. Pone confianza en él. El tiempo presente responderá a vos en la medida en que vos pongas confianza en él. Termina por dejar de una vez que el pasado haya muerto, entiérralo, hagamos un hermoso funeral pero no colecciones cadáveres en tu mente y en tu corazón. La actitud del ser humano sabio es esta, vive el presente de cara hacia al futuro, de espaldas al pasado. Del pasado le llegan sólo los rumores de hechos positivos cuyo beneficio se cuela hacia el presente. Para recibir esos beneficios no es necesario estar pendiente del pasado, basta tomar lo bueno que llega suavemente como un rumor, como un perfume, hasta hoy. El futuro debe ser mirado, no rechazado, pero mirado con los ojos tranquilos del que vive hoy, porque a cada día le basta con su afán, a cada día le basta su aflicción. El futuro obsesivo marchita el presente, hace mal, no debe ser mirado, sólo ser mirado el futuro que fascina por la posibilidad que ofrece de acrecentar el presente porque guía el presente, lo beneficia, lo amplía; con los pies pisamos el presente, sólo el presente; con las manos es sólo el presente el que modelamos. Si el pasado te amarga termina de matarlo, no sirve. Si el futuro te obsesiona y te asusta, tienes que saber que es sólo una sombra, un fantasma que aún no nació, que no existe, y que cuando exista tampoco el será jamás futuro porque será siempre presente y quizás sea, en ese presente, completamente distinto, diverso, de lo que es hoy en tu vida como futuro. Alégrate entonces, vive la vida. Si hoy tienes sólo un plato de sopa, tómalo con regocijo, saboréalo con amor. ¡Qué cosa buena es tener un plato de sopa! Hoy no podemos tomar los platos de sopa que ya pasaron ni los platos de sopa que vendrán. Nos alegramos y damos gracias a Dios por este plato de hoy. Somos felices porque estamos tomando un plato de sopa. Qué bello es, que sabroso, qué música la de la cuchara en la loza, que hermoso en el presente, soy feliz saboreando tranquilamente un plato de sopa. Sí, mi hermano, mi hermana que me estás escuchando, ser feliz es una aventura, es vivir, no es leer un libro ni escuchar un programa de radio, es escribirlo con palabras de la propia existencia, vos puedes hacerlo. Puedes hacerlo mejor que yo porque la felicidad que vos puedes vivir no la puedo vivir yo por vos. Si quieres escríbela ya que te gusta tanto tener a mano una lapicera y papel, haz esa obra maestra, originalísima, como nunca se conoció en el mundo ni se conocerá. Tu propia vida nadie la podrá escribir, si no la escribes vos a esa obra maestra originalísima, misteriosa, secreta y grande, no se escribirá jamás. Vamos, anímate a escribirla. Yo puedo, vos puedes, y muchos más podemos haciéndolo juntos. Nuestro poder es grande, vos mismo lo has empezado a ver, por eso, anímate.

