“Si no veo no creo”…¿vos que respondés?

jueves, 11 de abril de 2024
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11/04/2024 – Diálogo con la Hermana Mariana Zossi, religiosa dominica y presidenta de la Asociación Bíblica Argentina.

En el evangelio del domingo pasado nos encontramos con dos apariciones del Resucitado: una el mismo día de la resurrección con la ausencia de Tomás, uno de los once, y la segunda, ocho días más tarde, con la presencia del grupo completo, incluido Tomás. Estas apariciones tienen lugar el primer día de la semana, que es nuestro domingo, día del Señor, y que desde la época apostólica será el día de la reunión de los cristianos.

Se trata de un relato que se desarrolla a partir de diversos itinerarios internos:

  • Del miedo a la alegría
  • Del oír al experimentar
  • Del ver al creer
  • Del recibir al dar
  • Del creer al testimoniar

Tal es la progresión a la cual el relato de estas dos apariciones de Jesús resucitado nos permite asistir. En la oscuridad de la madrugada María Magdalena había encontrado el sepulcro vacío (Juan 20,1). Durante el mismo día, la Magdalena se había convertido en dos ocasiones en mensajera del acontecimiento: la primera vez para informar sobre la tumba vacía (20,2) y la segunda como enviada de Jesús resucitado para anunciarle a la comunidad que “hemos visto al Señor” y transmitirles sus palabras (20,17-18).

En medio de los dos anuncios de la mujer e inicialmente impulsados por ella, el cuarto Evangelio nos narra la ida de Pedro y el Discípulo amado a la tumba vacía. Allí el Discípulo amado “vio ycreyó” a partir de la observación de los signos. Si con la Magdalena tenemos el modelo del anuncio pascual, con el Discípulo amado tenemos el modelo de la fe pascual.

Pero el relato ahora avanza hacia el culmen del primer domingo pascual: ese mismo día, “al atardecer”, el Resucitado viene personalmente al encuentro de sus discípulos. Juan en su evangelio insiste en que estamos aún en el “primer día dela semana” (20,19a; ver 20,1).

El estado inicial en que se encuentra la comunidad se describe así: “…Estandocerradas, pormiedoalosjudíos,laspuertasdellugarenque se encontraban” (20,19b). Jesús los encuentra con las puertas cerradas: todavía están en el sepulcro del miedo y no participan de su vida resucitada. Esta es la primera vez que se le manifiesta como Señor Resucitado a su comunidad.

Es de resaltar algunos puntos de este texto. Primero, la expresión “la paz esté con ustedes”; en el texto griego no tiene verbo por lo tanto se debería decir “paz con ustedes”, afirmando que la paz ya está presente entre los discípulos a causa de la presencia del Resucitado en la comunidad; lo único que debe hacer la comunidad es reconocerla y proclamarla.

Luego, Jesús muestra sus heridas para probarles que es el Crucificado que ha Resucitado, que es él mismo el que está en medio permitiéndoles vivir esa paz con Dios y entre los hermanos. Jesús les da un fundamento sólido a sus palabras: se legitima ante sus discípulos mostrándoles sus llagas. Con este gesto quiere decir que el Resucitado es el Crucificado y no otro.

Pero la contemplación (ese “ver” los signos) de las llagas del Crucificado lleva a descubrir otro mensaje: ¡El Resucitado ha vencido la muerte! Las llagas son el signo de su amor inmenso por los suyos: los discípulos, esos amigos por quienes dio la vida, son verdaderamente amados. Jesús fue efectivamente para ellos el “Buen Pastor”.

Estas llagas son la de un Resucitado. Por tanto, este amor no faltará nunca, ahí están estas señales de los clavos que lo ataron a la Cruz para recordarlo todos los días. La fuente de vida que brotó de su costado traspasado por la lanza no parará de manar el agua del Espíritu para todo el que se acerque a Él.

La tercera clave importante del texto es que después les dona el Espíritu Santo, comunicándoles el poder perdonar o retener los pecados y, de este modo, son ellos ahora transmisores de la vida nueva. Queda claro entonces que la paz es fruto del perdón de los pecados obtenido por Cristo con el don de su vida en la cruz y que se recibe actualizado por el don del Espíritu Santo.

Pero… no están todos:

¿Por qué Tomás no está con la comunidad?… ¿acaso no tenía miedo?

La comunidad con su testimonio apostólico, los 10 discípulos le dicen al Tomás ausente: “Hemos visto al Señor” (20,24). Pero Tomás se niega a creer el anuncio pascual de la comunidad, quiere una experiencia directa: “Sinoveoensus manos laseñaldelos clavosy no metomidedoenelagujerode los clavos yno metomimano ensucostado, nocreeré” (20,25).

¿Por qué Tomás no cree a sus hermanos?

Confirmando lo realizado una semana antes, Jesús repite la experiencia “dominical”: “ocho díasdespués” (20,26a). El primer día de la semana comienza a institucionalizarse. Como novedad, esta vez Tomas está ahí. Este nuevo evento responde a la inquietud:

¿Cómo llega a “creer” quien no ha visto personalmente al Crucificado Resucitado?

Ocho días después… se produce el segundo encuentro de Jesús resucitado con su comunidad y con Tomás en especial. Los discípulos han visto al Señor y han creído; pero Tomás no cree en su testimonio. Tomás quiere verificar el testimonio de sus compañeros comprobando con sus propios ojos que el que se les apareció es en verdad el Crucificado que ha Resucitado. Se destacan dos ideas importantes:

  • Jesús siempre toma la iniciativa, es Él quien viene al encuentro y, conociendo de antemano lo que Tomas ha dicho, se le anticipa para invitarlo a tomar contacto con las llagas que él quería ver y tocar.
  • Jesús no quiere que ninguno quede excluido del gozo pascual y por eso saca a Tomas de su aislamiento.

