“Si no nos reconocemos enfermos, no podemos ser redimidos”, sostuvo el padre Juani Liébana

miércoles, 16 de marzo de 2022
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16/03/2022 – En “Terapéutica de las enfermedades espirituales”, el padre Juan Ignacio Liébana rector del santuario de la Virgen de Huachana en Santiago del Estero, habló de las patologías del conocimiento, del deseo y de la agresividad. “Todo nuestro cuerpo está impregnado del espíritu. Por eso vamos viendo las distintas patologías que van enfermando nuestro espíritu para luego ver qué los Padres de la Iglesia recomiendan para vivir la fe desde las virtudes. Es importante descubrir nuestros puntos débiles en la vida espiritual para poder llevar a cabo el buen combate contra el maligno. Las patologías del alma muestran de qué forma no elegimos a Dios. Disciplina viene de discípulo. Es decir, el que sigue al Maestro se autoimpone un orden para poder hacerlo”, explicó el padre Juan.

El primer desorden que aparece es del conocimiento, donde perdemos el sabor de las cosas de la vida al entrar en un razonamiento que acumula entendimientos o en una curiosidad vana. Lo que pasa es que nos perdemos de conocer más profundamente a Dios. La mente se comienza a desperdigar”, sostuvo Liébana. “La patología del deseo y del goce implica que dejemos de tener ansia de Dios para poner ese deseo y goce en otros bienes o anhelos sensibles y cercanos. Aquí se nota bastante cuando hay excesos y también como se abandonan altos ideales porque se los ve como lejanos e inalcanzables. Se nota mucha apatía y la falta de sueños nobles, que se reemplazan por cuestiones cortoplacistas. El tema es que el placer, cuando es insatisfecho, se genera el dolor y el sufrimiento. Lo que esconde una adicción es una gran angustia existencial”, agregó el sacerdote porteño.

“Si no nos reconocemos enfermos, no podemos ser redimidos por el Señor con su fuerza de la Resurrección. El pecado es una realidad de fe, es un misterio, y tenemos que pedirle a Dios que nos ayude a verlo, a reconocerlo. La agresividad es una fuerza que nos permite para sortear las dificultades y en si es buena. Pero cuando se nos enferma esa agresividad se convierte en una patología donde nos empeñamos en buscar lo que nos hace mal o la usamos para atacar al prójimo. Los Padres de la Iglesia dicen que nos convertimos en bestias”, subrayó Juani.