Y volvemos para seguir viendo este "Puedo ser feliz". Imagínate que hoy por la mañana, o mañana por la mañana, me levanto un rato antes, me voy al espejo a mirarme, voy a empezar a realizar comprobaciones, las más realistas y prácticas. Hoy me voy a alegrar de mirarme, de aceptarme, de amarme, de mirarme como Dios Padre Creador me mira en Jesús, en esa mirada. Hoy voy a ser feliz, no lo dudo. Hoy va a ser un día glorioso porque hoy voy a ser feliz y todo será muy sencillo, bastará mirarme y dejarme mirar, dejarme amar, y amarme en ese amor incondicional, gratuito. Quizás puedo pensar que me están engañando al empujarme a hacer esto pero no, he de creer, creo y voy a mirarme. Ya me estoy mirando. No veo nada nuevo pero tengo la sensación de que algo muy nuevo voy a descubrir en mí, y esta sensación empieza a concretarse ya, hoy he descubierto que existo y no es poca cosa. Estoy aquí, frente a este micrófono, estoy aquí haciendo este programa pre-gravado para vos, también estoy aquí parado frente al espejo y podría no estar. ¿Quién soy yo para obligar a nadie a que yo sea? No recuerdo para nada que yo antes de nacer haya dicho "¡Dios mío, hazme nacer y además quiero ser varón y nacer el 23 de septiembre y quiero que mi madre sea esa mujer muy hermosa que está allí!" Francamente no lo recuerdo, y tampoco sé que yo esté obligando a alguien a que me sostenga en el hecho de estar, de ser, a que me tenga colgado del existir. Creo, sinceramente, que esto de que yo viva es un regalo grandioso, maravilloso, inefable. Hoy los científicos pueden decir cómo funciono, pero antes de existir nadie podría haber dicho nada de mí y nadie podría haber dicho cómo tendría que haber sido yo para poder existir. Me miro otra vez, me contemplo y veo que existo, que soy una maravilla de Dios, única e irrepetible, que nunca hubo ni habrá nadie igual a mí. Tengo ganas de saltar, de reír. ¿Me había dado cuenta realmente que estoy en la vida? ¿Te habías dado cuenta realmente que estás en la vida en medio de estas galaxias fantasmagóricas, en medio de este mundo que corre y circula con una precisión y complejidad escalofriantes y que todo ha sido hecho para mí, para vos? Lo cierto es que me doy cuenta de que no me doy cuenta de la inmensidad vital y creadora de todo esto, pero la verdad más grande es que vivo, existo, aleluya. Quizás nunca sabré totalmente por qué se le ocurrió a Dios hacerme vivir, existir, que saliera de la nada. No sé, jamás quizás llegaré a entender ese misterioso designio de Dios, pero no debo preocuparme por qué se me ha dado esta posibilidad y esta riqueza, simplemente debo disfrutarla, debo vivir. Recuerdo que cuando niño quise investigar cómo era un helado, qué tenía. Tomé una cucharita y lo empecé a apretar, también lo revolví para ver lo que contenía adentro, pero cuando terminé mi operación era pura agua, todo derretido; en aquél entonces los helados tenían menos crema, y no había más helado, directamente cuando terminé no había más helado. Ahora no quiero que me pase lo mismo. Ahora quiero simplemente alegrarme y vivir. Estoy frente al espejo, me miro, y veo que existo. No necesito más para estar bien. Hay un abismo pavoroso entre el existir y el no existir, yo estoy de este lado, no del otro, esto me basta, no necesito más para tomar total confianza en mí, soy algo, mucho más que eso, soy alguien, soy todo, existo, nada hay más perfecto que ser, que existir. Cuando Moisés le preguntó a Yahvé su nombre, Yahvé le contestó desde la zarza ardiendo en el desierto de Sinaí: "Yo soy el que Soy, soy el que Existe". Dios se dio a sí mismo el nombre de un verbo: Existir. El es el existir. Yo soy un existir, vos sos y existir, algo de El hay en mí, pero el asunto no acaba aquí porque para poder mirarme tengo ojos, podría no tenerlos y los tengo. Que algunos no los tengas es prueba de que se puede no tenerlos, pero yo los tengo y por eso me puedo mirar. Qué hermoso es tener ojos y poder mirar. Puedo mirar todo lo que quiero, la luna, el fuego, la lluvia, el agua que hierve, las letras de un libro, la mirada de los niños, el rostro de una mujer hermosa, las manos de mi madre, los brazos tendidos de mis amigos que me esperan, los herrumbrados árboles del otoño y esos ramos tan grandes y amarillos de las retamas. Puedo también verme a mí. ¿Por qué otra cosa material cambiaría yo mis ojos? Si no soy feliz por tener ojos es porque en realidad soy un tonto y no hay sensatez en mí, porque de tanto tener ojos no veo que los tengo. Pero yo soy feliz, me empiezo a sentir feliz por tener ojos. Pasan ante mí los colores, las formas, los movimientos, los matices, los sombreados, los fuegos, las nieves, las aguas que destellan. Me pongo a contar y veo que son cien colores, mil colores, cien mil, cientos de miles de colores y todo es mío, todo, todo lo puedo comer, tomar, apresar con mis ojos porque todo se ha hecho para mí y para vos, todo es mío, todo es tuyo, soy rico, somos ricos, puedo ver, puedes ver, tengo ojos, tienes ojos en el cuerpo y en el espíritu. Además mis ojos son hermosos, no creí que fueran hermosos, pero ahora que los estoy mirando desde más cerca los veo bien. Qué maravilla de pigmentaciones, de transparencia, qué luz brillante, qué señal de vida y qué vida. Además me doy cuenta que en el mundo hay muchos ojos pero nadie nunca jamás podrá mirar todas las cosas que yo he visto. Podrá mirar otras, podrá mirar más, pero nunca la historia de otros ojos será la historia que tienen los míos. Mis ojos son una creación singular, única, exclusiva, particular, irrepetible. Quién me creó no pensó en todos, pensó en mí, en particular, pensó en vos en particular, puso sus dedos sobre mis ojos y mis ojos nacieron solos ellos, nadie nunca jamás, a través de los siglos, del pueblo de los pueblos, podrá encontrar dos ojos iguales a los míos o a los tuyos. Realmente me emociona, realmente me conmueve.