Todos ven cómo Jesús conduce a Tomás a la fe. De nuevo su gran don es la paz (20,19.21.26), la seguridad y la protección que se fundamenta en la misma persona del Señor Resucitado. También Tomás, el que se niega a creer, recibe la paz.

Mostrando conocimiento de lo que ha dicho Tomás, Jesús le muestra los signos de su muerte y de su amor, éstos que son al mismo tiempo fuente de salvación. Le permite acceder al creer por este medio. Enseguida, Tomas y a todos los incrédulos, dice: “No seasincrédulosino creyente” (20,27).

Entonces Tomás confiesa su fe como ningún otro: “Señor mío y Dios mío” (20,28). El que estaba más atrás de todos, al final resulta delante de todos. Para él personalmente, Jesús es Señor y Dios:

  • Jesús es el Señor cuyo poder vivificante salva. Bajo su soberanía todo se renueva.
  • Jesús es Dios mismo que se acerca a todo hombre mediante su encarnación y comparte el don de su vida.

La respuesta de Tomás es grandiosa por cuanto pronuncia la profesión de fe más elevada del NT, pues le aplica a Jesús los títulos que el Antiguo Testamento reservaba para Dios: Yahvé y Elohim, “Señor mío y Dios mío”, junto con una declaración de una adhesión personal de fe y de amor a Jesús a través del posesivo “mío”.

Sabemos algo más de Tomás… o solamente que tuvo problemas para creer…

Retrocedamos un poco… ¿Qué es lo que sabemos acerca de Tomás? De hecho, los sinópticos nos dicen muy poco, fuera del hecho de que Tomás fue elegido por Jesús para ser contado entre los doce. Sólo el Evangelio de Juan incluye algunas viñetas sobre Tomás. Su historia después de la resurrección se hace más inteligible a la luz de otros incidentes que Juan ha conservado.

La primera mención de Tomás es en el capítulo 11 de Juan. Lázaro ha muerto. Jesús ha sido llamado y a pesar de que retrasa el viaje de regreso al territorio de Judea, es claro para sus discípulos que Jesús pretende ir a Betania, a la tumba en la que Lázaro ha sido enterrado. Algunos de los discípulos piensan que viajar es muy peligroso dadas las circunstancias: los jefes de los judíos estaban en ese momento buscando una oportunidad para condenar a Jesús a muerte. Es Tomás el que se da cuenta de que Jesús ha decidido acudir con sus amigos. Es Tomás el que dice a los otros: “¡Vayamos también nosotros para morir con él!” … ¿podemos decir que Tomás es valiente?, Tomás desea estar con Jesús, incluso hasta la muerte. Y anima a los demás a volver también su mirada hacia Jerusalén.

Unos capítulos más tarde, Juan registra la oración de Jesús en la última cena. Jesús está preparando a sus discípulos para su Pascua pasando por el sufrimiento hacia la Gloria, pero sólo de una manera velada. El lenguaje de Jesús parece de adivinanzas. Casi podemos ver a Tomás, con las cejas fruncidas, tratando de captar las implicaciones de todo lo que está diciendo Jesús, y finalmente preguntando: “No sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Seguramente Tomás no era el único. Los otros deben haberse sentido igual de perplejos. ¿Quién se atrevería a hablar?  Sin embargo, Tomás no se acobarda en silencio. No estaba entendiendo ¡y quería hacerlo! No puede seguir a Jesús a menos que sepa a dónde y cómo.

¿En dónde quedamos nosotros?

Pero, sin contestar la altísima confesión de fe de Tomas, como haciéndole un guiño al lector de este relato… nosotros hoy… Jesús enseguida llama “Bienaventurados” a los que no ven y, con todo, creen (20,29). Jesús mira a los que creerán en el futuro.

La experiencia de los que vieron al Señor se convierte en impulso para que otros puedan creer. No será mediante apariciones directas como el Resucitado se dará a conocer sino a través del testimonio de los discípulos, dado con la fuerza del Espíritu Santo (15,26-27).

Al final –habiendo quedado claro que la fe Pascual se suscita por la mediación de testimonio de aquellos que han hecho la experiencia– el evangelista resume la finalidad de la obra de Jesús y muestra cuál es el camino de acceso a la fe para todos aquellos que no lo vemos como lo vieron Tomás y sus compañeros (20,30-31).

Una nueva mediación que permanece para seguir conduciendo en el camino fe pascual es el mismo texto del Evangelio. Los que Jesús hizo ante sus discípulos, revelándoles su gloria, es la base de lo que se redacta en el Evangelio escrito: “Elque lovioloatestiguay sutestimonioesválido,yél sabequedicela verdad,para quetambién vosotros creáis” (19,35).

El evangelista es un testigo que hace de mediador en la experiencia que todos estamos llamados a hacer del Resucitado. Lo importante es que lleguemos a un creer preciso y personal, esto es, que “Jesús es el Cristo, el Hijo deDios” (20,31).

El “creer” nos une a Jesús y, por medio de Él, entramos en comunión con Dios Padre. Hacer el camino del “creer”, aprendiendo a leer con la ayuda de la Palabra los signos del Resucitado hoy, es decisivo para experimentar la fuerza renovadora de la Pascua: por esa vía tenemos el acceso a la “Vida” en plenitud.

Podes ver el informe completo en el reproductor de videos ubicado bajo el título.