Ser puente, no muro

viernes, 12 de enero de 2024

12/01/2024 – Hoy, el padre Matías Burgui, sacerdote radicado en la localidad bonaerense de San Cayetano, reflexionó en la catequesis a partir del evangelio según San Marcos capítulo 2,versículos 1 al 12. Y comenzó preguntando: “¿A quiénes sentís hoy que tenés que ayudar a que se acerquen a Jesús? Si hay algo que nos va enseñando la Palabra y estos pasajes del Evangelio que vamos compartiendo a lo largo de estos días de la primera semana del tiempo ordinario es la importancia de hacer experiencia del amor de Dios, experiencia de la gracia, de la presencia de Dios en nuestras vidas. Por eso sería bueno tomar la Palabra y pedir y desear esa misma experiencia en el día a día porque no es el privilegio de algunos pocos. Dios quiere que esa fuerza llegue a todos e incluso a vos. No pienses que es para otros y planteate hoy cómo vos podés experimentar esto también. Seguimos compartiendo el Ministerio Público de Jesús en Galilea y la Palabra nos presenta el episodio, el pasaje de la sanación de un paralítico. Con sólo mencionar que “Jesús estaba en la casa” todos entedían que era en la casa de Pedro, allí se alojaba y allí todos los esperaban. En este día comun de la vida de Jesús donde anuncia la Palabra y se dedica a los enfermos y necesitados, ocurre esta realidad que hoy se nos narra”.

“Hay como 3 momentos: primero la intercesión de los 4 amigos del paralítico “como no podían acercarlo lo descuelgan del techo”. El segundo momento es el milagro que Jesús hace, la curación del paralítico. Ahí aparece un hecho intermedio, que es lo que Jesús le dice al paralítico antes de curarlo “tus pecados te son perdonados”. El paralítico lo busca para curar sus piernas, pero recibe una curacón mayor: sus pecados, la raíz del mal que está en el fondo de su corazón. La mayor parte de nuestros sufrimientos tienen su raíz en el corazón. Esta angustia, sobretodo es la falta de fe. Fijate que se reunía la gente para ver a Jesús, se agolpaba para escucharlo y este paralítico también tenía esta necesidad. Y claro, con él no sabemos cuál era su nombre pero podemos sentirnos identificados porque seguramente vos y yo también tengamos nuestras parálisis, nuestras cosas para sanar, aquello que nos puede estar atando, los miedos, los vicios, la culpa, el pecado y por eso tenemos necesidad de Jesús. Quisiera entonces que miremos bien el contexto en el que se da este pasaje porque el paralítico aparece entre la multitud”, razonó el padre Matías.

“Lo que más me asombra de este milagro es que el Señor se queda impactado de la fe de ellos, de aquellos que traen al paralítico a su presencia. Silenciosamente, ellos no solo posibilitaron el encuentro, sino que fueron intercesores y facilitadores del milagro. Nos ayudará tener conciencia que también en nuestra vida en más de una oportunidad hemos sido ayudados por otros para ponernos de pie, para poder encontrarnos con el Señor. El contemplar el icono del voluntariado acontecido en la Casa de Cafarnaún nos puede dar algunas pistas para alentarnos en el desafío de ayudar a muchos que Dios nos pone al borde del camino. Seguramente hubo muchos que lo ignoraron a este paralítico, pero otros se hicieron cargo, otros lo llevaron delante de Jesús levantándolo, siendo creativos. Yo creo que también ellos tenían necesidad de Dios y sin embargo vieron que ese paralítico necesitaba más. Mira qué lindo el ejercicio que nos propone el evangelio de hoy, que en este momento pares un poco, que mires a tu alrededor, en tu familia, en tus amigos, en tus vacaciones, en tu comunidad y que puedas detectar qué personas están necesitando más que vos. Siempre va a haber alguien que necesite más que vos. Por eso hoy no reces tanto por tus problemas, Dios ya los conoce, eso lo hacemos todos los días, pero sería bueno que no te ocupes tanto de tus cosas sino que te animes a presentar espiritualmente a esa persona que está paralizada, que necesita de Jesús, que el Señor ha puesto delante tuyo. Acordate que el mayor acto de amor que podés tener es buscar el bien del otro en Dios. Tener en cuenta que vos no sos ni el salvador ni la salvadora de nadie, sino que el importante es el Señor. Animate a tener relaciones así, libres, sinceras, buscando siempre que Jesús sea el centro. Pregúntate hoy cómo están tus relaciones con los demás. ¿Hay egoísmo? ¿Hay celos? ¿Hay envidias? ¿O de verdad hay un sincero deseo de que Jesús se encuentre con el otro?”, agregó Burgui.

“El Señor lo mira. Ve la parálisis de este paralítico, pero lo primero que hace, dice el evangelio, es perdonarle los pecados. Mirá qué importante y qué fuerte darnos cuenta de esto. ¿Cuántas veces queremos que el Señor nos sane y rezamos y rezamos, pero no dejamos que nos perdone los pecados? Pedimos, pedimos, pedimos, pero no nos animamos a dar el paso a la reconciliación y a la confesión. Y claro, queremos que Dios haga magia, pero no confiamos en su gracia. No quieras un Dios a medida, a tu medida. Acercate humildemente y pedile que te sane a fondo. Acordate que lo importante es buscar el perdón de Dios, el abrazo de Dios, que te animes a dejarte perdonar para que así vos después puedas ser intermedio, seas instrumento de sanación para los demás. Por último, dice el evangelio que todo el mundo se maravillaba, y qué importante también vivir con capacidad de asombro y aprender a alabar a Dios desde la gratitud de descubrirlo siempre presente en tu vida. ¿Cómo lo estás descubriendo al Señor en tu hoy? Pedile al Señor que te sane, que te acompañe y maravillate por su presencia en tu vida”, aseveró Matías.


“El señor lo perdonó. Para Jesús curar es lo mismo que perdonar, y perdonar es curar. Lo que Dios busca con el perdón de nuestros pecados, es ante todo, nuestra curazón. En nuestra oración cada vez que nosotros pedimos una gracia, estamos pidiendo, aun sin darnos cuenta, esta doble realidad que Jesús nos concede: el perdón y la curación. Cuando nosotros decimos que Cristo nuestro Señor vino a librarnos de todos los males y a vencer la batalla contra el pecado, estamos diciendo que con ello las consecuencias (enfermedad, angustia, muerte) del pecado son sanadas. A veces nosotros pedimos librarnos de esas consecuencias, pero lo importante es la raíz, esta sanación que Cristo hace cuando perdona. Esta escena no sólo nos hace pensar en el milagro de Cristo, la curación, sino también en el rol intercesor de sus amigos, y las palabras de Jesús “tus pecados quedan perdonados”. Los entendidos de la ley de Moisés sabían que el perdón de los pecados es solo facultad de Dios. Aquí aparece una nueva manifestación de Dios, donde Cristo aparece venciendo la enfermedad. Esa facultad será delegada en los apóstolos y en la Iglesia, que se manifiesta en el sacramento de la reconciliación”, cerró Burgui.