Y al pasarme las manos sobre mis ojos, me doy cuenta también que no podría haber en el mundo otras manos como las mías. Sus dedos tienen una sensibilidad que es para mí. La vida ha dejado huellas en algunas arrugas, ellas conmigo son francas. Y tengo manos, puedo peinarme, lavarme la cara. Ellas han modelado muchos trabajos en mi existir. Tengo manos, me las refriego, contemplo su historia, todas las cosas que tocaron, que acariciaron, ellas se levantaron para castigar, para proteger, para defender y para trabajar, para alabar, para bendecir, para interceder. Lo que mi lengua no puede decir lo pueden decir mis manos, gesticulando como buen nieto de italianos. Ellas pueden posarse como un ave amiga sobre el hombro de un compañero, tomar la cintura de la mujer amada, escribir esa carta que sólo yo en el mundo puedo escribir con esa letra y con esa firma, si, esas son mis manos. Qué hermoso. Para seguir contemplándolo, antes de pasarte la posta a vos hermano y preguntarte si te has mirado al espejo, vamos a escuchar un tema musical.

Y ahora estamos otra vez ustedes y yo, y ahora me toca decirte algo más. ¿Te miraste al espejo, te viste? Pero hay algo en lo que tus ojos de la carne no han penetrado, porque no pueden penetrar y a lo que solo se llega con los ojos del alma que son más profundos. Habrás notado que antes hemos hablado de que hay que mirar a otros con benevolencia, con benignidad, tratando de ver lo que en ellos hay de bueno. Te expliqué que tienes que amarlos y has empezado a hacerlo. Ahora te decimos que debes aprender a mirarte a vos mismo con benignidad. A veces estás como desesperado, defendiéndote de los demás. Exhibes a los otros todo lo bueno tuyo que puedes, que gusta en sociedad, para que se den cuenta de que no sos tan malo como pareces, te maltratas a vos mismo hurgando a ver si entre tus trastos viejos hay notas que puedan elevarte ante las miradas ajenas…. No, no, no, eso no está bien, no te hace bien porque no estás mirando lo mejor que hay en vos sino lo que puede complacer a otros, a la mirada ajena. Y se te escapa la mejor riqueza que tienes y que te pasa inadvertida, o sea que te desjerarquizas interiormente, te desequilibras, quizás hasta te destrozas, pierdes equilibrio, pierdes felicidad. La felicidad se te escapa por todos los agujeros que van dejando la incomprensión ajena, la ignorancia que sobre vos tienen, la superficialidad del trato, la no profunda comunicación. Todo esto que encontramos lamentablemente a diario a veces en la familia, en el trabajo, en el barrio, en el colectivo, hasta en la comunidad parroquial, pero ahora te vas a mirar con benignidad, con amor, y verás todo lo bueno que hay en vos, realmente lo bueno. Analiza: ¿sos simpático, sos sincero, sos idealista, sos leal, desinteresado, culto, tienes buen gusto, costumbres sanas, delicadeza en el trato? ¿No tienes nada? Si decís nada yo te digo que estás mintiendo, y te digo más aún, te amas tan poco que no sos capaz de aceptar esas hermosas cosas buenas que adornan tu vida. Vamos a hacer un intento de aproximación a vos. Yo no te conozco a vos, hace más de tres años quizás que estamos cada sábado compartiendo este programa, no nos conocemos personalmente, de alguna manera estamos unidos pero no te conozco personalmente pero ya nomás puedo decirte esto: estas escuchando este programa, estás escuchando Radio María porque alguien te lo sugirió, porque