02/02/2016 – La educación de los hijos se nos presenta como un gran desafío. Vivímos con el temor de caer en demasiados cuidados que desencadena en la sobreprotección o en la libertad extrema que se convierte en soledad y peligro.
La Lic. Liliana González, psicopedagoga con más de 30 años de trayectoria, participó del programa “Entre Nosotros” sobre la educación de nuestros hijos más con el ejemplo que con las palabras.
“El ejemplo es fundamental. Cuando hay poco tiempo para educar tendemos a poner el problema en el otro, en los chicos que ahora vienen de tal o cual modo. Por ejemplo, no podemos mandar a los chicos en penitencia por pelearse con su hermano, si los adultos peleamos en casa” contó la especialista en niños y adolescentes.
“Si soy apocalíptico, si digo que todo está mal y podrido, es muy difícil que los chicos crezcan firmes y con confianza”, dijo la especialista, que también habló del tiempo compartido en la casa. “Al menos una comida rica por día, preparada por mamá o papá, en lo posible no delivery, donde podamos compartir, reírnos”. Si el clima en la casa es atractivo los chicos van a querer estar, sino van a preferir estar afuera o huir. La especialista invitó a preguntarse a uno mismo como adulto ¿yo, quiero volver a casa o prefiero quedarme afuera haciendo tiempo o llenarme de miles de actividades?”.
“Hoy que hay menos horas de papá y mamá hay otros significativos, todo aquel que puede hacer un acto educativo (o al revés) con tu hijo: niñera, docentes, abuelos o tíos. Siempre es significativo si condice lo que se dice con lo que se hace. No podemos pedirle a los chicos no usar el celular en clase, si el docente está permanentemente mirando la hora en el suyo”.
“Los chicos aprenden mucho con lo que ven, más que con lo que decimos. Es muy difícil pedirle a los chicos que traigan caritas felices de la escuela si los adultos pintamos un mundo negro y sin escapatoria.
Venir todos los días con caras largas de trabajar, con pesadumbre y espíritu inconformista es terrible. Yo siempre digo que esa gente que no puede anclar en el deseo algo que le haga sentir bien, lo que sea, (danza, deportes, arte, cocina, jardinería) que en verdad le guste, la verdad es que el mensaje que le damos a los chicos es de subsistencia. No venimos al mundo a sobrevivir sino a honrar la vida. Los padres que se animan a emprender alguna actividad que les gusta, descubren que al final hay tiempo, y que eso les hace muy bien también a los chicos. Lo primero es transmitir amor por la vida”.
“Los límites incoherentes o incumplibles, o límites que quizás nosotros no tenemos en la propia vida, son muy confusos. Yo intento con los papás de poner los límites en el segundo lugar, y traer el amor primero. Estoy convencida que un niño amado de verdad, que se siente amado y que sus padres están felices con él, es un niño limitado en cuanto a que por amor cuida a sus padres, por amor aprende, por amor se cuida. Una cosa es predicar el amor y otra cosa es transformarlo en verbo, o sea amar. Es muy difícil poner límites si no está asegurado el amor porque los chicos sienten ¿por qué me decís que no y te tengo que obedecer si no estuviste, si no me acariciaste, si no me miraste? Primero tiene que estar el sí que es el amor.
Si un chico de verdad no se siente valioso o amado cuando lleguen los padres cansados o quejosos, se va a portar de las mil maneras posibles mal, se va a enfermar y todo para llamar la atención. Los síntomas de los chicos convocan a los padres. El niño que se enferma logra tener a su mamá al lado, el que se pone hiperquinético y rompe y rompe, se sube a los árboles, cruza sin mirar, no tiene a su padre al lado. A veces los chicos buscan a los padres en esas conductas negativistas que nos ponen tan mal pero en realidad esto no se mejora aumentando los límites sino revisando la relación. ¿Cómo es la calidad de tiempo que tengo con mi hijo? Acá nadie pide que las madres y padres dejen de trabajar, sino que miremos qué calidad de tiempo tenemos sea poquito o mucho. Los pediatras piden media hora de encuentro real (y no solo visual) con los niños cada día”.
Los chicos miden el amor como con una vara, cuánto los querés, a quién querés más. Eso es bravo. Por eso a mí me asusta esa tendencia a pensar sólo en los límites con puros “no”, cuando lo primero es el amor. El chico adolescente que sale a la noche y sabe que los aman y que los esperan, y que es valioso, se cuida más. Ese es el triunfo del amor, de la infancia.
“En el fondo necesitamos transmitir amor por la vida. Antes de un papá, una mamá, un docente, hay un hombre o una mujer. Si la mujer, por ejemplo, está enojada con sus hermanos, con su esposo, con sus compañeros, con el mundo etc etc etc. Desde el enojo no se siembran valores sino malestar, resentimiento. Entonces primero hay que ver cómo está el hombre y la mujer, qué asignaturas pendientes, qué cosas por resolver. Muchos padres peleados con sus padres, dejan sin abuelos a los chicos, y el ejemplo de no resolución de los conflictos no es bueno, hay que trabajar en eso. Tenemos que hacer un fuerte replanteo de cómo estamos como hombres y mujeres para después ver qué paternidad y maternidad sale desde ahí”.
La especialista terminó diciendo que “como padres no podemos decir “con este hijo no puedo”, con o sin ayuda. Cuando hay dificultades vayamos a alguien que nos ayude para no quedarnos sin hijos.
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