alguien te dio un folleto, o te regaló una radio, y bueno, hemos llegado vos y yo hasta aquí, y estás contento, contenta, porque te hace bien, lo repiten a cada rato en el aire de Radio María, esto significa entonces que tienes aspiraciones, que no te quieres quedar en la mediocridad, que aspiras a que tu vida sea más, en el buen sentido de la palabra digo. Que sea más y más para la gloria de Dios Padre Creador, que confías que eso puedo suceder, y estás en búsqueda, con inquietud. Así como un minero solitario buscando su veta de oro. Esto también significa que tienes sensibilidad para comprender, porque adviertes que vas entendiendo algunas realidades que a otros les resbalan o por lo menos hasta ahora o todavía. También se nota que confías aún en tu vida a pesar de los años recibidos, no has perdido la confianza, puedes confiar, estás confiando. En cuanto se te abra un camino claro, con luz, verdadero, lo vas a tomar, aunque tengas que realizar esfuerzos. Aún más, puedes tener fe porque estás creyendo en estas palabras de vida, porque detrás de estas palabras vos sabes que hay un hombre de carne y hueso, no es más que eso, pero has percibido que detrás de estas palabras hay algo más y estás dispuesto a creer. Y en el caso de que te costara confiar y creer en todo lo que estás escuchando eso no querría decir otra cosa sino que estás herido, que tu motor está averiado, que has recibido golpes de otros, habla mal de otros, pero no dices nada de vos, al contrario, porque si a pesar de todo eso perseveras es que en tus entrañas queda mucho de lo que acabamos de descubrir. Si todo esto es cierto, quiere decir por tanto que sos amante de la verdad. Quiere decir también que no te contentas con la mediocridad de la vida, que tienes altas aspiraciones, que sos leal, que sos sano, y si yo, que no te conozco, puedo decir de vos tantas cosas buenas, que no puedes negarlas porque la mayoría son reales y concretas, vos podrías decir muchas más y más concretas y profundas de vos mismo, claro que sí. Puedes, y debes decirlas porque es obligación que tienes ante Dios tu Padre de reconocer todas esas bellezas que el puso en tu corazón. No reconocerlas sería ser ingrato, necio. Creo que es un acto de necesaria honestidad con vos mismo, de inevitable sinceridad y honradez aceptar que eso es así, debes amarte y respetarte, darte toda la dignidad, la honestidad y la estima que te corresponde. No reconocer todo esto es no reconocer la verdad y la verdad no es una opción, es una obligación. Mira que hermosas virtudes tienes, mira todo lo bueno y bello que hay en vos, mira que bello sos por dentro, mira con alegría y candor cuántas piedras preciosas hay en vos. Sos mucho mejor de lo que nadie puede imaginar. Tienes en tu interior un secreto tan profundo y tan grande que ningún ser humano podría alguna vez terminar de sondear. Sos bueno, estás hecho de material noble, tienes dignidad de rey, mereces lo mejor, no te contentes con mediocridad, con penumbra, con basura, has nacido para ser hijo del sol y que el brillo de la luz se irradie sobre vos, has nacido para iluminar, no tienes necesidad de decirlo, los demás están distraídos y no te escucharán. Tienes sí necesidad de vivirlo por más que los demás estén distraídos, lo verán y se iluminarán. Claro que sí, porque sos hijos del sol que no conoce el ocaso, y que en Jesucristo el Señor ha revelado, se ha manifestado.

Hay cosas en nuestra vida que no cambiarán jamás. Si somos altos seremos siempre altos, si somos bajos, a pesar de nuestros tacos, en la realidad no podremos agregar unos centímetros a nuestra altura. Hay cosas en nuestra vida que sí pueden cambiar, sea la casa en la que vivimos o el mal humor con el que nos levantamos. Hay cosas en nuestra vida que no deben cambiar, sea nuestra unidad familiar, el amor, o las causas nobles. Hay cosas en nuestras vidas que deben cambiar, sea nuestra falta de instrucción, la ronda de amigos o la melancolía. Entre otras cosas debemos precisar con certeza, con la mayor claridad, esas que debemos cambiar, y luego debemos cambiarlas. Esto es propio de una mentalidad positiva, creadora, vívida; estar dispuesto a cambiar eso que se debe cambiar. Para dar ese paso no tienes más remedio que hacer un auto análisis que es la tarea que te dejo para esta semana. Sin el nadie podrá saber por vos que cosas debes cambiar. Este es el primer paso, simplemente reconocer qué es lo que hay que cambiar. Toma lo que no se puede, lo que se puede, lo que no se debe, y, entre lo que se puede selecciona lo que se debe, y haz este análisis a la luz del Espíritu Santo y bajo la mirada atenta de Jesucristo revisa toda tu vida, lugar donde vives, amistades, familia, relaciones, ocupaciones, apostolado, diversiones, ideas, costumbres buenas y malas, actitudes, criterios, tendencias; revisa todo, ve al desván de tu conciencia con sinceridad y honestidad y sacude el polvo a todo lo que tienes sobre vos y luego escribe sin miedos porque lo estás haciendo a la luz de la misericordia de Dios. Porque en todo ser humano hay un miedo natural al cambio, por eso se dice que cuando los que eran jóvenes eran incendiarios terminan después de los cincuenta siendo bomberos. Entre otras cosas eso se aplica a la política. Hay miedo a lo desconocido, al cambio, a la conversión, pero ese miedo a lo desconocido nos hace perder oportunidades preciosas para nuestra vida. Nosotros no somos árboles que debemos permanecer en un lugar para siempre sin que se espere nada más, ninguna otra cosa de nosotros, nosotros tenemos vida, una vida en desarrolla, en cambio, en búsqueda, por lo tanto, no tengas miedo de cambiar. Si ves que es bueno para vos no vaciles. Sea cambio de casa, de club, de estudio, de carácter. Nunca será demasiado tarde para cambiar si es bueno ese cambio. No persistas en la timorata conducta del dicho: Mejor lo malo conocido que bueno por conocer. Uno cree que nació en un lugar y ese lugar ya le está asignado para siempre según la famosa frase de algún cura viejo: Tienes que florecer allí donde fuiste plantado. Sí, tendrá algo de razón también el dicho, pero uno cree que debe hacer lo que los demás hacen y no se anima a dejar de hacerlo y empezar a ser mirado por hacer otra cosa. Uno cree que empezó hace un tiempo un camino y aunque al final ha descubierto que no es lo mejor debe seguirlo simplemente porque lo empezó. Uno cree que tiene determinadas costumbres desde toda la existencia y por eso esas costumbres son partes de la personalidad, son buenas, no hay por qué cambiarlas. Uno cree que su carácter es así y que no tiene cambio. O que no vale la pena mejorarlo, genio y figura hasta la sepultura, porque ya los demás lo conocen y tanto unos como el se han adaptado a ello. Cada día debe ser superior al de ayer y por lo tanto no debe ser igual al de ayer. El mejor cambio es el cambio que se va produciendo en el interior. Un espíritu que no cambia se repliega, empieza a oler mal. Por amor a nosotros mismos debemos cuidarnos, cultivarnos, atendernos bien, prepararnos siempre lo mejor, deshacernos de lo que no sirve, tomar lo bueno, iniciar lo que promete. Debemos ir dejando atrás día tras día nuestro hombre, varón, mujer, hijo. El hombre feliz es un hombre vital, está satisfecho de sí mismo pero siempre quiere algo más para sí mismo. La vida es para seguir subiendo, no para quedarse parado, porque el que se para retrocede. Para hacer grandes cambios lo esencial no es pensar mucho sino amar mucho y amarnos mucho y bien, rectamente. Esto es muy importante. Entonces, vivimos en una civilización materialista y temerosa, llena de temores, complejos, supersticiones, es así, se nota, por eso me gusta decir que hay gente que pasó por la universidad pero la universidad no pasó por ellos, porque no son pensantes, no son libres, no tienen rigurosidad intelectual, viven atados a repeticiones. Claro, dentro de nuestra capacidad debemos aspirar a tener un trabajo que nos entusiasme, claro que sí, que contribuya a desarrollar nuestra personalidad, que nos haga bien, que la realicemos con gusto y nos traiga placer, lo demás vendrá por añadidura. No temamos al cambio si el es posible. También en el tema del trabajo, y también en el tema del apostolado. Temamos más bien en no cambiar si podemos cambiar. A envejecer prematuramente como esos jóvenes que se cuentan unos a otros: "Estoy muy bien en el trabajo, no hago nada". ¿Será empleado público? Y tal vez. No todos, por supuesto. Lo bueno, lo juvenil, lo feliz, es decir: "Estoy muy bien en la empresa, hacemos tantas cosas lindas, desarrollo mi personalidad, siempre estoy aprendiendo, soy feliz trabajando". Es posible, sin embargo, que hayamos puesto al trabajo entre las cosas que no podemos o no debemos cambiar. No podemos cambiarlo si no hay reales posibilidades de encontrar otro, no debemos cambiarlo si el cambio trajera demasiados sufrimientos a nuestra familia, o si estamos a punto de jubilarnos. Tampoco debemos cambiarlo si el nuevo no se adecua a nuestras capacidades y condiciones. Te pongo un ejemplo nada más de un obstáculo que puede haber como es por ejemplo el trabajo, pero agradezcamos a Dios que tenemos trabajo, alabemos a Dios por nuestro trabajo, lo más probable es que comiences a amarlo cada día. Esto es muy importante, amar lo que uno hace es el inicio de la felicidad. Amar lo que uno hace y hacerlo con gusto también es importante porque estamos hablando, justamente, de que la auténtica felicidad trae prosperidad y trae bendición. Algo que los otros no pueden hacer por vos es cambiar. Algo que los otros no pueden hacer por vos es ser feliz. Es difícil que no haya en vos algo que cambiar. Mientras vivimos estamos cambiando, debemos cambiar. Si ya no cambiamos más es porque estamos muertos. La piedra no cambia en su ser, pero ella no se agita, no sufre, no goza, y no tiene un corazón que le reclame ser feliz, en cambio vos y yo sí, por eso cambiar es igual a conversión e igual a diversión, porque el que se convierte encuentra felicidad, encuentra que todo lo puede ver nuevo, que ve nuevas todas las cosas, porque convertirse es poner en el centro a Aquél Hombre, Dios, Jesucristo, que viene a dar respuesta a mis inquietudes y viene a ser la causa de mi felicidad y también el horizonte de mi vida. No nos olvidemos de esto, porque vos y yo podemos ser felices.

Oh, Señor, haz de mí un instrumento de Tu Paz.
Donde hay odio, que  yo ponga  Amor.
Donde haya ofensa, que yo ponga    Perdón.
Donde haya discordia, que yo ponga Unión.
Donde haya duda, que yo ponga Fe.
Donde haya error, que yo ponga Verdad.
Donde haya desesperanza, que yo ponga Esperanza.
Donde haya tinieblas, que yo ponga Luz.
Donde haya tristeza, que yo ponga Alegría.

Oh, Maestro, haz que yo no busque tanto ser consolado, como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque:
Dando, se recibe;
Olvidándose de sí mismo es como se encuentra uno a sí mismo;
Perdonando, se es perdonado;
Muriendo, se resucita a la
Vida Eterna.
Señor, haz de mi un instrumento de tu Paz.

 

Padre Rubén Francisco Bellante